No hay duda que el triunfo de Donald Trump sorprendió al mundo, aunque quizá hay que decir la mayoría lo esperaba, pese a negarse a aceptarlo como realidad, especialmente luego de resultados como el del Brexit en Inglaterra o el del plebiscito para refrendar los acuerdos de paz en Colombia. Dicho esto, hay que aceptar la realidad y empezar a prepararse para un gobierno de Trump.

Lo primero que debemos decir es que una cosa es la campaña electoral y otra el gobierno; en la historia de los procesos electorales y en todos los países sucede eso, una cosa es buscar votos y otra asumir la responsabilidad del gobierno y mucho más en las campañas contemporáneas donde el 'marketing electoral' apunta a recomendar que los candidatos deben decir todo aquello que pueda motivar a los votantes, sin tener en consideración si es viable de hacer, si escandaliza o si se va a cumplir una vez se es gobierno. Así que más que discutir sus propuestas de campaña es importante analizar las tradiciones del Partido Republicano en el Gobierno, porque una vez pasada la campaña vendrá el acercamiento con el Partido y será de allí que vendrán la mayoría de sus cuadros de gobierno, además lo necesita por el control que éste tiene en las dos cámaras del Congreso. Es decir, hay una institucionalidad del Estado, de los Partidos y de las tradiciones políticas que no es fácil tirarlas por la borda, ni siquiera el magnate de los negocios que acaba de ser elegido presidente de los norteamericanos, él le pondrá su estilo, pero no va a poder determinar todo. Recordemos la famosa expresión del presidente republicano Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida de enero de 1961 en el cual señalaba que 'el complejo industrial-militar' era quien determinaba muchas de las decisiones de política, con lo cual nos estaba diciendo que el peso de lo institucional era muy determinante.

Ahora bien, tradicionalmente los republicanos en política exterior y de seguridad y defensa, han sido la expresión de lo que se conoce como 'los halcones', es decir se le da un peso fundamental al balance de poder en la definición de políticas públicas en esos campos; esto permite inferir que muy seguramente habrá una política en ese sentido, especialmente en el caso de Siria y en general en la lucha contra ISIS y eventualmente en otros escenarios de confrontación (Corea del Norte?).

En política económica parece haber una intencionalidad proteccionista y una especie de Neo-keynesianismo, todo ello para buscar recuperar o generar empleos en la población americana blanca que le votó, pero lo primero no va a ser tan fácil, aunque podría plantear re-negociar algunos TLCs, especialmente el NAFTA, y disminuir subsidios -especialmente forzar que sus aliados contribuyan más con los gastos de seguridad y defensa- y en relación con lo segundo podría pensar en programas ambiciosos de obras públicas para poner al día las infraestructuras.

En relación con Colombia no hay muchos cambios posibles, primero, porque la política de Estados Unidos hacia Colombia ha sido tradicionalmente bipartidista; segundo, porque va a encontrarse con un acuerdo de terminación del conflicto armado ya re-negociado, acordado y refrendado, por el cual justamente las FARC dejan de ser una organización que pueda ser considerada como terrorista; lo anterior llevará a que el Gobierno Trump acompañe con un ojo vigilante la implementación, especialmente lo relacionado con la sustitución de cultivos ilícitos y la toma de distancia con el narcotráfico. En este campo va a ser un aliado importante para el Gobierno colombiano el ex alcalde de Nueva York Giuliani, viejo conocido de los dirigentes colombianos, entre ellos el Presidente Santos y quien seguramente va a ser determinante en tema de seguridad y justicia en el Gobierno Trump.

- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.