La fuerza de la voluntad o un día en Barcelona
- Opinión
Hace unas semanas publiqué en este mismo espacio y bajo el título España-Cataluña: un choque de trenes, un artículo explicativo de las claves por las cuales el 80% de la ciudadanía catalana deseaba decidir su destino, bien formando un estado propio o bien permaneciendo en España con un nuevo encaje territorial. Decía que el gobierno derechista del Partido Popular había lanzado un ataque global contra el pueblo catalán, deteniendo a cargos públicos, multando, inhabilitando, asaltando instituciones, robando material electoral y enviando a más 10.000 policías y Guardias Civiles para tomar literalmente Cataluña como si fuera una colonia.
El referéndum anunciado para este pasado domingo 1 de octubre ha sido centro de atención de los discursos: el Gobierno de Madrid asegurando que no se celebraría y el Gobierno catalán presidido por Carles Puigdemont afirmando que sí, que habría votación. Y llegó el día. Y les cuento lo que vi y viví.
A las siete de la mañana del domingo 1 de octubre, unas seiscientas personas hacían cola para votar en el colegio de carrer d’ Aragó que se abriría dos horas más tarde. Había todo tipo de gente en actitud paciente, con ganas de hablar y sonreír, ante la mirada tranquila de un par de Mossos d’ Esquadra (policía catalana) que en la acera de enfrente permanecían conversando entre sí, sin intención alguna de intervenir.
Estaba allí llevado por la intuición. Pensé que estar en Cataluña ese día me daría elementos nuevos para razonar y sentir el conflicto entre Cataluña y España. No me bastaba hacer un artículo apoyado en la ideología, en una construcción mental, en informaciones de otros, y creí necesario hablar con la gente y ver con mis propios ojos al menos una parte pequeña de la realidad.
Paulatinamente la cola iba en aumento según pasaban los minutos. Los había que llevaban desde la cinco de la mañana y bastantes habían pasado la noche entera guardando el colegio. Había personas mayores ayudadas de bastones, había otras en sillas de ruedas, había hombres y mujeres cuyas fisonomías desvelaban su origen extranjero, y todos irrumpían en ovaciones cuando de cuando pasaba un vehículo de bomberos de Barcelona que se han significado por su apoyo al referéndum, aplaudían asimismo a los automovilistas que hacían sonar los claxon y esperaban. Esperaban la apertura del colegio. Las urnas ya estaban adentro, habían sido traídas de madrugada desde un lugar desconocido; eran el secreto mejor guardado del process. Ese secreto dejó de serlo para mí cuando durante el día me aseguraron las personas adecuadas que miles habían permanecido durante tiempo en casas particulares, otras en pequeñas iglesias y también protegidas por estibadores del puerto. Una logística formidable.
Se abrió el colegio del carrer d’ Aragó y comenzaron las votaciones con normalidad. Ya eran miles las personas que esperaban para hacerlo. Me dirigí a otro colegio situado en General Álvarez de Castro cerca de la Vía Layetana, en el centro de la ciudad. Mi objetivo era tratar de saber a ciencia cierta si el process por el derecho a decidir y en particular el deseo de votar era consecuencia del empoderamiento de la ciudadanía, o por el contrario, según una visión elitista de la política, no era sino la expresión de la manipulación de las multitudes por unos dirigentes nacionalistas que podían haber elegido un camino más amable. Como en el primer colegio, en este también había más de dos mil personas haciendo filas por calles adyacentes que convergían en el colegio electoral. Hablé con algunas de ellas y obtuve una segunda conclusión: es la gente la que tenía la determinación de votar, por convicción propia, porque creía que había llegado su hora. La primera conclusión era muy elemental: la enorme participación desde primeras horas del día. En los dos colegios observé asimismo una tercera conclusión: el comportamiento pacífico y casi alegre de todos los participantes.
No, el referéndum no ha sido un capricho de Puigdemont y Junqueras (presidente y vicepresidente de la Generalitat o Gobierno de Cataluña), es la consecuencia de ocho años de llenar las calles haciendo de las diadas jornadas de reivindicación nunca atendidas por el gobierno de Madrid. Es la expresión de una dignidad que había querido ser humillada por el gobierno del Partido Popular, haciendo que la ciudadanía doblara la rodilla. En este segundo colegio una señora mayor, seguramente con estudios, me lo dejó claro: “Nací para ser libre y no ser súbdita de nadie”. Emocionantes palabras. Luego recorrí otros tres colegios: el de carrer Caspe, el de Plaqa Joana Abades en el barrio del Raval y el situado junto a la Estación del Norte. En todos ellos la misma enorme participación, idéntica resolución por votar, el mismo civismo. Y en todos ellos una pareja de Mossos (policías catalanes) como colocados de perfil. Y los bomberos a lo suyo: dando protección al vicepresidente Oriol Junqueras para que votara sin problemas.
Pero frente a esta realidad netamente positiva, en toda Catalunya y también en Barcelona se estaban desarrollando otros escenarios: el de la represión. Me llegaban fotos y videos por whatsapp y también podía ver imágenes de TV3 en un café o en mi propio móvil. Quien más quien menos ya las ha visto: policías agrediendo de forma indiscriminada a personas indefensas que sólo querían votar; caían al suelo golpeadas personas mayores, niños, mujeres, y con los jóvenes varones simplemente ensañamiento. Uniformados como robots, armados hasta los dientes, se abrían paso, derribaban con mazas puertas de colegios y secuestraban urnas. Sólo faltaba que gritaran ¡porque en España hay democracia está prohibido votar¡ Actuaciones bárbaras en Sant Juliá de Ramis (Girona), donde iba a votar el presidente de la Generalitat y precisamente por ello, o en Sant Carlos de Rápita (Tarragona), más propias de animales que de personas uniformadas, en todo caso motivadas por aquellas despedidos de ¡A por ellos! (en algunas ciudades españolas se despidió con ese grito a contingentes policiales saliendo para la represión en Cataluña). Unos 950 heridos es el resultado de una jornada de resistencia popular, ese es el gran trofeo del presidente español Mariano Rajoy hoy contemplado en toda Europa.
Las cargas violentas a gentes pacíficas fueron tan violentas que algunas voces de las llamadas izquierdas y contrarias al referéndum (PSOE), quizá sobrecogidas, pedían a la policía que se replegara. Me parece una buena reacción. Pero también hay que decir que en las últimas semanas ha habido mucha complicidad con el Gobierno de Rajoy. En el primer anillo concéntrico de apoyo están el PP y Ciudadanos, ambos en disposición de aumentar la violencia incluso yendo más allá del actual estado de excepción; el segundo anillo lo forman quienes criticando a Rajoy en algunos aspectos le apoyan en lo fundamental, como es el caso del PSOE que ha aprobado todo el despliegue militar y las medidas de irrupción en imprentas, empresas de correo, instituciones públicas, todo lo cual ha ido envalentonando a Rajoy ;hay un tercer anillo de gentes de izquierdas que han venido desautorizando el referéndum, abundando en la idea de que no ofrecía garantías, obviando que eso no era por el mal hacer de sus promotores sino por la saña represiva del Gobierno central. No es aventurado decir que todos estos anillos le han venido bien a Rajoy para cercar al process y montar una razia.
Es doloroso decirlo, pero estoy persuadido de que mucha gente que nada tiene que ver con el Partido Popular, prefería que a los catalanes independentistas les fuera mal para que así los hechos les dieran la razón. Pero no, no les ha ido mal. No hay más que sumar al 42% de participación ese otro porcentaje que no pudo ser computado por el robo de urnas en 319 colegios. La cifra de los tres millones de personas movilizadas no debe andar lejos. Quiero recordar algo elemental: es siempre más acertado dar apoyo y solidaridad activa a una multitud de ciudadanos en movimiento por lo que creen justo, su propia libertad que, acudiendo a posibles errores de ese mismo movimiento, terminar dando cobertura aunque sea indirecta a un Gobierno autoritario y a un partido mafioso. Hay que decir que el proceso por el derecho a decidir (votando) no es un asunto exclusivo de nacionalistas, pues muchísima gente de izquierdas y por razones democráticas defendemos ese derecho.
Como afirmo la determinación de votar ha ido acompañada del compromiso de personas, de familias, de colectivos vecinales. Hay que tener valor para guardar urnas en tu propia casa, sabiendo del despliegue policial; eso no es resultado de la voluntad de un gurú sino de la propia conciencia expresada en modo de resistencia o de contrapoder. Todas las personas con las que hablé creen que con la independencia su vida será mejor. En Cataluña la gente ha pensado mucho. Las personas con las que hablé no confunde ley con democracia y tienen claro que cuando la realidad desborda la ley lo democrático es que la ley se ponga al servicio de esa realidad social. Y si se habla del diálogo necesario mis interlocutores están de acuerdo que es lo mejor, pero todos recuerdan que el Gobierno de Rajoy lleva ocho años menospreciándolo y dinamitando puentes. No, no están en lo que están por amor al peligro sino por convicciones profundas.
No veo hoy por hoy otro horizonte para Cataluña que el de la independencia. Quienes todavía piensan que con un pacto fiscal (ventajas fiscales) y un poco de concesiones por aquí y por allá, esto se arregla, es que no han entendido nada. Deberían haber estado ayer domingo en Cataluña para hablar con la gente. Nada será igual. No estoy para hacer pronósticos con una bola, pero si algo he apreciado con mi visita es que hay un empoderamiento real del process. Un process que con seguridad tiene fallos, errores, pero que es de la gente. De gente que tiene criterio, que se lo viene pensando desde hacer ya mucho, y a la que no se le puede intimidar con frases hechas del tipo “quedaréis fuera de Europa” “perderéis el mercado español” “peligrarán vuestras pensiones”… Este tipo de avisos se lo hice a un pequeño grupo de chicos y chicas jóvenes en esos tiempos largos de una cola. Una de las chicas me miró y me dijo: “¿De verdad tú crees todo eso?” y el zasca final me lo dio el más flaco del grupo: “Oye, porque no hablamos de la libertad”.
Hoy día 3 martes Cataluña está en estado de paro de país en protesta por la razia policial del domingo día 1.
Del mismo autor
- Conflicto palestino-israelí: ¿dos estados o uno binacional? 05/01/2022
- Cuba, entre la razón y la emoción 21/07/2021
- Gaza desnuda a Europa 17/05/2021
- El dilema moral del Che Guevara (I) 29/04/2021
- La pasión de José Carlos Mariátegui 08/03/2021
- Democracia, ¿dónde estás? 24/02/2021
- Éxodo en Centroamérica 25/01/2021
- Quiénes son los seguidores de Trump 19/01/2021
- Las dos caras del populismo 18/01/2021
- La cuestión de la izquierda 05/01/2021