Ética de lo urgente y lo importante

Didáctica de las ambulancias

06/04/2017
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Casi todo lo que es importante es urgente. Una es noción de jerarquía y la otra de tiempo. Eso lo entiende, por ejemplo, quien maneja una ambulancia. Son importantes los semáforos, sí, pero mucho importante es la vida del que viaja (accidentado o no) en una ambulancia y, por lo tanto, en condiciones de seriedad, todo lo que “normalmente” es importante cede su lugar a lo urgente. Digan lo que digan los “burócratas”, los reformistas o los indolentes para quienes la relación entre urgencia e importancia está confundida por su obediencia a los “jefes” o a la negligencia y no a las necesidades sociales.

 

Para la humanidad es muy importante quitarse el yugo del capitalismo, es urgente. Deberíamos estar dedicados, de tiempo completo, a librarnos del coloniaje económico e ideológico que pone en riesgo real la sobrevivencia del planeta y de toda forma de vida, incluida la humana. Sólo mirar las cifras debería hacernos entender la urgencia por salir de un sistema injusto, excluyente, belicista y humillante como el que reina a sus anchas hace ya demasiados siglos. Y sin embargo vamos lentos. La humanidad está en peligro. ¿Es un problema de jerarquía o de tiempo?

 

Es muy importante combatir las mentiras, la tergiversación y la desinformación. Es muy importante conocer la verdad, saber socializarla y saber qué hacer con ella. Es de importancia suprema vivir y convivir en unidad y con principios comunitarios a toda prueba. Es urgente y sin embargo vamos lentos. Nos frenan los semáforos de la estulticia. ¿Qué nos falta? ¿Ética?

 

Nos impusieron, con fuerzas militares y fuerzas ideológicas, una “Cultura de la Banalidad” que surte efectos desastrosos. Contiene individualismo de todo tipo, escapismos a granel, solipsismos y anti-política hasta el hartazgo. Su non plus ultra es el consumismo endulzado con egolatría de mercado y cucharadas generosas de indolencia burguesa. Por eso importa más, en la agenda de lo cotidiano la sanción a un futbolista, los matrimonios de la farándula, el chismorreo de corrillos… que lo importante y lo urgente de verdad. Por eso nos anestesian con luz de televisores y mientras nos saquean los salarios, los recursos naturales… la vida misma hundidos en banalidades bacteriológicas.

 

La vida diaria se nos escapa mientras atendemos eso que es secundario, mediato e intrascendente pero que nos hace sentir como si estuviésemos atendiendo lo verdaderamente importante. Y se va la vida. La banalidad nos invisibiliza la lucha, la hace postergable e intrascendente. La banalidad nos hace ver un mundo que realmente está “patas arriba” como si ese fuese su orden natural y como si debiésemos aceptarlo sin chistar y sin cambiarlo. La banalidad con que el capitalismo nos anestesia es para colmo un gran negocio de ellos que nos vende valores banales disfrazados de moda, disfrazados de placeres, disfrazados de instituciones sagradas. Nos han enseñado a aceptas todas las banalidades que el capitalismo inventa como si fuesen lo más importante y lo más urgente. La banalidad en serio. Ética anestesiada.

 

Nada es más importante que terminar con la cultura belicista que nos ahoga, día a día, hasta en lo más impensado. Nada más importante que tener un mundo sin máquinas de guerra ideológica y sin guerras psicológicas. Nada más importante que conquistar la Justicia Social para el pueblo trabajador. Nada más importante que un mundo de seres humanos con igualdad de oportunidades y de condiciones objetivas. Nada más importante que asegurar un planeta que sea la Patria de la Humanidad sin excluidos, sin amos y sin esclavos. Sin seres humanos explotados y sin clases explotadoras. Nada más importante que lograr ser humanos emancipados, cultos y libres. Nada más importante que vivir en un planeta sin miedo.

 

No es importante -ni urgente- poner a salvo las ganancias de las oligarquías ni de sus colonias. No es importante entregarles las tierras, las minas, los ríos, los mares, las montañas, los subsuelos ni los cielos. No son importantes los negocios burgueses con la educación, la vivienda, la salud y el trabajo. No es importante la “moral” de los opresores ni es importante el bienestar de unos cuantos sectores que son dueños de la inmensa mayoría de las riquezas del planeta. Lo importante es el futuro sano y salvo para las niñas y los niños. Lo importante es la vida digna para los adultos mayores. Lo importante es el trabajo emancipado para la juventud y para todos. Lo importante es derrotar toda banalidad y toda injusticia. ¿Cómo hay que decirlo? Hay que abrir paso a la ambulancia de la Historia, la humanidad esta en riesgo.

 

El “Pensamiento Crítico” consiste fundamentalmente en aprender a poner en orden nuestros métodos para conocer el mundo, para enunciar ese conocimiento y para organizar y movilizar conductas emancipadoras. Saber qué va primero y qué va segundo. Qué es lo urgente y que es lo aplazable. Qué es importante y qué no lo es. El “Pensamiento Crítico” es producto humanista y dialéctico de sí mismo, en clave de lucha. De lucha de clases. Es ese su territorio fértil y su fuente de identidad. En esa lucha se aprende quiénes son los sujetos en contienda, cuántos hay de cada lado, con qué fuerzas cuentan, cuál es su desarrollo desigual y combinado y cuáles son sus derrotas y sus victorias… el “Pensamiento Critico” se forma como conciencia de la disputa que moviliza a la historia y que le da perspectivas, para bien o para mal, sobre el desino mismo de la humanidad y del planeta. Por eso el “Pensamiento Critico” es tan importante. Y no hay transformación posible si el “Pensamiento Crítico” no se hace carne en los pueblos y sus luchas. Comuna o nada.

 

Aquel que maneja una ambulancia sabe que, llegado el momento, lo importante es un mandato ético y social. Que nada ni nadie puede oponerse o superponerse al cometido de salvar la vida. Ni los semáforos ni la hora del almuerzo, ni los afectos ni las banalidades. Nada es más importante y, por eso, es urgente llegar, íntegros y proactivos, a cumplir la tarea suprema de ser solidarios con quien necesita de toda nuestra destreza, de toda agudeza y de toda presteza. A bordo de la ambulancia va un paquete didáctico para la sociedad toda. Va la vida y la muerte con nuestro papel ante ellas. Va la necesidad de cumplir con el deber y el amor por cumplirlo. Va la inteligencia y la pasión por ser útil. Va el riesgo y van las ciencias. Va el santiamén de la suerte y va el aplomo del científico. Va la historia de la humanidad y va el futuro de quien sufre un accidente. Vamos todos y sabemos que van juntos, lo importante y lo urgente. Así deberíamos ser con todo. Sería una Revolución Cultural nutrida por pensamiento crítico y moral de comunidad. Y el mundo será distinto. 

 

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

 

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