Israel: ¿fallos técnicos?
26/11/2006
- Opinión
La masacre perpetrada por el ejército israelí en la localidad de Beit Hanun no se debe a un simple “fallo técnico”, como pretende el ambiguo informe elaborado por el Estado Mayor de Tel Aviv. No hubo fallo técnico ni error humano, pero a los responsables no se les va a juzgar ni condenar por crímenes de guerra, como lo exige el derecho internacional o la ética del humanismo judío.
Los responsables tienen nombres y apellidos, como recuerdan a diario los comentaristas de la prensa hebrea, que aprovechan la independencia de los medios de comunicación para denunciar la incoherencia y la intolerancia del Gobierno liderado por Ehud Olmert.
Hasta finales del año 2000, más del 60% de los habitantes del Estado judío veía con buenos ojos la convivencia con los palestinos. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar tras la llegada al poder del ex general Ehud Barak, cuando la maquinaria de propaganda norteamericana le convirtió de la noche a la mañana en el “pacificador” de Tierra Santa. Al “pacificador” se le debe un incremento récord del 13% del número de colonos judíos en los territorios ocupados cada año, la suspensión de las consultas con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) o la introducción de medidas destinadas a entorpecer el ya de por sí difícil desarrollo económico de Cisjordania y Gaza.
Para satisfacer las reiteradas exigencias del Presidente Clinton, el general optó por jugar la carta de la “paz” con Siria, proyecto que los propios israelíes torpedearon en la fase final, filtrando a la prensa los documentos secretos relativos a posibles concesiones del régimen de Damasco.
Los auténticos perdedores de este ejercicio de diplomacia positivista fueron los palestinos, relegados a un segundo plano. ¿Simple casualidad? Las maniobras de Barak obedecían a un plan cuidadosamente elaborado por el establishment israelí, que consistía en obligar a Arafat a “pasar por el aro”. Pocas semanas después de la victoria electoral de Barak, un alto cargo del ejército judío advertía: “Si los palestinos se niegan a aceptar nuestras condiciones, tardarán décadas en tener su Estado”.
Durante el Gobierno de Ariel Sharon, Israel estrenó la estrategia de las medidas “unilaterales”, una política diseñada para complacer al aliado norteamericano, haciendo caso omiso de los interlocutores palestinos. Aunque las autoridades de Tel Aviv insinuaban que se trataba de eludir cualquier contacto con Arafat, el unilateralismo prevaleció tras el fallecimiento del Rais.
Sharon dejó la puerta abierta a las incursiones del Ejército en la Franja de Gaza. Su sucesor, Olmert, optó por recurrir a las fuerzas armadas para ocultar la inconsistencia de su política. En los últimos meses, contó con el inesperado apoyo del titular de Defensa, Amir Peretz, antiguo sindicalista de izquierdas y líder del Partido Laborista. El “pacifista” Peretz, que se entrevistó con Mahmud Abbas antes de los comicios celebrados en el mes de marzo, avaló la intervención de los blindados israelíes en la Franja tras el secuestro del cabo Gilad Shalit, así como el operativo bélico contra las fueras de Hezbollah en el Líbano. Sin embargo, la matanza de Beit Hanun fue la gota que colmó el vaso de los auténticos pacifistas hebreos. La izquierda israelí le lanzó a la cara un inesperado “Váyase, señor Peretz”.
En menos de cuatro meses, el titular de Defensa y el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz, autorizaron una serie de operativos militares que provocaron la muerte de alrededor de 400 palestinos. Más de un tercio de las víctimas son civiles; en la mitad de los casos, se trata de menores de edad.
Antes de los trágicos acontecimientos del pasado día 8, los servicios de inteligencia hebreos consideraban que Beit Hanun era una población “amiga”, cuyos habitantes se dedicaban al cultivo de fresas y flores destinadas a la exportación. Los pobladores de la aldea solían emplear técnicas de cultivo y de riego israelíes; la comercialización de sus productos se hacía a través de empresas judías. Tal vez por ello la mayoría de los analistas dudan del “éxito” de la operación militar.
“Nos complacemos en tildar a los palestinos de enemigos, recordando que nos apuntan con sus cohetes Qassam, que apoyan a los terroristas, que no quieren la paz, que han votado a los radicales de Hamas. En resumidas cuentas, ellos son los “culpables”. ¿Y nosotros?”, advierte el politólogo israelí Gershon Baskin, presidente del Centro de Investigación e Información Israel–Palestina, ONG que se dedica a potenciar las relaciones entre ambos pueblos. Tras las matanzas de Gaza, los intentos de diálogo intercomunitario serán sustituidos en los próximos meses por el odio y la venganza.
- Adrián Mac Liman, escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios
Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
Los responsables tienen nombres y apellidos, como recuerdan a diario los comentaristas de la prensa hebrea, que aprovechan la independencia de los medios de comunicación para denunciar la incoherencia y la intolerancia del Gobierno liderado por Ehud Olmert.
Hasta finales del año 2000, más del 60% de los habitantes del Estado judío veía con buenos ojos la convivencia con los palestinos. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar tras la llegada al poder del ex general Ehud Barak, cuando la maquinaria de propaganda norteamericana le convirtió de la noche a la mañana en el “pacificador” de Tierra Santa. Al “pacificador” se le debe un incremento récord del 13% del número de colonos judíos en los territorios ocupados cada año, la suspensión de las consultas con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) o la introducción de medidas destinadas a entorpecer el ya de por sí difícil desarrollo económico de Cisjordania y Gaza.
Para satisfacer las reiteradas exigencias del Presidente Clinton, el general optó por jugar la carta de la “paz” con Siria, proyecto que los propios israelíes torpedearon en la fase final, filtrando a la prensa los documentos secretos relativos a posibles concesiones del régimen de Damasco.
Los auténticos perdedores de este ejercicio de diplomacia positivista fueron los palestinos, relegados a un segundo plano. ¿Simple casualidad? Las maniobras de Barak obedecían a un plan cuidadosamente elaborado por el establishment israelí, que consistía en obligar a Arafat a “pasar por el aro”. Pocas semanas después de la victoria electoral de Barak, un alto cargo del ejército judío advertía: “Si los palestinos se niegan a aceptar nuestras condiciones, tardarán décadas en tener su Estado”.
Durante el Gobierno de Ariel Sharon, Israel estrenó la estrategia de las medidas “unilaterales”, una política diseñada para complacer al aliado norteamericano, haciendo caso omiso de los interlocutores palestinos. Aunque las autoridades de Tel Aviv insinuaban que se trataba de eludir cualquier contacto con Arafat, el unilateralismo prevaleció tras el fallecimiento del Rais.
Sharon dejó la puerta abierta a las incursiones del Ejército en la Franja de Gaza. Su sucesor, Olmert, optó por recurrir a las fuerzas armadas para ocultar la inconsistencia de su política. En los últimos meses, contó con el inesperado apoyo del titular de Defensa, Amir Peretz, antiguo sindicalista de izquierdas y líder del Partido Laborista. El “pacifista” Peretz, que se entrevistó con Mahmud Abbas antes de los comicios celebrados en el mes de marzo, avaló la intervención de los blindados israelíes en la Franja tras el secuestro del cabo Gilad Shalit, así como el operativo bélico contra las fueras de Hezbollah en el Líbano. Sin embargo, la matanza de Beit Hanun fue la gota que colmó el vaso de los auténticos pacifistas hebreos. La izquierda israelí le lanzó a la cara un inesperado “Váyase, señor Peretz”.
En menos de cuatro meses, el titular de Defensa y el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz, autorizaron una serie de operativos militares que provocaron la muerte de alrededor de 400 palestinos. Más de un tercio de las víctimas son civiles; en la mitad de los casos, se trata de menores de edad.
Antes de los trágicos acontecimientos del pasado día 8, los servicios de inteligencia hebreos consideraban que Beit Hanun era una población “amiga”, cuyos habitantes se dedicaban al cultivo de fresas y flores destinadas a la exportación. Los pobladores de la aldea solían emplear técnicas de cultivo y de riego israelíes; la comercialización de sus productos se hacía a través de empresas judías. Tal vez por ello la mayoría de los analistas dudan del “éxito” de la operación militar.
“Nos complacemos en tildar a los palestinos de enemigos, recordando que nos apuntan con sus cohetes Qassam, que apoyan a los terroristas, que no quieren la paz, que han votado a los radicales de Hamas. En resumidas cuentas, ellos son los “culpables”. ¿Y nosotros?”, advierte el politólogo israelí Gershon Baskin, presidente del Centro de Investigación e Información Israel–Palestina, ONG que se dedica a potenciar las relaciones entre ambos pueblos. Tras las matanzas de Gaza, los intentos de diálogo intercomunitario serán sustituidos en los próximos meses por el odio y la venganza.
- Adrián Mac Liman, escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios
Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
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