Al-Qaeda: El odio en tiempos del Covid-19
- Análisis
Como era previsible, frente a la pandemia y el muy posible debilitamiento de los sistemas antiterroristas junto a los esfuerzos de la gran mayoría de las naciones para enfrentar al Covid-19, organizaciones terroristas como al-Qaeda y Daesh, al igual que lo hacen los neofascistas europeos, han empezado a alentar a sus socios, células dormidas y lobos solitarios a activarse para golpear a los “cruzados” judíos y los propios musulmanes, la enorme mayoría, que no comulgan con el ideario wahabita. En una de sus últimas declaraciones, la comandancia de al-Qaeda ha afirmado que el virus es “un signo de la furia de Dios hacia la humanidad por sus pecados e incumplimiento de su mandato”.
La más alta dirigencia de la organización dirigida por Ayman al-Zawahiri, el heredero de Osama bin Laden, llamó a los kafires, musulmanes no creyentes, en realidad aquellos que no siguen las interpretaciones que pretenden imponer con la sharía (ley islámica), a arrepentirse y luchar contra “el enemigo cruzado”, además de condenar “la tiranía" de los líderes musulmanes” y la “obscenidad y corrupción moral” a la que han sido llevados las naciones del mundo islámico.
Por su parte, la dirigencia del Daesh, encabezada por su nuevo líder Abu Ibrahim al-Hashemi al-Qurashi, sucesor de Abu Bakr al-Bagdadí, quien fue eliminado en octubre pasado, llamó a los lobos solitarios a aprovechar el miedo y la confusión producido por la pandemia en el mundo.
La multiplicidad de los llamamientos a provocar atentados y ataques contra objetivos principalmente occidentales ha puesto en alerta a los funcionarios de seguridad, que prevén como una posibilidad concreta que estos llamamientos fructifiquen en sus seguidores.
Ya se ha conocido que el 24 de marzo, un hombre identificado como Timothy Wilson, fue asesinado al momento de resistirse a su detención por parte de agentes del FBI, (Buró Federal de Investigaciones) en Belto, estado de Missouri, que preparaba un atentado con un dispositivo explosivo improvisado en el vehículo (VBIED, por sus siglas en inglés) contra un hospital donde se atienden pacientes del coronavirus. Wilson, que ya venía siendo monitoreado desde hace meses por el Buró, en los últimos días había acelerado la construcción del artefacto explosivo en procura de un golpe mediático, más allá de los daños posibles.
En un comunicado del Department of Homeland Security o DHS (Departamento de Seguridad Nacional) de los Estados Unidos a las comunidades religiosas de la semana pasada, insta a sus jerarquías a extremar las normas de seguridad cuando se reanuden las ceremonias detenidas por la crisis sanitaria, ya que serían objetivos propicios de ataques terroristas. Si bien dice el comunicado que no existen amenazas inminentes, el DHS recalcó que el estrés producido por la pandemia y el aumento de los discursos y llamamientos a producir actos de violencia, podrá generar una seguidilla de atentados e incluso antes del final de la pandemia, aprovechado el momento de debilidad de los gobiernos, centrados en los profundos cambios sociales y la crisis económica que acarrea.
La cuentas del odio
Por su parte, las organizaciones integristas han intensificado su campaña de reclutamiento y han comenzado a difundir sus acciones en diferentes lugares del mundo cómo parte de una campaña global para operar contra “judíos, negros, inmigrantes, políticos y agentes de seguridad”.
Medios de comunicación vinculados a al-Qaeda han publicado una serie de infografías que tienen como objetivo destacar sus operaciones a escala mundial explotando el estado de ansiedad general que vive el mundo, montándose en la ola y alegado que el virus es un “acto de Dios contra los enemigos del Islam” mientras otras organizaciones dicen que esta crisis esta “fomentada por los judíos o por China”.
La infografía, difundida por al-Qaeda, entrega datos de muy difícil constatación, respecto a los números de bajas que ha producido con sus acciones, en Afganistán, por ejemplo, donde el grupo dice tener mucha más presencia operativa que las fuerzas de seguridad y las agencias de inteligencia que operan en el país. En cuanto cifras, los integristas suelen inflar las bajas producidas al enemigo y disminuir las propias. aleatorias.
Según los muyahidines en el país centroasiático, ejecutaron 343 operaciones matando a 520 personas e hiriendo a más de 200, además, de haber destruido 35 vehículos blindados, e incautando otros siete. Mientras que dicen haber liberado once puestos de control policial. Solo durante la semana 26 de marzo al 2 de abril, realizaron 88 operaciones, en las que mataron a 200 personas e hirieron más de 50, junto a la destrucción de tres camiones, 13 vehículos blindados y 14 bases que no han sido individualizadas.
Es llamativo este “blanqueamiento” de acciones por parte de al-Qaeda en Afganistán, que prácticamente había desaparecido desde 2018, ya que, por su fuerte alianza con el Talibán, nunca antes las había hecho públicas, mucho más ahora, en que los terroristas afganos han sellado un acuerdo con Washington, donde se comprometen a no tolerar y reprimir las acciones de otros grupos takfiristas que operan en el país.
Las operaciones, de Al-Qaeda y su rama regional, al-Qaeda para el subcontinente indio, AQIS, (cuyo líder Asim Omar fue muerto el 23 de septiembre del año pasado, junto a seis de sus lugartenientes en el sur de Afganistán) y de otros grupos asociados, incluidos los yihadistas de Asia Central y los uigures desde siempre subordinados al Emirato Islámico Talibán de Afganistán, siempre han sido consideradas como de factura común, junto a un entretejido de organizaciones hermanas con presencia en otras naciones de Asía Central. En Pakistán, donde operan AQIS, durante marzo realizaron nueve operaciones con más de 20 muertos.
Las infografías de referencia, también enumeran las acciones en Somalia donde la organización tiene presencia, allí opera el muy activo al-Shabaab, que durante el mes de marzo realizó 130 operaciones y asesinó a 487 personas mientras que en Kenia fueron siete las acciones produciendo 10 heridos. En África occidental, también opera con el nombre de al-Qaeda en el Magreb Islámico, cuya rama para África Occidental, con mucha presencia en Malí, Burkina Faso y Níger, lleva el nombre de Jama'at Nusrat al-Islam wal-Muslimin o JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes). En marzo, realizaron ocho ataques en Malí, dos en Burkina Faso y uno en Níger.
En Siria existen media docena de organizaciones vinculadas a al-Qaeda y las líneas de la dirección son confusas tras los duros golpes asestados por las tropas del presidente Bashar al-Asad y sus aliados, Rusia, Irán y Hezbollah, que han debilitado tanto a al-Qaeda como al Daesh. Según la infografía, sin especificar el nombre de los grupos, durante el mes de marzo, se produjeron diecisiete operaciones con más de cincuenta personas asesinadas. Mientras que al-Qaeda para la Península Arábiga, en un momento la más letal de todas las compañías que responde a al-Zawahiri, menciona solo cuatro operaciones con cerca de quince personas asesinadas o heridas durante el mes pasado.
Por su parte el Daesh, que afirma que todo sucede por voluntad de Allah, aprovecha la debilidad de los Estados afectados por el brote vírico, para incentivar el odio entre sus seguidores y prácticamente los amenaza para que produzcan acciones contra los “cruzados y judíos”, con consignas como: “Deben recordar que lo que evita el tormento de Allah es realizar la yihad en su nombre y dañar a sus enemigos”. Según el último número de su publicación, al-Naba, uno de los pocos medios de comunicación que pudo sostener después de la pérdida del Califato, llama a sus muyahidines a alistarse para repetir ataques en tierras cruzadas como los de París, Londres, Bruselas o Barcelona. Por lo que ya están alentando para golpear cuándo occidente se encuentre “en el momento de mayor debilidad de sus capacidades para luchar contra los muyahidines”. Al-Naba aconseja finalmente a los “militantes sanos (que) no entren a la tierra de la epidemia y (a) los enfermos no salgan de ella”. Y como últimas recomendaciones dice: “taparse al bostezar o estornudar, lavarse la manos además de confiar en Allah”, obviamente.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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