Dos grandes victorias nuestroamericanas
- Opinión
Aplastante la derrota infligida el 23 de febrero por el chavismo al gobierno neofascista de Estados Unidos y sus lacayos del Grupo de Lima. El montaje mediático de lo que se suponía el paso de la supuesta ayuda humanitaria fue una verdadera emboscada que, los enemigos del pueblo venezolano consideraron de antemano, sería letal. Maduro no podría pasar de el gran día que invocó la víspera el inefable Pompeo. Pero desde el desangelado concierto de pinochetistas, uribistas, nostálgicos de viejas glorias, o simplemente tontos, organizado por el magnate Richard Branson, aquello no mostraba visos de seriedad. Peor aún con la llegada del fantoche secretario general de la OEA, Luis Almagro, y sus iguales, los presidentes Sebastián Piñera, de Chile, y Mario Abdo, de Paraguay, recibidos por el colombiano Iván Duque, neoliberal y neofascista educado en la escuela del paramilitarismo. Todos en ropa de yatman y lentes de sol, como quien anda de vacaciones. La víspera, Piñera tuiteó, con seguridad digna de asombro, que estaría el sábado, junto a su colega Duque, repartiendo ayuda humanitaria al pueblo venezolano.
Ya voy perdiendo la cuenta de las derrotas de Trump, su flamante equipo Venezuela y sus títeres ante el chavismo, no obstante la asesoría del senador Marco Rubio y el representante Mario Díaz-Balart, supuestos expertos en el tema que, eso sí, no cosechan una sola realización en sus carreras políticas que no haya sido dañina para Cuba ni, en los últimos años, para Venezuela. Si hacer mucho daño no fuera siempre su objetivo, si no los poseyera el odio visceral a los cubanos y a toda idea progresista, si no estuvieran jugando a desencadenar el incendio de nuestra región, uno se desternillaría de la risa con estos personajes, suerte de piezas museables de la más conspicua politiquería cubana prerrevolucionaria, pues como payasos casi rivalizan con el autoproclamado Guaidó. Hasta allí fue a unírseles en un helicóptero de la fuerza aérea colombiana, supuestamente abordado cerca de territorio venezolano.
Guaidó se acabó. Murió políticamente el 23 de febrero, aunque subsista un tiempo apuntalado por los gringos. ¡Se les quemó el cartucho! Había que ver las caras largas no a él, también a Almagro, Piñera, Duque y Abdo ese día por la tarde. Aunque desde el lado colombiano los mercenarios de la guarimba, henchidos de droga y alcohol, habían desatado un torrente de cohetones, cocteles molotov, clavos y otros objetos contra los guardias y policías nacionales bolivarianos, no pudieron cruzar ni una bolsa con la supuesta ayuda humanitaria. Luego, nuestro compañero Luis Hernández Navarro reportaría desde el lado venezolano, visto por sus propios ojos, los implementos para la guarimba que predominaban en los primeros contenedores con la ayuda quemada por los guarimberos. Es visible en las fotos aéreas la enorme distancia entre el dispositivo de seguridad venezolano y los tráilers, quemados del lado colombiano del puente Francisco de Paula Santander, pero de inmediato los mentirosos compulsivos de la prensa hegemónica salieron a culpar a Maduro.
Y como el presidente constitucional de Venezuela había dado decenas de exitosas entrevistas a representantes de muchos de esos medios, desde Estados Unidos se cocinó una burda provocación contra Maduro por el desprestigiado periodista y conductor de Univisión, Jorge Ramos, quien de inmediato fue exhibido en las redes digitales, no sólo de Venezuela, sino de México. Qué hazmerreir Ramos. Ahora dice que fue detenido por agentes cubanos.
El tono de la declaración formulada el lunes por el Grupo de Lima da una idea de la derrota sufrida. Ni sus lacayos le aceptaron al vicepresidente Mike Pence y a Duque la intervención militar como opción. Se quedó solo Estados Unidos en todas las opciones sobre la mesa, pues hasta la Unión Europea se apresuró a rechazar también la agresión armada. La amenaza militar sigue, pero con un chavismo más cohesionado, combativo y sabio.
Mientras el presidente Maduro y el chavismo se anotaban esta tremenda victoria el 23 de febrero, Cuba bateaba de jonrón al día siguiente en el referendo constitucional, al ascender a casi 87 por ciento la aprobación de la nueva Constitución. Una victoria estratégica de la revolución. A 60 años del triunfo, es toda una definición de la dignidad, cultura política y entereza de la mayoría del pueblo cubano, su identificación plena con un socialismo radical, muy humano, muy cubano, muy latinocaribeño y muy universal, como el propugnado por la Carta Magna.
El referendo da culminación a un proceso democrático de masas mediante el cual el pueblo ha ido definiendo a lo largo de más de una década en debates vivos cómo serán los fundamentos políticos y jurídicos de la nueva economía, la nueva política y la nueva sociedad cubanas, continuidad del largo batallar por su independencia y su libertad.
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