Geopolítica española en América Latina

09/06/2016
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Sin duda, el hecho de haber sido un imperio extendido por una gran parte del mundo que se consideraba conocido entre los siglos XVI y XVIII, debe de marcar fuertemente la psicología de las clases políticas y económicas de ese imperio perdido. Ésta es una constante que a lo largo de la historia de la humanidad se puede encontrar en la práctica totalidad de los imperios habidos, especialmente en los denominados occidentales, ya sean romano, inglés, francés, español o, en la actualidad, el estadounidense. Se podría definir como la nostalgia irresistible a reconocer la pérdida del rol determinante en la historia; rol de dominación, claro está, que aportaba enormes privilegios y beneficios materiales.

 

Si hacemos un trazo grueso desde la pérdida, por parte del imperio español de los territorios latinoamericanos, es fácilmente reconocible hasta hoy esa nostalgia. Así, durante el periodo histórico de los últimos doscientos años, las élites políticas y económicas españolas siguen de alguna forma sin reconocer las pérdidas territoriales y, lo que es más grave, su condición de primera potencia en la escena universal. Por eso hoy todavía desarrollan esos tics de antiguos dominadores, los cuales son insultantes para todo un continente y los millones de hombres y mujeres que lo pueblan. De alguna forma, estas élites se siguen pensando a sí mismas con el derecho y autoridad de intervenir en el devenir de todo ese continente. 

 

A lo largo del siglo XIX, pese a que es en las dos primeras décadas del mismo cuando se producen la mayoría de las independencias latinoamericanas, fue largo el camino de aceptación, a regañadientes, de la pérdida del imperio en sus términos territoriales. Y como reacción ante esa nueva situación, será a lo largo del siguiente siglo cuando se redoblen los esfuerzos por mantener, cuando menos, el dominio ideológico. No se podía aceptar en su complejidad y profundo significado que España ya no tenía potestades sobre el continente latinoamericano y se pretendía sustituir éste por el intento de mantener la colonización ideológica. Los hitos de este nuevo neocolonialismo se encuentran en la generación del concepto de “madre patria”, en la ejemplificación de la antigua metrópoli como modelo de convivencia política tras la dictadura, y en la relectura del proceso de conquista y colonización como “encuentro de culturas” hasta alcanzar su éxtasis máximo en la celebración del llamado V Centenario del Descubrimiento de América.

 

Decimos que este ha sido un proceso exitoso pues, permeó en las diferentes capas sociales del continente y, en mayor o menor medida, la imagen de la madre patria se mantuvo en el inconsciente colectivo durante varias décadas. Solo el anteúltimo paso en esta carrera, el del V Centenario, consiguió en gran medida el efecto contrario y supuso un revulsivo de rechazo desde muchos sectores sociales. Especialmente, por parte de los pueblos indígenas del continente, aquellos que se habían invisibilizado pero nunca eliminado en su totalidad y que ahora resurgen con toda la fuerza de pueblos que reivindican no solo su existencia, sino también el ejercicio efectivo y completo de los derechos individuales y colectivos que, como a cualquier otro pueblo de la tierra, les corresponde, incluyendo la exposición de nuevos conceptos políticos y sociales (Buen Vivir, plurinacionalidad, economías comunitarias, despatriarcalización…) para la construcción de sociedades más justas.

 

Evidentemente, si había un sector social especialmente interesado en asumir la carga ideológica que intenta extender España, éste era el de las oligarquías latinoamericanas. Aquellas que se entendían también como un poder instituido y pleno de autoridad incluso moral además de política, en la más pura línea de lo que la antigua colonia trataba de mantener sobre los pueblos ignorantes, subdesarrollados; aquellas élites locales que ahora querían también participar y beneficiarse del sistema económico dominante.

 

Por otra parte, si bien, en estos dos últimos siglos se desarrollará el nuevo imperialismo en el continente, el estadounidense, las élites españolas nunca lo reconocieron en su plenitud y el juego en las últimas décadas pasó por intentar ser parte importante de este nuevo sistema de dominación que se extendía en el continente. Se entiende mejor así ese dominio ideológico pretendido, pero también otras acciones de esas últimas décadas.

 

Por ejemplo, es muy evidente el intento de trasladar, casi miméticamente, el llamado proceso de transición política española tras la dictadura franquista; proceso que pretendió transitar desde la dictadura a un régimen de democracia representativa, pero sin el más mínimo cuestionamiento de los parámetros básicos del sistema económico y otras estructuras de poder. Ciertamente, también se buscó la no impartición de justicia y reparación por todos los crímenes cometidos durante las décadas de dictadura. Pues bien, si se hace un rápido repaso a los procesos de transición desde las diferentes dictaduras que se dieron en América Latina, se encontrarán con facilidad esos mimetismos de paradigmas trasladados desde la antigua metrópoli a este continente (Argentina, Chile, Uruguay…).

 

En este mismo marco, en 1985 se crea la Organización de Estados Iberoamericanos, que no es sino un intento de generar un espacio común bajo el dominio y control de España de eso que se denominaba con asepsia pretendida como la comunidad latinoamericana. Solo un dato, si bien la OEA (Organización de Estados Americanos) tiene desde su creación sus centros de dirección y decisión en Estados Unidos, la OEI estableció su secretaría general en Madrid y los aportes financieros de los diferentes países en los bancos españoles.

 

Por supuesto, sería muy errado pensar que todo se limita a un suspirar por el imperio territorial perdido o a un posterior intento por recolonizar ideológicamente el espacio perdido. En estos tiempos de imposición y dominio del sistema neoliberal como fase avanzada del capitalismo, las intencionalidades por imponer este modelo y por abrir a los mercados y a los intereses especulativos y extractivos, en suma, económicos, el continente latinoamericano es una constante central en el accionar político de los sucesivos gobiernos españoles. Desde ese convencimiento de tener todavía una importante autoridad moral (el famoso “por qué no te callas” del rey español al presidente Hugo Chávez) sobre el nuevo continente, las élites políticas y económicas españolas se han creído con el derecho de ser de los primeros en el reparto de beneficios posibles.

 

Es desde toda esta construcción ideológica, económica y política que se entiende mejor el interesado discurso de puente entre Europa y América, arrogándose una posición privilegiada en la carrera por explotar los enormes recursos naturales y abrir esos espacios a las empresas españolas. Así, durante las dos últimas décadas del siglo pasado y la primera del actual ha sido una constante el posicionar los intereses económicos españoles en América Latina. Proceso que se frustra en cierta medida con el llamado ciclo progresista, ciclo de transformaciones posneoliberales (aunque no poscapitalistas) en los diferentes ámbitos, ya sean económicos o políticos. Y será precisamente esta última coyuntura la que explique la enorme agresividad del intervencionismo político español, renovado que no creado, en este siglo XXI, tal y como hemos visto en multitud de situaciones y países: Argentina, Ecuador, Bolivia… Pero, sin duda el máximo exponente será Venezuela, llegando a respaldarse intentos de golpes de estado (2002) o mediante la agresividad discursiva y activa de los últimos años, en defensa hipócrita de unos derechos humanos y democracia en peligro que no ven, ni han visto violados, en otros países del mismo continente (golpes de estado en Honduras, Paraguay y Brasil o asesinatos de defensores/as de derechos humanos en Honduras, México, Perú, Colombia,…).

 

Interesa acabar con los ciclos de transformaciones sociales, políticas y económicas que se abrieron en los últimos años en América Latina y esa es la estrategia en estos momentos. Todo ello con la renovada intención de posicionarse de forma privilegiada en el nuevo reparto del continente y sus riquezas en recursos naturales. Esta es la esencia de la geopolítica española en América Latina, permeada continuamente por el intervencionismo que no acepta aún la soberanía del continente.

 

2016/06/09

 

Jesús González Pazos

Miembro de Mugarik Gabe

 

https://www.alainet.org/de/node/178015
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