Cuba: Hombres de Girón (I)

15/04/2016
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El libro Hombres de Girón lo escribí en el año 2010 y fue publicado por la Editorial Historia en el 2011.

 

Es un libro de testimonios que se realizó con la idea de rendirle homenaje a los revolucionarios que pelearon contra los mercenarios que nos invadieron y que  le propinó al imperio su primera derrota en América Latina.

 

He realizado una selección de lo narrado por estos compañeros, de forma tal de que el lector pueda tener una idea de las características de los combates y del heroísmo desplegado por nuestro pueblo, bajo la dirección del Comandante en Jefe.

 

Aquí se refleja una parte del libro solamente, otras epopeyas vividas por algunos de los testimoniantes, como la lucha en la Sierra Maestra, la lucha clandestina en las ciudades y  la Limpia del Escambray es necesario que el lector las conozca mediante la lectura del libro.

 

En este aniversario de la Victoria de Playa Girón publicamos estos extractos  como recordatorio histórico del sacrificio del pueblo cubano por llevar adelante su Revolución.

 

Dr. Néstor García Iturbe.

 

 20 de julio del 2010

 

“Año 52 de la Revolución”

 

 SOBRE EL LIBRO “HOMBRES DE GIRÓN”

 

 He leído detalladamente este libro.  El mismo incluye testimonios de combatientes de una buena parte de los batallones de milicia y otras unidades de combate que estuvieron presentes en el enfrentamiento al enemigo mercenario que en abril de 1961 intentó apoderarse de nuestra patria.

 

Considero que los relatos en términos generales  se ajustan a las operaciones que se realizaron en aquellos días,  cada testimonio presenta la situación desde la posición en que se encontraba el combatiente,  de ahí que el relato debe tomarse como su experiencia personal en aquellos momentos. La forma de expresar lo acontecido revela la sencillez y modestia de los entrevistados.

 

Al analizar de conjunto los testimonios nos percatamos que los que fueron a defender la revolución eran hombres de pueblo, con una mínima preparación militar, pero con una determinación y coraje que resultó importantísima para poder vencer al enemigo.

 

Es interesante que la mayoría de estos combatientes estuvieron en la Limpia del Escambray y que con posterioridad a su participación en Girón, muchos de ellos cumplieron misión internacionalista.  Ellos representan un ejemplo de cómo actúa nuestro pueblo en los momentos en que la patria los necesita.

 

Ahora, a cincuenta años de aquella epopeya, ante la pregunta de lo que harían si el enemigo imperialista osara atacarnos, unánimemente piden su fusil y un puesto en la línea de combate.

 

Ese es nuestro pueblo, esos son los Hombres de Girón.

 

José Ramón Fernández

 

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ADOLFO COLOMBIÉ LONDRES (PIQUIN)

Batallón de la Policía Nacional Revolucionaria

 

 El día que se inició el ataque mercenario nosotros estábamos en el Esperon, en la escuela. De aquel lugar salimos en rastras, camiones, guaguas y todo lo que se pudiera utilizar. En ocasiones, cuando íbamos por la carretera venían aviones y teníamos que tirarnos de las rastras para protegernos. La caravana pasó por Jagüey Grande en el camino a Girón. Allí el pueblo nos gritaba “¡Denle duro!” “¡Patria o Muerte!” “¡Acaben con ellos!”.

 

Desde Jagüey Grande muchos del Batallón iban a pie y otros en las guaguas, fuimos por el camino hasta que llegamos al Central Australia. Ya era el día 18 de Abril. Del Australia continuamos a pie por todo el camino en dirección a Playa Larga, donde tuvimos que recoger algunos muertos y heridos de los batallones de milicia. En Playa Larga, el día 19, continuamos para Girón, pues Samuel Rodiles iba con la brigada de tanques y detrás de los tanques íbamos nosotros con Efigenio.

 

Teníamos que seguir detrás de los tanques porque en uno de los lados teníamos la laguna, donde estaban los cocodrilos y del otro lado teníamos el arrecife y el mar. La situación estaba violenta pues los mercenarios tiraban y nosotros seguíamos avanzando por la carretera.  Nosotros buscábamos un borde, a la derecha o a la izquierda, donde poder atrincherarnos para tirarle a los mercenarios.

 

Cuando llegaron nuestros tanques cerca de las posiciones enemigas y comenzaron a disparar, averiaron un tanque del enemigo  y los mercenarios  se desorganizaron y comenzaron a huir, pero la cosa fue dura de todas formas, el tiro sonaba por cualquier lugar. Después que los tanques nos abrieron camino, la gente del Batallón avanzo tirándoles a los mercenarios y se formó una fuerte balacera de fusilería y ametralladora calibre 50.

 

Nosotros tuvimos varios combates con los mercenarios y de nuestro batallón hubo una buena cantidad de muertos antes de llegar a Girón. A mi lado había otro policía, el Capitán Luis Artemio Carbó Ricardo, nacido en Sagua de Tánamo, que era mi pareja en el combate. Artemio  vivía por la plaza de Cuatro Caminos, en la Habana. Él se casaba el día 17 de abril, el día del cumpleaños de la novia que se llamaba Mercedes y  me decía, “Piquin yo me casaba ayer 17 y mírame aquí  el 18, combatiendo”.  Una bala le atravesó el cuello y murió.

 

El cabo Díaz, que hoy es teniente coronel, pasó con un carro repartiendo latas de carne rusa.  Allí no había agua, no había comida, solamente había el heroísmo y la determinación de luchar contra el enemigo. La carne rusa tuvimos que comerla directamente de la lata, pues no se podía cocinar, pero puedo decir que a mí me supo como la mejor comida del mundo.

 

Una vez más pasaron por encima de nosotros los aviones enemigos pintados con los colores de la bandera cubana, lo que realmente nos confundió al principio, pero allí vimos el heroísmo de los jefes que se ponía de manifiesto en todo momento.  Cerca de nosotros estaba el Gallego Fernández, Efigenio y Samuel Rodiles.  De Fidel ni hablar, pues era el que estaba en primer lugar.

 

Yo recuerdo que fui con Efigenio a ver a Fidel y este tenía los ojos hinchados, colorados, posiblemente de no dormir. Había como cinco teléfonos y el dando órdenes por ellos. Diciéndole a cada uno lo que tenía que hacer. No paraba, hablaba con Efigenio y hablaba por los teléfonos todo a la misma vez. ¡Qué clase de hombre ese!

 

Realmente el combate estaba difícil, pero cuando llegó la artillería todo se puso a favor nuestro. Los tanques enemigos estaban bien posesionados en el trayecto de Playa Larga a Girón, tenían el cañón a la altura de la carretera, estaban hundidos en la arena. También los mercenarios tenían  camiones artillados con  una ametralladora calibre 50 en la cama del camión. Realmente tenían un armamento de primera, pero les faltaba el corazón, la razón y los cojones para pelear, según decía repetidamente el Comandante Efigenio Ameijeriras.

 

En uno de los últimos combates yo estaba avanzando detrás de los tanques y cayó cerca de nosotros un obús de mortero, varias de las esquirlas del proyectil me alcanzaron en la mano izquierda,  las que me dejaron inutilizados de por vida algunos dedos. Cuando me hirieron yo consideré que no era grave y seguí tirando y avanzando con el resto del Batallón hasta que entramos  y tomamos Girón. Allí pude ver un grupo de mercenarios que ya habíamos cogido prisionero, algunos muertos en la arena y la gran cantidad de armas que tenían.

 

Cuando cayó la noche el Capitán Sandino se enteró que yo estaba herido y vino a verme. Se quitó la camiseta que traía y me la amarro en la mano pues ese era el único vendaje que teníamos en aquel momento. Inmediatamente mandó que me llevaran  a Jagüey Grande para que me curaran.  De allí me mandaron para Matanzas donde me entablillaron la mano y me dejaron en el hospital.

 

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ARNALDO   ORTA SANTANA

Milicias Nacionales Revolucionarias

Batallón 113

 

 Nosotros nos trasladamos hacia Girón por el Circuito Sur. Los milicianos no sabíamos hacia donde nos dirigíamos. Cuando llegamos a la zona de Aguada de Pasajeros vimos un avión B 26 que estaba atacando una agrupación de artillería que se estaba trasladando hacia la zona de combate.  Esta agrupación se encontraba  como 500 metros delante de nosotros. Ante aquello todos saltamos de los camiones y tomamos posiciones defensivas para sí el avión nos atacaba evitar al máximo que nos hicieran bajas.  En ese momento emplazamos las baterías antiaéreas que llevaba el batallón. Nosotros no fuimos atacados en esa oportunidad, pues todo el ataque se centraba en la agrupación  de artillería que se encontraba cercana a nosotros.

 

Cuando el avión se retiró continuamos la marcha.  Ya en esos momentos el pueblo de Aguada de Pasajeros  estaba en la calle, la gente nos aclamaba y nos decía del desembarco que se había producido.  Muchos querían unirse a nuestras fuerzas y querían darnos todo tipo de apoyo, además del moral que significó para nosotros ver  al pueblo aclamándonos.

 

Nuestro Batallón continuó avanzando por el Circuito Sur y a la entrada de una carretera recién construida, en Yaguaramas.  Cuando llegamos a esa zona vimos los cañaverales ardiendo como consecuencia de las acciones y los bombardeos.  Nosotros continuamos avanzando por la carretera. Estábamos cerca de la carretera que comunica con Cienfuegos, en ese lugar dejamos las mochilas y continuamos avanzando solamente con el fusil y el parque, eso se realizó para que pudiéramos avanzar más rápidamente por aquella carretera.

 

Después de caminar unos cuatro kilómetros se terminaron los cañaverales y comenzó la ciénaga, lo cual era fácilmente reconocible por el tipo de vegetación, arbustos, la zona pantanosa y todo lo característico de ese lugar. La carretera había sido construida como un metro y medio sobre el nivel de la ciénaga, el talud había sido construido con relleno, principalmente piedras. Nosotros continuamos avanzando en dos columnas, cada una por ambos extremo de la carretera.

 

Continuamos avanzando hasta que el enemigo abrió fuego contra nosotros.  Ellos estaban en San Blas en una posición que los favorecía. Los mercenarios habían llegado allí por dos vías, primero los paracaidistas, que inclusive habían dejado sus paracaídas tirados en un terreno cercano a un pequeño batey que tenía unas cinco casas.  El enemigo se había fortificado en la carretera, allí tenían una ametralladora calibre 50, morteros y otras armas. Estaban a la salida de una curva que tenía  la carretera, lo que hacía casi imposible avanzar por la misma y enfrentar las fuerzas enemigas.

 

En cuanto comenzó el fuego enemigo nos tiramos en ambos talud de la carretera, estábamos uno al lado del otro, era como si hubieran puesto un dominó formado por los milicianos. En aquellos momentos el único que pudo responder al fuego enemigo fue el primer pelotón, que había avanzado lo suficiente como para poder repeler la agresión.  Aquel combate duró un poco más de dos horas, nuestro batallón tuvo un muerto y varios heridos, entre ellos el Jefe de la Compañía, cuyo nombre era Eradio Hernández.

 

En medio del combate llegaron nuestros tanques, que le dieron el toque final a la situación. La fortificación de los mercenarios quedó totalmente destruida.  Eso permitió que siguiéramos avanzando con los tanques abriendo el camino  para posteriormente tener otro encuentro con el enemigo.

 

El segundo enfrentamiento lo desarrollamos en la carretera que comunica San Blas con Playa Girón. Las fuerzas mercenarias tenían un fuerte armamento, cuando nuestros tanques se acercaron le rompieron la estera a uno de ellos de un cohetazo, además de eso, los que chocaron con nosotros tenían un camión artillado con una ametralladora calibre 50 que barría la carretera. En medio del combate se apareció un avión de nuestra fuerza aérea, un T 33 que pulverizó el camión con un cohete que le lanzó.

 

En este combate tuvimos mayores posibilidades de enfrentarnos a los mercenarios, pues después que perdieron el camión las fuerzas se nivelaron, ellos estaban escondidos en distintos lugares, principalmente en los arbustos que estaban a los costados de la carretera. Ante el empuje de nuestra tropa algunos se rindieron, otros cayeron prisionero, otros retrocedieron hacia la ciénaga.

 

Cerca de donde nosotros nos encontrábamos estaba el Comandante Dreke.  Este llegó al combate y mostró gran valentía avanzando por el medio de la carretera mientras se fajaba a tiros con los mercenarios. En el combate Dreke es herido en el estómago y otro oficial, el cual nunca pudimos saber cómo se llamaba, un hombre fornido, de barba muy negra, que decían era un Capitán que se llamaba León, bajo los tiros fue al lugar donde había caído Dreke, lo recogió y lo sacó de allí, lo montó en un jeep y se lo llevó. En aquellas operaciones el que iba al frente del batallón era el Comandante Olivera, al que le decían “el cojo”, pero corría y se movía más rápido que cualquiera de nosotros.

 

Por la noche hicimos un alto en la carretera que comunica con el Central Covadonga.  De pronto llegó al lugar el Comandante en Jefe el que informó a los oficiales que nosotros no participaríamos en el asalto, pues eso lo harían las fuerzas que venían desde Playa Larga.

 

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CARLOS LÁZARO CEPERO VERA

Milicias Nacionales Revolucionarias

Batallón 339.

 

El camión en que yo me transporté junto con otros combatientes, nos dejó en un lugar conocido por el cartel del INRA existente en el mismo, próximo a Playa Larga. En ese lugar se forma un triángulo por las carreteras que comunican el Central Australia con Buena Ventura.

 

En aquel lugar tuvimos nuestro primer combate con las fuerzas mercenarias, en cuanto nosotros llegamos nos recibieron a tiro limpio, con un alto poder de fuego, mayor que el nuestro, pues ellos tenían un armamento muy superior al que nosotros llevábamos que era el propio de una unidad ligera de infantería.

 

Nuestros hombres comenzaron a tirar con lo que tenían, sin amedrentarse, por lo que se formó un amplio intercambio de disparos.  Algunos de nuestros compañeros resultaron muertos en aquel intercambio inicial y desigual, otros resultaron heridos. Puedo decir que algunos cayeron a mi lado o muy cerca de donde yo me encontraba.

 

Uno de los que murieron en el combate fue el Jefe de nuestro pelotón, José Luis Chaviano Chávez, alcanzado por una bomba de napalm del enemigo, murió carbonizado. José Luis era zapatero y desde muy joven se había integrado a la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Alfredo Placeres Barcaza que muere cuando es transportado herido y un avión enemigo le dispara un rocket al jeep donde viajaba. Alfredo era huérfano, se había criado en un orfanato y conocía los horres de la etapa anterior al triunfo de la Revolución. Ángel de Jesús Villafuerte Vázquez, que murió destrozado por los proyectiles de una ametralladora calibre 50, pero con el FAl en la mano, avanzando y disparándole al enemigo. Un joven que en aquel momentos tenía 21 años, pero que estaba determinado a luchar por esta Revolución. A esta lista pudiera agregarse la de los heridos que también fueron unos cuantos, entre los que recuerdo a Gregorio González, combatiente del pelotón al que yo pertenecía, al cual tuve que socorrer en medio de la batalla.

 

Cuando amaneció conocimos que el barco Houston, uno de los que habían traído los mercenarios, se encontraba encallado frente a Buena Ventura, en la Bahía de Cochinos. Según se decía no había podido descargar los pertrechos que traía ni al personal. Un avión Sea –Fury de nuestra fuerza aérea se apareció y lo ametrallaba y bombardeaba constantemente.

 

Momentos después apareció un avión B-26, con la bandera cubana debajo del ala y en la cola el nombre de FAR, por lo que nosotros creíamos que era de los nuestros.  El avión volaba bajito y cuando llegó a nuestras posiciones comenzó a disparar sus ametralladoras.  Nosotros inicialmente considerábamos que aquel piloto se había equivocado, sin embargo pocos instantes después nos llegó el aviso que era un ardid del enemigo, que nos cuidáramos de los aviones.

 

Sobre las diez de la mañana me vi en la necesidad de cargar un compañero que estaba herido, cuyo nombre es Pedro Quiñones.  En aquel momento no había ambulancia ni vehículo para trasladar el herido, por lo que lo cargamos y lo llevamos a Pálpite, un poblado que se encuentra a más de diez kilómetros de donde estábamos nosotros. En aquel poblado encontramos un camión en una carbonera cercana, por lo que tuve que subirme al camión y arrancarlo con el apoyo de otros compañeros. La idea era llevar el herido para Jagüey.

 

 

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NELSON DOMÍNGUEZ MORERA Y

HÉCTOR VÁZQUEZ DOMÍNGUEZ

 

Milicias Nacionales Revolucionarias

Batallón  119

 

Al llegar la caravana de autobuses a Jagüey Grande, el pueblo los vitoreó sin descanso ¨adelante, estamos ganando,  aquí no se rinde nadie, cojones....¨. Todos respondieron desde dentro de los ómnibus. ¨Patria o Muerte, Venceremos¨.

 

No obstante, observaban atentos cómo los vehículos de todo tipo que cruzaban en dirección contraria, cargaban  cuerpos ensangrentados vestidos con uniformes de milicianos y en algunos casos  amontonados unos sobre otros,  señal de que ya eran cadáveres.  Entonces internamente se preguntaron  ¿estaremos ganando en realidad?

 

No obstante, el entusiasmo no disminuyó. Ya en la carretera del central Australia a  Playa Larga, comentaban a viva voz…¨ somos los únicos combatientes que viajan  en autobús cayéndole atrás al invasor,…esto parece una película,… los vamos  a hacer mierda… Patria o Muerte “.

 

Héctor, en el único camión de la caravana, viajaba con unos pocos, delante del autobús donde se trasladaba Noel. El camión era una peligrosa montaña de cajas de  obuses de morteros de  82  mm., lo cual mantenía preocupado al primo hermano, que lo observaba  a través del   parabrisas del ómnibus.

 

 La primera parada fue casi llegando a  Playa Larga. Aunque no lo  vieron físicamente, dado lo largo de la caravana  de 24 vehículos, conocieron que  el Comandante en Jefe desde uno de los recién estrenados tanques,  disparaba cañonazos al Houston. Esto provocó una estampida de alegría y satisfacción.  Fidel siempre en la primera trinchera. Eso  los exaltó aún más, a pesar  de que las ambulancias improvisadas, atestadas de heridos y muertos, seguían pasando en dirección  contraria hacia el hospital de Jagüey.

 

Noel aprovecho la breve parada para echar una meadita, ajustarse la canana y el fusil Fal.  A él no le correspondía llevar ese tipo de arma, pues por  ser segundo jefe de la batería de morteros, debía portar una  metralleta checa, pero se las había ingeniado para hacerse de un Fal  por su superior poder de fuego.

 

En ese momento se acerco al primo, quien como si nada ocurriese , estaba precisamente sentado sobre la caja que transportaba las espoletas de los obuses,! casi un suicidio! “Cuídate, cojones, que estas sentado sobre  un volcán,”  le dijo. “Deja de dar órdenes, parece que te has creído lo de jefe,” ripostó el otro.

 

La imponente caravana de vehículos reinició su lenta marcha, dobló izquierda en  Playa Larga y continuó por el arenoso terraplén hacia la  playa siguiente: Girón. Iban embelesados mirando el Houston arder y haciéndole bromas a Guerra, el negro cocinero, que desde el asiento delantero era el único que escrudiñaba el cielo, infructuosamente  en busca de  aviones enemigos.

 

Transcurrieron unos breves minutos hasta que espantado y señalando hacia el cielo, Guerra dio la voz de alarma….¨ ¡Ahí vienen los hijos de puta! ¨….. Dos aviones -B-26 picaron  sobre la caravana, la cual transitaba desprovista del necesario apoyo antiaéreo, que la premura o la inexperiencia no alcanzó a incorporar.

 

El chofer del autobús, un civil, solo atinó abrir la puerta delantera y ponerse a buen recaudo. Los demás lo hicieron  atropelladamente, corriendo por el pasillo del autobús hasta ganar la puerta delantera para salir a la mayor velocidad posible con la esperanza de guarecerse entre el terraplén y el arrecife.

 

Noel echó una mirada al primer avión y como estaba pintado con nuestras insignias, se sintió transitoriamente aliviado. Esta sensación terminó bruscamente cuando el tirador de cola del aparato comenzó a escupir plomo de su calibre 50 contra los vehículos estancados en el camino de gravilla blanca.

 

Era el  bautizo de fuego. Todos indefensos, con armas ligeras insuficientes para enfrentar aquella vorágine de ametrallamientos sucesivos realizados por los vuelos de pases rasantes. Las piezas de los morteros habían quedado en los    autobuses, como también quedó  Galarraga (Enrique  Galarraga Rodríguez), el espigado y alegre negro alfabetizador, quien no pudo abandonar el ómnibus e intentó guarecerse en el espacio  entre el último escalón y la puerta trasera, que desgraciadamente se encontraba cerrada.

 

Las primeras ráfagas lo alcanzaron, por lo que resultó herido. Posteriormente, cuando era trasladado hacia el hospital en una ambulancia,  esta fue atacada, a pesar de llevar visible la identificación de la Cruz Roja.  Un avión enemigo descargó sus ametralladoras contra el vehículo, lo cual le causó la muerte.  Fue el primero de los mártires de la batería.

 

 El resto de la desorganizada tropa, atrapada entre los arrecifes y el terraplén, totalmente a la descampada, solo atinaba a mirar al cielo y ver las lengüetas de fuego sobre ellos.

 

Un gordo, cargador de bípode se paró, todos pensaron que iba a repeler la agresión con el Fal que portaba. En su lugar, descargó una estrepitosa diarrea, pedos incluidos,  que salpicó o mejor dicho empapó a una víctima que desde abajo no cesaba de lanzarle improperios.

 

 Otros, como el negro Guerra, al igual que Tejera (Epifanio Tejera Fajardo) comenzaron a disparar con el Fal en ráfagas, también infructuosamente,    al tirador trasero del B-26.  Un miliciano de piel ceniza, solo atinaba a taparse la cabeza con el nylon verde olivo usado de capa contra el agua, esto lo hacía para ¨protegerse¨ del avión al que no quería ni ver.  ¨ ¡Aquí es donde hay que gritar  Patria o Muerte y no en la placa!¨  ironizaba a todo pulmón el cabo de escuadra Gerardo (Gerardo López González). Otro no identificado hacia comparaciones: “¡Esto es peor que el Escambray, coñooooo!”.

 

Cuando  pensaron  que lo peor había pasado, comenzaron otras estridentes explosiones unidas a un abrazador impacto de calor sofocante.   “¡Están bombardeando con  napalm!¨  se escuchó un gritó de alguien que no ocultaba el temor que sintió en aquel momento. Efectivamente, de los aviones se veían caer  unos bultos que sin un orden o dirección precisos, descendían rápidamente dando irregulares vueltas y al chocar con cualquier  superficie -  ómnibus, arrecifes o peor aún, sobre  cuerpos humanos-, explotaban.  Su contenido se expandía de inmediato por metros que parecían leguas, diseminando a  su alrededor un fuego brillante, potente y  gelatinoso.

 

Algunas de las víctimas alcanzadas por aquella sustancia,  envueltas por el fuego y desesperadas, corrieron hacia el mar cercano,  se hundieron en él para volver a salir  en idénticas condiciones:  el cuerpo en llamas y lanzando terribles alaridos.  “¡Revuélcate, revuélcate en la arena!¨ vociferaban los más ecuánimes, presumiendo de una experiencia, por demás, nunca antes conocida y sin embargo, solo así se lograban apagar  aquellas impresionantes antorchas humanas. 

 

Al fin hubo una pausa. El espectáculo era dantesco. Lo que hacía  unos momentos era una desafiante caravana de autobuses marca Leyland, ahora  eran hierros  retorcidos y humeantes. Dentro o fuera de ellos, cadáveres carbonizados  emitían un tufo peculiar; había quejidos escalofriantes por doquier. Inicialmente no encontraron  explicación para aquella tregua momentánea, solo  más tarde supieron que al final de la caravana de los ahora diezmados autobuses, se habían  incorporado los niños artilleros de las “cuatro bocas” que, desde los camiones transportadores de sus piezas, sin tiempo para emplazarlas, efectuaron fuego cerrado contra los B-26. De inmediato estos alzaron vuelo y se perdieron del escenario de tan desigual combate.

 

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 HUGO ISRAEL ALFONSO ADAY

Milicias Nacionales Revolucionarias

Batallón 339

 

Cuando se produjeron los ataques aéreos a los aeropuertos de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños nuestro Batallón estaba en dicho central.  El día 17 de abril, durante la madrugada, se recibió en la microonda del central un mensaje de los compañeros del batallón que se encontraban en Playa Larga. Estos informaban que fuerzas enemigas estaban desembarcando en el lugar.

 

De inmediato recibimos la orden de avanzar hacia Playa Larga. En esos momentos yo pertenecía a la Plana Mayor del Batallón, como chofer. El Batallón o contaba con transporte para su traslado, por lo que fue necesario utilizar cuanto transporte civil pudimos conseguir para hacer el traslado.

 

En los camiones llegamos hasta la entrada del Centro Turístico existente en el lugar, allí se nos ordena bajarnos y desplazarnos hacia la derecha de la carretera y quedarnos en un lugar que era una explanada donde estaban sacando material rocoso para las construcciones del centro. Fue allí donde recibimos el bautismo de fuego, el enemigo disparaba profusamente con armas de distintos calibres, era de noche y se veía el rastro de las balas trazadoras.  Nosotros respondimos el fuego con lo que teníamos. Como era de noche, para guiar el tiro utilizábamos las propias balas trazadoras del enemigo, pues disparábamos al lugar de donde estas salían.

 

 Toda la madrugada la pasamos moviéndonos de un lado para otro. Cuando amaneció el día 17 el cielo se veía gris por la pólvora de los combates.  En las primeras horas de la mañana se aparecieron dos aviones B-26 con las insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria pintadas en el fuselaje. Nosotros pensábamos que aquellos aviones eran nuestros, sin embargo comenzaron a disparar contra nuestras posiciones, inicialmente consideramos que era un error de los pilotos, pero después nos dimos cuenta que era un ardid del enemigo para que ganáramos confianza. Como resultado del ametrallamiento de los aviones tuvimos algunos muertos y varios heridos.

 

Surgió otro avión en el cielo, este al parecer era de transporte, pues lanzó un grupo de paracaidistas en la zona de Pálpite, la cual había sido anteriormente bombardeada por los B-26 que nos atacaron.

 

El sargento Julián nos ordenó dirigirnos al lugar donde estaban los paracaidistas y hacerles frente. Cuando llegamos al lugar conocimos que dichos paracaidistas habían caído en la ciénaga y no presentaban combate, por lo que nos movimos nuevamente a la explanada donde estaba el resto del Batallón, cerca de la cual en aquellos momentos  existía un letrero que tenía inscrito INRA LV 17.

 

De nuevo entablamos combate con los mercenarios, esta vez en las inmediaciones del centro turístico, en un lugar llamado el triángulo de Caletón. A mi lado se encontraba Francisco Marrero, al que cariñosamente le decíamos “Pancho”, este ocupaba el puesto de  ayudante de Alfredo Placeres Barcaza, el cual operaba una ametralladora VZ.  La  ametralladora se había descompuesto, pero  al fin Alfredo logra arreglarla, más no llegó a dispararla, pues antes de que lo hiciera fue alcanzado por un proyectil que lo hirió gravemente. Pudimos montarlo en un jeep para que lo llevaran a curar, pero en el trayecto un rocket del enemigo alcanzó el jeep y lo destrozó.

 

Cuando estábamos entrando a los terrenos del centro turístico avanzábamos bajo la balacera y combatiendo, lo cual nos causó varios heridos.  Uno de los heridos fue un compañero que un proyectil de bazuca lo alcanzó en el calcañal.  El proyectil no explotó y siguió su trayectoria hasta una camioneta Fargo en la que teníamos instalada la microonda. Cuando el proyectil llegó a la camioneta fue que explotó, la camioneta quedó destrozada.

 

Inicialmente las fuerzas mercenarias contaban con un poder de fuego y equipos que superaban los nuestros. Ellos tenían aviones, tanques, camiones artillados con ametralladoras calibre 50, bazucas y morteros, de ahí que lograron rechazar nuestro ataque y hacernos retroceder hasta la entrada de la Laguna del Tesoro. Nosotros retrocedíamos peleando, pero el ataque mercenario nos causó varias bajas en esta operación.

 

En aquella posición pudimos resistir hasta que llegó el refuerzo que era el Batallón de la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas. Al entrar este batallón en combate se nos ordena dirigirnos hacia la retaguardia, a una zona conocida como la Granja de los Alpes, aproximadamente a dos kilómetros del Australia.

 

En el movimiento hacia aquel lugar nuevamente somos atacados por aviones mercenarios, los que nos causan algunos heridos. Cuando venían los aviones nosotros tratábamos de protegernos en las orillas de la carretera, pero era casi imposible hacerlo, pues en ambos lados de esta teníamos la ciénaga. De esa forma fue que logramos llegar al lugar donde se nos había indicado permanecer.

 

 

 

LUIS CARLOS CLEMENTE CARRALERO

 

Milicias  Nacionales Revolucionarias

 

Batallón 339.

 

 Cuando los compañeros que estaban en Playa Larga, entre la una y las dos de la madrugada, informaron por la planta de radio que estaban observando un barco grande entrando en la bahía, se entabló un diálogo con el Capitán, que les ordena estar alerta, informar todo lo que está sucediendo y enfrentarse al enemigo si este desembarcaba.

 

Al rato se presenta en Playa Larga una lancha de motor que comienza a merodear en las inmediaciones de la costa.  Cuando la lancha pasó cerca de las posiciones de nuestros compañeros estos le dan el alto, teniendo como  respuesta de la lancha una ráfaga de ametralladora contra nuestras fuerzas, por lo que los milicianos que se encontraban en el lugar ripostan la agresión.

 

Conociendo lo que está sucediendo en Playa Larga se da la orden de mover el Batallón hacia el lugar.  Como no teníamos transporte se decide tomar dos rastras que se encontraban cargando azúcar en el Central, se tiran los sacos de azúcar al suelo y se llevan las rastras para el Circulo Social donde comienza a montar el personal. En aquellas rastras no cabe todo el Batallón, solamente pueden ir en ellas la Jefatura del Batallón, la Plana Mayor y las compañías segunda y cuarta.

 

Antes de marcharse, el Capitán Cordero, al ver los milicianos que no habían podido montar en las rastras me ordena “Oriente, busca un camión, monta este personal y me alcanzas.” De inmediato salgo a buscar un camión y me encuentro el que estaba destinado a realizar la limpieza del Central, le hago un puente, lo arranco.  Allí montaron el Pelotón de Apoyo de nuestra unidad, al frente del cual estaba el sargenteo de milicias José Luis Díaz, el segundo al mando de la segunda Compañía, el sargento Placido Roque de la plana mayor y yo como Jefe de la Compañía al timón del camión.

 

Salí en el camión a toda velocidad y me les fui delante, porque ellos no pudieron cruzar la línea del ferrocarril, pero yo con el camión si pude hacerlo por lo que seguí avanzando a la vanguardia del resto de la tropa. Pasé por la boca de la Laguna del Tesoro a toda velocidad y continué en dirección a Pálpite.  Allí la población estaba armada con escopetas de cartuchos y fusiles americanos. Yo no paré, seguí adelante hasta que llegué a un lugar donde la carretera se bifurca, un ramal a la derecha que va para Buena Ventura y el otro a la izquierda que comunica con Playa Larga.

 

Viré a la izquierda hacia Playa Larga, el camión seguía a toda velocidad, va con las luces prendidas, pues es de madrugada. Al entrar en el centro turístico me sorprende una emboscada enemiga.  Apago las luces y ordeno que la tropa baje del camión, pero que no disparen, para que el enemigo no conozca que estamos armados.

 

Bajamos a la cuneta y comenzamos a ver una gran cantidad de luces de bengala,  cientos de balas trazadoras cruzando de un lugar a otro y un volumen de fuego mucho mayor que el que poseía nuestro Batallón. Ordeno al segundo al mando que  recorra nuestra posición para conocer si hay bajas, solamente tenemos un herido, Luis Tellería, herido a sedal en una pierna.

 

Otras luces se acercan por la carretera, son las del Jeep del Capitán Cordero que es recibido por los mercenarios con un fuego cerrado.  Se apagan las luces del jeep y se retira.  En ese momento las fuerzas enemigas abren fuego con ametralladoras pesadas calibre 50.

 

Logramos salir del lugar a rastras y llegar hasta donde está Cordero, que me pide le informe cual es la situación. Le dije que el enemigo tenía tomada toda la zona, desde el embarcadero cercano hasta el caserío que se encontraba en construcción. La respuesta de Cordero fue, “Tenemos un pelotón en Caleta del Rosario y cinco hombres en Playa Larga con la planta de radio, o los rescatamos o quedamos todos aquí en la playa.”

 

Un compañero me dice, “Cordero está loco” y lo contesté enérgicamente “Aquí se cumplen las órdenes”. Inmediatamente di la orden de que los que tuvieran los fusiles ametralladora     VZ-52 que pasaran al frente, al igual que los que tenían las sub ametralladoras M-25 y así en fila india comenzamos el avance.

 

En aquel avance se unió a nosotros un compañero en camiseta que tenía un fusil M-52 con un solo cargador. Aquel compañero caminaba, tiraba con su fusil y se lanzaba al suelo. De pronto el mismo me agarra por la camisa y me dice “Teniente, viene gente”.  Efectivamente, por el frente nuestro veo que avanza una tropa muy superior a la nuestra.  Doy la orden de tirarse al suelo.

 

Todos se tiraron rápidamente, las paticas de las ametralladoras VZ sonaron contra el diente de perro.  De aquel grupo nos dan el alto.  Nos dicen que nos entreguemos, que vienen a liberarnos del comunismo, que somos hermanos, que Fidel se había exilado en México y otras cosas por el estilo.

 

Como estaba tan oscuro, que prácticamente no se distinguía quienes eran aquellos del grupo, les pregunté a que batallón pertenecían. Ellos plantearon que fuera yo el que les dijera cuál era nuestro batallón, por lo que le digo que era el 339. Ellos contestaron que eran del Batallón E 2. Yo les dije que ese Batallón no existía y una voz que salió del flanco derecho expresó “Ejercito de Liberación”.

 

Aquello fue suficiente para que yo abriera fuego contra el grupo con mi metralleta, cuando se me acababa un cargador le ponía otro, yo tenía cuatro con un total de noventa cartuchos. El resto de nuestra tropa también disparó con los fusiles y la ametralladora ligera VZ.  El combate duró entre quince y veinte minutos. No tuvimos ni muertos ni heridos.

 

Entre las cuatro y media y las cinco de la madrugada llegan al lugar las dos compañías que salieron del Australia con las que se forma un cerco alrededor del lugar donde estaban los mercenarios. Al amanecer se unen a nosotros las otras dos compañías que se encontraban en Los Alpes, por lo que nuestras posiciones se reforzaron considerablemente.

 

El Capitán Cordero me dio la orden de que con tres pelotones tomara Soplillar, que  inhabilitara la pista de aterrizaje existente en el lugar para que no puedan aterrizar aviones en la misma. Antes de llegar a Pálpite un avión B-26 vuela por encima de nosotros, llevaba la bandera cubana pintada en las alas y el letrero de FAR en la cola, por si acaso nos internamos en el monte y por dentro del mismo avanzamos hasta Soplillar.

 

Al llegar a Soplillar nos dispusimos a cumplir la orden. Todo el personal se puso a trabajar para cumplir la misión de inhabilitar la pista de aterrizaje que regularmente era utilizado por la aviación agrícola. Después de obstaculizar la pista colocamos varias emboscadas en la entrada del batey por si las fuerzas enemigas llegaban al lugar.

 

Desde muy temprano en la mañana la aviación enemiga estuvo bombardeando y ametrallando la zona.  Sobre las nueve de la mañana un avión bastante grande comenzó a volar en círculo sobre el lugar y del mismo se lanzaron una gran cantidad de paracaidistas. Según mi cuenta, entre Soplillar y  Pálpite se lanzaron cerca de veinte y otra cifra similar entre Pálpite y la boca de la Laguna del Tesoro.

 

- Dr. Néstor García Iturbe es editor del boletín electrónico El Heraldo (Cuba) sarahnes@cubarte.cult.cu

 

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