Con la estrategia socialista del Alba y el G-20 como palanca imperial

Comienza a delinearse un mundo pluripolar

01/10/2009
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Realineamientos: en escenarios internacionales tan diferentes como la Asamblea General de las Naciones Unidas, el G-20 y la cumbre América del Sur-África, saltaron al ruedo las opciones de un momento dramático: intentar el salvataje del sistema capitalista o buscar otro camino. Un sector de la dirigencia mundial se abroquela en el G-20 en torno a Estados Unidos. Otro, temeroso, vacila y en su mayor parte se deja arrastrar por la inercia. Por sobre ambos, resalta un plan que trasciende al capitalismo, con realizaciones a la vista. Sus líderes mostraron en la ONU una rara capacidad para articularse con propuestas intermedias, como quedaría plasmado horas después en la cumbre ASA. Toma cuerpo así una rauda transición planetaria, en la que la declinación estadounidense deja lugar a la aparición de múltiples polos de poder. Los discursos de Evo Morales y Hugo Chávez en la ONU mostraron un nuevo panorama político mundial. Después de décadas, el capitalismo es acusado en la Asamblea como causa verdadera de la crisis y el socialismo se plantea como única salida. Mientras tanto Washington sostiene a la camarilla del Opus Dei en Honduras y, tras atenuar el choque con Rusia desistiendo del escudo galáctico en Europa, recrudece las amenazas de guerra contra Irán.
 
Hay que decirlo sin rodeos: a un año del colapso mundial capitalista, en un marco histórico de retroceso y pérdida de hegemonía, Estados Unidos recuperó terreno: eludió la amenaza de depresión e impidió la disgregación de sus socios-enemigos del Norte y el Sur. Son victorias limitadas y sin duda efímeras. El espacio recobrado no está asegurado y es improbable que lo esté en el futuro. Al contrario, todo indica que con ese paso en realidad la Casa Blanca se adentra en territorio cenagoso y sólo agrava la inestabilidad estratégica de las bases sobre las que todavía sostiene su poder global. No obstante, sería erróneo desestimar el posible impacto táctico de esta recuperación parcial y su traducción en las relaciones de fuerzas. Allí está, para probar los riesgos de la coyuntura, dicho sea por adelantado, el golpe en Honduras. La frágil y efímera victoria que pueden apuntarse los estrategas del Departamento de Estado tiene dos puntos de apoyo: uno, haber frenado la caída libre de la economía mundial, postergando a fecha incierta la transformación de la recesión en depresión; el otro, evitar que un número de países determinantes para el rumbo político planetario, saliera de su órbita en medio de la crisis más grave jamás afrontada por el sistema capitalista. China, Rusia e India, cada una por su parte, tenían la posibilidad teórica de propulsar en sus áreas de gravitación inmediata subsistemas financieros para, a la vez, protegerse del ineluctable derrumbe del dólar y ganar un espacio decisivo en su disputa por mercados y áreas de influencia con el imperialismo mayor. No lo hicieron. Más aún: en sentido inverso, no sólo ratificaron la estrategia estadounidense para afrontar la crisis, sino que le dieron a Washington el poder de policía sobre la aplicación de esa línea de acción. Brasil y Argentina, en cambio, tuvieron una opción concreta al alcance de la mano: el ingreso al Alba; la incorporación a un bloque que en medio del colapso afirmó un rumbo diferente para afrontar la crisis y cuenta con un subsistema económico-financiero regional que suma ya nueve países y echa a andar una moneda común, el Sucre. Pero al igual que los demás gobiernos a los que con lúcida celeridad los estrategas del imperialismo tentaron con el ingreso al sagrado templo de los poderosos, Brasilia y Buenos Aires optaron por el intento de salvataje de la economía capitalista, en lugar de buscar otro camino. Ése es el significado del documento firmado por el G-20 en Pittsburgh, el 24 de septiembre.
 
La Corte del G-7
 
La Declaración de Pittsburgh comienza diciendo que los presidentes se reúnen en el momento de “la transición crítica de la crisis a la recuperación, para dar vuelta la página de una era de irresponsabilidad y adoptar un conjunto de políticas, regulaciones y reformas destinadas a satisfacer las necesidades del la economía global del siglo XXI”. A lo largo de 15 carillas el texto proclama una y otra vez la necesidad de “combatir el proteccionismo”, “mantener la apertura”, ampliar el “libre comercio” y llevar a buen puerto a la Ronda de Doha. Pero la Declaración no se limita a reafirmar principios generales del liberalismo. En el punto 19 del Preámbulo dice: “Designamos al G-20 como el primer foro para nuestra cooperación económica internacional. Establecemos que el Buró de Estabilidad Financiera (BEF) incluya a las principales economías emergentes y damos la bienvenida a sus esfuerzos por coordinar y avanzar en el monitoreo fortaleciendo las regulaciones financieras”. Queda sepultado entonces el G-7 (Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Canadá e Italia) como instancia rectora de los tres centros imperialistas del planeta. Y se traslada al BEF la función de “sistema anticipado de alarma para riesgos emergentes”. Dicho de otro modo: el BEF operará como organismo contralor de la economía mundial y ocupará el lugar del desprestigiado Fondo Monetario Internacional. Así lo confirmó Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadounidense, quien aclaró en rueda de prensa que el BEF “es el cuarto pilar de la moderna economía global, junto con el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio”. Los 20 firmantes de este documento admiten así que la crisis mundial tiene una naturaleza subjetiva, que ya ha quedado en el pasado y que ocurrió apenas por falta de controles. El futuro luminoso resultará del accionar conjunto de los 20 países, según la estrategia diseñada en Washington y bajo el control de aplicación de los cuatro pilares de la verdad capital. Es presumible que los 13 gozosos gobiernos que se suman al club de los poderosos buscarán maneras para eludir las exigencias del FMI y el BEF, tal como en la Edad Media Condes o Duques sometían sus ejércitos al rey pero se guardaban el derecho de birlar una porción de los impuestos de la corona. El rey, desde luego, lo sabía. Pero era el precio a pagar para evitar que los súbditos apartaran sus feudos del reino o, peor, cedieran a la tentación de reunir fuerzas para derrocar al monarca. No otra cosa es este sesgo táctico del Departamento de Estado, concretado sin demasiado rigor por causas evidentes en la propia Declaración que, después de felicitarse porque “nuestra vigorosa respuesta ayudó a detener una peligrosa aguda declinación en la actividad global y a estabilizar los mercados financieros”, reconoce que “el sentimiento de regreso a la normalidad no debe llevar a la complacencia”. Para evitar toda tentación de complacencia y aventar dudas sobre la naturaleza y función del G-20, la Declaración subraya: “Pedimos al FMI que asista a nuestros ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales en el proceso de mutua evaluación, desarrollando un análisis prospectivo de las políticas asumidas por cada país miembro del G-20, observando si éstas son colectivamente consistentes con trayectorias más sostenibles y balanceadas para la economía global, y que reporte regularmente al G-20 y al Comité Internacional Monetario y Financiero (Cimf), a partir de los actuales análisis de vigilancia del FMI, bilaterales y multilaterales, sobre el desarrollo económico, modelos de crecimiento y políticas de ajustes sugeridas”. Innecesario es abundar sobre el significado de esta “mutua evaluación” con los instrumentos del FMI: entre abrazos, sonrisas y aplausos, saqueadores y saqueados firmaron un plan común.
 
Cumbre en Margarita
 
Barack Obama puede computar como éxito el resultado de la reunión en Pittsburgh. Pero le durará poco. Ysus consecuencias, peor que lo ocurrido al rey Pirro, se les darán vuelta para golpearlo de lleno en el centro de su estrategia política. En primer lugar, la idea de que el mundo está “en la transición crítica de la crisis a la recuperación” es falsa en todo y por todo. Ya es excesivo decir que se ha frenado la caída y la depresión desaparece del horizonte. Ninguna visión teórica seria de la economía mundial descarta la posibilidad de nuevas quiebras de grandes instituciones financieras, ahora arrastradas no por el supuesto “descontrol de ejecutivos venales”, sino por el debilitamiento
 
 

Banco del Sur

 
Los mandatarios de Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela firmaron el convenio constitutivo del Banco del Sur al finalizar la primera jornada de la cumbre ASA, en la noche del 26 de septiembre. La Entidad tendrá entre sus funciones principales: • Financiar programas y proyectos para el desarrollo económico y social, expansión e interconexión de la infraestructura de los países miembros; • Promover, crear y administrar fondos de financiamiento; • Facilitar recursos para la asistencia técnica, estudios de preinversión, investigación, desarrollo, transferencia y absorción de tecnología; entre otros. En calidad de invitada estuvo presente también la presidente de Chile, Michelle Bachelet. Durante la sesión de la cumbre el presidente Chávez subrayó que los presidentes de Argelia y Libia, Abdelaziz Bouteflika y Muammar al Gaddafi, cuentan con un banco en África y señaló la necesidad de conformar “una estructura superior de financiamiento” entre ambos bloques. “Un banco Sur - Sur, o el Banco del ASA (Bancasa). Será un banco nuestro, para traer nuestras reservas, que las tenemos allá en el Norte y las usan allá para darnos créditos a nosotros mismos”, repitió una vez más Chávez. “La transferencia de recursos del Sur al Norte es una cifra fabulosa y con ese dinero nos prestan a nosotros a tasas superiores de lo que nos pagan. Pero ya no somos bobos, hemos despertado y no nos pueden seguir manipulando con el cuento del libre mercado”. El Banco del Sur tendrá un capital inicial de 20 mil millones de dólares. Venezuela, Brasil y Argentina aportarán 4 mil millones cada uno. El resto será integrado en proporciones diferentes por los restantes países, según sus posibilidades.
 
 

Agenda Estratégica ASA 2010-2020

 
En el encuentro bicontinental, 61 naciones estuvieron representadas por presidentes, jefes de Estado y altas autoridades en la IIª Cumbre ASA. La representación presidencial del continente africano estuvo conformada por los mandatarios de Argelia, Abdulaziz Bouteflika; Burkina Faso, Blaise Campoare; Gambia, Yahya Jammeh; Ghana, Jhon Atta Mills; Mauritania, Maaouya Ould Sid'Ahmed Taya; Namibia, Sam Nujoma; Níger, Mamadou Tandja; República Centroafricana, Francois Bozize Yangouvonda; Santo Tomé y Príncipe, Fradique Bandeira Melo de Menezes; Sudáfrica, Jacob Zuma; Zimbabwe, Robert Mugabe, Togo, Faure Essozimna Gnassingbe; Zambia, Rupiah Bwezani y Libia, Muammar Al Ghaddafi. Por Suramérica participaron Tabaré Vázquez, Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández, Luiz Inácio Lula da Silva, Fernando Lugo, Michelle Bachelet y Hugo Chávez. La cumbre designó una mesa presidencial, encargada de diseñar una Agenda Estratégica 2010-2020 para América del Sur-África
 
América XXI, Año VII, No. 54, octubre 2009
https://www.alainet.org/en/node/136759?language=es
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