Colombia: Nacionalizar la educación universitaria incluidos los posgrados
- Opinión
En este periodo de vida invisible la mayoría de posgrados de las Universidades públicas colombianas, continuaron sus tareas misionales, bajo la presión del miedo al virus, a la deserción real, a su eficacia para adaptar sus discursos y prácticas. Las Universidades tuvieron que cerrar puertas, salones, bibliotecas y jardines, que representan el campus, su otra mitad que es elemento diferenciador frente a otros competidores. Los posgrados ajustaron metodologías de educación remota, encuentros virtuales, acudieron a zoom, meet, chat, mail, telefonía, en medio de una tensión constante entre las dificultades que anunciaban la parálisis definitiva y la necesidad de no inmovilizarse, que triunfó con teleclases o clases remotas, que son solución temporal sin que eso signifique educación virtual. Sin habérselo planteado hubo un desplazamiento del mundo del trabajo en oficina al teletrabajo y de las clases físicas a conferencias por medio de plataformas y les fue útil su experiencia de fin de semana.
Un posgrado para la Universidad Publica actual es la principal fuente de formación avanzada, de la que se espera nuevo conocimiento para ampliar las fronteras de la ciencia e impactar el bienestar de la sociedad; una fuente de apoyo ingresos económicos, que contribuya a sanar los faltantes de financiación del pregrado, cuya deuda histórica del Estado con las 32 universidades del sistema supera los 12 billones de pesos. En lo corrido del siglo XXI se invirtió la tendencia de cifras de estudiantes y programas. Del 2000 al 2020 en los pregrados se duplicó el número de estudiantes y en los posgrados se triplicó (de 30.000 a cerca de 100.000) y los programas crecieron tres o más veces superando los de pregrado. La acreditación que parecía el indicador diferencial de detención no funcionó y no más de 160 de 1300 posibles están acreditados, pero todos se ofertan y venden igual.
Es visible que los recursos de posgrados financian no solo infraestructuras físicas, si no que aportan al pago de la nómina de pregrado, compuesta aproximadamente por 40% de profesores en planta y 60% a contrato. Los recursos de la nación permiten cubrir solo el 75% de salarios. En general incluida inversión las universidades reciben alrededor del 50% de presupuesto del estado y generan el restante 50% con proyectos, posgrados, investigación, interventoría, consultoría. Venden la mercancía conocimiento que se produce para ser vendida y usada en otro proceso de producción.
Los posgrados, están en la delgada línea límite entre la educación como derecho y como servicio que se confunden en el ámbito constitucional, y por tanto sus dinámicas académicas, sociales, organizativas y económicas son confusas, pero hibridas. Lo público y lo privado se cruzan, unos posgrados nacen de la experiencia del pregrado, otros de grupos de investigación o comunidades científicas y otros por intereses e iniciativas gremiales, personales o políticas. Económicamente se autofinancian con matrículas y venta de sus resultados. La mitad o más de su profesorado es externo, una parte proviene del presumible staff de profesorado ambulante, que va a una y otra universidad y aporta su tema. Los posgrados económicamente siguen al mercado y académicamente al estado. Normativamente actúan conforme al sistema público y organizativamente a la autonomía universitaria. Buena parte de sus actuaciones son del orden privado, en el que parece estar incluido su reducido papel crítico y de compromiso con la transformación social de beneficio común.
Para los posgrados, la entrada al mundo digital no será una simple opción, a diferencia de los pregrados, podrá ser su nuevo y definitivo escenario, para el que me centraré en algunas reflexiones no pesimistas, pero si previsibles:
1. Viene lo otro, la biopolítica exacerbada, la salud que conduce la política, y la política que puede llevar al autoritarismo o a la emancipación, los cambios podrán fortalecer el individualismo, el autoritarismo y la violencia o propiciar y gestionar la transformación de estructuras sociales, económicas y políticas y alentar una sociedad alternativa, distinta, revolucionaria, lo que obliga a los posgrados a conectarse con un pensamiento global, interdisciplinar y transformador.
2. La territorialidad Invisible y sin territorio definido. Al romperse las barreras geográficas, los posgrados tienen en sus manos aplicar sus fortalezas para promover el aprendizaje de autoformación que Chomsky resume así: “El propósito de la educación es mostrar a la gente como aprender por sí misma. El otro concepto de la educación es adoctrinamiento”. El problema no será el contenido de la materia, la formula ni la respuesta, lo esencial será la pregunta por el conocimiento, no por el escenario de la educación virtual, igual que lo central es la pedagogía, no la herramienta tecnológica. Lo virtual es parte del mundo real, pero no se podrá incurrir en el error de creer que la desigualdad se combate con más y mejor internet, o la inequidad y la exclusión solo con oportunidades. La nueva territorialidad redescubre un mundo que se revela competidor, invasor, para las 302 IES en Colombia, que competirán entre sí y contra esos otros “Invisibles” que se acomodan en instantes a los cambios. La franja de mercado no podrá separase fácilmente del hecho que los estudiantes manifiestan que buscan un posgrado útil para conseguir trabajo (que se desmorona al concursar porque el 56% es rechazado por falta de experiencia y el 16% no encuentra oportunidades). Como sea no es tiempo de restaurar viejas estrategias, si no de formular otras. La pandemia se podrá pasar entre aprendizajes de lo virtual básico y la clase presencial convertida en teleconferencia, cambiar lápices por teclas y hojas por pantallas, pero eso es apenas lo transitorio en pandemia.
3. La expansión de lo invisible ejercerá presión hacia la modificación de los tiempos de duración del posgrado, la clase, la conferencia, el ensayo. Circulan ofertas de Maestrías a un año y se diluye la diferencia entre profundización e investigación (debería ser investigación si el eje es el pensamiento, no el mercado). La duración afecta currículos, organización, contratación docente, procedimientos, reglas del MEN e ingresos esperados. La web anuncia por ejemplo: Unir ofrece 11 Ms de Artes, 25 de Economía y administración, 20 de Ingeniería; hay ofertas de Universidad Benito Juárez; Southern New University; Universidadviu (ofrece de internet de las cosas a Ing. Biomédica); Tecnológico de Monterrey; Instituto Global Learning; U. Internacional de Valencia; Escuela de Negocios de Grenoble, Francia; U a Distancia de Madrid (34 Ms, 1 doctorado, 295 cursos); UNED; Bussines School (100% en línea); Harvard; Tecnológico de Massachusetts (han estudiado 78 premios nobel); Ibero (trabaja inclusión con apoyo de Unesco); Redes de posgrados como Clacso; Universia a dic 2018 ofrecía 20 Ms virtuales. Cada oferta incluye gratuidad, bajo costo o becas. Cabe advertir que los Países con alta tecnología educativa como Kerala India, Corea del Sur, USA, Singapur, Israel, N. Zelandia, muestran una relación directa entre la producción de tecnología y la innovación educativa.
La única manera de que efectivamente los posgrados tengan tranquilidad, superen miedos y cumplan su misión académica y social, es que el Estado y el partido de gobierno, den el paso aplazado de nacionalizar la educación superior toda. Se haga cargo de la financiación de los estudiantes de las Universidades e IES Públicas, incluidos los estudiantes de posgrados. Ese desafío exige centrarse en derechos y no en servicios ni mercados. Sería completo el paso si se nacionaliza en paralelo el sistema de salud, los recursos mineros energéticos y el agua…. Nacionalizar es invertir en bienestar y devolverle al país su patrimonio, no son subsidios los que se requieren, son garantías a derechos.
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