La crisis de la OMC y la Derrota de Herminio Blanco
19/05/2013
- Opinión
Contrario a lo que se podría suponer, la designación del brasileño Roberto Carvalho de Azevêdo como Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), no constituye una derrota para México. Es cierto que la candidatura del experimentado Herminio Blanco Mendoza, que cuenta, en su haber, con las negociaciones de diversos tratados de libre comercio gestionados por México, se pretendía que fuera la punta de lanza de la “nueva diplomacia mexicana” en la administración de Enrique Peña Nieto, mediante la que se buscaría, presumiblemente, reinsertar al país en los más altos círculos económicos y políticos internacionales, amén de consolidar la “operación cicatriz” que consiste en resarcir el daño que a la política exterior le causaron las administraciones precedentes.
Sin embargo, considerando el estado lamentable en que se encuentra la OMC, la tarea que tendrá a su cargo Azevêdo a partir de septiembre próximo, no es nada fácil. La institución, nacida como resultado de los acuerdos de la Ronda de Uruguay del extinto Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), padece una crisis severa, al ser incapaz, al día de hoy, de concluir satisfactoriamente la nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales conocida como Ronda de Doha, lanzada el 14 de noviembre de 2001. Para una institución tan joven –la OMC, que empezó a operar en su sede en Ginebra el 1 de enero de 1995-, es lamentable la falta de voluntad política mostrada por sus 159 Estados miembros, en particular, la Unión Europea y Estados Unidos, dos de sus socios más influyentes, quienes han bilateralizado la agenda de negociaciones, sin que ello niegue que entre los países más desarrollados y los países en desarrollo, también subsisten importantes diferencias en diversos temas, que han contribuido al estancamiento de la OMC y a que aflore la crisis que la tiene virtualmente paralizada. Un tema no menos importante es la recesión que afecta en particular a Bruselas y Washington, economías de suma importancia y que han privilegiado el proteccionismo a efecto de salvaguardar la precaria salud de sus respectivos mercados internos, agobiados por el desempleo, el declive en la productividad y otra serie de problemas estructurales.
En el 2001, cuando la Ronda de Doha fue lanzada, los países miembros de la OMC miraban con optimismo las negociaciones a desarrollar. El objetivo no era sencillo: lograr un acceso libre de obstáculos a los mercados internacionales, lo que, presumiblemente, contribuiría al bienestar y la prosperidad tanto de los países ricos como de los menos favorecidos. A éstos últimos, las negociaciones al amparo de la Ronda de Doha, les venían bien, dado que la flamante nueva institución se perfilaba como el símbolo de un orden económico internacional más equilibrado. Sin embargo, al paso de los años, la Ronda de Doha se estancó y pasó a convertirse en sinónimo de parálisis. En el año 2005, a tan sólo 4 años de su lanzamiento, se pensaba que el paquete de reformas a las relaciones comerciales internacionales sería aprobado por consenso por todos los miembros. En lugar de eso, afloraron las diferencias y a 12 años de distancia, la situación se mantiene sin cambios.
El punto más conflictivo, por supuesto, ha sido la reducción de subsidios al comercio agrícola, tema que produjo una ruptura entre los países ricos y las economías en desarrollo. ¿Los países ricos deben reducir sus subvenciones a la agricultura? Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, la administración de George W. Bush decidió otorgar subsidios agrícolas a la producción agrícola interna, esgrimiendo razones de seguridad nacional. Ello descarriló los acuerdos que se pretendía lograr con la Unión Europa, la que, como es sabido, cuenta con una política agrícola común (PAC), la cual se basa en subsidios masivos al sector. Ante ello cabe preguntar qué opciones tienen los países en desarrollo, muchos de ellos poseedores de importantes capacidades agrícolas, pero que no pueden competir de manera equitativa ante los subsidios que aplican Washington y Bruselas a ese rubro. Entonces, ¿hay alguna alternativa? ¿Están en condiciones, los países en desarrollo, de aplicar barreras a las importaciones de productos agrícolas a efecto de proteger sus productos? Y si así lo hicieran, ¿a qué represalias se expondrían por parte de Estados Unidos y la Unión Europea?
No hay que olvidar que las negociaciones comerciales multilaterales al amparo de la OMC son sumamente complejas. A diferencia de lo que se observa en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), donde los países miembros votan en función de las cuotas que aportan a cada una de esas instituciones, en la OMC las decisiones se toman por consenso. El consenso significa, en otras palabras, que los 159 miembros de la institución deben estar de acuerdo con los términos planteados, para seguir adelante con las negociaciones. Esto también plantea la posibilidad de que si un país, no necesariamente poseedor de una de las economías más importantes del mundo, decide votar en contra, eso es suficiente para que el proceso de negociaciones se estanque.
Además, en la Ronda de Doha hay más de 20 temas que son negociados, por ejemplo, los productos agrícolas e industriales, además de los servicios. Así, para poder avanzar a la siguiente fase de negociaciones, se requiere que haya consensos en cada uno de los temas. A esta modalidad negociadora se le conoce como single undertaking. Basta entonces con que las negociaciones en el sector de los servicios se estanquen, para paralizar a todos los demás temas involucrados en la Ronda de Doha.
Por lo anterior, muchos países han optado por efectuar negociaciones comerciales fuera del ámbito de la OMC. Esta tendencia se ha manifestado, en particular, por parte de las potencias comerciales, mismas que comenzaron a mirar al regionalismo y al bilateralismo como una opción deseable para acceder a los mercados internacionales sin tener que pasar por el tortuoso camino que plantea la Ronda de Doha. Entre 2001 y el momento actual, se observa un notable entusiasmo de parte de Estados Unidos, Japón, e inclusive la República Popular China (RP China) y la Unión Europea por incursionar en los terrenos del regionalismo y de los acuerdos comerciales bilaterales. Así, por ejemplo, Estados Unidos suscribió los siguientes tratados comerciales en el presente siglo:
- Con Jordania, en 2001;
- Con Singapur, en 2004;
- Con Chile, en 2004;
- Con Centroamérica y la República Dominicana (CAFTA), en 2005;
- Con Australia, en 2005;
- Con Colombia, en 2006;
- Con Bahrein, en 2006;
- Con Marruecos, en 2006;
- Con Panamá, en 2007;
- Con Corea del Sur, en 2007;
- Con Perú, en 2009; y
- Con Omán, en 2009.
En esa misma línea, Japón, hasta no hace mucho tiempo reticente a firmar tratados de libre comercio, decidió suscribir los siguientes acuerdos de asociación económica (EPA):
- Con Singapur;
- Con México;
- Con Malasia;
- Con Chile;
- Con Tailandia;
- Con Indonesia;
- Con Brunei;
- Con los países de la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ANSEA);
- Con Filipinas;
- Con Suiza;
- Con Vietnam;
- Con India; y
- Con Perú.1
En el caso de la RP China, cuenta con 14 acuerdos de libre comercio, a saber:
- Con los países de la ANSEA;
- Con Pakistán;
- Con Chile;
- Con Nueva Zelanda;
- Con Singapur;
- Con Perú;
- Con Hong Kong;
- Con Macao; y
- Con Costa Rica.2
Es necesario hacer mención al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP) nacido en 2005 y en vigor desde 2006. Sus miembros son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam y en parte es visto como necesario para crear una plataforma para una potencial integración económica en la región de Asia-Pacífico. Los países participantes en las negociaciones del TPP se proponen diseñar un acuerdo inclusivo y de alta calidad que siente las bases para el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo de los países miembros, y que a su vez se convierta en el fundamento para un futuro Acuerdo de Libre Comercio del Asia-Pacífico (PAFTA).
Un tema insoslayable, por supuesto, es el anuncio reciente de parte de Estados Unidos y la Unión Europea, en el sentido de que ambas potencias comerciales iniciarán negociaciones para concretar un Tratado Trasatlántico de Libre Comercio (TTLC), el cual, dada la importancia de los países involucrados, tendrá efectos sistémicos en el comercio internacional, lo cual, a su vez, podría contribuir al abandono, de parte de ambos socios, de la OMC como foro negociador.
Un hecho que adicionalmente revela el desinterés de los países desarrollados en los destinos de la Ronda de Doha y de la misma OMC es el perfil de los candidatos inicialmente propuestos para ocupar la dirección general de la institución. Así, al 3 de enero del presente año estaban registrados nueve aspirantes al cargo: el ghanés Alan John Kwadwo Kyerematen; la costarricense Anabel González; la indonesia Mari Elka Pangestu; el neozelandés Tim Groser; la keniana Amina Mohamed; el jordano Ahmad Thougan Hindawi; el surcoreano Taeho Bark; y los ya mencionados Herminio Blanco Mendoza de México y Roberto Carvalho de Azevêdo de Brasil. Es importante hacer notar que con la excepción de Tim Groser, oriundo de Nueva Zelanda, el resto de los candidatos procedían de países en desarrollo. Ni Estados Unidos, ni Canadá, ni los países de la Unión Europea impulsaron candidaturas de sus connacionales, lo cual tiene varias lecturas. Desde una visión incluyente y plural, estas candidaturas revelan la creciente importancia de los países en desarrollo en el comercio mundial y el hecho de que existen personas sumamente calificadas y con amplia experiencia en esas naciones, para encabezar a un organismo internacional de esa envergadura. Desde una óptica pesimista, sin embargo, los países desarrollados, al no generar candidatos al cargo, parecerían sugerir que lo que ocurra con la OMC no es importante –para ellos, claro está.
Por supuesto que, a medida que avanzaron las semanas y la lista de aspirantes se fue reduciendo, las figuras de Herminio Blanco y de Roberto Carvalho de Azevêdo fueron las que dominaron el escenario sucesorio en la OMC, lo que a su vez llevó a que las preferencias de los países desarrollados y en desarrollo se manifestaran a favor de uno u otro. Así, Herminio Blanco logró reunir el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, en tanto que Roberto Carvalho de Azevêdo obtuvo el beneplácito de parte de los países en desarrollo. Esto no significa que el brasileño, al ganar la contienda, trabajará a favor de los intereses y agendas de solo una parte de los miembros de la OMC. No, de hecho su victoria habría sido improbable de no haber contado, al final, con el visto bueno –si se quiere, a regañadientes- de Bruselas y Washington.
Dicho sea de paso, las credenciales de Roberto Carvalho de Azevêdo son impecables: actualmente es el representante permanente de Brasil ante la OMC y de otros organismos económicos con sede en Ginebra. La carrera del brasileño ha seguido el escalafón y el proceso de profesionalización característicos del servicio exterior de esa nación sudamericana. Así, llegó a la misión de Brasil ante la OMC en 1997 como Primer Secretario. Tras 11 años de gestión en numerosas negociaciones y mecanismos para la solución de controversias comerciales, en 2008 finalmente fue investido como representante permanente de su país ante la OMC. Por lo tanto, a tres lustros de residir en aquellas latitudes, y de haber asumido un notable protagonismo en torno a las negociaciones comerciales, es finalmente que su perfil logró prevalecer sobre el de los demás aspirantes. Es evidente también que el estancamiento de la Ronda de Doha a 12 años de su lanzamiento, demanda de un directivo hábil, capaz de reconciliar, en los procesos de negociación, las posturas más antagónicas y encontradas. Es muy posible que tras las rondas de votaciones donde el brasileño y el mexicano eran los dos protagonistas, al final se llegara a la conclusión, por parte de los miembros de la OMC, de que la experiencia acumulada por el carioca, puede ser fundamental para tratar de sacar a la institución ginebrina del marasmo en que se encuentra.
¿Qué lecciones arroja este proceso sucesorio en la OMC? Que el mundo está demasiado agobiado con la recesión internacional, como para enfrascarse en un desgastante proceso para elegir al titular de la citada institución, como ocurrió en ocasiones precedentes. Asimismo, la victoria de Roberto Carvalho de Azevêdo pone una vez más de manifiesto lo dividida que está América Latina, dado que además de él y de Herminio Blanco, Costa Rica impulsó, a su vez, la candidatura de su Ministra de Comercio Exterior, Anabel González. Es decir que los países del Grupo de América Latina y el Caribe (GRULAC) fueron incapaces de generar, como región, a un candidato de consenso.
Por último, la OMC se perfila como un organismo internacional irrelevante ante la decisión de las principales potencias comerciales, de favorecer las negociaciones bilaterales y/o regionales en aras de acceder a los mercados de sus socios. ¿Será capaz Roberto Carvalho de Azevêdo de revertir esta situación y volver a situar a la OMC en el corazón/núcleo de las negociaciones comerciales internacionales? Porque si no lo logra, podría ser recordado como el sepulturero de una institución que pereció apenas en sus primeras décadas de vida.
1Actualmente Japón negocia EPAs con Corea del Sur, Australia, Canadá, los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Canadá, Mongolia y Colombia.
2 Actualmente la RP China negocia acuerdos comerciales con los países del CCG; con Australia; con Islandia; con Noruega; y con los países de la Unión Aduanera de África del Sur (SACU). Igualmente está contemplando negociar sendos tratados comerciales con India, Corea del Sur, Japón y Suiza.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/de/node/76160?language=en
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