Negociando el clima y valorando al planeta

23/07/2014
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Acaba de concluir la PreCOP Social de Cambio Climático en Venezuela. Aunque hubo poca presencia de organizaciones centroamericanas y, menos aun de Guatemala, esta reunión no deja de tener mucha importancia en el camino hacia la próxima ronda de negociaciones climáticas. Como lo describe su página de Internet:
 
“La PreCOP Social de Cambio Climático es la primera Consulta Pública Mundial que se propone sentar juntos a los Gobiernos con Movimientos y organizaciones sociales de todo el planeta para establecer las bases de una alianza entre Pueblos y Gobiernos de cara a la amenaza que el cambio climático representa en la actualidad para la humanidad entera.”[1]
 
El año 2014 ciertamente se avizora como un año crucial en las negociaciones mundiales sobre el cambio climático. El próximo 23 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York, Estados Unidos, el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon, en el marco de la 69 Asamblea General de Naciones Unidas, llevará a cabo una reunión para la cual ya han sido anunciados – en “lista larga” de posibles invitados – a Obama y el líder de China XiJinping.[2] Luego de ello, entre el 4 y el 7 de noviembre se llevará a cabo otra vez en Venezuela la PreCOP Social de Cambio Climático. Y, finalmente, Lima, Perú será la ciudad anfitriona de la vigésima Conferencia de las Partes (COP 20) en donde, efectivamente, se decidirá el destino de nuestro planeta. No son, pues, negociaciones triviales.
 
Lo mas significativo de salir de la PreCOP Social de Cambio Climático en Venezuela es la Declaración de Margarita en donde los movimientos sociales del mundo demandan, de manera inequívoca, el fin de la llamada “economía verde”[3].  Como se recordará, dicha concepción de una “economía verde” fue oficialmente avalada – y entusiásticamente endorsada por Christiana Figueres – en la conferencia de Rio+20 en Brasil en decimonovena Conferencia de las Partes (COP 19). Se trata de una concepción de economía que supuestamente representa “el futuro que queremos” y nos pone en camino a la descarbonización del capitalismo global al mismo tiempo que propone la monetización y capitalización de la naturaleza como marco conceptual y económico para el uso racional de los “recursos naturales” y como incentivo económico para que los diferentes “stake holders” del capitalismo transnacional y globalizador encuentres formas “sostenibles” de explotar el mundo natural sin cometer suicidio antropogénico. Esto es, en verdad, lo que propuso su documento conclusión[4].
 
A diferencia de lo que plantea el documento conclusivo de Rio+20, entre los planteamientos que hace la Declaración de Margarita, hay algunos que tienen enorme relevancia y urgencia para países como Guatemala:
 
“La juventud tiene que estar politizada y empoderada. Lo más importante es que la juventud tenga voluntad y capacidad de transformar las cosas. Debemos cambiar el sistema y empezar a movilizar nuestras mejores fuerzas; no se trata únicamente de un asunto ambiental, se trata de un asunto profundamente social, ético, político y cultural.”
 
“El tema ambiental debe ser un pilar del currículo estudiantil. Hay que repensar la manera en que se educa sobre ambiente y Cambio Climático. Tenemos que abrir nuevos espacio donde se discutan las causas últimas de la crisis ambiental. Los jóvenes tienen que impulsar estos cambios. Al sistema hegemónico le aterra tener una población educada porque esto cuestionaría las estructuras de poder.”
 
“El Colonialismo sigue operando. El cambio climático ocurre en un contexto histórico enel que un grupo de países basó su desarrollo en prácticas que generaron la crisis ambiental actual, incluyendo el Cambio Climático, mientras que otros sufren las peores consecuencias de esa crisis. Los países desarrollados, causantes del Cambio Climático, tratan de desviar el debate hacia soluciones tecnológicas o de mercado, evadiendo sus responsabilidades históricas.”
 
De igual modo plantea, sin ambigüedad conceptual o ideológica alguna, que “Es necesario alcanzar un modelo alternativo al desarrollo basado en los principios de vivir en armonía con la naturaleza, gobernados por los limites absolutos y los límites de sostenibilidad ecológica y capacidad de la madre tierra.” Al mismo tiempo, “Los principales causantes de la crisis climática son los sistemas político y económicos que mercantilizan y cosifican la naturaleza y la vida, empobreciendo la espiritualidad de la humanidad, imponiendo el consumismo y el desarrollismo, generando regímenes inequitativos, explotadores de recursos e insostenibles. Esta crisis global se ve exacerbada por las prácticas de explotación y consumo insostenibles de los países desarrollados y de las élites de los países en desarrollo.” Por tanto, afirmas los movimientos sociales mundiales en la Declaración de Margarita, “De acuerdo a la evidencia científica, para no sobrepasar los 1.5 grados de incremento en la temperatura sería necesario dejar el 80 % de las reservas de combustibles fósiles conocidas bajo la tierra. Para esto es necesario que los países desarrollados reduzcan inmediatamente el consumo y extracción de combustibles fósiles.” Aunque, por supuesto, también es necesario y urgente que los países del Sur Global transformen sus economías domesticasen función de lo que Franz Hinkelammert ha llamado, de manera perfectamente compatible no solo con lo mas refinado del pensamiento económico contemporáneo sino también con ideas indígenas centrales de nuestra América, una “economía para la vida.”
 
No hay duda alguna, como lo plantean los movimientos sociales aglutinados en la Declaración, que “Las causas estructurales del cambio climático están ligadas al sistema hegemónico capitalista actual. Para combatir el cambio climático es necesario cambiar el sistema.” Sin embargo, como lo argumenta una vez mas el periodista británico George Monbiot en una conferencia dictada recientemente en el Instituto de Investigación en Economía Política de Sheffield (Sheffield Political Economy Research Institute) en la Universidad de Sheffield, Reino Unido, son precisamente los gobiernos tanto de países ricos como de países que gravitan en torno a ellos – y que están vinculados a los mismos por medio de acuerdos de libre comercio, acuerdos de inversión bilateral, membresía en la Organización Mundial del Comercio, negociaciones comerciales secretas como las del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP) – los que continúan impulsando un modelo de globalización capitalista de corte neoliberal que dogmáticamente plantea la transformación de la naturaleza en lo que eufemísticamente llaman el “capital natural.”[5]
 
Seamos claros en cuanto a esto. No se trata de ser radicales solo por ser radicales. Se trata de tomar los asuntos humanos como lo que son, el producto de nuestra historia y la institucionalización de nuestras prácticas, creencias y mitos, una institucionalización que ocurre a partir de los bloques históricos victoriosos y que, con el tiempo, siempre se convierte en “segunda naturaleza” que hasta se yergue como una metafísica ontológica y como una pesadilla sobre los hombros de los que vivimos, pero que, como lo enseña la modernidad que nació con la Revolución Francesa y se confirmó con movimientos revolucionarios del siglo veinte, no es imposible de transformación colectiva con apego al bien común y ecológico.[6]   Se trata de tomar estos desafíos humanos y climáticos desde sus fundamentos materiales y, armados con un marco teórico categorial que pone en su centro el valor de la vida humana y natural, como lo ha sugerido recientemente en varios de sus trabajos Franz Hinkelammert, plantearnos las preguntas mas difíciles pero insoslayables y hacerlo con el coraje ético que requiere vivir y actuar al final de los tiempos.[7]
 
Hay que reconocer, entonces, que han sido las fuerzas político-económicas hegemónicas a nivel mundial, con el apoyo irrestricto de Estados imperialistas y poderosos tal y como lo analiza Leo Panitch y Sam Gindin[8], las que hasta el presente han determinado la agenda fundamental y los marcos categoriales en las negociaciones sobre el cambio climático y a las cuales la burocracia de las Naciones Unidas (incluyendo a Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático desde el 2010) se ha dedicado a apaciguar haciéndoles concesiones cada vez mas costosas para el planeta y para los países menos responsables del apocalipsis climático en el que ya hemos entrado. La llamada “economía verde”, blanco central de la Declaración de Margarita, es precisamente esta concesión al – pero también producto del – capitalismo globalizador y sus élites, el cordero barnizado de oro que hoy nos quieren presentar como salvación en medio de la catástrofe mundial que el capitalismo globalizado ha creado y sigue reproduciendo en nuestro planeta. Hay que reconocer, pues, que la amenaza que representa el 1% global no es solo la amenaza de construir de nuevo un modelo capitalista de desigualdades grotescas como lo ha planteado recientemente Thomas Piketty sino, también, un modelo que plantea transformar al planeta entero en una mercancía[9].
 
¿Y quiénes exactamente componen las fuerzas corporativas transnacionales que han venido controlando los hilos invisibles de las negociaciones sobre cambio climático? La revista canadiense Adbusters, en su edición de julio-agosto de 2014 dedicada a lo que llaman el “nacimiento del movimiento de revocación de la carta de derechos corporativos”, ofrece una visualización concreta de la docena de redes corporativas transnacionales que se esconden detrás de – y se benefician del apoyo y subvenciones de – los gobiernos ricos del G7, el G20 e, incluso, de las llamadas “economías emergentes” de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que no están estructuralmente exentas del neoliberalismo globalizador sino que, mas bien, promueven su propia versión del mismo pero con un rostro mas suave del Sur Global[10].  De acuerdo a Adbusters existen aproximadamente 75.000 corporaciones transnacionales en el mundo y, dentro de ellas, las 100 corporaciones mas grandes producen $7 millardos en ventas y mantienen $10 millardos en bienes y propiedad. Esto no tiene nada que ver con las transacciones comerciales de divisas (compra y venta de dinero) en los mercados mundiales del Norte Global que suman la monstruosa figura de aproximadamente $4 millardos diarios que pasan por las bolsas de valores y los grandes bancos e instituciones financieras globales. Pero dentro de las redes corporativas transnacionales, como también lo ha descrito Suzanne Goldenberg del periódico británico The Guardian, solo 90 han causado dos terceras partes de todas las emisiones humanas de gases invernaderos y, de estas, solo media docena de corporaciones energéticas globales (Chevron-Texaco, Exxon Mobil, BP, Royal Dutch Shell, Conoco Phillips y Peabody Energy) son las mas responsables[11]. Estas son las corporaciones transnacionales que, directa o indirectamente, han impuesto su agenda en las negociaciones sobre el cambio climático y las que, por medio de sus muchísimos tentáculos en la academia, la política y la sociedad civil han forjado el espejismo ideológico de la “economía verde” y sus principios de “adaptación” y “atenuación” que ahora se han convertido en mantra discursiva en los círculos oficiales en estas discusiones.
 
Este orden económico internacional capitalista que está destruyendo nuestro planeta en función de ganancias y acumulación a corto plazo es, precisamente, lo que tenemos que abandonar si es que el planeta ha de tener un chance, solo un chance, de reponerse y sobrevivir con alguna semblanza a lo que hasta ahora hemos conocido como la Madre Tierra. Este es el mensaje de los movimientos sociales globales para las próximas rondas de negociaciones sobre cambio climático en Nueva York, Venezuela y Lima, Perú.
 


https://www.alainet.org/en/node/101890?language=es
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS