El Canal, entre EEUU y la independencia
- Análisis
Conferencia dictada para la Central Nacional de Trabajadores de Panamá (Hotel Soloy, Panamá, sábado 6 de octubre de 2018).
Cómo se origina la neutralidad del Canal
Hemos dicho que existe una rivalidad global entre EEUU y la República Popular China; que no existe entre ellas un conflicto por el Canal de Panamá, pero sí un conflicto entre Panamá y EEUU por nuestra independencia.
En 1850, EEUU y Reino Unido firmaron el Tratado Clayton-Bulwer que dispuso la neutralidad de un Canal en Centroamérica y el compromiso de que ninguno de esos países lo controlaría ni construiría ni mantendría fortificaciones militares, como tampoco ejercería dominio sobre sobre los países ribereños.
EEUU ya había lanzado la llamada Doctrina Monroe en 1823, que estaría en confrontación con el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826. En 1842 -- cuando éramos Estado Soberano de Panamá – EE.UU. nos propuso la construcción de un Canal, pero Panamá se reintegró a Nueva Granada y el proyecto naufragó.
Con el Destino Manifiesto (1844), EE.UU. despojó a México de un vasto territorio y en 1846, con el Tratado Mallarino-Bidlack, EE.UU. adquirió de la Nueva Granada derechos de tránsito para sus fuerzas armadas a través de Panamá, para garantizar la neutralidad del paso, lo que se convirtió en “derecho de intervención” y de construcción.
Ese derecho, llamémoslo “de libre tránsito”, no admitía ninguna restricción soberana por parte de Nueva Granada y por eso era “libre” (Julio Yao: El libre tránsito militar de EE.U. en Panamá (1904-1984).
Con el “Incidente de la Tajada de Sandía”, en 1856, EEUU exigió a Colombia, a guisa de indemnización, demandas irracionales que incluían el control de sitios claves en el Pacífico y el Atlántico, pero Colombia las rechazó, lo que explica en parte la Separación de Panamá de 1903.
Washington demostraba así que no acataría la neutralidad pactada en el Tratado Clayton-Bulwer y que seguía empeñado en controlar el paso interoceánico.
Fue en 1880 cuando el presidente Rutherfod Hayes anunció la geopolítica del Canal. El Canal será “una parte de la línea costanera de EE.UU.”, unido o integrado a los “medios de paz, unidad y seguridad de Estados Unidos”; o sea, que el Canal sería una frontera del territorio norteamericano y defendida como tal, y que el mismo sería para la guerra, en claro conflicto con el Tratadon con Gran Bretaña.
EE.UU. ambicionaba controlar el paso interoceánico desde cuando era sólo paso mixto (fluvial-terrestre), antes que hubiese ferrocarril o Canal. La intervención unilateral, extraída arbitrariamente del Tratado Mallarino-Bidlack, sirvió para sofocar la protesta de los mil chinos que se suicidaron o murieron tras construir el Ferrocarril en 1854.
Por esta falsa neutralidad y verdadera intervención, ahorcaron a Pedro Prestán, jefe liberal del arrabal santanero, en presencia de la máxima autoridad de EE.UU. en Panamá, su cónsul en Colón. EE.UU. intervino con amenaza de invasión, con el acorazado “Wisconsin” en la Guerra de los Mil Días, a raíz de lo cual, en un consejo de guerra amañado e ilegal, fusilaron al General de División, Victoriano Lorenzo.
Gran Bretaña controlaba sitios estratégicos en Nicaragua para un Canal, pero ni ella ni EE.UU. pudieron acometer la empresa. EE.UU. presionó para eliminar el Clayton-Bulwer, pero Londres se negó a abrogarlo en un conflicto diplomático que duró más de cincuenta años hasta 1901.
Fue la situación en Europa, marcada por el ascenso de Alemania, lo que hizo que el Reino Unido liberara a EE.UU. del compromiso de 1850 y le permitiera construir el Canal por su cuenta.
Sin embargo, el Tratado Clayton-Bulwer no fue abrogado en su totalidad: se mantuvo la obligación de que el Canal estaría abierto a la libre navegación en todo tiempo; que no sería usado en guerras; que estaría despojado de fortificaciones militares y que no se establecería un dominio sobre los países ribereños.
EE.UU. y Gran Bretaña suscribieron un primer proyecto de Tratado Hay-Pauncefote en 1900. Sin embargo, el mismo fracasó porque el Senado de EE.UU. introdujo una enmienda según la cual la neutralidad pactada no afectaría los derechos militares de EE.UU. en el Canal. Inglaterra rechazó la enmienda y obligó a EE.UU. a renegociar el acuerdo, que se plasmó en el segundo y último Tratado Hay-Pauncefote de 1901.
Este tratado incorporó los principios de la neutralidad pactados para el Canal de Suez en Constantinopla en 1888. Según internacionalistas ingleses, el Canal de Panamá quedó neutralizado por el Tratado Hay-Pauncefote, pero esta neutralidad fue hecha añicos en el Tratado Hay-Bunau Varilla, entre EE.UU. y Panamá.
El Tratado de 1903 -- no firmado por ningún panameño y jamás ratificado por Asamblea -- mencionaba muy vagamente los principios generales aplicados a Suez, desdibujando y debilitando el Tratado Hay-Pauncefote.
Cuando la Comisión Negociadora encabezada por Manuel Amador Guerrero llegó diez minutos tarde a negociar el Tratado de 1903, Felipe Bunau Varilla le salió al paso, diciéndole que ya el tratado había sido firmado y que la República de Panamá se encontraba bajo las alas protectoras del águila norteña. La Junta Revolucionaria no lo firmó ni lo ratificó, pero lo aceptó fraudulentamente, imponiéndolo a cambio de migajas, promesas e ilusiones falsas.
El Canal nunca fue neutral
La neutralidad consta de dos principios: el libre tránsito y la desmilitarización extranjera, y ella sólo es posible en tiempos de guerra. No hay tal cosa como un Estado neutral en tiempo de paz. En el caso de canales en tiempos de paz, la neutralidad se reduce a la libre navegación por el Canal.
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1914, recién inaugurado el Canal, seis barcos pesqueros de Alemania que se encontraban en Darién y que ignoraban que estuviesen en guerra, intentaron pasar por el Canal y fueron atrapados por EE.UU. y sus tripulaciones encarceladas.
En la Segunda Guerra Mundial, los barcos de guerra de Alemania y Japón no se atrevieron siquiera a acercarse al Canal e intentaron destruirlo por ser instrumento de guerra de EE.UU.
Según el coronel Immanuel Klette: “Por varios años, durante la Guerra Fría, guardas de los Estados Unidos fueron puestos a bordo de naves de la Unión Soviética que transitaban el Canal. (Julio Yao: El Canal de Panamá, Calvario de un Pueblo, 1972, 1974).
Hubo que esperar 64 años para que un barco de guerra de la Federación Rusa (ya no la URSS) atravesara el Canal. ¿Y qué ocurrió?
El 9 de diciembre de 2008, el destructor “Almirante Chabanenko”, buque insignia de la Flota del Norte de Rusia, cruzó el Canal para sorpresivamente encontrar que el sitio asignado para atracar (Muelle 2 de Rodman) estaba ocupado por una nave de guerra de EE.UU. lo que afectó a la nave rusa, que tuvo que vagar sin rumbo por el Golfo de Panamá hasta que desocuparan su estacionamiento (http://www.nacion.com/mundo/guerra-Canal-Panama-recala-EEUU_0_1017498360.html) (Julio Yao: ¿Es neutral el Canal? La Estrella de Panamá, 21 de abril de 2017).
Sin embargo, hay muchas otras formas de violar la neutralidad.
En 1982, estalló la Guerra de las Malvinas, ¿y qué hizo EE.UU.? Le extendió ilegalmente a Gran Bretaña el derecho de paso expedito por el Canal; utilizó sus satélites a favor de la “Pérfida Albión”; le prestó la isla de Concepción a Inglaterra a pesar de que Argentina siempre apoyó a Panamá con la consigna: “Las Malvinas, de Argentina, y el Canal, de Panamá”.
EE.UU. imposibilitó nuestra solidaridad con un pueblo hermano y, además, sepultó el Pacto de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro que obligaba a Latinoamérica y EE.UU. a rechazar un ataque extracontinental https://www.prensa.com/cultura/Malvinas-Panama_0_1995550607.html).
Desde 1904, Panamá afirmaba que EE.UU. solamente podía realizar las actividades relacionadas con la operación, mantenimiento y protección del Canal y que todo lo restante le correspondía a Panamá.
EE.UU. jamás aceptó esta tesis, reiterando que ellos podían hacer de todo “como si fueran soberanos”, una frase redactada por Bunau Varilla para contentar a John Hay y sepultar nuestra soberanía ese fatídico 18 de noviembre de 1903. No es que la república de Panamá nació coja, ciega y manca: nació muerta, abortada antes de nacer.
¿Qué hizo EE.UU.? Lo militarizó, instaló bases militares que no respondían a la protección sino a la defensa de la vía acuática. Inglaterra protestó tímidamente, porque había concertado una diplomacia paralela con Washington que dura hasta hoy.
Después de construirlo en 1914, EE.UU. nos obligó a declararle la guerra a Alemania en la Primera Guerra cuando sólo teníamos una frágil Policía.
A raíz de la invasión de Costa Rica a Panamá o Guerra de Coto, en 1921, a instancias de las empresas bananeras, nuestros voluntarios – ya que no teníamos ejército y las armas largas nos las confiscó EE.UU. – derrotaron a los invasores y recuperaron los territorios, pero EE.UU. nos dio un ultimátum de 24 horas para que Panamá se retirase y, bajo amenaza de ocupación, nos impuso el ilegal Fallo White de la Corte Suprema de EE.UU. para favorecer a empresas bananeras. O sea, que EE.UU. se alió a favor de nuestros enemigos y en contra de nuestra independencia u neutralidad.
En 1926, EEUU suscribió con Panamá el Tratado Alfaro-Kellog de 1926 que nos hacía su aliado en todas sus guerras, en rampante negación de la neutralidad.
EE.UU. nos convirtió en protectorado; estableció la Escuela de las Américas, “Escuela de Asesinos”, intervino en toda la región desde la Zona del Canal; invadió a muchos países; derrocó y asesinó a muchos jefes de Estado e instaló a todas las dictaduras de la región.
En resumen, en cuanto a la navegación, ni en tiempo de guerra ni en tiempo de paz, jamás el Canal ha sido neutral; jamás pasaron buques de guerra ni submarinos enemigos de EE.UU. ni de Alemania ni de Japón; tampoco de la Unión Soviética o China Popular. No se respetó nunca ni la desmilitarización extranjera ni el libre tránsito por el Canal.
Cuatro militares, dos jefes de gobierno, dos presidentes y tres comandantes, fueron eliminados o asesinados por EE.UU.: Esteban Huertas, jefe del primer y único ejército nacional; Arnulfo Arias, presidente, por defender la neutralidad y rechazar cientos de sitios de defensa; presidente José Antonio Remón Cantera, por exigir justicia y no limosnas; Omar Torrijos, comandante de la Guardia Nacional y Jefe de Gobierno, por lograr la primera etapa de nuestra liberación nacional y Manuel A. Noriega, comandante de las Fuerzas de Defensa y Jefe de Gobierno, por defender nuestra independencia ante Washington.
Sin embargo, la primera y principal violación de la neutralidad fue el apoyo norteamericano a nuestra separación de Colombia, que, según el Tratado Mallarino Bidlack, obligaba a EE.UU. a mantener la neutralidad pero también a respetar los derechos de propiedad y soberanía de Colombia en Panamá. Esta obligación era más importante que cualquier otra, lo cual quiere decir que nuestra independencia nació de una violación salvaje de un tratado y de la neutralidad.
Cómo la invasión impactó los tratados
Si 1903 fue la primera y principal violación de la neutralidad, la segunda más importante fue la invasión de 1989, que torció nuestra historia y nos robó y secuestró la independencia, en violación del Tratado del Canal como el de Neutralidad.
La invasión fue fruto de la desestabilización ordenada por el Consejo de Seguridad Nacional para eliminar a un Noriega desobediente que optó por mantener los tratados y la independencia y rechazó la sumisión.
La principal consecuencia fue la destrucción de la soberanía nacional y la ocupación militar, suspensión parcial de los Tratados y eliminación de algunos de sus logros. EE.UU. desmanteló las Fuerzas de Defensa y destruyó la Junta Combinada de Defensa, uno de los más importantes frutos del Tratado del Canal, con representantes militares de ambas partes de igual rango, cuyo fin era coordinar toda actividad militar entre ambos países.
EE.UU. no podía hacer nada sin la aprobación de Panamá. La Junta Combinada obedecía al principio de que el Tratado debía contemplar una participación creciente de panameños en la protección y defensa del Canal y una participación decreciente de EE.UU.
Este principio se desprendía de la Declaración Conjunta Tack-Kissinger de 1974, la cual redacté por solicitud del canciller y jefe de las negociaciones, Juan Antonio Tack, quien me pidió ajustarla a los mejores intereses nacionales, ya que el proyecto que propuso Kissinger solamente contemplaba los intereses de Washington.
Al eliminar la Junta Combinada de Defensa, Panamá quedó sin el aparato militar necesario para ejecutar el Tratado de Neutralidad, y EE.UU. quedó sin la contraparte, con lo cual EE.UU. hegemonizó todas las potestades militares en territorio nacional durante la vigencia del Tratado del Canal desde 1989 hasta el 31 de diciembre de 1999. EE.UU. estuvo solo en la cancha durante 10 años (1989-1999).
Al vencer el Tratado del Canal el 31 de diciembre de 1999, EE.UU. desparecería total y efectivamente del escenario nacional. ¿Por qué no se fueron?
¿Cómo se originó el Tratado de Neutralidad de 1977?
Entre 1966 y 1968, rechacé los proyectos Robles-Johnson porque no tenían fecha de terminación ni para la Zona ni para la presencia militar de EE.UU.; consagraban un falso y peligroso concepto de neutralidad y le permitían a EE.UU. construir un Canal a Nivel en Darién, incluso con explosiones nucleares, mediante el Canje de Notas Eleta-Adair que jamás llegó a la Asamblea.
Por lo tanto, en 1972, cuando ingresé como consejero personal del canciller, Juan Antonio Tack, ya tenía la autoridad suficiente para explicarles lo que a continuación sigue.
El canciller rechazó ante Naciones Unidas los proyectos Robles-Johnson, señalando que ni siquiera servían como base de negociaciones.
Sostuve una polémica con el Dr. Ricardo J. Alfaro, que defendía que dicho Canje de Notas no debía ir a la Asamblea, y yo que sí, pero, al cabo de varias semanas, el Dr. Alfaro, entonces vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia, me llamó y me dijo: “Julito, te felicito y sigue así . Tienes toda la razón, pero comprenderás que yo, como asesor del canciller Fernando Eleta, no puedo apartarme de la línea del gobierno.”
En marzo de 1973, durante el Consejo de Seguridad, hubo una agria disputa entre miembros de la Comisión Asesora. Yo propuse la resolución que había redactado en La Haya para eliminar la Zona, conquistar el Canal, desmantelar las bases militares y fijar una sola fecha de terminación del tratado. En pocas palabras, para que EEUU saliera definitivamente de nuestro territorio. Me viaje fue autorizado por el canciller y el general Torrijos.
Los contrarios proponían neutralizar los canales internacionales – cosa irrelevante y peligrosa -- pero, afortunadamente, Omar Torrijos se inclinó a mi favor y apoyó nuestra resolución en Isla Contadora el sábado 16 de marzo, la cual no mencionaba la neutralidad y que EE.UU. vetó.
Torrijos se guió por un informe de 13 páginas largas que le dirigí en Isla Contadora a petición de Tack para entregárselo a Omar esa misma noche. El presidente Mao envió un telegrama que respondía a una solicitud nuestra en el que Beijing favorecía el desmantelamiento inmediato de las bases militares de EE.UU. si Panamá lo pedía, convalidando así uno de los principios inherentes de la neutralidad.
La posterior Declaración Tack-Kissinger de 7 de febrero de 1974 proponía un solo tratado, y en la misma no aparece la palabra neutralidad, que fue siempre una engañifa que enmascaraba el intervencionismo de EE.UU.
El canciller Tack, como principal responsable de las negociaciones, rechazó fuertes presiones del Pentágono, que exigía “derechos residuales de defensa” o sea, derechos de intervención después del 31 de diciembre de 1999.
A solicitud del canciller Tack, en 1975, redacté un memorándum de siete páginas para el general Torrijos que, en forma resumida, explicaba qué era la neutralidad en general y de canales internacionales en particular, cuál su significado real para Panamá y por qué debíamos impedirla.
En septiembre de 1975, el Secretario de Estado, Henry Kissinger, y Sol Linowitz por el Pentágono, declararon que Panamá jamás tendría independencia en el Canal; que los panameños no debíamos hacernos ilusiones al respecto; que Panamá no sería verdadera dueña de la vía acuática, ya que EE.UU. retendría su control “mucho más allá del 2000” (de hecho, a perpetuidad). Fue esta concepción la que destruyó las negociaciones de Torrijos y Noriega con Japón entre 1977 y 1989.
Las declaraciones de Kissinger y Linowitz revelaban la ninguna intención de Washington de respetar la Declaración Conjunta de 1974, por lo que el canciller y el general Torrijos me pidieron que las refutara desde México, donde tendría mayor resonancia, en conferencia de prensa sobre las negociaciones para evitar así una ruptura de las mismas. Desde ese momento, arreciaron las presiones contra el canciller Tack, quien las rechazó contundentemente y, desde entonces, empezaron las conspiraciones para eliminarlo, primero como ministro de Relaciones Exteriores (1975) y después, como principal responsable de las negociaciones (1976).
Como me lo manifestó Tack (8 febrero 2009) en el 35º Aniversario de la Declaración Conjunta:
“Estimado Julio:
Muchas gracias por ser —como todo parece indicar— tú y yo los dos únicos panameños que recordamos el Anuncio Conjunto. Cuando uno ve la retrospectiva, y revisamos las ‘hazañas' de Kissinger a nivel mundial y latinoamericano, especialmente en el asesinato de Salvador Allende, podemos ser más conscientes sobre CON QUÉ CLASE DE INDIVIDUO NOS ATREVIMOS A METERNOS.
Hasta que las negociaciones fueron de verdad orientadas dentro de esos Ocho Puntos, SIEMPRE SE PENSÓ EN UN UN SOLO TRATADO DEL CANAL DE PANAMÁ, con fecha muy fija de terminación, y dentro del cual, EN UN ÚNICO ARTÍCULO, la República de Panamá, como soberana de su territorio y de su Canal, declaraba la real NEUTRALIDAD PERMANENTE DEL CANAL.
Firmado: TONY (mayúsculas de Tack) (http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/juan-antonio-tack-gran-ausente/24026806” (Julio Yao: “Juan Antonio Tack, el gran ausente”, La Estrella de Panamá, 9 octubre 2017).
Por no permitir intervenciones perpetuas y una falsa neutralidad, Tack fue eliminado con intrigas abanicadas desde Washington.
Sobre los ‘cínicos', Tack escribió a Fernando Manfredo, Julio Manduley y Julio Yao (28-9-09) lo siguiente:
“En solo cinco cortos párrafos (refiriéndose a Manfredo) resumes de manera perfectamente clara y precisa lo que los CÍNICOS que estuvieron merodeando alrededor de las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter —y que, intrigando, lograron entrar— han hecho PARA TOMARSE ELLOS LA HISTORIA DE ESAS NEGOCIACIONES” (MAYÚSCULAS DE TACK).
Tack nunca negoció nada sobre “derechos residuales de defensa” o la neutralidad, y así lo dejó consignado en diversos documentos, de los que acabo de citar correos privados.
El Tratado de Neutralidad fue responsabilidad del nuevo equipo negociador: Rómulo Escobar Bethancourt y Aristides Royo, principal negociador.
Después de Tack (marzo 1976), se designó canciller en abril de 1976, al embajador en Naciones Unidas y excanciller, Aquilino Boyd, quien también fue víctima de la conspiración y por dignidad renunció públicamente por televisión. Boyd fue reemplazado por Nicolás González Revilla. A mí me apartaron y nunca se me consultó.
El 3 de agosto de 1977, los negociadores explicaron superficialmente los tratados ante un Consejo General de Estado Ampliado e hice algunas observaciones a manera de consejo al gobierno, pero al día siguiente fui atacado en la prensa oficial y decidí renunciar. Torrijos no aceptó mi renuncia y envió emisarios para disuadirme, pero yo estaba decidido.
El 20 de agosto de 1977, Aristides Royo intentó convencerme en nombre del general Torrijos. Para no renunciar, le puse como condición darme a leer los proyectos de tratados. Me los negó porque, según él, ni el presidente Lakas ni el vicepresidente González los habían visto.
Le respondí que yo no era ni Lakas ni Gerardo y que venía de mucho antes del 11 de octubre, incluso antes del 9 de enero de 1964. A regañadientes, Royo me dio los proyectos y me dijo que me llamaría el lunes siguiente desde Washington para conocer mi respuesta. Los estudié un fin de semana. El lunes llamé a la secretaria de Royo y le dije que no estaba interesado. El proyecto de Tratado de Neutralidad era incompleto, ambiguo e intragable. Luego me hablaron altísimos funcionarios allegados a Torrijos pero me mantuve en mis trece.
Poco antes el canciller González-Revilla se había quejado ante el exministro Tack que Aristides Royo, desde Washington, le anunció que ya había firmado el Tratado de Neutralidad pero que “no se lo podía enseñar.” González Revilla estaba nervioso y escandalizado, según Tack, quien me llamó enseguida. Se preguntaba el canciller González Revilla, ¿cómo es posible que al ministro de Relaciones Exteriores no se le pueda mostrar el proyecto de tratado?
Poco después, en entrevista con el exnegociador, Diógenes de la Rosa, en su residencia, le espeté esta pregunta: “Diógenes, ¿cómo fue eso del tratado de neutralidad? Respondió: “Mira, Julio, lo que ocurrió fue que Carlos López Guevara y yo habíamos sido citados por Arístides Royo en el Pentágono, para ver el proyecto pero, al arribar, nos encontramos con Arístides que ya venía de regreso y nos dijo que nos regresáramos porque ya había firmado el Tratado de Neutralidad y que no se le podía cambiar ni una coma”.
Mi reacción fue inmediata: “Diógenes, ¿tú te das cuenta de lo que me estás diciendo? Que ocurrió lo mismo que el 18 de noviembre de 1903 cuando Bunau Varilla les dijo a Amador Guerrero y a los otros miembros de la comisión negociadora que llegaron tarde, que ya había firmado el tratado y que la República de Panamá se encontraba bajo las alas protectoras del águila norteña?” Diógenes de la Rosa guardó silencio. No esperé su respuesta y me retiré.
Para los traidores, ambiciosos y envidiosos era sencillamente insoportable que Juan Antonio Tack, el asesor de Torrijos, el instrumento de la soberanía y la figura más prestigiosa en lo nacional e internacional, continuara en el cargo como el más ilustre de los funcionarios del gobierno.
Torrijos le ofreció a Tack la presidencia y ese mismo día me dijo que la había rechazado, lo que no me sorprendió porque sabía que para Tack era más importante el futuro de Panamá que las mieles del poder. Por eso renunció primero al ministerio y, finalmente, a las negociaciones.
Para los conspiradores, el patriotismo, la honradez intelectual y la modestia, son debilidades y no valores a exaltar ante el altar de la Patria. Pensar que el general Torrijos había dicho: “Cualquier tratado que firme Tack, sé que se lo podré vender a mi pueblo”.
La estrategia de EE.UU y los Acuerdos Posinvasión
El senado de EE.UU. aprobó ambos tratados con enmiendas. El Tratado de Neutralidad fue modificado por la Condición DeConcini y la Condición Nunn. La primera dispone que EE.UU. podrá tomar medidas militares unilateralmente para enfrentar amenazas o ataques al Canal. La segunda establece que los dos países podrán negociar la presencia militar de EE.UU. para “mantener el régimen neutral”. La primera es nula ante el derecho internacional porque EE.UU. no puede hacer nada sin el consentimiento del soberano. La segunda es un contrasentido y un imposible porque todo régimen neutral prohíbe fuerzas extranjeras.
Las enmiendas en tratados bilaterales obligan a una renegociación, como ocurrió con el primer Tratado Hay-Pauncefote que Inglaterra rechazó.
El Tratado de Neutralidad sólo tiene ocho artículos, es a perpetuidad y tiene vacíos, ambigüedades y contradicciones. Hagamos preguntas pertinentes.
¿Cómo mantendrán EE.UU. y Panamá el régimen neutral si está prohibido que haya fuerzas militares extranjeras y Panamá tampoco las tiene por mandato constitucional? ¿Con qué fuerzas que no sean policivas mantendrá Panamá la neutralidad?
¿Quién, cómo, con qué, por qué y hasta cuándo defenderá el Canal? ¿Quién y cómo se determina qué constituye una amenaza o ataque al Canal? ¿Cómo podrá Panamá defender el Canal después del 2000 si EE.UU. eliminó la Junta Combinada de Defensa a raíz de la invasión y la misma no ha sido recreada y no podrá serlo con EE.UU.?
Siempre sostuve que Panamá tenía el derecho prioritario de enfrentar cualquier amenaza al Canal, pero no fue eso lo que se aprobó sino que EE.UU. tendría defensa primaria hasta el fin del Tratado del Canal. Como Coordinador del tema de Protección y Defensa, manifesté desde 1975 que EE.UU. no tendría derechos de ninguna clase después del 2000. Veamos qué ocurrió antes y después de la invasión.
El presidente Endara le declaró ilegalmente la guerra a Irak en 1991 aunque la Constitución solamente lo facultaba para declarar la paz. La guerra era decisión de la Asamblea, que no la tomó. La actual canciller de Panamá, Isabel de Saint Malo, también le declaró la guerra al ISIS aunque tampoco estaba facultada.
La obra de Omar Jaén Suárez sobre las negociaciones consta de 912 páginas y dedica sólo una al Tratado de Neutralidad sin ofrecer pistas sobre ninguna de estas interrogantes.
Las preguntas que anteceden están sin respuestas. Para contestarlas, EE.UU. pareciera haber concebido la siguiente estrategia:
(1) Con miras a obstruir el Tratado del Canal, la Cámara de Representantes aprobó la Ley Murphy, o Ley 96-70, que adaptó el Tratado del Canal a las leyes de EE.UU. y violaba en múltiples aspectos el Tratado del Canal. A raíz de esta Ley, el periodista Luis Restrepo Rosas escribió “50 violaciones al Tratado del Canal”.
(2) La invasión impidió que el representante panameño (Tomás Gabriel Altamirano Duque) en la administración del Canal tomase posesión el 1 de enero de 1990, dejándole esa opción al gobierno de Endara, que designó a Gilberto Vallarino.
(3) La invasión de 1989 (desde las sanciones de 1988), instaló al régimen oligárquico de Endara, eliminó la Junta Combinada de Defensa primero, que regulaba toda actividad militar de las fuerzas armadas de EE.UU. y, después, desmanteló las Fuerzas de Defensa, cuya tarea era proteger y defender el Canal como representante del soberano.
(4) En vista de que el Tratado de Neutralidad no contemplaba la presencia o la introducción de sus fuerzas militares, EE.UU. concibió la idea de acuerdos posteriores a la invasión que la autorizara, sin estar física y permanentemente en Panamá sino cuando fuese necesario.
(5) Los Acuerdos Posinvasión completaron y orientaron el Tratado de Neutralidad y se reducen al derecho de defender el Canal o el país de supuestas amenazas, sin requerir el consentimiento de Panamá. Dichos Acuerdos son la antípoda de la neutralidad y representan múltiples formas de intervención.
(6) Los Acuerdos Posinvasión autorizan el empleo de fuerzas militares de EE.UU., de Latinoamérica y el Caribe, y de la OTAN, para “defender” el Canal, como las Maniobras PANAMAX, en la cual Panamá, siendo el único soberano, participa como convidado de piedra al carecer de fuerzas armadas.
(7) Los Acuerdos Posinvasión fueron suscritos en canjes de notas que no fueron enviados a la Asamblea Nacional conforme a la Constitución Nacional y el Derecho Internacional, suscritos todos bajo el gobierno Panameñista: uno bajo Endara, y cinco bajo Mireya Moscoso.
Hagamos una recapitulación:
(1) El Tratado de Neutralidad dispone que habrá un tránsito seguro y abierto en tiempos de paz como de guerra (Artículo 2) pero, como llevamos dicho, jamás el Canal ha sido neutral. Nunca han transitado barcos de guerra de Rusia (el único que lo hizo fue obstaculizado), de la URSS, China, Corea del Norte, Japón, Irán, Alemania o Italia. La Autoridad del Canal jamás dio conocer cómo sería la navegación en tiempos de guerra.
(2) El Tratado de Neutralidad (Artículo 4) dispone que Panamá y EE.UU. “mantendrán el régimen de neutralidad a efectos de que el Canal permanezca permanentemente neutral”, redacción cantinflesca e imposible de cumplir porque el Artículo 5 prohíbe la presencia de fuerzas militares extranjeras en tanto que los Acuerdos Posinvasión la permiten.
(3) EE.UU. planificó ejercer el monopolio de la defensa del Canal y excluyó de toda participación Panamá como soberano. De haber querido lo contrario, hubiera restaurado a la Junta Combinada de Defensa. EE.UU. estaba consciente de que el Tratado de Neutralidad era inoperante si Panamá no contaba con la Fuerzas de Defensa, pero lo impuso así con el fin de acordar posteriormente los derechos derechos residuales de intervención que Kissinger y el Pentágono exigieron desde 1975 y que el canciller Tack rechazó.
Veamos ahora cuáles son los Acuerdos Posinvasión.
El 18 de marzo de 1991, EE.UU. hizo que Panamá firmara el acuerdo s Arias Calderón-Hinton, que le permite a la potencia patrullar nuestros mares conjuntamente con Panamá, que resultó en patrullaje exclusivamente de EE.UU. en vista de que nuestro país no contaba con Guardacostas.
El gobierno de Pérez Balladares ofreció bases militares a EE.UU. que no cuajaron porque este país las quería gratis. El mismo gobierno negoció un Centro Multilateral Antidrogas (CMA, 1998) que era un disfraz de las bases de EE.UU. y que también abortó. El negociador por Panamá fue Jorge Eduardo Ritter.
El gobierno de Mireya Moscoso (2000-2005) aceptó una Estrategia Nacional de Seguridad y los Fundamentos para una Política de Seguridad de Panamá (FPPS) que permiten la instalación de bases norteamericanas para combatir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), bajo los cuales se suscribieron los siguientes acuerdos, que están basados en el Acuerdo Arias Calderón-Hinton de 1991.
(1) Acuerdo Alemán Healy-Becker (19/26 diciembre 2001), que autoriza la libre entrada y salida de representantes de 16 agencias federales de EE.UU., incluido el Pentágono y los Guardacostas. Nulo por violar la soberanía.
(2) Acuerdo Salas-Becker (5 febrero 2002), Complementario del Arias Calderón-Hinton. El Salas-Becker amplía los derechos de EE.UU. a mar, tierra y aire. Nulo porque depende de un acuerdo bajo ocupación militar.
(3) Acuerdo Alemán Zubieta-Becker (1 abril 2002), Complementario del Alemán Healy-Becker. Este acuerdo fue firmado íntegramente en inglés por Alberto Alemán Zubieta, Administrador del Canal, sin estar facultado por la Constitución y estarle prohibido hacerlo exclusivamente e inglés, que no es el idioma oficial de Panamá. Permite maniobras militares de otros países. Doblemente inconstitucional y nulo ante el Derecho Internacional.
(4) Tratado Arias-Watt (2003) según el cual Panamá renuncia al derecho de llevar ante sus tribunales o a la Corte Penal Internacional a ciudadanos de EE.UU. por crímenes de guerra o genocidio, acuerdo obtenido bajo ultimátum (el ultimátum era el 30 marzo 2003) y, por ello, nulo. EE.UU. desconoce hoy el Tribunal Penal Internacional, lo que extingue el Tratado.
(5) Acuerdo Escalona-Bolton (2004), suscrito por Arnulfo Escalona y John Bolton, es una Enmienda al Acuerdo Salas-Becker), que permite el abordaje en aguas internacionales o nacionales de Panamá, de su flota mercante (la mayor del mundo), en violación del Convenio del Mar. Nulo porque depende del Acuerdo Salas-Becker y el Acuerdo Arias-Hinton, ambos nulos.
En conjunto, los Acuerdos Posinvasión autorizan a EE.UU. para surcar libremente los espacios marítimo, continental, fluvial y aéreo de Panamá a fin de eliminar la contaminación en el Canal, combatir el terrorismo, el narcotráfico, el crimen organizado, el tráfico de armas, incluso nucleares y otras; gozar de privilegios e inmunidades diplomáticas excesivas; importar bienes sin restricción y libres de impuestos; detener naves sospechosas, encarcelar y trasladar a sus tripulaciones a EE.UU. sin pasar por la jurisdicción nacional; incautar y apropiarse de su cargamento; destruir naves y aeronaves sospechosas; ser inmunes ante la leyes panameñas; no ser objeto de reclamos judiciales; realizar maniobras militares con sus fuerzas armadas y las de otros países. En pocas palabras, los Acuerdos Posinvasión le permite a EE.UU. hacer lo que le plazca.
Las Maniobras PANAMAX y la defensa del Canal
EE.UU. y Chile firmaron un acuerdo en 2003 para defender el Canal. La Armada chilena, la única de la región que participa en operaciones navales conjuntamente EE.UU. a nivel mundial, se ofreció para defender el Canal en vista que Chile es el cuarto usuario de la vía interoceánica.
¿Consultaron EE.UU. y Chile a Panamá sobre estas maniobras? ¿Quién lo decidió por Panamá? ¿El Servicio Marítimo Nacional?
En 2005, le hicimos nueve preguntas al gobierno nacional, que resumimos a continuación por su relevancia (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17296) (Rebelión, 3 julio 2005): “De Panamax2004 a Panamax2005”).
¿Quién autorizó y en cuál instrumento los ejercicios ‘Panamax 2004’? ¿Quién tiene la facultad de autorizar la presencia de fuerzas militares extranjeras en territorio panameño? ¿Fue enviado dicho instrumento (acuerdo) a la Asamblea Legislativa en cumplimiento del numeral 9 del Artículo 179 de la Constitución Política?
¿Cuáles son las implicaciones jurídicas de ‘Panamax 2004’ conforme al Artículo 305 de nuestra Constitución Política (prohibición de ejército y defensa nacional por panameños). ¿Constituye o no un conflicto con nuestra territorialidad el hecho de que nuestro país (sin ejército) sea defendido por fuerzas militares de ocho países?
¿Cómo se compaginan los ejercicios ‘Panamax 2004’ con el Artículo V del Tratado de Neutralidad: “Después de la terminación del Tratado del Canal, sólo la República de Panamá manejará el Canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional’?
¿Constituye o no “Panamax 2004” una violación al Protocolo al Tratado de Neutralidad, suscrito por los mismos países que actualmente participan en dichos ejercicios? ¿Qué relación guarda ‘Panamax 2004’ con el Artículo 4 de la Constitución Política que dispone: ‘La República de Panamá acata las normas del Derecho Internacional’?
¿Quién decide cómo debe ser la defensa del Canal? ¿Pidieron Panamá y EE.UU. opinión a los signatarios del Protocolo de Adhesión al Tratado de Neutralidad?
Fue el vicealmirante Vincent Smith, jefe del Comando Sur, quien dijo en 2004 que el Canal era un punto estratégico vulnerable que ‘requería ser defendido por una fuerza multinacional.’ El director del Servicio Marítimo Nacional, José Isaza, opinó igual.
Posteriormente el vicealmirante Smith dijo que “todos estuvimos de acuerdo” en que el Canal era la estructura más importante que debía ser defendido y custodiado. “Todos” se refiere a los países tributarios o vasallos de EE.UU.
Seis países suscribieron la declaración de EE.UU. y desde entonces se han sumado otros países y miembros de la OTAN, que han asumido nuestra defensa del Canal y del país, sin que el gobierno panameño haya contestado ninguna pregunta.
Razón tuvimos siempre el canciller Tack y este servidor al rechazar toda mención al Tratado de Neutralidad, a “derechos residuales de defensa” y a toda forma de intervención. Reitero lo que me confesó Tack el 8 de febrero de 2009, cuando expresó:
“Hasta que las negociaciones fueron de verdad orientadas dentro de esos Ocho Puntos, SIEMPRE SE PENSÓ EN UN SOLO TRATADO DEL CANAL DE PANAMÁ, con fecha muy fija de terminación, y dentro del cual, EN UN ÚNICO ARTÍCULO, la República de Panamá, como soberana de su territorio y de su Canal, declaraba la real NEUTRALIDAD PERMANENTE DEL CANAL.“
Los criterios de Tack no prevalecieron: en lugar de un solo artículo en el Tratado del Canal, EE.UU. impuso el Tratado de Neutralidad, en el cual se coló junto a Panamá como supuestos garantes. La autodesignación como “garante” (esta palabra no se menciona) le permite a EE.UU. decidir los Acuerdos Posinvasión.
Si EE.UU. es garante de su intervención en Panamá, ello significa que Washington es quien manda en Panamá y que nuestro país puede ser objeto de ocupación.
En los ejercicios PANAMAX2018, un almirante de Brasil está a cargo de las operaciones marítimas, en tanto que un general de Colombia es responsable de las operaciones terrestres. ¿Será casualidad que sean Chile, Brasil y Colombia los países más borregos de EE.UU.?
La situación de Panamá como país bajo amenaza de ocupación es igual que a la de Haití, ocupado también desde 2003, cuando EE.UU. desembarcó sus tropas y obligó a su presidente a abandonar el país y refugiarse en Sudáfrica.
¿Qué significa la responsabilidad conjunta de mantener un régimen neutral, sino que ambos países acuerdan mantener la hegemonía de EE.UU.?
¿Por qué ponemos en peligro a nuestro pueblo al dejar el Canal en manos de EE.UU., siendo que la superpotencia amenaza a muchos países, especialmente a Venezuela, Cuba y Nicaragua? ¿Por qué los “garantes” del Canal son los primeros en violar el Artículo 2 del Tratado de Neutralidad que los obliga a no poner en peligro ni el Canal ni a Panamá?
¿Por qué la ACP no ha dado a conocer las reglas de navegación en tiempos de guerra? ¿Por qué es neutral sólo el Canal y no así la república de Panamá?
Estas preguntas sí las contestamos nosotros: no hay reglas de navegación en tiempos de guerra porque la política de EE.UU., declarada por los almirantes de EE.UU. durante la ratificación del Tratado de Neutralidad, consiste en impedir que barcos de guerra enemigos siquiera se acerquen al Canal porque serán destruidos, en negación absoluta de la neutralidad.
Para tener a Panamá como aliada en las guerras de EE.UU., nuestro país no podría jamás ser neutral y, por ese motivo, el Tratado de Neutralidad sólo considera al Canal como neutral, como si se tratase de un accidente geográfico que no perteneciera a Panamá.
Panamá, como soberano territorial, debe declarar la neutralidad del Canal sin compartir ese derecho soberano con EE.UU. y lograr la adhesión de todos los países del mundo a ese ideal que soñó el Libertador Simón Bolívar cuando dijo que Panamá sería algún día la capital del mundo.
El dilema que hoy enfrentamos los panameños – o James Monroe o Simón Bolívar – exigirá la cancelación de tratados que ni pedimos ni aprobamos, y dará vigencia a nuestro grito de guerra: “O Panamá panameñiza el Canal, o el Canal canaliza a Panamá”.
Si Panamá debe declararse neutral eventualmente será analizado dentro de la tercera fase de la liberación.
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