El Foro Social Mundial de Porto Alegre lanzó al mundo la esperanza de que "es posible otro mundo". ¿Por qué otro, si ya tenemos éste –capitalista, neoliberal y globocolonizador? Éste es el mejor de los mundos. Excepto para dos terceras partes de la población mundial, que viven por debajo de la línea de la pobreza, según el Banco Mundial. Ahora mismo somos en el planeta más de seis mil millones de personas. Sólo unos dos mil millones disfrutan de condiciones dignas de vida. Los otros cuatro mil millones sufren: 2.8 mil millones viven por debajo de la línea de la pobreza, lo cual significa que no disponen sino de una renta mensual equivalente a $US 60; y el resto, 1.2 mil millones, viven por debajo de la línea de la miseria, dado que tienen una renta mensual equivalente o inferior a $US 30. La economía mundial está en período de desaceleración. No ha crecido por encima del 2.4 % al año, afirma el Fondo Monetario Internacional. En ese mar de pobreza es iluso esperar en una tabla de salvación neoliberal procedente de las islas de la opulencia. El principio supremo de la ciudadanía mundial es el derecho de todos a la vida y, como decía Jesús, "vida en abundancia" (Juan 10,10). ¿Cómo hacer que eso sea viable? El mercado agrava el estado de injusticia. La planificación centralizada recorta el ejercicio de la libertad. Para conciliar mercado y planificación urge que la lógica económica abandone el paradigma de la acumulación privada a fin de recuperar el del bien común, de tal modo que la persona se anteponga al consumo y los derechos sociales de la mayoría a los privilegios ostentosos de la minoría. Ésta es la esperanza que los electores depositaron en manos de los políticos elegidos en octubre. Brasil necesita volver a invertir en prioridades sociales y en promover reformas, como la tributaria y la agraria. Eso permitirá que en los próximos cuatro años haya más justicia y paz en nuestro país. (Traducción de José Luis Burguet)