Tormenta, solidaridad y crisis en el noreste del Caribe

01/09/2015
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SAN JUAN, Puerto Rico, 1 de septiembre de 2015 (NCM) – Mientras aviones y buques de diversos países acudieron con presteza a socorrer la isla Dominica ante el desastre causado por la tormenta Erika, Puerto Rico no sólo estaba atrasado en el envío de ayuda, sino que la atención del Gobierno se concentraba en postergar la llegada de una tormenta de otro tipo.

 

La situación ponía de manifiesto cómo la crisis económica y política ha provocado el daño colateral de que haya perdido el papel protagónico regional que, para bien o para mal, tuvo en un pasado no tan remoto este enclave colonial estadounidense en el que se concentra una parte significativa de la riqueza del archipiélago de las Antillas.

 

El drama regional comenzó a finales de agosto, cuando la tormenta Erika, de una categoría mínima, sorprendió al arrasar Dominica y dejar decenas de muertos y desaparecidos, daños graves a la infraestructura, gente sin casa, vecindarios aislados y escasez de suministros. En su corta existencia, Erika pasó cerca de la Base Científico Naval Simón Bolívar –en la isla de Aves, de Venezuela- aunque sin causar daños, pérdidas menores en Santa Cruz, decenas de millones de dólares en pérdidas al rozar a Puerto Rico, 10.700 refugiados en República Dominicana y varios muertos y heridos en Haití, para deshacerse al final convertida en una onda tropical sobre Cuba.

 

Por supuesto, la atención se centró de inmediato en la isla de habla inglesa y de forma casi inmediata Venezuela estableció un puente aéreo para canalizar los suministros enviados por los países de la Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA), a la vez que llegaban recursos de las vecinas francesas Guadalupe y Martinica. Santa Lucía asumió un papel de liderato y movilizó los recursos económicos de la Organización de Estados del Caribe Oriental y del Banco de Desarrollo del Caribe.

 

Venezuela envió aeronaves con toneladas de comida y otros suministros, así como un barco con diésel y gas licuado, además de que se preveían más envíos, inclusive la posibilidad de un buque porta helicópteros. Mientras tanto, Antigua y Barbuda mandó dinero y soldados a bordo de un barco de su Guardia Costanera, a la vez que en las Islas Vírgenes de Estados Unidos se recogían suministros donados para cargar un buque que llevaría la ayuda.

 

En medio de ese esfuerzo regional, el gobernador de las Islas Vírgenes de EEUU, Kenneth Mapp, anunció que llamaría a su homólogo de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, para pedirle que también ayudase. Aunque con el atraso grave de cinco días, el Palacio de Santa Catalina evaluaba ayer la posibilidad de aportar un contingente del Cuerpo de Bomberos, pero entrada la noche se informó que todavía se aguardaba por la autorización de EEUU.

 

En efecto, un grupo de peritos de EEUU se encontraba en Dominica evaluando para luego decidir qué tipo de ayuda se aportaría, adicional al envío de 50.000 dólares.

 

La reacción de Inglaterra fue más rápida para con su ex colonia y ya ayer había cambiado su rumbo un barco logístico de la Armada de Su Majestad y puso proa hacia Dominica con su carga de suministros.

 

Por supuesto, buena parte del problema que provoca parálisis en Puerto Rico tiene que ver con el otro tipo de tormenta y la posibilidad de que se convierta en un huracán de categoría cinco el diferendo con Wall Street por la situación de insolvencia ante la deuda, asunto que ya está haciendo crisis.

 

Al cierre de esta nota precisamente y ante informes de que se ha iniciado el reclutamiento para formar un frente empresarial incondicional a Wall Street que se oponga a los intentos de renegociar la deuda, las diversas denominaciones religiosas llamaron a los empresarios puertorriqueños para que consideraran que “ese no es el camino” y que insistir en “ordeñar la vaca” más allá de las posibilidades puede hacer que “en vez de leche, bote sangre”. Para los líderes religiosos –católicos, protestantes y pentecostales- debe haber una condonación parcial de la deuda, su restructuración y fondos para inversión económica, además de que el Departamento del Tesoro de EEUU debe intervenir en favor de Puerto Rico.

 

En especial, los religiosos pidieron al propio gobierno puertorriqueño a que desista del plan que está preparando para imponer más medidas de empobrecimiento al pueblo como parte de un concierto de medidas en busca de unas negociaciones con Wall Street. Esas medidas incluirían también entregarle el control fiscal del Estado a una junta extra constitucional, que estaría por encima de los poderes Ejecutivo y Legislativo.

 

El Ejecutivo ha asegurado que podría integrar a las iglesias a su estrategia, de igual manera en la versión de que representantes sindicales están participando ya, a pesar del desmentido público de esos líderes. De igual forma, se difunde que se llevan a cabo las “conversaciones informales” con los acreedores de manera preliminar, a pesar de que circulan privadamente informes de que en el propio gabinete del Gobernador ha surgido la preocupación de que se esté realizando todo el esfuerzo más bien a ciegas.

 

La tormenta social de Puerto Rico se va formando en el marco natural de la sequía regional y de un panorama de actividad ciclónica que propicia las imágenes de realismo mágico que cultivaba el genio de Aracataca, Gabriel García Márquez. De hecho, mientras sube el nivel del mar por el cambio climático, los primeros quince años del siglo veintiuno han tenido un total de 237 tormentas en el Atláncio –casi la mitad de lo que se acumuló en el medio siglo anterior- de las cuales 65 han entrado a las aguas del Caribe.

 

En el año 2014, sin embargo, esas tormentas se redujeron significativamente y este año se han desarrollado mucho menos y sólo dos han llegado hasta el mar Caribe, donde la sequía que se produce como consecuencia del fenómeno conocido como el El Niño y otras condiciones atmosféricas han hecho que los pronósticos meteorológicos tengan un grado vergonzoso de incertidumbre.

https://www.alainet.org/de/node/172091
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