Un multilateralismo obsoleto y el egoísmo hundieron la Conferencia del Сambio Сlimático
- Opinión
Si de caos climático se trata, podría decirse que un huracán de egoísmo devastó las esperanzas de millones de ciudadanos que esperaban que la COP25 celebrada en Madrid defina mecanismos para enfrentar el calentamiento global.
Sin duda, el resultado indiscutible alcanzado por la XXV Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático, COP25, es que los países y sectores responsables del actual estado del clima y la contaminación no asumirán responsabilidades, al menos por ahora.
Es precisamente por eso que sería un error conformarse y consolarse con lo anunciado en prensa sobre que "los países no lograron acuerdos sobre el artículo 6 del Acuerdo de París para regular los mercados de carbono" y que se ha pospuesto la discusión hasta el próximo año.
Varios factores influyeron negativamente en el actual resultado. Posiblemente uno de ellos es que la presidencia de la Conferencia, a cargo del Gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera, no tuvo ni la capacidad ni la credibilidad necesaria para inspirar confianza y lograr resultados mínimos satisfactorios.
Pero más allá de ese hecho no menor, era previsible que la prórroga de la COP25 por dos días más era solo prolongar su agonía.
La Conferencia sobre Cambio Climático no logró superar al menos dos males que arrastra desde su nacimiento: el mercantilismo como mecanismo predominante para intentar solucionar un problema multidimensional y un segundo problema referido a la capacidad de las instituciones multilaterales, horadadas en su credibilidad, obsoletas y profundamente burocratizadas.
Definir un precio al carbono no resolverá el problema
El secretario de la ONU, Antonio Guterres, dijo que debido a que el Artículo 6 fue la cuestión pendiente que no se resolvió en la COP24 en Katowice, "poner un precio al carbono es vital si queremos tener alguna posibilidad de limitar el aumento de la temperatura global y evitar el cambio climático desbocado".
Es preocupante que se atribuya tanta atención a un solo aspecto para el combate de un problema con tantas aristas. Es grave también que sea el propio secretario general de la ONU quien refuerza esa visión mercantilista como si ese fuese el único salvamento.
En su discurso de apertura de la Conferencia, Guterres dijo que "la puesta en práctica del Artículo 6 ayudará a poner en marcha los mercados, movilizar al sector privado y garantizar que las reglas sean las mismas para todos".
Los organismos multilaterales deberían dejar de centrarse tanto en la mercantilización de la naturaleza y de la contaminación. Si bien la creación de los mercados del carbono podría ser un mecanismo coadyuvante, no debiera ser el principal.
Además, hay que agregar que el enfocarse en un solo "mecanismo técnico", contribuye a una visión fatalista del problema, que paraliza otras iniciativas.
Peor aún, es un mecanismo perverso que elimina del escenario a otros actores de la toma de decisiones, ya que la negociación se enfoca solo en los "mercados", donde la sociedad civil en su conjunto está ausente de esa discusión.
El mentado Artículo 6 no puede serlo todo. Hay problemas que el referido artículo no los va a resolver. Greta Thunberg, por ejemplo, nos recordó que "desde la adopción del Acuerdo de París los bancos invirtieron 1,9 billones de dólares en combustibles fósiles", que "100 empresas son responsables del 71% de las emisiones globales".
Esas inversiones exacerban más el problema mundial del calentamiento. Por tanto, el abordaje debe implicar otros mecanismos, además, de los mercantiles.
El multilateralismo en crisis
Este fracaso de Chile-Madrid tiempo de actuar sacó a flote una realidad inocultable: que la cooperación global para encontrar soluciones conjuntas está en su punto más bajo y que no existen valores compartidos.
Podría afirmarse también que lo ocurrido en la COP25 es un triunfo de la visión trumpiana del mundo, de enfoque unilateral, no solidaria, donde predomina y domina el más fuerte y del sálvese quien pueda y como pueda.
La crisis que enfrentamos es tal, que necesitamos hacer un profundo análisis en relación a si el estado actual del multilateralismo, tanto global como regional, es un mecanismo con la musculatura suficiente para asumir este gran reto del caos climático.
Por cuanto el calentamiento global es una cruda realidad, que ha sido demostrada científicamente, no debiera esperarse a las nuevas cumbres o conferencias para ver qué hacemos.
La dimensión del desafío mundial que representa el cambio climático es tal, que, sin temor a caer en exageración, se equipara a la situación en que se encontró el mundo al concluir la Segunda Guerra Mundial.
Salvando las distancias entre ambas problemáticas, es importante; no obstante, recordar que a diferencia de lo que ocurre hoy, en 1945 los líderes mundiales sumaron esfuerzos para la reconstrucción y la descolonización, con instituciones nuevas y llenas de nuevas ideas. Un requisito fundamental fue la existencia del deseo de cooperar.
Sería un craso error creer que para encontrar soluciones y llegar a acuerdos es solo cuestión de tiempo, es decir, que lo que no se pudo lograr estas dos semanas en Madrid se logrará el próximo año en Glasgow, Reino Unido.
La COP25 le ha fallado a los pobres
Fue desalentador y preocupante ver que, a diferencia de otros años, Latinoamérica y el Caribe participaron de manera dispersa, no estuvo cohesionada como lo requería el desafío y eso también es un resultado negativo que hay que agregar al inventario de la COP25.
Actualmente tenemos hasta la saciedad datos que demuestran que la causa del caos climático es por las acciones antropogénicas, es decir, las acciones de los humanos, pero a eso hay que agregar que no todos los humanos contaminan en la misma dimensión.
La alerta mayor de hoy día para los países en vías de desarrollo y los países menos desarrollados, es que están solos, que deberán enfrentar la adaptación, la mitigación y la prevención por su cuenta, al menos por ahora.
Debemos trabajar todos en la búsqueda de mecanismos de cambios de conductas energívoras y consumistas. Es importante, además, que los países del G20 que representan colectivamente el 78% de todas las emisiones, asuman sus responsabilidades, que son ineludibles.
Mientras tanto, no puede evadirse de la lectura, la advertencia que hizo el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su Informe de Brecha de Emisiones de 2019. Se necesitan reducciones de las emisiones del 7,6% anual desde 2020 hasta 2030 para cumplir el objetivo acordado internacionalmente de limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados centígrados en comparación con niveles preindustriales.
Los científicos coinciden en que es una tarea difícil y que la ventana de oportunidad se está cerrando. Esto exige continuar con los esfuerzos para llegar a acuerdos cooperativos y eso no lo resolverán unos pocos burócratas y tampoco la visión unidimensional mercantilista. La tarea es de todos, incesante y multidimensional.
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