Los gobernadores de 28 estados de la Federación, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, tres mandatarios electos y el presidente de México suscribieron un pronunciamiento público, en Huatulco, Oaxaca, “de unidad en defensa del interés nacional” y de rechazo a la “decisión unilateral de expulsar migrantes mexicanos de Estados Unidos” por un presidente electo como todavía lo es Donald Trump y que, por ello mismo, no está en condiciones aún de tomar ese tipo de decisiones contra los aztecas y su país.

La falta de cuidado, de rigor en el comunicado leído por Graco Ramírez en la clausura de la 51 reunión ordinaria de la Conferencia Nacional de Gobernadores, no contribuye a que se tome en serio un llamamiento que por el tema que aborda es de suma importancia para México, también por la coyuntura internacional generada a partir del triunfo de Trump en el Colegio Electoral de Estados Unidos, pero no en las urnas, donde Hilary Clinton ganó por amplio margen, en uno de los sistemas electorales más antidemocráticos de la aldea, justo en el país que muchos analistas y académicos electrónicos presentaban como ejemplar.

Tampoco es para obviarse que Ramírez Garrido Abreu es un experto en las convocatorias a la unidad nacional, desde que su padrino político Luis Echeverría Álvarez despachó en Los Pinos, durante 1970-76.

Pero fue general Manuel Ávila Camacho un enérgico convocante a la unidad nacional, sólo que en la tesitura de la Segunda Guerra Mundial y la declaratoria respectiva de México a las potencias del Eje. Pero ni esa singular coyuntura logró ocultar que simultáneamente se utilizaba como bandera patriotera y mampara ideológica para aplazar legítimos reclamos y despojar de conquistas sociales a las fuerzas del trabajo y la cultura nacionales.

Dicho de otra manera, los gobiernos del Revolucionario Institucional abusaron de las convocatorias a la unidad nacional y, por ello, los mandatarios deberían tomarse la molestia de ordenar a sus asesores que indaguen sobre el uso politiquero e inmediatista que se le dio, hasta el punto de que buena parte de las izquierdas partidistas cayeron en el juego y el mismísimo Vicente Fox, en plenas fiestas patrias de 2004, agobiado como estaba por la enorme desilusión que generó entre sus votantes, hizo el llamamiento respectivo en busca de cómo concluir en buenos términos su mandato.

Por tales antecedentes es oportuno, necesario que los actuales convocantes a la unidad nacional se molesten en explicar al respetable (publico) y a los convocados qué entienden por unidad nacional, en torno de qué se va articular, cuál es la agenda política, legislativa, económica y social que le va a dar corporeidad y cuáles los instrumentos de que disponen para trabajar por ella. Por cierto, tan pronto como los grandes diarios impresos y digitales dieron por hecho que Donald John tenía la mayoría de los votos del Colegio Electoral, Manlio Fabio Beltrones llamó a todas las fuerzas políticas a la unidad nacional sin responder al cómo y para qué.

Y vaya que es necesario hacer frente a las amenazas que se avizoran allende el Bravo, pero sin sobreestimarlas en forma por demás demagógica y también sin subestimarlas de manera irresponsable, para hacerles frente con “el diálogo y el pragmatismo” como “vía para diseñar la nueva agenda bilateral” de los que tanto habla Enrique Peña Nieto y que los gobernadores hicieron propios. Sólo que colocando por delante los intereses de México que, por supuesto, no son los mismos que los de sus dueños y los poderes fácticos.

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