Ríos en subasta
El agua comenzó a ser cotizada en el mercado de futuros de materias primas en EEUU, con lo cual, ésta se convertiría en un sector clave en la recuperación económica de la era post-Covid 19.
- Opinión
Como cualquier otro recurso natural explotado por las grandes corporaciones transnacionales, ahora el agua comenzó a ser cotizado también en el mercado de futuros de materias primas en Estados Unidos, con lo cual, según la percepción general de muchos economistas, éste se convertirá en sector clave en la recuperación económica de la era post-Covid 19 que le tocará vivir al mundo. Aunque ello no exige la entrega física de dicho vital líquido, su escasez en diversas regiones de nuestro planeta pasará a servir de referente en los mercados bursátiles, lo que propiciaría una tendencia a despojarlo de su condición ancestral de patrimonio común de la humanidad y hacerlo mercancía, según la lógica, los intereses y los manejos de los grandes sectores capitalistas.
«Quienes apuestan por la transformación del agua en producto financiero -asevera Liliana Pineda en su artículo "La Bolsa del agua"- pretenden hacernos creer que asociando un precio a las “funciones hídricas” prestadas de forma gratuita por la naturaleza, y extendiendo derechos de propiedad sobre dichas funciones harán frente a la crisis ecológica y a la escasez, pero nada más lejos de la realidad: la creación de un nuevo terreno de juego para los fondos de inversión, basado en la cuantificación monetaria de elementos esenciales para la vida como es el agua, refleja cómo la crisis climática y la crisis hídrica se han convertido en nuevas oportunidades de negocio; y cómo las catástrofes sociales, ecológicas y económicas nos convierten a las personas en supervivientes, en vez de seres vivos capaces de elecciones libres y colectivas».
Esta nueva situación genera todo tipo de conjeturas respecto al futuro incierto que podrían enfrentar los pueblos empobrecidos, quienes ya tienen serias dificultades de abastecimiento de agua potable, además de alimentos, en tierras afectadas por una desertificación creciente, ante la mirada indiferente de los países capitalistas desarrollados, a pesar de las muchas cumbres realizadas y las declaraciones oficiales con que tratarían de mitigar este grave problema.
Ahora el mayor peligro global -aparte de la crisis climática que sacude al planeta- es la ambición ilimitada de las grandes corporaciones capitalistas, los que no podrían verse de manera separada, ya que uno es causado por el otro. Dentro de este orden de ideas, en «Des/colonialidad del poder: el horizonte alternativo», Aníbal Quijano observa que «a las luchas de los dominados y explotados del mundo industrial/urbano, por resistir al neoliberalismo globalizado (en defensa de empleo, salario, seguridad, servicios públicos, ciudadanía), se suman ahora, en primer término, las luchas de los “indígenas” de todo el mundo, los más dominados entre las víctimas de la Colonialidad del Poder Global, en defensa de sus recursos de sobrevivencia, que son precisamente tales mal llamados “recursos naturales” desde la perspectiva eurocéntrica de “explotación de la naturaleza” (el agua, las florestas y el oxígeno, los demás seres vivos, las plantas alimenticias y medicinales, en fin todo lo que los “indígenas” han usado, producido y reproducido por miles de años, y todos los materiales que permiten la producción de la existencia social)». Resulta ser una lucha de un mayor rango, combinando objetivos que, a simple vista, podrían verse incompatibles, sin conexión alguna entre sí, justamente lo que esperan los sectores dominantes que se perciba, de modo que ellos puedan mantener incólume su hegemonía.
Ante lo que se avizora para las décadas siguientes, se hace imperativo entonces un contexto teórico global con el cual pueda confrontarse la nueva realidad por imponerse a manos de las grandes corporaciones capitalistas. Aunque esto se haga difícil de lograr, dadas las diferencias existentes entre pueblos y sectores sociales a nivel global, es la opción que le permitiría a la humanidad superar la amenaza de extinción que se cierne sobre ella y la naturaleza toda. Lo que pudo ser una excentricidad difícil de imaginar en el pasado -la posibilidad de que ríos fueran puestos en subasta y, con éstos, todo soporte de vida para los seres humanos- obliga a plantearse seriamente la alternativa de un tipo de civilización distinto, uno en el cual no exista, ni pueda existir, la mercantilización de la vida y donde el desarrollo económico no se logre a costa de la destrucción irreparable del entorno natural del que todas y todos formamos parte.
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