Elucubraciones acerca de la democracia para justificar las plutocracias
- Opinión
Hace no mucho, el pasado 2 de mayo, a propósito de un carta de lectores aparecida en el diario “La Nación”, de Asunción del Paraguay, desde estas columnas publiqué un artículo titulado “Paraguay-Lugo: cuando se falsea la historia con fines políticos”, aclarando algunas cuestiones afirmadas por un dirigente de un grupo febrerista de ese país llamado Luis Wagner Agüero. Burdamente se buscaba en su carta un ataque contra el presidente de ese país, Fernando Armindo Lugo adjudicándole similitudes con el ex rey inglés Enrique VIII, pero falseando, para ello, la verdadera historia de éste.
El mismo matutino asunceño editó ahora otra tergiversación histórica apelando a versiones simplistas a partir de las cuales cargar abiertamente contra el presidente venezolano Hugo Rafael Chávez y encubiertamente contra el legítimo presidente hondureño José Manuel Zelaya, aunque en este caso sin mencionarlo. De todos modos, lo que se trasunta es una justificación al golpe de estado del reciente 28 de junio.
Para llegar a todo ello se apela a la historia, fundamentalmente la de la antigua Atenas del Siglo V Antes de Nuestra Era (ANE), la presunta gran madre de la democracia. El autor del artículo titulado “Democracia y consulta popular”, Enrique Vargas Peña, es un periodista con una cantidad de años como columnista de dicho matutino y en su curriculum aparecen coberturas internacionales como la invasión estadounidense a Afganistán.
Pero veamos lo que se dice allí. “La democracia ateniense era directa, es decir, el cuerpo electoral no elegía representantes, sino que participaba sin intermediarios en la gestión del poder. Era una democracia participativa plena”.
“La democracia ateniense no logró mantenerse debido a algunos problemas de diseño sobre los que se tomó conciencia recién posteriormente. El poder de las mayorías era absoluto y derivó pronto en la eliminación de líderes que hubieran podido salvarla”.
Estos párrafos nada tienen que ver con la realidad ateniense en la que el poder estaba concentrado en menos del diez por ciento de la población. Hay diversas cifras que sitúan a la población de la Atenas del Siglo de Oro en valores tan distantes como alrededor de 100.000 y hasta 300.000, aunque lo más sensato es lo primero. Es como en el caso de la Roma de tiempos de Cayo Octaviano (Augusto) donde se hablaba de casi cuatro millones cuando historiadores económicos modernos, como el italiano Francesco de Martino, mostraron diversos argumentos para sostener que no se llegaba ni a la mitad.
Sin embargo, tanto los que hablan de una población más pequeña como los que apuestan a otra mucho mayor, coinciden que los derechos políticos eran de un porcentaje acotado. En todo caso había que comenzar por descartar a los esclavos, que eran algo menos de la mitad según las estimaciones. A partir de allí también había que descartar otra mitad, la de las mujeres; y luego los jóvenes; y a una enorme masa de metecos (extranjeros), nacidos en otras ciudades (se cree que aproximadamente un quinto del total). Por ejemplo Aristóteles era de Estagira; Herodoto, de Halicarnaso; Demócrito, de Abdera; Heráclito, de Epheso. No eran atenienses y no tenían derechos políticos aunque viviesen allí. Y hasta había que descartar a los nacidos en Atenas pero de padres extranjeros.
También hay que tener en cuenta a los campesinos que vivían lejos de la ciudad, a los que si bien se les pagaba una compensación por el abandono de su tarea para ir a la asamblea, incluyendo algo así como el equivalente a nuestros sándwiches y gaseosas, no concurrían masivamente. Si se quiere tener una pauta de ello, el anfiteatro donde se hacían las asambleas tiene capacidad para unas 17.000 personas y algunos hasta barajan como 6.000 una cifra normal de asistentes. Mas aún aceptando que estuviera siempre al tope, esos 17.000, representaban una proporción baja de la población. ¿De dónde se saca entonces que era una democracia participativa plena?. ¿Por qué no hablar, mejor, de una aristocracia extendida?.
Por otra parte, si bien se atribuye en la nota a Clístenes la creación del término en el 508 ANE no hay seguridades en la materia. Por el contrario ya parece un concepto anterior que llegaron a manejarlo los persas. Por ejemplo Herodoto cuenta en “Los nueve libros de la historia”, que en el 522 ANE, cuando Darío I recuperó para la familia de los Aqueménidas la corona que había usurpado el mago Gaumata (haciéndose pasar por un miembro de la familia llamado Esmerdis), se planteó un gran debate sobre la futura forma de gobierno entre “los siete conjurados” que mataron a Gaumata. Lo que dijo Herodoto es que Darío, antes de hacerse coronar, tuvo que ganar toda una discusión con algunos de sus compañeros que se inclinaban por la aristocracia o por la democracia.
De esta cuestión es que Aristóteles tomó la idea de los sistemas que van rotando (monarquía, el mono arca, el único que gobierna), aristocracia (el gobierno de los mejores) y democracia (el gobierno del pueblo). Tema que se estudia en las universidades y sobre el que avanzó Polibio de Megalópolis, en Siglo II ANE, en su “Historia Universal”, tras la victoria final sobre Cartago (donde también habló de la globalización, que no es novedosa), cuando dijo que Roma era el sistema perfecto porque en lugar de rotar, los sistemas se compensaban y convivían, de manera que era al mismo tiempo una monarquía (consulado), una aristocracia (senado) y una democracia (comicios populares).
En consecuencia en la vieja Atenas nunca hubo dictaduras de las mayorías, como se plantea en esa nota, y a tales supuestas dictaduras las extrapola para compararlas con los manejos plebiscitarios de Adolph Hitler, Francisco Franco, Napoleón Bonaparte y Hugo Chávez, en una completa ensalada que no tiene otro propósito que mostrar que las consultas populares llevan necesariamente al despotismo.
De suyo, al poner a Chávez (e incluso lo inoportuno de Napoleón) lo que se está haciendo es mezclar deliberadamente a los regímenes izquierdistas de América Latina como una versión más de asesinos como Hitler y Franco sin ningún otro tipo de consideración. E, implícitamente, si las consultas populares afirman a los Chávez, y de suyo sin nombrarlos a los Evo Morales o Rafael Correa, está muy bien el golpe en Honduras, donde Zelaya planeaba una aunque no vinculante, y de paso que le sirva como advertencia a Lugo por si se le ocurre algo parecido.
No hacía falta nombrar a tantos griegos para eso. Se podía decir más directamente que no hay que dejar votar a los indígenas, a los negros y pobres en general, en aras de la plutocracia (gobierno de los ricos, sean uno, pocos o muchos), aunque en Bolivia y Venezuela esos gobiernos hayan terminado con el analfabetismo y esas poblaciones puedan tener un poco más de criterio a la hora de ser consultadas.
- Fernando Del Corro es periodista, historiador graduado la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. De la redacción de MERCOSUR Noticias. www.mercosurnoticias.com
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