A tono con lo anunciado durante la mañanera del pasado martes 18 en Palacio Nacional, será el 2 de septiembre cuando se dé a conocer el plan de reactivación económica del Consejo Coordinador Empresarial, el organismo cúpula de los que prefieren presentarse como emprendedores, y el gobierno de la Cuarta Transformación, con Andrés Manuel López Obrador como cabeza tanto institucional como real, lo que con frecuencia no fue así en las últimas cuatro décadas, ya no digamos durante el maximato de Plutarco Elías Calles: “Aquí vive el presidente y enfrente el que manda”, se decía durante 1928-34.

El plan de inversión privada sería, si las negociaciones marchan por buen camino, una propuesta conjunta de proyectos de infraestructura con el objetivo de impulsar la industria de la construcción, “toda vez que quedaron pendientes obras antes de la pandemia” (La Jornada, 18-VIII).

Si la memoria no me agravia con el alemán que los adultos mayores llevamos dentro, no es la primera ocasión que el Consejo realiza negociaciones con el gobierno de México para anunciar que deliberan en torno grandes planes de inversión, y casi todo quedó en falsas expectativas.

Tanto es así que muchos de los intelectuales orgánicos lo verbalizan desde hace tiempo como la prueba de la falta de confianza de los inversores aztecas en la 4T y el argumento o excusa es la cancelación del aeropuerto de Texcoco que costaría 300 mil millones de pesos, en contraste con los 70 mil millones de pesos que costará el proyecto en marcha en Santa Lucía. Y eso si la promesa se cumplía por Enrique Peña Nieto y su gobierno (“Mover a México”), pues imposible olvidar que el tren suburbano Toluca-Ciudad de México (obra “mal planeada, con mucha corrupción, con muchos problemas, pero ni modo de dejarla a la mitad”, AMLO dixit), originalmente se presupuestó en 20 mil millones de pesos, ya se ejercieron 60 mil millones y aún faltan 20 mil millones de pesos más, gracias a las corruptelas y cálculos del difunto abogado Gerardo Ruiz Esparza.

Sin embargo, “la inversión extranjera directa no ha caído”, de acuerdo con los informes del presidente Obrador, y éste es uno de los datos con los que respalda, además de las decenas de miles de nuevas plazas laborales creadas durante agosto, que inició la recuperación económica que, a pesar de la crisis, no resintió una caída: “Estamos igual que en el semestre anterior y el año pasado, no hubo efecto negativo”. Mas el mayoritario coro de analistas al servicio del gran capital, lo desmiente porque se trata de “reinversión de utilidades”. Resultaron muy exigentes, puntillosos, los que no están dispuestos a conceder ningún reconocimiento a la estrategia oficial que optó por no endeudar más al país –después de lo mucho que lo endeudaron Felipe Calderón y Enrique Peña–, y apoyar a los sectores populares.

AMLO tiene bastante claridad al respecto, otro tema es si está equivocado o no, mas no lo convencerán con los coros muy bien orquestados, debido en buena medida a que tienen visiones distintas, además de que los ingresos propios y de los corporativos para los que laboran fueron severamente restringidos por el gobierno federal, aunque voceros de medios alternativos solicitan reducirlos todavía más.

La gran pregunta es si será dable una mayor concurrencia de inversiones productivas privadas con las públicas, justo cuando la batalla ministerial, de inteligencia financiera, política y fiscal adquiere nuevos y mayores niveles contra la peste de la corrupción.

Utopía 2300. 26-VIII-20

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