Próxima parada ¿la selficracia?
- Opinión
Yo no sé cómo es la relación de los escritores de verdad, esos que tienen hermosos libros publicados con sus mejores obras. Quizás me imagino un Cortázar años después volviendo a llenarse de las frases de La Rayuela o a un Gabo deslizando su dedo por una copia de El amor en tiempos de Cólera. Si no lo sé es porque suelo olvidar muy rápidamente lo que escribo y no estoy en su nivel. Sólo creo que tengo una excepción a esa regla y es un número de “A Desalambrar” destinado a jugar con conceptos para hablar de “La Fotocracia.”
La Fotocracia como artículo nació un viernes en la noche de un ataque de indignación. Formal como soy me resultaba terriblemente incómodo encontrarme con escenas íntimas de personajes políticos que además partían de la premisa que alguien tenía interés en ver que trabajaban. Sentía que esa no podía ser la respuesta porque no era la pregunta. El asunto venía de que la gente quería soluciones y no reuniones. Me invitaron a escribirlo tras ponerlo en algún twit y así fue, nació para mí una categoría para quejarme de una forma de democracia de las apariencias que me resulta aristocrática.
Aquella explicación terminaba en algunas interrogantes que no consigo contestar al día de hoy ni que nadie me dé luces que nos acercamos a superar el problema. Así, esas preguntas que vuelven y vuelven, fueron: “¿Creemos nosotros en la militancia política de las personas por las fotos que publican? ¿Creemos que las imágenes de grandes operativos cambian el sentir de quienes siguen presos en el mismo laberinto? ¿Creemos que es la intimidad del auto video lo que aspira una población agobiada de conflictos? La fotocracia es entonces una tendencia peligrosa que tiene tan poco de simpática como mucho tiene de peligrosa al alejarse de las bases de la democracia y tener rasgos aristocráticos de privilegio y autopromoción”.
Eso fue en el 2016 y ya había sido entendido el Ministerio de la Comunicación como una oficina donde se escriben etiquetas para el Twitter. Ahora, el asunto tiene muchas más herramientas. En especial, el instagram con su vocación de ventana donde todos queremos exhibir la parte más nice de nuestra vida.
Sin duda, este catálogo de opciones, estas tablas para exhibirnos han cambiado la política y todas las formas de interactuar en ellas pero ¿han cambiado la democracia? ¿no nos engañan? Parece que hablamos más y nos hacemos más sordos. Creemos que la comunicación política es el arte de decir lo que hacemos o queremos y no de leer lo que nos dicen.
¿Tiene sentido? ¿Es peligroso? No lo sé. En la experiencia de ciudadana a veces parece desalentador, en especial cuando sufrimos una interrupción o alteración en la prestación de un servicio público y los responsables están twiteando de cosas radicalmente diferentes. Se ven indiferentes o atontados, quizás las dos cosas.
Este es un gran tema en el 2018 porque el imperialismo se ha transformado también en un sistema político de gobierno desde el Twitter porque no tan sólo a Trump le encanta escribir mensajes sino que el Poder Judicial le impuso la prohibición de bloquear usuarios porque estima que este es un medio de interacción e información trascendental en el momento actual de la política estadounidense.
Yo admito que le sigo teniendo miedo a la fotocracia porque yo vengo de la política que se vive en la comunidad donde la gente se abraza, también porque creo que ha desfigurado la obligación de informar y la utilidad de estar informado y veo una evolución nefasta hacia una “selficracia”.
Para seguir jugando con palabras, creo que pocas me gustan más que República y su etimología latina de cosa de todos; a ella se deben nuestros esfuerzos políticos y vivimos en un esquema de interrelaciones ancladas en el yo. Solo existe el yo para quien gobierna, para quien comunica y para quien recibe como ciudadano una información y esto desborona las dimensiones colectivas.
Mientras los problemas siguen allí, mientras el escenario internacional empeora, la vida política parece un rompecabezas donde las piezas no se encuentran…
Quizás me acueste hoy como acariciando mi viejo artículo y con la necesidad de decir que a nuestra política le está faltando realizar las acciones mas sencillas como mirar, escuchar, pensar, sentir y unir, al tiempo que nos obsesionamos en mostrar. En mostrar-nos.
Hay una canción uruguaya, Santamarta de Labarnois y Carrero cuya última estrofa se me hace necesaria: “Y aunque es malo mantenerse aislado cuando todo el mundo está tan conectado si el diablo gobierna hay que tener cuidado la cultura nunca puede estar de lado no todo está en venta, no todo es mercado árbol sin raíces no aguanta parado ningún temporal.”
...a ver si lo pensamos.
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