México, tras la fuga del Chapo Guzmán

22/10/2015
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
 mexico caricatura
-A +A

Sin duda existen dos Méxicos, el formal, ese que cada seis años cambia su presidente, los gobernadores, los senadores y los diputados, como cualquier democracia del mundo. Existe ese México que emite documentos y papel moneda, que tiene embajadores, artistas, jugadores de fútbol, modelos, estrellas de televisión; el México que intenta controlar sus fronteras, la inflación, que cuida la salud y la educación de sus ciudadanos. Y existe el otro México, el real, donde nada de lo dicho pasa o importa.

 

El México real es el desbordado por la corrupción, que se ha impregnado en la piel de los mexicanos como un cáncer perverso, porque no sólo mata, sino que condena a las generaciones venideras. No hay que ser un experto en política mexicana para comprender en profundidad cómo opera el poder real en esa Nación, donde las tasas de violencia serían inauditas incluso en comparación con países en guerra.

 

El poder de los grandes señores de la droga ya ni siquiera rivaliza con el Estado, quizás porque en el México real al Estado lo controlan ellos. El resto: los políticos, los funcionarios, los empresarios, los dueños de los grandes medios de comunicación, ya no son más que meros administradores del poder que los cárteles les han delegado.

 

Es tan íntima, tan perversa, tan promiscua la relación entre el poder real y el poder nominal en el Estado mexicano que todos los funcionarios saben que ocupan un cargo porque un cártel determinado lo permite. Saben también que, si fuera necesaria su renuncia, la remoción llegaría por vía burocrática o un disparo: la sutil diferencia está dada por lo que se demore el funcionario en firmar su propia dimisión.

 

Quizás no haya mejor ejemplo del nivel de degradación que la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayoztinapa, en octubre de 2014. El hecho no ha sido otra cosa que una sobredosis de impunidad que demuestra cómo los poderosos o sus allegados operan en todo el país.

 

El alcalde de Iguala, José Luis Abarca y su mujer María de los Ángeles Pineda, fueron los responsables, al menos intelectuales, de la masacre de Ayoztinapa (no cabe duda de que los estudiantes desaparecidos están muertos y de que sus cuerpos no van a aparecer). Ambos son miembros secundarios del cártel de Los Caballeros Templarios, organización de relativa importancia en el panorama nacional si se lo compara con los cárteles de Sinaloa, El Golfo o los Zetas. Que un jefe comunal como Abarca, absolutamente periférico al poder real de México, creyera que semejante operación pudiera quedar impune, demuestra hasta qué punto llega la degradación de la sociedad y las instituciones mexicanas, y con qué desprecio a todo se actúa. La impunidad boba con que accionó no tuvo en cuenta la repulsa que iba a generar y cómo se exponía no sólo a Los Caballeros Templarios, sino a los grandes cárteles y al poder político del México formal.

 

Ninguno de los grandes capos de la droga mexicanos hubiera permitido semejante absurdo. Matar 43 hijos de una comunidad simplemente porque le molestaban sus actividades militantes. Los grandes capos de la droga vuelan mucho más alto que un estudiante de secundaria, a los grandes capos de la droga no les tiembla el pulso al momento que deben terminar con un rival que comienza a hacerle sombra o un político que se le dio vuelta. Y entonces sí, si es necesario hacer estallar un barrio entero, para cargárselo lo estallan. Y aquí…, no ha pasado nada señores.

 

Por esa razón, tanto Abarca como su mujer fueron detenidos de forma inmediata. El poder real no dudó un momento en soltarles la mano a los culpables, permitiendo entonces que el poder formal pudiera, mínimamente, demostrar frente a la ciudadanía que, dentro de sus escasas posibilidades, estaba haciendo algo.

 

En México, masacres de esa envergadura son frecuentes y nadie paga por ello, pero son realizadas por el poder real. Lo que los cárteles no consiguen por medio de los funcionarios que administran el México formal, lo hacen sus sicarios del México real, de allí los 80 a 200 mil asesinatos que ha habido en estos últimos diez años y los 15 a 30 mil desaparecidos. Estas cifras son meros cálculos formales, las cifras reales ya son imposibles de conocer, ya que todos estos crímenes en su enorme mayoría siguen impunes.

 

Asombra (o no tanto) cómo Enrique Peña Nieto, el presidente formal de todos los mexicanos, ha eludido el lodazal que la sangre de los estudiantes formó a sus pies. A la mayoría de los presidentes del mundo esa masacre le hubiera costado no sólo el cargo, sino quizás también su libertad. Peña Nieto pudo atravesar el pantano en andas del poder del narcotráfico y cobertura política y mediática dada por sus aliados. En esos días parecía que México despertaba de su larga siesta, en todas las ciudades y pueblos del interior donde la gente había salido a las calles reclamando justicia, aparición con vida y cambios reales. Si en cualquiera de esas miles de marchas, el poder narco hubiera querido destituir a Peña Nieto, hubiese bastado con un atentado, un auto bomba en alguna de esas manifestaciones, que dejará 20 o 30 muertos para que la suerte de Peña Nieto quedase sellada para siempre.

 

El atronador silencio de la guerra narco, la caída de la actividad de los cárteles por esos días, demostró la clara vinculación del poder formal de México, con el poder real, porque aquí…, no ha pasado nada señores.

 

Un capo narco de verdad

 

Quien nada tiene que ver con las torpezas de Abarca y señora es quién ha sido noticia mundial por estos días. Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, más conocido como el Chapo Guzmán, así sencillo como es él. Su reciente fuga del penal de máxima seguridad del Altiplano el 11 de julio ha puesto bien en claro, por si alguien alguna vez tuvo dudas, quién es quién en México.

 

Esta es la segunda gran fuga del Chapo, ya lo había hecho en 2001, cuando de manera muy cinematográfica logró escabullirse del Complejo Penal de Puente Grande, también de máxima seguridad. Según la versión oficial, salió oculto en un carro de lavandería, pero ¿quién cree en versiones oficiales de las autoridades mexicanas, cuando se trata de ropa sucia?

 

Su captura, trece años después, está tan llena de trapos sucios como aquel carro del penal de Puente Grande. El escape del penal de Altiplano, tal como fue su detención, según lo dijo en su momento el Procurador General de la República Jesús Murillo Karam, “se realizó sin disparar un tiro”.

 

La mañana de 22 de febrero de 2014 las fuerzas de conjuntas de la Marina, la Policía Federal y funcionarios de la Procuraduría, dieron con el lugar donde se escondía el hombre más buscado del mundo, un cuarto piso en un edificio de Mazatlán, estado de Sinaloa, su Estado. Es difícil creer que un personaje del peso de Guzmán Loera, pueda haber sido cercado por las fuerzas federales, sin tener tiempo a resistirse y sólo acompañado por un hombre, Carlos Manuel Hoo Ramírez, en un primer momento reconocido como una especie de secretario privado o asistente personal, que casualmente no contaba con antecedentes policiales, ni era requerido por ningún juez.

 

Es, sin duda, un gran descuido de un hombre tan preparado y experimentado como el Chapo, que haya caído como un ladrón de gallinas, después de que en semanas anteriores a la captura habían sido ubicadas y allanadas varias “casas de seguridad” en las que fueron detenidos algunos de sus lugartenientes. Ni siquiera había cambiado de hábitos tras la captura a finales de 2013 en el aeropuerto de Amsterdam, Holanda, de José Rodrigo Aréchiga Gamboa, el Chino Ántrax, jefe de sicarios del Cártel de Sinaloa y uno de los hombres que más sabía de la vida secreta del Chapo. El Chino, rápidamente extraditado a los Estados Unidos, ya se ha reconocido culpable de multitud de delitos y permanece en prisión a espera de juicio.

 

Según la versión oficial, un desconocido de un metro ochenta de altura y de aspecto “desesperado”, había alertado a una comisión policías en plena calle acerca del paradero del Chapo. En ese momento, tras la “muerte” de Bin Laden, era el hombre más buscado del mundo. Si fue tal como dice la versión oficial, al momento que la comisión que lo detuvo entró en el departamento 401 del edificio Miramar en la rambla de Mazatlán, el Chapo habrá recordado a su antiguo socio, Arturo Beltrán Leyva que en diciembre de 2009 también fue localizado en un departamento de Cuernavaca. Beltrán Leyva, tras varias horas de disparos, fue acribillado por los comandos de la infantería de la Marina, junto a otros siete hombres de su escolta. A diferencia de Beltrán Leyva, el Chapo se entregó al primer timbrazo en la puerta, “sin un solo disparo” y aquí, señores…, no ha pasado nada.

 

El Señor de los túneles

 

La descabellada versión oficial acerca de la última detención del Guzmán Loera hace un perfecto composé con su fuga. La fuga no sólo sorprende sino que pone a pensar por qué razón el hombre más perseguido del mundo, jefe de una de las organizaciones más peligrosas, que mueve miles de millones de dólares, pudo escapar otra vez del penal más seguro de México.

 

La primera de las intrigas es entender que de semejante personaje se sabe que cuenta en su organización con un departamento de ingeniería con especialistas en túneles. Más de trescientos túneles se han descubierto pertenecientes al Cártel de Sinaloa, construidos para llevar su “mercadería” desde Chihuahua, Sonora y Baja California en territorio mexicano hacia los Estados Unidos, burlando todas las medidas de seguridad que Washington impone en sus fronteras. También se han descubiertos en las casas de seguridad del Chapo varias salidas de escape subterráneas, lo que lo ha salvado en varias oportunidades de ser detenido cuando estaba totalmente cercado. Además varios miembros del cártel de Sinaloa detenidos en otras prisiones mexicanas han podido ser “liberados” con el mismo sistema.

 

A pesar de estos antecedentes, las autoridades del penal de El Altiplano alojaron al “Señor de los túneles”, como también se lo conoce, en una celda de la planta baja. Claro se dice que nunca nadie había logrado escapar de El Altiplano, pero nunca antes había estado allí preso el Chapo.

 

Según se ha querido dejar saber, el operativo de liberación comenzó prácticamente en el momento en que el Chapo fue destinado a ese penal. Alguien se apuró a comprar un terreno a unos 1500 metros de la cárcel y comenzó a levantar una casa, sin un sólo papel de la municipalidad que lo permitiera. La casa sirvió de tapadera para que el cuerpo de ingenieros del cártel comenzará a construir un túnel de un kilometro y medio de largo, 70 centímetros de ancho y un metro setenta de alto, de donde se extrajeron unos tres millones de kilos de tierra, que cerca de 350 camiones debieron retirar a la vista del penal, y muy cerca del Octavo Regimiento de Infantería de la 22 Zona Militar, para que el Jefe de jefes o apenas el detenido Nº 3578, no tuviera siquiera la humillación de agacharse.

 

Si fuera tal como se sospecha y no como se cuenta en el México formal, Guzmán Loera salió bien protegido por la mismísima puerta de entrada al presidio, mientras que lo del túnel no fue más que una mentira piadosa, para que las autoridades no queden tan en evidencia. Las autoridades del penal tardaron 18 minutos en descubrir que el preso más importante del mundo, que acababa de entrar a la ducha donde las pudorosas cámaras de seguridad no lo podían captar, no los iba a acompañar a la hora de la cena.

 

Para cuando la noticia llegó a las redacciones periodísticas del mundo, al presidente Peña Nieto ya se le había arruinado una glamorosa gira por Francia, y sin vergüenza se presentó ante los micrófonos y las cámaras a decir las mismas cosas sobre el peso de la ley que se dicen en estos casos. La cuestión es que el Chapo ha vuelto a la dirección real de la organización delictiva más grande del mundo, que en los meses que estuvo detenido dirigieron sus hijos Ovidio y Archivaldo y su hermano José Aureliano.

 

Mientras, los comités de crisis del México formal se esfuerzan en encontrar y castigar los funcionarios culpables de la nueva fuga, y ya han detenido cerca de 40 en los primeros días. El triunvirato más poderoso del México real —Joaquín Archivaldo Guzmán Loera “el Chapo”, Juan José Esparragoza Moreno “el Azul”, e Ismael Zambada García “el Mayo”— podría acarrear una hecatombe en el país para así profundizar sus alianzas y proyectos.

 

Tanto la sospechosa detención como la fuga del Chapo Guzmán, en el momento que Peña Nieto estaba fuera del país, abren muchas más preguntas de las que cierra sobre los grados de corrupción en México. Como por ejemplo: ¿quién habrá necesitado al Chapo preso una temporada? ¿El gobierno, el propio Cartel de Sinaloa, el mismo Chapo? Mientras tanto Peña Nieto, con ánimo de náufrago, intenta articular un: “Y aquí…, no ha pasado nada”.

 

Fuente: http://hamartia.com.ar/2015/10/20/mexico-tras-la-fuga-del-chapo-guzman/

https://www.alainet.org/de/node/173162?language=es
America Latina en Movimiento - RSS abonnieren