Noventa días de Macri

07/03/2016
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Es indudable que Macri intenta implementar un ajuste brutal al servicio de los grupos concentrados, para instalar una administración subordinada a Estados Unidos. La única pregunta es si podrá hacerlo. Ganó por poca diferencia, con mensajes tramposos y en un clima adverso para el recorte de derechos populares. Al cabo de tres meses de gobierno: ¿hacia dónde si inclina la balanza? Una comparación con el antecedente menemista contribuye a esclarecer el interrogante.

 

Ofensiva con límites

 

Macri sorprendió con la virulencia de los despidos. Los 20.000 cesanteados en la órbita estatal, facilitaron los 30.000 trabajadores que el empresariado privado dejó en la calle. Busca generalizar el temor a la pérdida del empleo para reducir los salarios. Prat Gay verbalizó el chantaje: el trabajador deberá elegir entre menores ingresos y su puesto de trabajo.

 

La ofensiva es maquillada con una identificación del empleo estatal con la vagancia (“ñoquis”). Pero en ninguna dependencia hay auditorias. Primero echan y luego evalúan la actividad del despedido. Las arbitrariedades son tan numerosas como las venganzas. En lugar de estabilizar la enorme masa de contratados que dejó el kirchnerismo, utilizan la precariedad como argumento de cesantía.

 

Pero el gran paro estatal del 24 de febrero inauguró la resistencia a esos atropellos. La mayoría de los trabajadores no se amedrentó, acató la huelga y concurrió a la marcha.

 

Esta reacción se extiende a la batalla contra el techo salarial del 25%. Macri pretende exceptuar las paritarias de la libertad de mercado que estableció en todas las áreas. En el caso testigo de los docentes dio marcha atrás. Los aumentos se ubican por debajo de la inflación pero violan el cepo propiciado por el gobierno.

 

También trastabilla el complemento represivo del ajuste. El PRO debutó repartiendo palos en Cresta Roja y sancionó un protocolo que permite portar armas letales para disolver los piquetes “en 5 minutos”. No conciben esa norma para marchas afines (Nisman, caceroleros, agro-negocio). Pretenden apalear a los desamparados que pierden el empleo o sufren cortes de luz. Desconocen que el derecho de protesta afecta otras normas pero protege a los más débiles.

 

El protocolo fue difundido en vísperas de la marcha del 24 y no pudieron aplicarlo. Esa derrota fue muy celebrada por los manifestantes. Ahora Macri recurrirá a los medios de comunicación y buscará aval social para ensangrentar las protestas.

 

La detención de Milagros Salas se ha convertido en otro test del proyecto represivo. La apresaron por un acampe y manipularon el tribunal para enviar una señal de criminalización de la lucha social. Salas recibe duros cuestionamientos de la izquierda por su autoritarismo y clientelismo. Pero todas las causas contra la diputada del PARLASUR deben dirimirse fuera de la prisión.

 

Los proyectos represivos incluyen la reintroducción del ejército en actividades internas con el pretexto de enfrentar el narcotráfico. Milani comenzó esa injerencia en el plano de la inteligencia. Pero ahora se avanza en una emergencia en seguridad que permitirá reforzar la presencia de la gendarmería en los barrios populares.

 

Macri juega con fuego al delegar poder en fuerzas carcomidas por la corrupción. La reciente fuga de los presos en la Provincia de Buenos Aires ilustra una podredumbre, que remite al peligroso escenario mexicano.

 

Como el macrismo está embarcado en la restauración conservadora sus funcionarios reavivan la teoría de los “dos demonios”. Afirman que no hubo 30.000 desparecidos, se reúnen con organizaciones de los genocidas y eliminan el nombre de Laura Bonaparte de un Centro de Salud. La indignación que generan estas contra-reformas hace vacilar al propio presidente.

 

En las paritarias se concentra la confrontación decisiva. Allí se verá quién gana la primera pulseada frente al techo del 25%. El balance será muy distinto si esa restricción es impuesta, perforada o emparejada.

 

La otra batalla en curso es la resistencia al tarifazo del 300-500%. El gobierno afirma que la baratura de los servicios es insostenible, pero oculta cómo las empresas utilizaron subsidios multimillonarios para aumentar sus ganancias sin invertir.

 

El tarifazo sin audiencias públicas, ni análisis de costos, en medio de una oleada de cortes, afianza esa estafa. La promesa de mejoras futuras tiene poca credibilidad. No hay plan o control oficial de las inversiones y los principales funcionarios del área son ex gerentes de las compañías. Las protestas de los vecinos contra los cortes de luz anticipan la reacción popular frente a esa impunidad.

 

Nubarrones político-sindicales

 

Macri afronta dificultades con sus aliados del sindicalismo. Busca cerrar un acuerdo con la crema de la burocracia para atomizar la resistencia obrera. Les ofreció convalidar el turbio manejo de las obras sociales y reducir el impuesto a las ganancias que pagan los trabajadores de mayores ingresos. Recibió de inmediato grandes elogios de Moyano.

 

Pero ese idilio se está resquebrajando por el des-manejo oficial del gravamen a los asalariados. En la campaña Macri prometió anularlo y sus primeros anuncios sugerían modificaciones neutras, con aumentos compensatorios de la inflación en el piso de tributación. Luego repitió lo realizado por Cristina: un incremento transitorio del mínimo no imponible sin cambios en las escalas, que se licúa con el aumento de los precios y los salarios.

 

Pero la letra chica del nuevo decreto es mucho peor. Como la suba del piso es más baja frente a una inflación más alta, unos 200.000 trabajadores (y 100.000 jubilados) que estaban exceptuados, ahora deberán tributar. Además, la preservación de las escalas entrampa rápidamente a todos los afectados en el porcentual del 35%, mientras que un millonario no suele pagar más del 16%.

 

Como el PRO debutó con un festival de rebajas impositivas para los capitalistas, le resulta difícil repetir la justificación kirchnerista del gravamen a los asalariados (“sólo afecta al 10% de los trabajadores”). Los CEOs que prepararon el decreto introdujeron una penalidad disfrazada de beneficio. Mientras que aseguran la adecuada reglamentación de todas las ventajas otorgadas a las grandes compañías, intentan cuidar la caja del estado cuando hay que aligerar la tributación de los asalariados.

 

La mentira duró poco y los jerarcas sindicales han respondido preparando un proyecto parlamentario contrapuesto a la iniciativa oficial. Tomaron distancia de Macri, sin involucrarse en ninguna lucha.

 

El mismo tipo de conflictos se verifica en la relación del oficialismo con los políticos opositores-aliados. Macri empezó erosionando al peronismo, tejiendo acuerdos con Massa, los gobernadores y Urtubey-Bossio. Atrajo a varias figuras del justicialismo tradicional y dividió el bloque kirchnerista en el Congreso.

 

Pero ahora debe pagar los costos de esa operación. Los popes de las provincias exigen transferencias de los fondos adeudados por la coparticipación. Massa acompañó a Macri a Davos, pero se suma al proyecto de ganancias que preparan las CGTs. El justicialismo coloca huevos en varias canastas para preparar su retorno al gobierno.

 

Macri se apoya en un armado político muy frágil y ni siquiera puede movilizar a su propio público. Por eso busca sustento en el resentimiento con el kirchnerismo. Acrecienta el cerco judicial contra Cristina y enfatiza la corrupción de la gestión K. Todos los días algún juez de amigo destapa alguna causa nueva contra Báez, el enriquecimiento de CFK, el escándalo de Hotesur, las andanzas de Aníbal, las apropiaciones de Boudou o los robos de Jaime. Ya funcionan a pleno los tribunales leales que recuerdan desfalcos de ex funcionarios para ocultar las malversaciones en curso.

 

Pero esta hipócrita campaña puede rebotar sobre la propia gestión del PRO. Resulta difícil ocultar el caso Niembro, los oscuros negocios en la ciudad tapados con el incendio de Iron Mountain o las causas por espionaje ilegal que involucraron a Macri.

 

Si la corrupción ocupa la primera plana, el procesado presidente del Banco Central deberá responder por su participación en la estafa del mega-canje de Cavallo y por su convalidación de los seguros de cambio de Vanoli. También habrá interés por conocer las denuncias de Carrió sobre el dinero acumulado por el presidente de la Corte Suprema.

 

En este terreno el macrismo juega con fuego. Ha colocando al frente de la supervisión bancaria a financistas acusados de lavar dinero y otorga comisiones millonarias a los intermediarios que comercializan los bonos del estado. Además, todos los CEOs que dirigen ministerios mantienen descaradas relaciones con las firmas que dirigían hasta el año pasado. Esta asociación tipifica a un gobierno estructuralmente corrupto.

 

Pero Macri necesita transitar por ese peligroso camino de denuncias. Al principio intentó mantener un discurso de optimismo y buena onda para hacer digerible el ajuste. Se atuvo a las reglas de impunidad hacia los ex presidentes que ampararon a Menen y De la Rúa. Sin embargo, el malestar que generan sus medidas lo empuja a buscar un chivo expiatorio. Con la “herencia kirchnerista” justifica el trago amargo de cada día y ese recitado es su único relato.

 

Trasfondo económico

 

Macri afronta la grave inestabilidad de la economía. Debutó con una formidable transferencia regresiva de ingresos a favor de los capitalistas. El agro recibió el regalo simultáneo (e infrecuente) de la devaluación y la reducción de retenciones. La minería extractivista fue premiada con una disminución de impuestos. Las empresas petroleras -que ganaron fortunas con los altos precios barril- obtuvieron una gran compensación por la caída de esa cotización.

 

También los bancos engrosaron utilidades con el levantamiento de los controles y el negocio de convertir deudas interestatales en pasivos privados. Hasta los impuestos al champagne y a los autos de alta gama fueron recortados para celebrar el jolgorio.

 

Pero el desborde inflacionario arruina la fiesta. Macri confesó su desconcierto y se enoja con el resultado de sus medidas. Sólo puede achacar al legado kirchnerista la carestía derivada de la emisión y el atraso del tipo de cambio que se instrumentaron para posponer el ajuste.

 

Pero el actual estallido de los precios desborda ampliamente ese arrastre. Es consecuencia directa de la devaluación, el tarifazo, la remarcación alocada de los supermercados y la destrucción del sistema de precios cuidados. Los exportadores y los grandes grupos comerciales e industriales se están embolsando la principal tajada del saqueo al bolsillo popular.

 

La única respuesta oficial es un ridículo monitoreo on line de los precios para retratar el desfalco en tiempo real. En lugar de frenar las remarcaciones se disponen a “webearlas”.

 

El descontrol inflacionario ya precipitó también el desplazamiento de la directora del INDEC, que fue presentada como un cerebro de la estadística. Con varios índices dando vuelta el gobierno optó por cocinar algún número frente a la opinión pública.

 

La gran carestía en curso acentúa la recesión al desplazar todo el gasto de las familias hacia las necesidades básicas. Sturzenegger refuerza a su vez esa contracción, con mayores tasas de interés y cortes de la emisión. Con el consumo planchado, las inversiones detenidas y las exportaciones estancadas se debilitan los presagios de un repunte en el segundo semestre. Todo depende de la prometida lluvia de dólares.

 

Sin ese ingreso no hay forma de estabilizar el ajuste. Macri se lanzó a reducir en forma desaforada los impuestos a los ricos descontando un aluvión de divisas que no llegó. Los 25000 millones de préstamos inmediatos que auguró Prat Gay no aparecen y la gran liquidación diaria de divisas esperada de los exportadores tampoco se materializa.

 

Mientras continúa la imparable demanda de divisas, el gobierno no pudo colocar siquiera el primer bono que lanzó al mercado. Además, ya gastó en sostener la cotización del dólar la mitad del único crédito que obtuvo.

 

Las empresas compran divisas para girar utilidades y los particulares con altos ingresos para preservar su ahorro. Por esta razón las reservas están al mismo nivel (o por debajo) de peligro piso que dejó CFK. Esta vulnerabilidad ocupaba la tapa de los diarios y ahora es cuidadosamente ocultada.

 

La espontánea “confianza” que esperaba suscitar un gobierno del PRO está obstruida por la propia calesita de precios y tipo de cambio que desató el gobierno. Además, la tensión financiera en Europa, el freno de China y la recesión en Brasil tornan incierta la llegada de divisas a un país con las cuentas fiscales en rojo. El bajo nivel de endeudamiento externo actual no asegura esa afluencia de crédito. Los acreedores observan la capacidad de pago del estado, que Prat Gay socava todos los días bajando impuestos y acentuando la recesión.

 

También tambalea la ingeniería diseñada para mejorar la salud fiscal con políticas impositivas regresivas. Pensaban bajar el déficit con tarifazos, despidos y podas de salarios, pero aumentaron más aún el bache con la reducción de las retenciones.

 

En este escenario les urge el arreglo con los buitres. Griesa y Singer conocen esa necesidad y han impuesto todas sus exigencias de montos, fechas y normas legislativas. Se emitirán 15.000 millones de dólares para realizar pagos al contado por sumas que multiplican varias veces el monto inicial del pasivo. La quita negociada es irrisoria y podría quedar abierta una rendija para demandas de “holds outs” y “holds in” insatisfechos.

 

Macri amplía la estafa que consumó el kirchnerismo al acordar con REPSOL, el CIADI y el Club de Paris. Negocia la anulación de las leyes cerrojo y pago soberano con gobernadores interesados en el endeudamiento provincial y aprovecha el apoyo implícito de los economistas de Scioli (Bein, Blejer).

 

El país vuelve a endeudarse en forma parasitaria por cifras descomunales para financiar gastos corrientes y desequilibrios comerciales. Las inversiones anunciadas ya estaban en carpeta (Renault) o son de escasa significación (Coca Cola), mientras la ilusión de Vaca Muerta se congela por el desplome del precio del petrolero. Nadie sabe a qué tasa de interés Macri financiará el despilfarro en curso. El abaratamiento del crédito que sucedería al cumplimento con los especuladores aún no se visualiza.

 

Por eso hay muchos síntomas de mareo en el gabinete. Los talibanes del macrismo (Melconian, Broda, Espert) exigen mayor virulencia en el ajuste, despidos generalizados y apertura comercial indiscriminada.

 

Diplomacia y medios

 

Macri busca oxigeno con fuertes gestos de sometimiento al imperio. Como todo mandatario derechista espera recibir alguna devolución de favores, pero olvida que las potencias utilizan y eyectan a sus subordinados.

 

En Davos el hombre de Cambiemos hizo su primera exhibición de comportamiento colonial, al reunirse con Cameron sin hablar de Malvinas. Fue elogiado por todos los presentes, que al mismo tiempo confirmaron la total irrelevancia de Argentina para sus prioridades.

 

Macri retomó su idilio con Israel. Le aseguró a Netanyahu varios negocios vinculados con la emergencia de seguridad y estrechó la conexión con el Mossad para resucitar el caso Nisman. Con Stiuso y varios jueces leales se dispone a reinstalar alguna hipótesis de asesino iraní amparado por CFK. Es el libreto escrito en Estados Unidos por los republicanos y el lobby sionista para socavar el acuerdo nuclear que Obama suscribió con Teherán.

 

Por ese camino el líder del PRO entierra nuevamente cualquier investigación del atentado a la AMIA e involucra al país en peligrosas maniobras de los jugadores de Medio Oriente. Transita por el mismo laberinto cuando discute acuerdos con Hollande que van más allá de tratados comerciales con la Unión Europea. Francia está muy comprometida actualmente en acciones belicistas contra el mundo árabe.

 

Pero el colmo del retorno a las relaciones carnales será la llegada de Obama el 24 de marzo. La elección de esa fecha es una estupidez oficial o un inédito acto de sometimiento. Seguramente el Departamento de Estado anunció que no tenía otro día para el viaje y la cancillería argentina aprobó sin chistar. El extremo de esa provocación sería una visita al Museo de la Memoria de un hombre del imperio que sostuvo a Videla.

 

Pero tanta obsecuencia reforzará la voluntad de protesta. Es probable que Obama enfrente la mayor manifestación de repudio en un viaje al exterior de todo su mandato. Su presencia puede convertir el próximo 24 de marzo en un hito de las movilizaciones antiimperialistas.

 

Macri espera contrarrestar todas las adversidades con un mayor sostén mediático. Debutó con el mismo pacto que todos los presidentes suscribieron con el poder comunicacional. Pero ninguno hizo tantos deberes en tan poco tiempo.

 

Disolvió el AFSCA desconociendo las normas de gestión compartida que rigen a ese organismo. Ignoró el principio de autonomía que tanto celebra para el Banco Central. Dio rienda suelta a los DNU y sustituyó la hipocresía dialoguista por el decretazo presidencial.

 

Macri privilegia a Clarín. Frenó la división de la empresa y autorizó su ampliación con la compra de Nextel. Mientras pondera el pluralismo acuerda con otros medios adictos la manipulación de la información.

 

Sus voceros presentan la “convergencia digital” como el principal argumento para liquidar la ley de medios. Afirman que la televisión, el cable, Internet y la telefonía se asociarán en gigantescas empresas.

 

Pero esa tendencia exigiría incrementar la regulación estatal. Sin una intervención de ese tipo la extranjerización y la concentración de la propiedad serán vertiginosas. Un puñado de medios ya trabaja para reproducir el modelo de Televisa (México) y O Globo (Brasil).

 

Por eso resurgen los mitos de la comunicación privada y del imperio de la publicidad. Con esas reglas se desconoce que la información es un derecho y no una simple mercancía. Las normas de preeminencia pública y gratuidad son tan importantes en este campo como los derechos a la educación y a la salud.

 

El macrismo aprovecha el fastidio que generó la manipulación estatal de la última década para restaurar el reinado del mercado. Recuerda que la propia gestión K sepultó la ley de medios al forjar grupos privados oficialistas (Cristóbal López, Garfunkel, Spolski), que operaron con la misma tónica de Clarín y La Nación. Utilizan métodos semejantes para cerrar empresas y despedir trabajadores.

 

Esta frustrante experiencia es utilizada para resucitar todos los engaños de la libertad de prensa. Los intelectuales de la derecha ocultan que el capitalismo acalla las voces críticas. Nunca mencionan la persecución de Assange, Manning o Snowden. A lo sumo discuten el rol del periodista, silenciando quién detenta la propiedad de los medios.

 

Suelen elogiar al “periodismo independiente” omitiendo el singular condicionamiento político, económico e ideológico de esa actividad. Como el kirchnerismo transformó esa restricción en una burda contraposición entre “militantes y cortesanos”, ahora reaparecen todas las leyendas del comunicador libre y comprometido sólo con su público.

 

Pero el intento macrista de transformar a los medios en puro negocio transmisor de ideología conservadora e información oficialista enfrenta límites. Hay mayor conciencia en la población sobre esta amenaza y en algún momento se romperá la luna de miel con la prensa hegemónica.

 

Menemismo y alfonsinismo

 

Las semejanzas de Macri con Menen son muy numerosas. El líder del PRO transmite la misma idolatría por el mercado, imagina inversiones semejantes, disfraza el saqueo con elogios al riesgo empresario y ensalza el endeudamiento externo que empobrece al país.

 

También retoma la política exterior pro-imperial y reabre negocios en el área militar sin recordar sus consecuencias (Rio Tercero, contrabando de armas a Ecuador-Perú). Los acuerdos de libre-comercio que propicia con la Unión Europea y la Alianza del Pacífico actualizan la apertura de importaciones de los 90.

 

Macri intenta repetir la sociedad con los burócratas sindicales que participaron en el desguace del estado. Restaura la misma demonización del empleo público, omitiendo su moderado porcentual en términos internacionales y su mayoritaria conformación por policías, maestros o enfermeros con escaso margen de reducción. Al igual que Cavallo se desentiende del salario docente delegando ese gasto en las provincias.

 

Pero las diferencias de contexto son muy significativas. Menen gobernó en un clima neoliberal, auxiliado por el trauma de la hiperinflación. Aprovechó las expectativas en las privatizaciones y el desengaño con el constitucionalismo pos-dictatorial.

 

Macri no cuenta con ningún sustento equivalente. Navega en una oleada regional derechista pero sin bases sociales para acompañar el ajuste. No tiene el aparato justicialista y debe lidiar con el traumático recuerdo de los 90. Hasta ahora Macri no se atreve a reproducir las confrontaciones thatcheristas que propiciaba el riojano (“ramal que para, ramal que cierra”).

 

El neoliberal del PJ llevó el desempleo al 18% y demolió la industria local abriendo las importaciones. Macri actúa con más cautela, pero si su programa trastabilla puede jugar las peligrosas cartas de su antecesor.

 

Mientras que Menen gobernó sobre las cenizas de Alfonsín, Macri sucede al enigma del kirchnerismo. Cristina se retiró con un monumental acto de despedida, dejando una red de militantes que llenan plazas y organizan marchas. Pero la expectativa en una poderosa continuidad K en el Congreso, las provincias o el estado se está diluyendo.

 

CFK se mantiene en silencio y la estrategia de afiliación masiva al justicialismo socava las esperanzas de construir una fuerza progresista autónoma. No cabe duda que el PJ es un pilar del status quo conservador.

 

El kirchnerismo siempre mantuvo ciertas analogías con el alfonsinismo. Gobernó acompañado por administraciones latinoamericanas semejantes, convalidó conquistas democráticas comparables y mantuvo tensas disputas internas con la cúpula tradicional de su partido.

 

Por eso conviene recordar como el alfonsinismo se diluyó en el llano. Fue digerido primero por la Alianza y luego por Cambiemos. Si el kirchnerismo repite esa trayectoria será deglutido por el justicialismo.

 

También hay analogías entre la intelectualidad progresista que sostuvo a los dos procesos. El Club Socialista y Carta Abierta contaron con pensadores provenientes de la izquierda, que se auto-visualizaron como el sector más avanzado de cada proyecto. Aportaron fundamentos ideológicos equivalentes de democracia gramsciana-socialdemócrata (en el primer caso) y renovación populista latinoamericana (en el segundo).

 

El Club Socialista mantuvo su alineamiento con Alfonsín a pesar de la Obediencia Debida. Se consideraban ajenos a la estructura de la UCR, pero actuaron en esa órbita y finalmente se disolvieron.

 

Carta Abierta sigue actualmente las vicisitudes del kirchnerismo, luego de aceptar en silencio la candidatura de Scioli. No emiten balances críticos, ni explicaciones de la derrota electoral. Tampoco objetan las medidas regresivas de la era K que facilitaron la demagogia derechista y no conciben repetir los desafíos de la JP a Perón. De la trayectoria del Club Socialista no extraen ninguna enseñanza.

 

Pocas veces el escenario político argentino estuvo tan abierto a cursos imprevisibles. La batalla social contra el ajuste condiciona todas las alternativas, en pleno debate sobre lo ocurrido en la última década.

 

5-3-2016

 

- Claudio Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz

 

https://www.alainet.org/de/node/175883?language=en
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