Mandela y el mito hecho realidad
09/12/2013
- Opinión
Los medios de incomunicación coloniales, ideologizados al extremo más la mezcla explosiva de la ignorancia de los “periodistas” de estos medios, difunden estos días la noticia sobre la muerte de Nelson Mandela con una manipulación llevada al extremo. Muestran a Mandela como a un “santo de la no violencia”, que perdonó a todos sus verdugos de la noche a la mañana, con un acto de magia. Y cambió entonces la historia de su país, de la noche a la mañana. Esas noticias son un ataque al proceso de cambio en Bolivia, porque en esas manipulaciones intentan comparar de manera burda y tonta con el actual presidente de Bolivia, como si en este proceso existiera una “venganza”, un “resentimiento” contra aquellos supuestos blanquitos bolivianos. En ese show que son los medios de incomunicación coloniales, coinciden con los noticieros de Mandela y “la reconciliación de Sudáfrica”. Pero con ese tinte manipulado de que en Bolivia no hay reconciliación, sino venganza.
Mandela fue un militante armado, guerrillero, contra la degradación occidental de ingleses y holandeses coloniales en Sudáfrica. Que a fuerza de armas y crueldad, sometieron a millones de autóctonos como a esclavos. En un sistema racista degradante y absolutamente siniestro, como forma de gobierno. Permitido por la hipocresía occidental, hasta ver destruido ese sistema por la fuerza moral de sus propios pueblos avergonzados. Esa crueldad llamada apartheid, fue una institución política e ideológica que justificaba abiertamente la humillación de millones, de casi 35 millones de habitantes negros, que no tenían derechos básicos frente a los “derechos” de los blancos. Y al joven Mandela no le quedó otro camino que la revolución armada. Por esas actitudes rebeldes fue encarcelado como terrorista, por 27 años. Años en los que Mandela demostró además, ser un combatiente anti pragmático. No se vendió a nada, no aceptó dineros del poder ni cargos que le permitirían ganar prestigio hacia los blancos, y dineros también. Prefirió la transparencia y la claridad de sus ideas, es decir los 27 años de cárcel. El poder pensó que le derrotarían y le humillarían con los años; se equivocaron. Los pragmáticos perdieron. Mandela ganó con la paciencia y la humildad del derrotado. La impunidad racista no aguantó al poder de la paciencia de los pueblos humillados y avasallados.
Ya desde el poder que su pueblo le otorgó, Mandela ciertamente tuvo actos nobles y de elevados gestos humanos de perdón. Muchas veces no comprendidos por sus propios seguidores. Razones habían para no perdonar tanta crueldad e hipocresía política blanca. Pero Mandela prefirió ir contra corriente y también por lo que era correcto en esos momentos. Sin embargo, está claro que no fueron momentos fáciles, ya que las tensiones de los sectores radicales, sobre todo de ultraderecha blanca como de los sectores negros, no presagiaban días tranquilos en esos años. Pero en definitiva se impusieron los sectores que privilegiaron el diálogo, el entendimiento y el perdón de ambos bandos. Mandela finalmente jugó sus cartas de convivencia pacífica y civilizada. Y será recordado por esos actos últimos de gobernante, no por los que inició ante la arremetida e irracionalidad del sistema político blanco. Incluso en esos momentos de pacifismo Mandela era el mismo: el combativo, el guerrillero y el luchador por su pueblo. Porque un hombre es uno sólo, no son partes ni retazos distintos. Simplemente los momentos exigen alguna parte de ese todo. Ese guerrillero leyó el momento histórico de su pueblo, e interpretó lo que era necesario y prudente. Fue un estadista a la altura de los acontecimientos de su historia.
En este proceso no debemos olvidar la actitud de la intelectualidad blanca, y de la misma burguesía blanca, que al saber sobre la insostenibilidad del modelo racista, buscaron y presionaron a sus gobernantes encontrar puentes de entendimiento, de perdón y de inicio de un nuevo proceso político, inclusivo y democrático. Que sus derechos sean también derechos de todos. Elementos que no existen en el proceso boliviano, sino oligarquías realmente ignorantes y poco afectas a la democracia y al liberalismo. En el caso sudafricano, dichas burguesías blancas, los sectores liberales y democráticos, jugaron un papel crucial a la hora de las negociaciones y el ceder poderes necesarios al otro bando. Sin esas actitudes, de ambos bandos, no habría sido posible un Mandela. No habría tenido el escenario necesario para su aporte y definitivo sello en la historia de Sudáfrica, como sello también en la historia universal. Han sido varios factores que han motivado, que han animado a que Mandela de la puntada final. Insisto: no se equivocó al leer esos factores de su país, las conjugó y las hizo Estado.
Pues, las manipulaciones políticas de la prensa colonial sólo muestran a un Mandela de novela, de iglesia, de retrato, ficticio, falso y absolutamente mentiroso. Retaceado del total de los factores históricos, económicos y materiales que hacen posible que un líder actúe, y materialice lo que las fuerzas de la sociedad le dicen. Pero sabemos que lo hacen en su desesperación de no encontrarse en este proceso, de no ser parte de estas construcciones de Estado. Sus racistas actitudes son muchas de las veces burdas, toscas, y poco decorosas porque utilizan la figura de Mandela, para sus intencionalidades ideológicas y poco sinceras, para variar. Pero bueno, esas es la prensa en resumen. Un manto ideológico del apartheid boliviano.
La Paz, 9 de diciembre de 2013.
https://www.alainet.org/de/node/81556?language=es
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