Modelos económicos y polarizaciones políticas
- Opinión
Acontecimientos recientes en el escenario latinoamericano, particularmente el revés electoral del kirchnerismo en la Argentina y la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, han exacerbado el debate sobre los modelos/estrategias regionales de desarrollo recurrentes en la región desde la segunda mitad del siglo pasado.
Este breve estudio busca aportar a la referida discusión con algunos planteamientos historiográficos con soporte en la menospreciada economía política.
Para comenzar, y a manera de premisa general del análisis, conviene subrayar que el concepto de modelo de crecimiento/desarrollo económico concierne a la forma particular de organizar la actividad productiva y relacionarse con el exterior de un determinado país, forma organizativa inscrita en un determinado modo de producción (capitalista o socialista estatalista, para referirnos a los predominantes en el siglo XX).
El modelo intervencionista/desarrollista
A partir de los años 30 del referido siglo XX se pudo detectar un notable fenómeno en Latinoamérica relativo a que, inicialmente en los países más evolucionados del área (Argentina, Brasil, México y Chile), y con posterioridad a la II Guerra Mundial en el caso de países como el Ecuador, comenzó a emerger una nueva forma de administración de la economía.
Se alude a la progresiva implantación de una estrategia desarrollista/intervencionista, en reemplazo del modelo liberal clásico basado en el Estado lesseferiano y en la producción y exportación de bienes primarios; es decir, en un pretendido reemplazo del esquema agroexportador y extractivista de raigambre colonial.
Configuraron la nueva estrategia el proteccionismo, una industrialización sustitutiva deliberada de importaciones, el robustecimiento institucional, la creación de empresas estatales, la redistribución del ingreso.
El Estado intervencionista/desarrollista se sustentó teóricamente en la premisa del deterioro secular de los términos de intercambio para los países latinoamericanos y en el postulado del capitalismo nacional autónomo, enfoques que fueran desglosados por Raúl Prebisch y una notable generación de economistas agrupados en la CEPAL y otras entidades similares.
El modelo intervencionista/desarrollista encontró su soporte material en el incremento de la demanda internacional y en la bonanza de los precios de las exportaciones primarias latinoamericanas en el marco del segundo conflicto mundial y la Guerra de Corea (1950-1953). Surgió con dos componentes sustantivos. El primero, el impulso al desarrollo del capitalismo en la región mediante la industrialización sustitutiva, las nacionalizaciones de las riquezas básicas y la creación de empresas estatales para la producción de bienes y servicios (petróleo, cobre, hierro, cemento, electricidad, comunicaciones). La planificación indicativa, obligatoria para el sector público y referencial para los inversionistas privados, fue otra de las importantes contribuciones del pensamiento cepalino.
La estrategia intervencionista, en tanto fórmula de capitalismo de Estado, tenía como propósito cardinal vigorizar la producción y el empleo con acciones enmarcadas en proyectos nacionales de largo plazo.
El segundo componente de la estrategia de marras fue la instrumentación de políticas encaminadas a suavizar las profundas brechas sociales derivadas de la implantación del capitalismo en el continente en medio de complejas y heterogéneas matrices productivas. Esta orientación se tradujo en el incremento de las remuneraciones a la clase obrera, la implantación y/o robustecimiento de sistemas de seguridad social y los incrementos de las asignaciones presupuestarias para la educación, la salud, la salubridad, la vivienda, la construcción de infraestructura económica y social; es decir, se trató de una propuesta de impulso de un Estado social que, paralelamente, debía permitir consolidar el mercado interno y asegurar la reproducción ampliada de economías nacionales cada vez más autodeterminadas. Promesas y/o realidades atractivas para amplios sectores medios y populares de nuestras naciones.
A fines de los 60, el modelo desarrollista-intervencionista mostrará síntomas de agotamiento debido a factores como la caída de la demanda externa y de los precios de los bienes primarios, con los subsecuentes desequilibrios comerciales, la sobrecarga fiscal y los déficit presupuestarios, el elevado costo de industrializaciones frecuentemente indiscriminadas y postizas, así como la frustración general de reformas agrarias concebidas para dejar intactos los latifundios de cuño señorial. Amén del fracaso de experimentos de integración de fundamentación crematística, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano (MCCA).
Neoliberalismo y reestructuración subordinada
La extenuación del modelo desarrollista en América Latina derivó en intensas disputas políticas -incluso en la aparición de guerrillas urbanas y rurales- entre fines de los 60 y comienzos de los 70, confrontaciones que dividieron a nuestras sociedades en dos polos antagónicos.
Al polo de izquierda adhirieron los partidarios de la radicalización del modelo desarrollista-intervencionista, lo cual derivó en el surgimiento de movimientos e incluso gobiernos nacionalistas, populares y antiimperialistas como el Frente Amplio en Uruguay, el segundo peronismo en Argentina, Velasco Alvarado en Perú y Juan José Torres en Bolivia. Más aún, y por vía electoral, accedió a la presidencia de Chile Salvador Allende con su propuesta de transición pacífica al socialismo (con “empanada y vino tinto”, al decir de los entusiastas militantes y simpatizantes de la Unidad Popular).
Al polo derechista confluyeron sectores oligárquicos y filoimperialistas, refractarios a las conquistas sindicales y sociales, propugnadores del Estado promonopólico, la regresión radical al modelo primario extractivista y la apertura incondicional al capital externo (los neoliberales, conforme se los identificará en tiempos ulteriores).
La victoria manu militari de estos grupos y la subsecuente instauración de dictaduras fascistas en el Cono Sur a comienzos de los 70, lograda con el desembozado respaldo de Washington (recordar el Plan Cóndor), así como el shock internacional de la deuda de 1982, sustentaron una larga hegemonía regional del neoliberalismo/monetarismo –el denominado darwinismo económico- con su panoplia de programas de ajuste recesivo y reformas estructurales/liberales prescritos por entidades como el FMI, el Banco Mundial, el BID y la CAF que afianzaron la dictadura del capital financiero metropolitano y nativo en detrimento del capital productivo.
Medidas específicas del neoliberalismo fueron -continúan siendo- la privatización de las empresas estatales y paraestatales, la liberalización de precios, el congelamiento/reducción de sueldos y salarios, la eliminación de los subsidios a los sectores populares (no al capital monopolista), el desarme arancelario, la elevación de las tarifas de los servicios públicos, los despidos masivos de obreros y empleados públicos. De modo sumario podría decirse que el conjunto de políticas y medidas reseñadas respondían a una estrategia metropolitana de ajustes recesivos para normalizar un esquema de dependencia de corte colonial.
Friedrich Hayek, Milton Friedman y sus epígonos criollos, los represores conosureños como Banzer, Pinochet y Videla, los viejos partidos oligárquicos, la Gran Prensa, los oportunistas sectores medios y el lumpenproletariado, cada cual con sus propias armas, implantaron en estas latitudes ese modelo económico tan caro al capital monopolista internacional y nativo.
A partir de los 90, la estrategia neoliberal buscará perpetuarse bajo el esquema político de una democracia formal y ritualista, opuesta a la democracia profunda (al “mandar obedeciendo” de la vieja sabiduría los pueblos originarios.)
El arquetipo del remozado esquema de dominación, expoliación y alienación fue el Chile de la Concertación Democrática.
A la disección de estos regímenes posdictatoriales y regresivos, el malogrado compatriota Agustín Cueva dedicó su libro Las democracias restringidas en América Latina. (Ed. Planeta, Quito,1988)
Acción y reacción
Los devastadores efectos de ese “capitalismo salvaje” en Latinoamérica terminaron por desatar heteróclitas contestaciones.
A la larga resistencia de la Cuba revolucionaria a las agresiones de toda índole provenientes especialmente de Washington, se añadieron acontecimientos como el “caracazo” de 1989, insurgencia del pobretariado venezolano que selló la suerte de la corrupta administración de Carlos Andrés Pérez; la rebelión de las comunidades indígenas en el Ecuador comandada por la CONAIE que, en el verano de 1990, enfiló contra el régimen “socialdemócrata” de Rodrigo Borja para reivindicar el dominio de sus territorios ancestrales; el emblemático “¡Ya basta!” zapatista del 1 de enero de 1994 con que los invisibles descendientes de los mayas exteriorizaron su repudio al colonialista TLC México-Estados Unidos y universalizaron las impugnaciones a la globalización corporativa; las luchas por el territorio y la defensa del ambiente de los Sin Tierra en el Brasil; las espontáneas contestaciones de los piqueteros argentinos; la “guerra del agua” en Cochabamba; las nuevas y heroicas acciones de los mapuches y la Rebelión de los Pingüinos contra la “educación de mercado” en Chile; la “Comuna de Oaxaca”; las sangrientas confrontaciones de los campesinos contra la reforma agraria “al revés” que empujaba/empuja la oligarquía liberal-conservadora colombiana con mediación del Ejército y sus bandas paramilitares, y, en fin, la cruzada continental contra el ALCA que culminó con su archivo al menos temporal el año 2005.
De su lado, las luchas parlamentarias en contra del fundamentalismo liberal y sus corolarios de la reestructuración subalterna se tradujeron en una cadena de triunfos electorales, iniciada con la victoria de Hugo Chávez en las presidenciales venezolanas de 1998.
A la disección de la apoteosis y actual bancarrota de los gobiernos similares al de Chávez Frías dedicaremos una segunda parte de este análisis.
Especial para ALAI
René Báez
International Writers Association
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