Contra el progreso

13/05/2013
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Podría ser una habitual conversación del vermut en una mañana de domingo en Viladecans, Sant Boi o El Prat. «Carles, lo que pasa es que tú siempre estás en contra de cualquier progreso. Recuerdo perfectamente cuando hace unos años cuestionabas la ampliación del Aeropuerto del Prat de Barcelona; todo el año pasado te lo pasaste en campañas y acciones contra la llegada de Eurovegas a la zona del Parque Agrario y; ahora que nos hablan de un gran complejo de tiendas de ropa outlet, también lo criticas. ¿Cómo crees que saldremos de esta crisis? Eres un tiquismiquis y un cabezota. ¿Cómo quieres que crezca nuestra economía?»
 
Pero no es que Carles sea tozudo, el verdadero mantra insoportable es repetir y repetir este tipo de pregunta convertida en dogma de fe. Lo que mantiene firme a Carles en sus convicciones, y a muchas personas como él, es impugnar la pregunta en sí misma.
 
Ciertamente, pienso, nos equivocamos cuando dedicamos tantos esfuerzos a debatir cuál es la mejor fórmula, o la menos mala, para que las cifras económicas repunten. La nueva propuesta de un gran Outlet en Viladecans, es un buen ejemplo para entender qué el error se comete ya desde la casilla de salida, pues una economía de crecimiento perpetuo, además de físicamente imposible en un Planeta limitado, es nefasta.
 
Imaginamos que se pone en marcha el nuevo centro comercial. ¿Compraremos las personas de la provincia de Barcelona más ropa? Seguramente compraremos la misma, sólo que la novedad y la mucha publicidad que se dedique, hará que el gasto se traslade de los tradicionales comercios de estas poblaciones al nuevo paraíso textil. ¿Se generarán más puestos de trabajo? Pues seguramente los mismos que surjan para cubrir las plazas del Outlet serán los que se destruyan con el cierre de estos pequeños comercios o negocios familiares. ¿Activaremos otras industrias relacionadas con el sector textil? Por supuesto no las de nuestra economía local, pues una de las características de este modelo de negocio, de estas empresas multinacionales del low cost, es importar la ropa de terceros países.
 
Es decir, la tesis del crecer para crecer, producirá cifras positivas en el balance global pero también traerá lo que se denominan, eufemísticamente, externalidades.
 
En primer lugar, traerá la destrucción de una parte del tejido comercial independiente, pequeño y familiar, que pasará a unas muy pocas corporaciones. En segundo lugar, con la situación cercana al monopolio que en este sector tienen estas empresas (en todas partes encontramos las mismas tiendas y las mismas marcas), los nuevos puestos de trabajo obtenidos serán de peor condición que los puestos de trabajo destruidos. Y, en tercer lugar, saldrán victoriosas unas empresas –y lo hemos visto y denunciado con el derrumbe de la fábrica textil en Bangladesh y sus más de 400 víctimas- que en su busca para minimizar los costes de producción hacen ojos ciegos a los mínimos derechos laborales de quienes fabrican o cosen sus piezas ‘globalizadas’.
 
La especulación urbanística asociada a este proyecto o similares, también contabilizará en positivo en el balance contable general, y parecerá que crecemos y que esto es bueno. Pero de nuevo nos faltará una visión más global pues en realidad, el contable encargado de sumar y restar, no podrá valorizar –pues es intangible- cuánto sufrieron las y los pageses que hace veinte años fueron expropiados de sus masías; no sabrá calcular –porque es incalculable- cuánto suma la pérdida de biodiversidad y naturaleza que estos proyectos arrastran o cuánto representa para el mantenimiento de la vida la fotosíntesis de las plantas o el papel de las abejas; y no proyectará –por falta de clarividencia- todo lo que en los próximos años [con un declive en la extracción del petróleo, con el clima cada vez más alterado y severo y con menos tierras y agua disponibles para la agricultura] puede representar tener más zonas agrícolas junto a Barcelona, ofreciendo puestos de trabajo necesarios para proveer de alimentos sanos a la población, a la vez que preservando un paisaje donde, por ejemplo, todavía podemos encontrar 22 especies de orquídeas.
 
Carles no quiere volver a las cavernas, Carles dice que es una cuestión de saber qué gafas utilizas para mirar el mundo. Cuando unos, con las gafas del crecimiento económico como obsesión, observan que el 60% de las fértiles tierras del Delta del Llobregat están cubiertas de hormigón y cemento, imaginan que no pasará nada si destrozan 6 hectáreas más del suelo agrícola. Con las gafas de la equidad y sostenibilidad, Carles también hace cuentas y dice que hemos sobrepasado los límites. Que el cemento no genera vida, y que bajo el asfalto hay una huerta.
 
DIARI ARA. 13 de mayo de 2013.
 
- Gustavo Duch Guillot es  autor de Alimentos bajo sospecha y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. http://gustavoduch.wordpress.com/
https://www.alainet.org/de/node/76041

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