La marcha indígena
13/09/2004
- Opinión
Si alguien del Cauca quisiera comprender que es la resistencia
sólo tendría que mirar a su alrededor para encontrar innumerables
ejemplos de lo que eso significa. Porque los indígenas están
mostrando al mundo que no es simplemente la fuerza moral y
cultural de unos pueblos frente al conflicto armado; tan irónica y
reiteradamente negado por el presidente. Es un proceso que nos
remonta a las raíces de nuestra propia historia y nos señala que
si en algo podemos encontrar dignidad e identidad en nuestro país
es en ese esfuerzo por defender su territorio, garantizar su
autonomía y hacer valer lo propio de su grandeza cultural.
Es eso lo que ponen en juego en esta minga por la vida y no una
conducta contra otros sectores de la sociedad como lo hacen
aparecer los gobiernos departamental y nacional. Tampoco es la
actitud inocente de abonar el terreno a actores armados para que
hagan de las suyas. Esta visión racista de creer que los indígenas
son menores de edad, como a lo largo de la historia los consideró
el Estado y las clases dominantes, sufrió un mentís contundente
con la presión ejercida por la guardia indígena para liberar de
las FARC al alcalde de Toribío y a sus acompañantes. Los
indígenas, Señor Gobernador, no darán pie a que se congele el
infierno por la supuesta dificultad que usted tenga para
controlarlos, pues ellos preferirán que quienes creen en él tengan
el espacio donde ardan los pillos, los corruptos, los mentirosos,
etc. Aunque seguramente que desearían que pagaran en vida todas
sus fechorías.
Los objetivos son claros y no los favorece exclusivamente a ellos.
Confrontar el TLC es algo que amplios sectores del país vienen
realizando. Tanto que hasta los ministros de Agricultura y de
Desarrollo reconocieron los impactos negativos que se pueden
producir en algunos sectores de la economía; pues las pretensiones
de los Estados Unidos se sintetizan en la ley del embudo donde la
parte ancha se la llevan ellos. Denunciar la política
gubernamental centrada en más armas y más militares y en nada de
inversión social; es algo que hasta el mismo presidente en sus
vaivenes reeleccionistas ha aceptado; tanto que hasta la revista
Cambio pregunta si viró ahora a la izquierda
Defender que se respeten los mandatos de la Constitución Nacional
y los acuerdos de indígenas y campesinos con varios gobiernos; más
que un derecho es la demostración de lo que podría ser una gran
vergüenza nacional. Por la inconsistencia en la aplicación de las
políticas de Estado y la demagogia de gobiernos con las pocas
expresiones del pueblo de quienes tienen la capacidad de
movilizarse para que se les reconozca y sean respetados. Que
acudan a la movilización es la manera de decirle al Estado que
quieren la paz pero no a costa de la extinción de sus comunidades.
Que quieren el desarrollo pero no aquél que se impone desde los
grandes monopolios económicos del mundo. Que el derecho a la
diferencia no es la simple inscripción demagógica en un plan de
desarrollo. Es el respeto de los planes de vida y de desarrollo de
las comunidades desde sus esfuerzos por sobrevivir y por decirle
al mundo que podemos hacer apuestas diferentes de aquellas que nos
han sumido en la desigualdad y en la injusticia. Que una segunda
audiencia por la vida como la que harán en Cali es la oportunidad
de decirle a Colombia y al mundo que los indígenas y campesinos,
los desplazados y los 29 millones de pobres de este país también
tienen derecho a soñar que pueden vivir dignamente.
* Diego Jaramillo Salgado es profesor Titular de Filosofía
Política. Universidad del Cauca.
https://www.alainet.org/en/node/110566?language=en
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