La “Era del Vacío” en la obra de Lipovetsky

29/08/2018
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Gilles Lipovetsky
Foto: snipview.com
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Posteriormente a los movimientos sociales de las décadas de los años 70, 80 y en especial los 90 el mundo vivió transformaciones a un ritmo vertiginosamente acelerado, dando con ello a que muchas de las expresiones sociales, culturales, políticas y económicas aún no terminen por concretarse, acontecimientos que no terminan de morir y otros que no acaban por nacer se manifiestan en ese claroscuro, que crean dilataciones y postergaciones.

 

En la obra del sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovetsky encontramos una crítica interesante a la modernidad, a lo fatalista, a lo caótico y casi distópico de la sociedad actual, siguiendo el ejemplo de esas transiciones globales, hace casi 30 años el politólogo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama declaraba el fin de la historia, sin embargo, a diferencia de lo que decía F.F. la historia no terminó, sino que constantemente se está reciclando, y se vuelve cíclica. Lipovetsky en su obra: el individualismo contemporáneo y la era del vacío, editorial Gallimard, nos remonta a una crítica en el constructo del hombre moderno, ese hombre occidentalista, hegemónico y narcisista, en donde la individualidad y la búsqueda de la libertad, y porque no, la felicidad es por lejos efímera, momentánea y superficial.

 

La modernidad arrasó con muchas de las ideas y la cosmovisión que se tenía sobre el proceso evolutivo del sujeto en comunidad, construyó necesidades paralelas a las necesidades que de por si eran generadas materialmente, la satisfacción, el placer como objetivo último, la hiperexcitabilidad y la búsqueda de un bienestar material forman parte de esta galería de opciones que trajo consigo de una forma reciclada la modernidad. Hay que mencionar que la perspectiva del autor, que, aunque un tanto eurocentrista tiene una problemática que desarrolla y la podemos encontrar en el sujeto narcisico y posmaterialista de todas las sociedades intervenidas social, cultural, política y económicamente por el orden hegemónico del norte global.

 

La seducción “non stop”, como parte de esta modernidad el paso de las sociedades de consumo, el esplendor de sus productos y el brillo enceguecedor de sus vitrinas sin dejar de mencionar el hedonismo que encierra detrás de cada adquisición, que hacen de la construcción de la personalización un elemento de búsqueda constante, elementos como la indiferencia, la sutileza de las relaciones sociales en cuanto a las que se desarrollan en las redes sociales, la banalidad de la organización social sin dejar de mencionar el “show” en el que ya de por si se ha convertido la política, crean o mejor dicho reciclan ese ejemplar del cual el autor hace hincapié, el arquetipo del hombre narcisista que en sus derroteros lo único que busca es su satisfacción personal, su reconocimiento como entidad social productiva en la posmodernidad fluctuante, quizás la inmortalidad.

 

De la indiferencia pura, propiamente parte de esta era del vacío, llegamos a los límites en donde la indiferencia por el dolor ajeno se ha vuelto parte de la última noticia que circula en las redes, la indiferencia por lo que acontece en decenas de kilómetros versus lo que acontece a miles de kilómetros, prima siempre en el colectivo social el instructivo dominante, se repasa el manual del dominado. Lipovetsky nos recuerda que una vez dejada la modernidad la humanidad entra en nuevos estadios de dominación, convirtiéndose la posmodernidad, en uno de ellos, hoy día todo lo que no lleve el prefijo -después de- poshumano, poscolonial, posverdad, comete el delito de estar desactualizado.

 

De esta indiferencia social por el semejante, radica más en la búsqueda narcisica de satisfacción constante, puesto que se tiene más empatía con un gato o un perro que con una persona moribunda, reflejando esto, que la empatía se ha convertido en un bien transable. Esta indiferencia dice el autor no es en tanto por defecto, sino por exceso, por sobreinformación, y no por privación de información. Estamos sobresaturados y accedemos a todo como objeto de consumo, la información se encuentra sobrevalorada, hoy día se puede ser; ecologistas, budistas, vegetarianos, feministas, socialistas, consumistas y demás -istas- sin ser ninguno en la práctica, a la larga esta indiferencia no se identifica con la ausencia de motivación se identifica con la poca motivación o anemia emocional, en la estera de las fluctuaciones de la opinión pública, muchas veces con la búsqueda de un reconocimiento en la personalización del hombre narcisico que se desarrolla en la posmodernidad, relajando los discursos políticos, satirizando las problemáticas y sus actores, flexibilizando lo que podría desencadenar acciones colectivas en acciones pululantes mediáticamente, sin el claro mensaje de (in)visibilidad de actores y el rol que verdaderamente desempeñan socialmente.

 

Carlos Escudero Núñez

Maestría en Sociología en el ISCSP, Lisboa, Portugal.

 

 

 

https://www.alainet.org/de/node/195025?language=en
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