Agrocombustibles, biodiversidad y nuestro futuro energético

La biotecnología le apuesta a los agrocombustibles

04/05/2008
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Hay un nuevo partícipe en las deliberaciones internacionales en torno al calentamiento global y los agrocombustibles: la industria de la biotecnología. Los gigantes corporativos de la genética proponen nuevas tecnologías, como árboles transgénicos, etanol celulósico de segunda generación y biología sintética, para sacar a la sociedad de su dependencia de los combustibles fósiles y combatir el cambio climático.

Las implicaciones para América Latina son impresionantes. La movida masiva de la industria de la biotecnología al sector energético implica la convergencia de importantes asuntos sociales y ecológicos en la región, como la promoción de los agrocombustibles, los cultivos transgénicos y el crecimiento de los monocultivos del agronegocio. Están en juego las aspiraciones de la sociedad civil latinoamericana de reforma agraria, protección ambiental, alternativas al neoliberalismo y soberanía energética y alimentaria.

Las compañías de biotecnología se han convertido en los principales impulsores del uso de cultivos agrícolas, como maíz, soya y caña de azúcar, para hacer combustible para vehículos de motor. Enfrentados con la creciente resistencia del público al consumo humano de sus cosechas transgénicas, la industria ve su salvación en la producción de agrocombustibles transgénicos. Al presentar los productos transgénicos como la respuesta al cambio climático y el agotamiento de recursos causado por los combustibles fósiles, esperan proyectar una luz más favorable sobre las plantas transgénicas.

Tienen mucho en juego. Monsanto, por ejemplo, obtiene 60% de su rédito de la venta de semillas transgénicas. Montándose sobre la marea creciente del boom de los biocombustibles, Monsanto y otras compañías esperan evadir las preocupaciones de salud humana asociadas con los alimentos transgénicos y a la vez abrir toda una nueva área de ganancia a costa de la crisis del calentamiento global.
La opinión pública en contra de los transgénicos

Los organismos transgénicos tienen códigos genéticos (genomas) que han sido alterados mediante la ingeniería genética—un procedimiento sin precedentes que crea combinaciones genéticas que no son posibles en la naturaleza. Los principales productos transgénicos en el mercado estadounidense son maíz y soya, que han sido genéticamente modificados para ser resistentes a herbicidas (usualmente el Roundup de Monsanto) o a plagas (conocidos como cultivos Bt). Estos cultivos son usados mayormente para alimentar animales de finca y para hacer aditivos (como endulzadores y almidón) que se encuentran en la mayoría de los productos procesados.

A pesar de la propaganda risueña de las compañías de biotecnología, amplios sectores de la sociedad rechazan los productos transgénicos por entender que no son ni seguros ni necesarios. En marzo de 2006 miles de manifestantes de todas partes del mundo abrumaron tres eventos de las Naciones Unidas que tomaron lugar casi simultáneamente en el sur de Brasil: las conferencias bianuales de la Convención de Biodiversidad y el Protocolo de Bioseguridad, y la Conferencia Mundial sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural. Entre sus demandas se destacaba con prominencia la prohibición de los cultivos transgénicos.

Mientras tomaban lugar las actividades oficiales y las protestas, activistas del MST, movimiento de los trabajadores sin tierras de Brasil, ocuparon una finca en el estado de Paraná donde la corporación de biotecnología Syngenta sembró ilegalmente maíz y soya transgénicos en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Iguaçu. El 21 de octubre de 2007 pistoleros los desalojaron de manera violenta, hiriendo a muchos y asesinando a Valmir "Keno" Mota de Oliveira, de 34 años de edad y padre de tres. El MST, Vía Campesina y numerosas organizaciones de sociedad civil en Brasil han condenado estos hechos. Exigen que Syngenta asuma responsabilidad por el asesinato, que rinda cuentas por sus violaciones ambientales, que cierre su granja experimental y se marche del país.

En febrero de 2007 agricultores y pastores, representantes de agrupaciones de sociedad civil, movimientos sociales y ambientalistas de 17 países en Africa, Asia, América Latina y Europa se dieron cita en Mali para discutir asuntos relacionados con los alimentos y la agricultura. Juntos produjeron la Declaración de Bamako, la cual, entre otras cosas, categóricamente le dice NO a los organismos transgénicos.

La Declaración de Bamalk fue parte del proceso preparatorio para el Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, que tomó lugar esa misma semana en Mali. Sobre 500 hombres y mujeres de más de 80 países, representando organizaciones de campesinos y agricultores familiares, pescadores, pueblos indígenas, gente sin tierra, trabajadores rurales, emigrantes, pastores, comunidades forestales, mujeres, juventud, consumidores y movimientos ambientalistas y urbanos, redactaron la Declaración de Nyeleni.

La declaración rechaza los alimentos transgénicos: (Luchamos contra) "Tecnologías y prácticas que erosionan nuestra capacidad de producción alimentaria en el futuro, dañan el medioambiente y ponen en peligro nuestra salud. Éstas incluyen los cultivos y animales transgénicos, tecnología terminator, acuacultura industrial y prácticas pesqueras destructivas, la llamada 'Revolución blanca' de las prácticas industriales en el sector lácteo, las llamadas 'Nueva y vieja Revoluciones Verdes', y los 'desiertos verdes' de los monocultivos de biocombustibles industriales y otras plantaciones."

En marzo de 2008 unas 300 mujeres del MST destruyeron un criadero de plántulas de maíz transgénico que pertenecían a Monsanto en el estado brasileño de São Paulo, en el sur del país, para protestar contra la aprobación por parte del gobierno brasileño de la siembra de maíz transgénico. En los días que siguieron unas 1,500 mujeres protestaron frente a varias propiedades de Syngenta en el estado de Paraná.
El boom bio

Los agrocombustibles, conocidos también como biocombustibles o cultivos energéticos, son combustibles hechos de plantas o grasa animal. Ya que no son derivados de fuentes fósiles subterráneas como el carbón o el petróleo, sus promotores sostienen que pueden ayudar a mitigar el cambio climático. Las emisiones de vehículos de motor son responsables de 14% del calentamiento global.

Hay dos tipos de agrocombustibles: etanol y biodiesel. El etanol se puede obtener de caña de azúcar, melaza, sorgo dulce y granos como el maíz, trigo y cebada. El etanol puede reemplazar la gasolina pero su uso requiere de motores especialmente adaptados. Se puede mezclar con gasolina y así usarse en un motor de carro regular. El biodiesel se deriva de aceites vegetales de plantas como canola, soya y palma aceitera, al igual que de grasa animal. Se puede usar en forma pura en un motor diesel regular sin necesidad de modificarse. Estos usos son considerados la "generación uno" de los agrocombustibles. La segunda generación, aún en la etapa de investigación y desarrollo, consiste de combustibles celulósicos.

Al parecer todo el mundo está a favor de los agrocombustibles: las Naciones Unidas, políticos estadounidenses desde Al Gore hasta George Bush, la Unión Europea, la mayoría de los gobiernos suramericanos y africanos y muchos grupos ambientalistas. El alineamiento de intereses corporativos en favor de los agrocombustibles es formidable: comerciantes de grano (Cargill, Con Agra), fabricantes de automóviles (Volkswagen, Peugeot, Citroen, Renault, SAAB), compañías de biotecnología (Monsanto, Syngenta, Bayer, Dupont), corporaciones petroleras (BP, Shell, Exxon), e inversionistas célebres como Bill Gates, George Soros, and Richard Branson, todos invirtiendo miles de millones de dólares en este nuevo negocio.

Según el informe de la ONU "Sustainable Bioenergy: A Framework for Decision Makers", publicado en 2007, los agrocombustibles son el sector de más rápido crecimiento en la agricultura mundial. El periódico Financial Times estima que los subsidios de países de la OCDE a los agrocombustibles suman un total de $15 mil millones al año. La industria espera que la producción aumente de 11 mil millones de galones en 2006 a 87 mil millones para 2020, y que el mercado crezca de $20,500 millones en 2006 a $80,900 millones en 2016.
Brasil: el nuevo coloso

Brasil atrae más inversión en agrocombustibles que cualquier otro país ($9 mil millones en 2006). Entró temprano en el juego y ha estado jugando duro desde entonces. Ya corre la mayoría de sus vehículos con etanol de caña de azúcar, y ahora posee 62% del mercado mundial de azúcar, comparado con sólo 7% del mercado en 1994. Los monocultivos cañeros en Brasil cubren 6.9 millones de hectáreas, con la mitad de éstas dedicadas al etanol. Para 2025 espera añadir 42 millones de hectáreas más.

Su potencial de biodiesel también es masivo: 21% de los terrenos agrícolas (casi 20 millones de hectáreas) están plantados con soya. "En los próximos 15 a 20 años Brasil se convertirá en el primer productor mundial de biodiésel", dijo en 2005 el presidente brasileño Luiz In á cio "Lula" da Silva. Se espera que en 2008 Brasil alcance a Estados Unidos para convertirse en el mayor exportador de soya del mundo.

El gigante de agronegocios ADM ha escogido a Brasil como el eje de sus operaciones de biodiesel en Suramérica. Su nueva refinería de biodiesel en el estado sureño de Mato Grosso do Sul es la más grande del país y sus clientes incluyen al gobernador del estado, Blairo Maggi, quien también es uno de los mayores sembradores de soya del mundo.

"Para asegurarse de una tajada de la emergente industria global de energía limpia, Brasil ha adoptado una impresionante estrategia de agrocombustibles, al combinar intereses de los sectores público y privado", según un informe conjunto del Instituto Oakland de Estados Unidos y Terra de Direitos de Brasil, publicado en 2008. "El plan (brasileño) de agroenergía (2006-2011) (es) la política pública sobre agroenergía más ambicioso del mundo".

Lejos de ser rivales, Estados Unidos y Brasil son socios en materia de agronegocios. Juntos producen 70% del etanol del mundo y trabajan en conjunto para mantener su supremacía en este sector.

En marzo de 2007 Lula viajó a Camp David para firmar un memorando de entendimiento sobre etanol con el presidente de EEUU George Bush. El acuerdo forma parte de una alianza bilateral para investigación y desarrollo, estudios de viabilidad, asistencia técnica y una mayor compatibilidad de criterios y códigos con la meta de establecer un mercado mundial para agrocombustibles. Unos días después, Bush visitó a Brasil y varios otros países latinoamericanos en lo que se conoció popularmente como la "gira de etanol".

"Brasil está pavimentando el camino en transformar el etanol en una mercancía energética internacionalmente comerciable", dice Roberto Abdenur, ex-embajador brasileño en Estados Unidos. "Una relación bilateral mejorada es no solamente necesaria y beneficiosa para los intereses brasileños, sino para los intereses estadounidenses también. El diálogo bilateral es cada vez más una calle de dos vías. Estados Unidos continúa determinando la agenda para la arena internacional; sin embargo, Brasil es un jugador decisivo en definir los términos en los cuales se discute la agenda."

El etanol es un importante componente de los ambiciosos designios globales de Brasil. Ha logrado acuerdos de agroenergía con Senegal, Benin, Suráfrica, Nigeria, Japón, China e India. En octubre de 2007 Lula fue de gira por varios países africanos, incluyendo Congo y Angola, para, entre otras cosas, exhortarles a que se unan a la "revolución de los biocombustibles". Entre otras aspiraciones, el país busca ingresar al Consejo de Seguridad de la ONU. Una vez en el Consejo, Brasil espera poder ejercer una influencia decisiva en las deliberaciones de la ONU en torno al calentamiento global y por ende cualquier solución que se le proponga, como los agrocombustibles.

No pocos observadores políticos entienden que la "alianza etanol" Bush-Lula es una maniobra geopolítica para aislar económicamente los gobiernos de Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, los cuales están financiando sus proyectos de cambio social con la exportación de combustibles fósiles.

"La alianza político-empresarial entre Estados Unidos y Brasil en torno al etanol es una bomba contra la integración regional asentada en el petróleo y el gas, que desde hace algunos años vienen pergeñando Venezuela, Argentina, Bolivia y ahora Ecuador", dijo el periodista uruguayo Raúl Zibechi en 2007 en un informe para el Programa de las Américas.

Según Zibechi, la alianza entre Brasil y Estados Unidos le da nueva vida a los objetivos que tuvo que aplazar Bush en noviembre de 2005, cuando fracasó el Área de Libre Comercio de las Américas en la Cumbre de Mar del Plata. "Un acuerdo de largo plazo con Brasil permitiría a Estados Unidos tres objetivos centrales: diversificar la matriz petrolera, reduciendo su dependencia de las importaciones de Venezuela y de Oriente Medio; debilitar a Venezuela y a sus aliados, y frenar la integración regional motorizada por los hidrocarburos que había cobrado vuelo en 2006".
El balance ambiental negativo de los agrocombustibles

Septiembre 2007: La OCDE publica un informe crítico titulado "Biocombustibles: ¿Es la Cura Peor que la Enfermedad?" De acuerdo al documento, la carrera hacia los cultivos energéticos amenaza con causar escasez de alimentos y perjudicar la biodiversidad a cambio de beneficios limitados. Sus autores sostienen que en el mejor de los casos los agrocombustibles pueden reducir las emisiones de gases de invernadero relacionados a la energía en un 3%.

Octubre 2007: El relator de la ONU para el derecho al alimento Jean Ziegler declara en la sede de la organización en Nueva York que el uso creciente de cultivos alimentarios para hacer combustible constituye un crimen contra la humanidad y pide una moratoria de cinco años en lo que se desarrollan alternativas sustentables.

Enero 2008: Representantes de las organizaciones Rainforest Action Network, Student Trade Justice Campaign, Food First, Global Justice Ecology y Grassroots International protestan en la ciudad de San Francisco frente a la oficina de la congresista Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, para pedir una moratoria a los incentivos a los agrocombustibles hasta que se pueda demostrar que son una mejora definitiva sobre los combustibles fósiles y que no exacerbarán el hambre en el mundo.

¿Hay suficientes tierras en el planeta para satisfacer una parte apreciable de la demanda energética global usando agrocombustibles de primera generación? ¿O exacerbarán el calentamiento global y otros problemas ambientales? ¿Cómo afectará su producción a los pueblos indígenas y rurales?

Según GRAIN, una ONG con sede en Europa que aboga por la protección de la biodiversidad agrícola, si Estados Unidos dedicara sus cosechas enteras de maíz y soya a hacer combustible, cubriría menos de una octava parte de su demanda petrolera y apenas 6% de su demanda de diesel. Estas cifras son más desalentadoras al considerar que Estados Unidos cultiva alrededor de 44% del maíz del mundo—más que China, la Unión Europea, Brasil, Argentina y México juntos. Esto significa que si la producción mundial de maíz fuera a ser cuadruplicada y dedicada por completo a la producción de etanol, satisfaría la demanda estadounidense, pero dejaría el resto de la flota de vehículos del mundo todavía corriendo con petróleo, mientras los conductores mueren de hambre.

La situación en Europa no luce mucho mejor. En su libro Heat: How to Stop the Planet from Burning, publicado en 2007, el investigador inglés George Monbiot calcula que operar todos los carros y autobuses en el Reino Unido con biodiesel requeriría 25.9 millones de hectáreas, pero Inglaterra no tiene más de 5.7 millones de hectáreas de terrenos agrícolas.

La producción mundial de agrocombustibles debe ser quintuplicada para meramente mantenerse a la par con la creciente demanda de energía, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, titulado "A Blueprint for Green Energy in the Americas." Si esto se logra, los agrocombustibles cubrirán cinco porciento de la demanda energética mundial para 2020.

Varias organizaciones basadas en Latinoamérica, como Oilwatch Suramérica y la Red Latinoamericana contra Monocultivos de Arboles, declararon en 2006 que "los cultivos energéticos crecerán ... a costa de nuestros ecosistemas naturales. La soya se proyecta como una de las principales fuentes para la producción de biodiesel, pero es un hecho que los monocultivos de soya son la principal causa de destrucción del bosque nativo en Argentina, del bosque húmedo tropical amazónico en Brasil y Bolivia, y de la Mata Atlántica en Brasil y Paraguay."

"Las plantaciones de caña de azúcar y la producción de etanol en Brasil son el negocio de un oligopolio que utiliza trabajo esclavo", dice la declaración, titulada "La tierra debe alimentar a la gente, no a los automóviles". "Las plantaciones de palma aceitera se expanden a expensas de las selvas y territorios de poblaciones indígenas y otras comunidades tradicionales de Colombia, Ecuador y otros países, crecientemente orientados a la producción de biodiesel."

Una de las organizaciones firmantes, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, afirmó a principios de 2007 que "el cultivo de estos combustibles significa muerte. Muerte de comunidades enteras, muerte de culturas, muerte de personas, muerte de la naturaleza. Llámense plantaciones de palma aceitera o de eucaliptos, trátese de monocultivos de caña de azúcar o de soya transgénica, los impulsen gobiernos 'progresistas' o 'conservadores'. Muerte."

"Todos estos cultivos, y toda esta expansión de los monocultivos, son causas directas de deforestación, desalojo de las comunidades locales de sus tierras, contaminación del agua y el aire, erosión del suelo y destrucción de la diversidad biológica", declaró GRAIN en 2007 en un manifiesto titulado '¡Paremos la fiebre de los agrocombustibles!'. "También conducen, de manera paradójica, a un aumento masivo en las emisiones de CO2 debido a la quema de bosques y tierras de turba para hacer espacio para plantaciones de agrocombustible."

"En un país como Brasil, que está muy por delante de cualquier otro en la producción de etanol para combustible destinado al transporte, resulta que 80% de los gases con efecto de invernadero proviene no de los automóviles sino de la deforestación, en parte ocasionada por la expansión de las plantaciones de soja y caña de azúcar. Recientes estudios han demostrado que la producción de una tonelada de biodiésel de aceite de palma proveniente de las tierras de turba de Asia sudoriental produce de dos a ocho veces más emisiones de CO2 que la combustión de diesel proveniente de combustible fósil. Mientras los científicos debaten acerca de si el 'balance energético neto' de cultivos tales como el maíz, la soja, la caña de azúcar y la palma aceitera es positivo o negativo, las emisiones causadas por la instalación de muchas de las plantaciones de agrocombustibles hacen humo, literalmente, cualquier posible beneficio."

Sobre 260 representantes de más de cien organizaciones, incluyendo sociedad civil y academia, de Brasil, Estados Unidos, Europa, El Salvador, Uruguay, Chile, Costa Rica y todas las regiones de México, se reunieron en Ciudad México en agosto de 2007 para realizar un foro sobre agrocombustibles y soberanía alimentaria. Las conclusiones del foro fueron nada halagadoras para la industria de los agrocombustibles.

"En un contexto de crisis del campo y de la agricultura campesina e indígena, de conflictos agrarios contra las comunidades y el ejido, de pretensiones de privatizar el agua y los recursos de las comunidades, los agrocombustibles pueden ser una nueva amenaza del modelo neoliberal. Nos declaramos en defensa permanente de los territorios campesinos e indígenas, el ejido y la comunidad. No permitiremos que la expansión de los cultivos para combustibles agroindustriales se de a costa del despojo de sus territorios y recursos. Reivindicamos nuevamente la demanda de reconocimiento de los derechos de los Pueblos Indígenas y el derecho a su libre determinación."

- Carmelo Ruiz-Marrero es un periodista ambiental independiente y analista ambiental del Programa de las Américas del CIP, un becado (fellow) del Oakland Institute y (senior fellow) del Environmental Leadership Program, además de fundador y director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico (bioseguridad.blogspot.com). Su página web bilingue (carmeloruiz.blogspot.com) está dedicada a asuntos globales de ambiente y desarrollo. Próximo en la serie, Agrocombustibles: La Próxima Generación.


Recursos

Artículos relacionados:

Agrocombustibles, Biodiversidad y Nuestro Futuro Energético
http://www.ircamericas.org/esp/4559

El lado oscuro de la revolución biotecnológica en América Latina
http://www.ircamericas.org/esp/4829

Fuente: Programa de las Américas del Centro de Relaciones Internacionales (IRC) http://www.ircamericas.org
https://www.alainet.org/en/node/127367?language=es
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