Abstención electoral: un fantasma que recorre la democracia chilena

01/11/2017
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Foto: CELAG
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El 2 de julio de este año se realizaron, por segunda vez en la historia de Chile, elecciones primarias abiertas para definir candidatos presidenciales. Convocaban a la elección la coalición de derecha Chile Vamos y la coalición independiente de izquierda Frente Amplio. El mismo día, la selección chilena de fútbol disputaba contra Alemania la final de la Copa Confederaciones. Ante la sombría amenaza que representaba esta coincidencia para los anhelos de participación electoral, el ex presidente Piñera declaraba estar “convencido de que los chilenos van a ser capaces de hacer las dos cosas, ver el triunfo de La Roja y participar en estas primarias”.

 

Las dos convicciones del ex presidente se vieron frustradas: de 13.552.823 electores1, asistieron a votar 1.811.411. El 13,2% del padrón electoral. En cuanto al fútbol, durante el primer tiempo del partido, Stindl realizó el gol que definiría la victoria de Alemania sobre la selección chilena. No sólo en estos resultados se ubica la errancia de las declaraciones de Piñera. La abstención en Chile es una tendencia histórica, independiente de eventos coyunturales. Los datos son irrefutables:

 

En las elecciones municipales 2016 - sin partido de por medio- 9 millones de chilenos y chilenas inscritas en el registro electoral no asistieron a votar. Esto representa un 65% de abstención, la cifra más alta desde el retorno a la democracia, superando el tope alcanzado en el 2012, durante las elecciones municipales, cuando se alcanzó un 56,8% de abstención. Aunque estos dos años representen el tope en cuanto a ausencia de electores, la abstención es una constante en la democracia chilena. Desde el plebiscito de 1988 (que alcanzó el 96,6% de participación), las cifras van en franco retroceso. Solemos hablar de porcentajes de abstención en relación a la participación de electores inscritos en el registro electoral, sin embargo, el porcentaje de ciudadanos con derecho al voto se compone por cualquier chileno o chilena mayor de 18 años, lo que hace pertinente considerar - en cada elección- los porcentajes de población que no participaron en el evento electoral, ni siquiera a nivel de registro. En el siguiente gráfico podemos apreciar el decaimiento de la participación en las seis elecciones presidenciales realizadas desde la victoria del No, que determinó el fin de la dictadura militar en Chile:

 

 

 

En cuanto a eventos electorales no presidenciales realizados desde el retorno a la democracia, el crecimiento del porcentaje de abstención es aún más intenso:

 

 

 

Aunque el decaimiento de la participación se ha dado de forma constante y progresiva, se observa un salto brusco en el 2012, año en el que entra en vigencia la Ley N° 20.568, que aprueba el voto voluntario y la inscripción automática en el servicio electoral. Esto implicó la incorporación de 4.500.000 nuevos electores al universo electoral, lo que no derivó –evidentemente- en un aumento de votos emitidos.

 

Esto ha generado una serie de debates mediáticos en cuanto a los “beneficios electorales” del voto obligatorio y el voto voluntario; en el que personajes como José Miguel Insulza2 y Alejandro Goic3 (Vicepresidente de la conferencia episcopal chilena) se han manifestado en contra del voto voluntario, argumentando que la población no se encontraría en condiciones [de madurez] para el ejercicio cívico, mientras que otros sujetos de la vida política chilena, como el diputado Giorgio Jackson4 y la presidenta Michelle Bachelet5 han realizado declaraciones que apuntan hacia la consolidación del sistema para lograr la credibilidad de los electores y electoras . Sin embargo, el cambio de régimen electoral no parece ser lo más determinante en el fenómeno de la abstención en Chile. En el 2013, luego del cambio de régimen, hubo 1.321.401 nuevos votantes y 2.624.724 personas que participaban previamente y no lo hicieron ese año6. Esto implica un amplio movimiento en la masa de electores, pero no explica la totalidad del porcentaje de abstención electoral.

 

Mientras sigue el debate sobre la participación y las causas de la abstención rumbo a las presidenciales 2017, la democracia chilena enarbola un 35% de participación en el último evento electoral (la cifra más baja de América Latina). En cuanto a la última elección presidencial, Michelle Bachelet fue elegida por el 62,16% sobre un porcentaje de participación de 43,3% de los electores, lo que se traduce en que el 27% de la población total del país en edad de votar manifestó su apoyo a la actual presidenta a través del voto.

 

Los resultados de las elecciones presidenciales 2009 y 2013 delatan que hay un porcentaje de votantes que se abstiene de votar en la segunda vuelta, cuando las opciones se limitan a las dos coaliciones de partidos tradicionales – Concertación por la izquierda y Alianza por Chile por la derecha-. La posibilidad de que el Frente Amplio y los candidatos independientes logren movilizar a un parte del 65% de la población que se abstuvo de participar en las últimas elecciones municipales indicaría que el bipartidismo ha llevado a los electores y electoras a un punto de agotamiento que, a estas alturas, socava las bases del sistema vigente: si este se basa en la posibilidad de elegir y más del 50% de la población que puede hacerlo se abstiene, es cuestionable la pertinencia del prefijo demos en la nomenclatura del sistema político chileno.

 

http://www.celag.org/abstencion-electoral-fantasma-recorre-la-democracia-chilena/

 

 

6 Cox, Loreto y González, Ricardo. Cambios en la participación electoral tras la inscripción automática y el voto voluntario. Centro de Estudios Públicos. Disponible en : https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160505/asocfile/20160505172224/...

https://www.alainet.org/de/node/188994
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