Discusiones sobre la tragedia siria
- Opinión
La derrota sufrida por los yihadistas y denominados rebeldes en Alepo anticipa un giro en el desangre de Siria. Si el avance de las tropas del gobierno apoyadas por Rusia e Irán se confirma en las próximas batallas, la contienda podría quedar definida.
Este viraje se juega también en Mosul. La coalición de iraquíes, kurdos, turcos que actúa con apoyo aéreo de Estados Unidos y Francia acorraló a los fundamentalistas en su bastión de Irak. Estos desenlaces cambiarían el mapa del conflicto pero no la tragedia que padece la región.
Es previsible un desplazamiento de los enfrentamientos hacia otras zonas y la sustitución de choques entre militares por escaladas de terror contra la población civil. Las alertas ya se multiplican en todas las ciudades de Medio Oriente y Europa.
En Alepo se consumaron las mismas masacres que pulverizaron a otras ciudades multiétnicas. En el conflicto se computan más de 250.000 muertes y cuatro millones de refugiados. El nivel de barbarie se verifica en el tráfico de órganos humanos que realizan los contrabandistas entre los sobrevivientes (Armanian, 2016e). Los descendentes del despojo padecido por los palestinos vuelven a padecer el mismo destino de sus antecesores (Ramzy, 2015). Junto a la denuncia de esos crímenes resulta indispensable esclarecer lo ocurrido.
Rebelión y usurpación
Hace seis años comenzó en Siria una sublevación con demandas democráticas semejantes a Egipto y Túnez. Ese levantamiento formó parte de las mismas protestas contra regímenes autocráticos que caracterizó a la primavera árabe. El movimiento se popularizó e incluyó la creación de comités para exigir reformas políticas. Pero la represión oficial superó todo lo conocido y desencadenó una guerra civil.
En su debut la rebelión despertó enormes simpatías, incentivó la deserción de cuadros militares y dio lugar al surgimiento de zonas liberadas. En términos políticos reunió una coalición de hermanos musulmanes, liberales y sectores progresistas. Pero el carácter sangriento de los enfrentamientos precipitó la militarización del campo opositor. Las organizaciones armadas se afianzaron en un escenario de variable empate.
El primer cambio de la rebelión se consumó con la presencia de los asesores provistos por Estados Unidos. El segundo viraje se concretó con el predominio de milicias yihadistas que no habían participado en la gestación de la sublevación. Como los fundamentalistas islámicos (salafistas) son acérrimos enemigos de los derechos ciudadanos, su dominio de la revuelta sepultó el sentido democratizador del alzamiento.
Los yihadistas se impusieron mediante acciones brutales. Varios grupos contaron con la financiación de Qatar y Arabia Saudita (Jaish al-Islam) y otras fracciones actuaron en forma más autónoma (Jabhat al-Nusra). Turquía aportó logística, circulación en las fronteras y contingentes propios (Ahrar as-Sham). Estas potencias sunitas apostaron a una ocupación extranjera, semejante a la registrada en el Líbano durante los años 80.
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Claudio Katz
Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
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