La impunidad se carga a la democracia
- Opinión
La incapacidad de PPK para gobernar ha recortado drásticamente su mandato democrático. El pacto de impunidad, contrariamente a sus cálculos, ha resultado en un grave aislamiento político que le quita el aire necesario para llegar al 2021. Curiosamente el “antifujimorismo social”, como ahora gusta llamarse al humor antiautoritario del electorado joven y movilizado, que le permitió ganar en segunda vuelta el 2016, ahora le grita que no a su acuerdo bajo la mesa. En estas condiciones solo le queda gobernar como rehén de Alberto Fujimori y ya conocemos los modales, no precisamente de etiqueta, que tiene este señor.
Lo curioso es que cada solución a esta “crisis en la alturas” la empeora más, precisamente porque en las alturas no tiene solución. El intento de vacancia trajo el pacto de impunidad y este el aislamiento político. El costo mayor de estos intentos fracasados ha sido la legitimidad. La gente ya no cree en los gobernantes, en ninguno de los grupos que hoy intentan repartirse el poder. Y no es poco de lo que estamos hablando: los últimos seis gobiernos neoliberales, de 1990 a la fecha, que a pesar de promesas y primeros intentos en contrario terminaron todos enfangados en la corrupción y finalmente en la impunidad.
Las revelaciones de las coimas que pagó la empresa Odebrecht nos hacen ver la dimensión de la podredumbre. Robar ha sido la forma de gobernar. Por ello, no tiene sentido darle crédito a los tecnócratas lobbystas de cuello y corbata que se enfrentan a la derecha lumpen o viceversa. Más ahora que parecen unirse. Pero esta falta de credibilidad termina también con el encanto del modelo. Ya no es posible creer que el bienestar que no ha llegado en estos veinticinco años va a llegar algún día. Más todavía cuando el mito del crecimiento ya no es tal y el capitalismo no se recupera de su crisis planetaria.
El término del encanto nos hace ver que el emperador está desnudo y revela su naturaleza. Se trata de un capitalismo de amigotes, en el que la ganancia depende de los amigos con poder y no de la eficiencia empresarial. Por ello, podemos decir que el modelo secreta corrupción e impunidad, para funcionar necesita de las coimas y los encubrimientos respectivos.
Hay que volver los ojos a la sociedad movilizada. La duda es ahora si la reacción democrática de la sociedad será extensiva y duradera. Si las protestas de hoy serán la representación política de mañana, y más todavía, si esta levantará una propuesta alternativa a lo que hemos tenido, porque de eso se trata y es lo más difícil de lograr. De ello depende para tener un Perú en el que podamos vivir y trabajar, para que sea nuestro y no de otros.
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