La variable Lula

31/07/2015
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Lula ha sido ubicado en el centro de la vida política brasileña. Todos las miradas se concentran sobre él: o será abatido en el vuelo por la derecha o cumplirá su rol de eje de la recomposición de la izquierda brasileña y logrará dar continuidad al proceso político iniciado en 2003, con todas las adecuaciones necesarias.

 

Es por eso que, en medio de una campaña de ataques de todo orden, el Instituto Lula ha sido blanco de un atentado, con un artefacto que fue arrojado por la noche desde dos coches. Nadie ha resultado herido, pero ha quedado la advertencia de cómo, a la agresividad verbal le sucede la terrorista, en un clima en que el silencio frente al ascenso de la derecha es señal de complicidad con el fascismo.

 

En un marco de crisis de credibilidad de las instituciones, de las fuerzas políticas y sociales, de los gobiernos a todos los niveles, de los liderazgos, la excepción es Lula. Si no fuera así, él no sería el blanco privilegiado de los ataques de la derecha. Si la derecha creyera en las encuestas que difunde, bastaría esperar el 2018 y derrotarlo. Pero aun esas encuestas, atribuyen a Lula un 33% de votos que, sumando a todos aquellos que podrían votar por Lula, lo convierten en favorito para volver a ser presidente de Brasil.

 

Por ello, el futuro de la derecha brasileña depende de conseguir sacar a Lula, por cualquier vía que sea, de la vida política brasileña y tener así el camino abierto para reconquistar el gobierno y poner en práctica su proyecto de restauración conservadora. Caso contrario, tendería que consolarse con un nuevo mandato de Lula como presidente de Brasil.         

 

Del lado del campo popular, Lula también es la gran referencia, el gran patrimonio con que la izquierda puede contar.  Es el más grande líder popular de la historia de Brasil. Lula mantiene vínculos profundos con las masa populares, sus gobiernos han quedado marcados en la conciencia y en la memoria de las personas, Lula representa la autoestima de los brasileños. Por todo ello, a pesar de la brutal campaña en su contra, su imagen permanece enraizada en el seno del pueblo brasileño.

 

Pero Lula no se limita a estar en la memoria del pueblo, él representa también su esperanza. Nadie como Lula tiene el carisma y la mística que el liderazgo de Lula posee.

 

Desde la crisis del 2005, cuando la imagen del PT pasó a ser afectada negativamente por denuncias de corrupción, la imagen de Lula se fue descolando de la del partido, en tanto su gobierno ganaba prestigio, con el éxito de las políticas sociales. Aun cuando la imagen del gobierno de Dilma Rousseff, así como la del PT, sufren con la más dura campaña de la oposición, la imagen de Lula resiste, lo que los brasileños echan de menos es su gobierno.

 

Pero para jugar el rol de eje de recomposición de la izquierda y del campo popular, Lula precisa proponer nuevas utopías al país, nuevos objetivos, que den continuidad y profundidad lo que ya ha sido hecho hasta ahora, con diálogos con nuevos sectores sociales, especialmente los/as jóvenes/as, tanto de la periferia, como de la misma clase media. Lula necesita personificar y reivindicar la visibilización de esos sectores, así como los espacios de las mujeres, rechazadas por el Congreso en sus reivindicaciones. En suma, Lula tiene que representar, a la vez, la recuperación de lo que fueron sus mandatos de gobierno, del 2003 al 2011, y la forma de hacer política que unifique a todas las fuerzas que apoyen a los programas propuestos por él, como también la renovación de esas propuestas. En las reivindicaciones, en las propuestas, en la interpelación y en la integración de sectores hasta aquí marginalizados de la vida política.

 

Es Lula quien puede ser el eje de la conjunción de la fuerzas que dispute, de nuevo, de forma vencedora, el destino de Brasil, liderando un nuevo movimiento popular que altere profundamente las relaciones de poder que todavía resisten al inmenso proceso de trasformaciones sociales iniciado por Lula.

 

Cualquier especulación política sobre el futuro de Brasil que no tome en consideración la variable Lula, y no considera el factor determinante de su liderazgo, está equivocada. Candidatos opositores ya conocidos y derrotados en campañas anteriores, son los hombres de la oposición, sin ninguna viabilidad para enfrentar a Lula. De ahí la desesperación de la oposición, para intentar sacar a Lula del camino, de la forma que sea.

 

Una vez más, el que no descifre el enigma Lula, y no se dé cuenta de su inmenso potencial de liderazgo, será devorado por él, como ha ocurrido de forma reiterada desde el año 2002 en Brasil.

                       

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (Uerj).

 

https://www.alainet.org/de/node/171473
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