Las diferencias -o ¿diferencia?-, entre Cuba y los EE.UU.
- Opinión
“En el límite, la diferencia completa hace imposible la comprensión. Los que son radicalmente diferentes [...] no pueden comprenderse mutuamente. Por eso, para construir la «armonía» entre clases sociales antagónicas, la condición necesaria es la sumisión, esta crea el espacio semiótico de homogeneidad entre opresores y oprimidos.” Francisco Pineda.
Es evidente que el reto más difícil durante el proceso de normalización de las relaciones bilaterales entre los EE.UU. y Cuba es lograr un diálogo sin asimetrías, entre iguales. Y que dicha equidad comunicativa se conserve, se mantenga por sobre la tendencia obsesiva a someter de la política, la cultura y los gobiernos estadounidenses.
Si existe una excusa para torpedear dicha equidad indispensable es de tipo de información y el modo en que ésta es interpretada por el ámbito de su política.
El no reconocimiento de la isla a partir de lo que es en realidad, con errores, pero sobre todo por sus avances dentro de una zona bloqueada por los gobiernos angloestadounidenses, como un igual dentro de las negociaciones de dicho proceso de normalización disgusta a la mayoría de la población cubana. Algunas acciones o posibles acciones suelen ser casi insultantes.
"La Primera Dama de los Estados Unidos, Michelle Obama prevé promover en Cuba su programa educativo con enfoque de género “Let Girls Learn” (Dejemos que las niñas aprendan), según lo anunció este martes a propósito del Día Internacional de la Mujer.
La iniciativa, que también será divulgada en Argentina como parte del recorrido del presidente Obama por estos dos países, se lanzó un año atrás con el objetivo de dar acceso a la educación a 62 millones de niñas y adolescentes en todo el mundo que no acuden a la escuela.
Frente a centenares de personas agrupadas en el Union Market de Washington, Michelle Obama recalcó que la motivación principal para crear la campaña fue precisamente esa alarmante cifra, la cual le provocó un "estallido de indignación".
Mediante "Let Girls Learn", el gobierno norteamericano busca potenciar una serie de programas ya existentes, fundamentalmente en África y Medio Oriente, que impactan en la violencia de género, la educación, la salud y la nutrición, entre otros aspectos.
Desde su surgimiento, la campaña ha sido promovida por la Primera Dama durante varias de sus giras internacionales, en las que ha visitado Japón, Camboya, Reino Unido, Italia y Catar.
Barack Obama, por su parte, ha solicitado unos 100 millones de dólares para esta iniciativa en su propuesta presupuestaria para el próximo año fiscal, mientras que otros países como Japón, Corea del Sur o el Reino Unido han comprometido en conjunto casi 600 millones, según reportó la agencia Efe.
Asimismo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, el presidente estadounidense, que se declaró "orgulloso" de "Let Girls Learn", aseveró la educación secundaria es "la herramienta más poderosa para ayudar a las niñas a escapar de ciclos de pobreza y abuso y a tomar el control de sus vidas"."i(1)
Volver a la perorata acerca de los avances mundialmente promocionados que el gobierno revolucionario y el pueblo de Cuba pueden mostrar, y la ayuda solidaria a muchos otros países de varios continentes en lo referente a los planes educativos, la atención médica y otras áreas civiles, no nos hará caer en esa rutina. Ya aclarado por un editorial de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en estos días, donde se le explica a la primera dama estadounidense ciertas verdades de perogrullo, resulta innecesario volver al “trillo”. Lo esencial estriba en el altísimo grado de desinformación que la Sra. Obama parece adolecer. Muchos ciudadanos estadounidenses han pasado por la isla y palpado por sí mismos los resultados de tales avances.
Todo el sistema de enseñanza, incluyendo al nivel científico superior, la atención médica; y por ende la atención a niños y jóvenes de ambos sexos en Cuba es gratuita desde hace más de medio siglo. Esos logros dentro de la justicia social efectiva durante el sistema socialista cubano –con todo y sus deficiencias- deberían servir de justificación para que la pareja presidencial pudiesen inventarse un viaje a Cuba con el objetivo de vencer un seminario acerca de las consecuencias que las diametrales diferencias políticas con la política y cultura, estadounidenses experimentamos de ambas partes. Es admisible que desde la autoproducción burguesa cueste trabajo diluir en la testa que existe un modo de buscar armonía y coherencia entre libertad e igualdad. Es un trecho complicado de atravesar porque implica al desmantelamiento de esa autoproducción burguesa, por una parte; y a la compleja construcción de un sistema no solo distinto, a su vez diametralmente contrario al sistema capitalista.
Al margen de la hipocresía y el egoísmo que subyace al interior de la sociedad y mediante la expansión histórica de la cultura del capitalismo, sobre todo en esta etapa imperialista que lidera la hegemonía angloestadounidense, podría ser síquicamente arduo y hasta trastornador para el sistema nervioso periférico capitalista, entrar en una cultura y sociedad otra diametralmente distinta a la estadounidense.
Gente humilde doctorada en alguna disciplina de las humanidades o las ciencias; ostentar una población donde más del 69% del mercado laboral calificado pertenece a las mujeres. Bregar no sin dificultades contra el racismo, el machismo y la tendencia a tildar al otro como sometido, por “inferior”; que lo expulsen a uno a la calle por intentar entrar a un hotel privado; en fin, a pesar de ese bloqueo genocida existir dentro de una paz social que ha costado mucho sacrificio para que todas las personas pueden intentar la mejoría física y espiritual –a pesar de las barbaridades cometidas contra Cuba por ese bloqueo.
Deambular por las calles de La Habana, o cualquier otro lugar del país y confirmar que en horario de clases no existe prácticamente ningún niño o niña deambulando. Y que todos allí llevan sus uniformes con decencia. ¡Dios mío! Y que las clases se suscitan con tranquilidad sin temor a que sobrevuele un drone, les zampe un misilazo y los borre del mapa. Y además con salud. Tendrían Michelle Obama y su esposo que padecer dislexia aguda para no discernirlo.
Como todos, y en algunos momentos de esa autoproducción burguesa en la historia del país, más que muchos otros, hemos interactuado con elementos esenciales de la cultura estadounidense (la de los barrios y etnias marginadas) y con elementos más que rudimentarios de esa cultura del capitalismo en expansión histórica.
Y a pesar de todo hemos vencido a un bloqueo que aún está vigente; porque el sistema avanza.
Hacer comparaciones entre ambas sociedades es harto injusto para nosotros. Los afroamericanos por trastornos imperialistas de birlibirloque aún se piensan incluidos en la autoproducción burguesa angloestadounidense como totalidad, o al menos mayoría. Ciudadanos de una sociedad cuyos cuerpos represivos se entretienen con ellos (sobre todo los jóvenes) haciéndoles diana, colimándolos como si en una caza al pato, en las calles de muchas ciudades estadounidenses. He visto a Barack Hussein Obama llorar de impotencia (aunque él lo disimule), cuando ha intentado salirle al paso a esa temporada eterna de cacería al negro en su país.
Existen muchas niñas y niños sin poder asistir a clases en el mundo (indagar por los cientos de miles de desplazados por las guerras que los mismos EE.UU. inventan) entre los inmigrantes a los que ahora se les niega la entrada a Europa, cuando el belicismo “euro-atlantista” los expulsó de sus propias casas, pueblos y ciudades en busca de riquezas naturales que depredar. Es una pena que Michelle Obama quizás no tenga en su agenda un viajecito a Nigeria o a Sudán (del norte o del sur), al Congo antes Leopolville, a Libia o a Irak después de desmantelados y arrasados por las guerras que provocan los mismos gobiernos estadounidenses como el de esposo.
Lamentablemente las diferencias son diametrales; en no pocos casos impiden la comprensión, el diálogo en equidad entre las partes. Pero construir la «armonía» entre clases sociales (o sociedades) antagónicas, como condición necesaria a la sumisión al poder que promueve la libertad en una aguda e insoportable desigualdad, no podrá nunca ser un objetivo viable en Cuba.
Aquí rige otra semiosis diametralmente diferente a, y contra la capitalista.
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