El FMI y Alemania aprietan a Grecia para hacer nuevos ajustes
- Análisis
El gobierno griego asumido en febrero es objeto de brutal presión del Fondo y Alemania, en nombre del Euro grupo. Esos poderes quieren que el primer ministro Tsipras mantenga los ajustes de gobiernos anteriores. A fin de mes se decide el futuro.
El gobierno helénico debía abonar ayer la primera cuota de sus vencimientos del mes con el FMI, por 307 millones de euros. Una semana más tarde tenía que oblar otros 345 millones, luego 575 millones y finalmente el 19 otros 345 millones. ¿Total de la dudosa factura?: 1.572 millones de euros. Es que no fueron créditos reales que Grecia hubiera invertido en su economía, sino “préstamos” para que afrontara vencimientos de renegociaciones anteriores, pagando intereses más intereses. Es una película dramática que los argentinos ya vieron en los '90 y que terminaron en las funciones nada cinematográficas, sino callejeras, de 2001.
Para los dos primeros vencimientos el premier Alexis Tsipras tiene fondos pero para los otros dos no. Es que también debe pagar sueldos, pensiones y otras obligaciones estatales. Durante esta semana fueron intensas sus negociaciones con la Euro zona, detrás de la cual están la poderosa Alemania y su canciller Angela Merkel, el FMI y su directora gerente, Christine Lagarde. Tsipras fue a negociar a Bruselas con el presidente de la Comisión Europea, Jean–Claude Juncker, dada la importancia de llegar a un acuerdo digno. El joven político, de 40 años, vencedor de las elecciones del pasado 25 de enero, se está jugando su prestigio y la salud de su administración.
Es que si la coalición Syriza-ANEL terminara aceptando las durísimas condiciones del Fondo Monetario y potencias europeas, deberá ajustar más a una población que desde antes de 2010 viene sufriendo la mayor crisis de su historia. La “troika” compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI no tienen compasión. Tampoco la tuvieron con Argentina y otros países. Lo relativamente novedoso de estas crisis sobrevenidas a partir de 2008 es que también afectan a socios europeos menos poderosos, como Grecia, España, Portugal e Irlanda. Antes eran parte de los intocables...
Se llevan toda
Durante el gobierno de Giorgos Papandreu, del socialdemócrata Pasok, y luego el de Antonis Samaras, del derechista Nueva Democracia, la “troika” aprobó un plan de “salvataje” que fue un salvavidas de plomo. Anunció la entrega de préstamos para pagar deuda, por tramos, condicionados no sólo al repago sino también a la aplicación de las clásicas recetas de ajuste del gasto público, mayores impuestos, recortes salariales, despidos de empleados públicos, privatizaciones, etc.
El Pasok y ND aplicaron esas políticas, arruinando más la economía helénica y condenándose al fracaso político. La mayoría de la población le dio la espalda al tradicional partido socialdemócrata en 2012 y luego cayó en desgracia Samaras, en enero pasado. Se abrió así la puerta del gobierno para una formación reciente, Syriza, con dirigentes procedentes de la centroizquierda e izquierda (Tsipras venía de ser dirigente de las juventudes comunistas).
La bandera de la formación vencedora fue enfrentar los ajustes fondomonetaristas, atender la problemática de los más necesitados y reactivar la economía, para salir de la profunda crisis. Por eso hoy la situación más delicada es la suya pues debe cumplir con lo prometido. Si hace demasiadas concesiones o si capitula ante las potencias y organismos financieros internacionales habrá defraudado a sus votantes en apenas seis meses.
Cuando asumió el flamante gabinete, hubo frenéticas negociaciones con Bruselas. Allí le dieron a las autoridades griegas apenas cuatro meses de tiempo porque los primeros vencimientos operaban en junio 2015. No les hicieron ninguna concesión significativa; apenas un cuatrimestre de respiro, que se consumió sin un acuerdo de las partes.
Tsipras apenas pudo reponer luz eléctrica a familias pobres a las que se les había cortado el suministro, pagar pensiones y algunos otros subsidios, y anunciar la recuperación del canal de televisión pública ERT cerrado por Samaras y reabierto con la mitad del personal. No tuvo o no logró margen para mucho más.
Las diferencias
Las diferencias entre las partes son varias. Una es que los griegos quieren renegociar su voluminosa deuda externa, engrosada por los paquetes de seudo ayuda de 2010 y 2011. Sus acreedores no quieren oír hablar del tema hasta que no haya un acuerdo y vean que Tsipras sea un pagador obediente. Ya se vio esta semana que Grecia no puede pagar en esos términos.
Una buena salida para el premier sería retomar el ejemplo de la Argentina de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, de 2005, y reestructurar la deuda con quitas del valor nominal de los títulos. Esa puede ser una buena política, pero el problema es que Atenas está encadenada a los organismos internacionales de crédito y no a bonistas privados. Sin embargo, la denuncia del FMI y el Banco Mundial, hecha por el gobierno argentino, sí debería ser recuperado por Grecia para forzar una reestructuración de pagos.
Al 30 de junio, si el país postergara el pago de los 1.572 millones de euros, tendría esos recursos para aplicarlos a mejores fines, con resultados políticos y sociales. Y granjeándose un mayor apoyo de la población, estaría en buenas condiciones de resistir la presión de Bruselas-Berlín-Washington.
La otra diferencia es que ese terceto exige achicar el gasto para obtener un superávit fiscal primario creciente: 1 por ciento en 1015 y marcas en ascenso hasta arribar al 3,5 por ciento en 2018. Este plan de ajuste supone condenar al hambre, la desocupación y los desalojos a buena parte de los griegos de clases bajas y medias. ¿Adónde iría el ahorro obtenido? Obvio, al pago de la deuda externa.
El programa fondomonetarista reclama a la víctima que victimice más a las pensiones y jubilaciones más bajas, para ahorrar mil millones de euros en 2015 y el doble de esa suma el año entrante. El sesgo antiobrero del ultimátum se hace evidente en el reclamo de no volver a los convenios colectivos de los trabajadores, que el gobierno de Samaras había derogado por esas exigencias.
La línea antipopular continúa: la “troika” quiere un IVA del 11 y el 23 por ciento, y en este último apartado entraría la luz. Tsipras quiere poner este servicio en un primer tramo del 6 por ciento, junto con agua, alimentos y medicamentos. El premier tampoco está de acuerdo con la elevación anual del superávit fiscal primario sino clavarlo en el 1 por ciento, para que la austeridad no se desmadre. No acepta bajar las jubilaciones y pensiones porque le parece injusto, pero también porque implicaría una rebelión de sus propios votantes. Duda sobre qué hacer con las privatizaciones de 14 aeropuertos, adjudicados a firmas alemanas en la administración anterior. La “troika” quiere un sí rotundo a esos negocios.
Ayer el premier tuvo reunión de gabinete, tras sus infructuosos encuentros con el titular de la Comisión Europea, Jean–Claude Juncker. Y hoy estaba previsto que compareciera ante el Parlamento, para informar de las tratativas. Sus aliados de centro-derecha, ANEL, que son socios de su gabinete, seguramente estarán de acuerdo. La izquierda, expresada en el Partido Comunista (KKE), estará en contra. Y la derecha de Nueva Democracia y la ultra neonazi de Amanecer Dorado, por otros motivos, también lo castigarán.
¿Qué va a pasar?
Al unificar los cuatro pagos para el último día de junio, el gobierno griego ganó algo más de tres semanas de tiempo, pero viendo cómo transcurrió el lapso desde febrero hasta hoy, se puede conjeturar que los poderes externos no harán concesiones en los temas más ríspidos.
La negativa tiene una razón “financiera”. La “troika” no piensa desembolsar 7.200 millones de euros, del tramo suspendido a Grecia, hasta no cobrar lo anterior. La otra razón es “política”: quiere garantías de ver que este país se ha puesto de rodillas, como forma de enseñar al mundo que sus órdenes y recetas deben obedecerse.
De lo contrario, si le hacen favores a Atenas, sospechan que rápidamente se pondrán en la fila los españoles, portugueses, irlandeses y otros pueblos para pedir el mismo trato. Una suerte de “me too”, pero de los deudores...
Además conocen que los sectores más recalcitrantes de la política norteamericana, del partido republicano, están en alza. Por eso se debería esperar una actitud menos condescendiente de los organismos financieros internacionales en el caso helénico. Aunque no lo quieran, en la reunión del G-7 a realizarse el 7 y 8 de junio en Alemania, van a tener que abordar esta temática.
Y allí podría aparecer un pequeño resquicio para Grecia, si es que las principales potencias allí reunidas llegaran a evaluar la conveniencia de no empujarla afuera de la Euro zona. Romper con Tsipras podría echarlo en manos de una alianza con el ruso Vladimir Putin, que ya tendió sus puentes con el griego y le ofreció ayuda.
En momentos que la Unión Europea, EE UU y la OTAN recrudecieron el conflicto con Rusia por la situación en Ucrania, quizás no deseen que Moscú gane algunos socios. Rusia es un enemigo de gran porte para Obama, Merkel, Hollande y Cameron. Grecia no lo es y en una de esas le dan alguna chance de un arreglo no tan ominoso o un plazo extra para estirar su sufrimiento.
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