Orillas electorales del Río de la Plata
- Opinión
A diferencia del clima meteorológico que suele ser común para el Río de la Plata, el electoral divide a ambas orillas en las perspectivas, aunque no en las limitaciones sistémicas. El domingo pasado se celebraron internas en la capital argentina. El próximo tendrán lugar las departamentales en Uruguay, que elegirán a los intendentes y juntas de los 19 departamentos y a los alcaldes y concejos en pueblos y ciudades. Sin embargo, antes de referirme a las opciones de las contiendas, creo indispensable señalar algunas limitaciones de los sistemas electorales en cada caso, algo que tuve oportunidad de desarrollar con mayor detenimiento en estas mismas páginas (por ejemplo en 2011 “El pisoteo de las PASO” o en 2014 “Mitos participativos”).
Entre muchas otras salvedades, la apertura de las disposiciones partidarias a la totalidad de la ciudadanía, lejos de garantizar la participación decisoria de militantes y afiliados en la selección de sus candidatos, la subsume y degrada. Incrusta la manipulación publicitaria del payasesco sistema de las “primarias” estadounidenses, que fue creado para responder artificialmente al abstencionismo ciudadano y la crisis de credibilidad. Pero además, mientras infunde en el elector la ilusión de “participación”, produce un soporte más amplio de los candidatos, lo que opera como refuerzo imaginario de la legitimidad de éstos. De este modo crea un efecto placebo adaptado a esta época en la que la despolitización es compensada con marketing político y técnicas publicitarias de seducción de imagen. Construyen un mito democrático que pretende disimular tanto la crisis de representatividad como la de descomposición de la estructura y dinámica partidarias que es tanto más palmaria en las derechas, para cuya oxigenación este dispositivo fue impuesto.
En el caso uruguayo surgió de la reforma constitucional del ’97 que eliminó –parcialmente- la ley de lemas que disolvía toda especificidad ideológica y programática, a la que el Frente Amplio (FA) siempre se opuso. Aunque con el agravante de que son optativas, lo que permite potencialmente que militantes de otros partidos se inmiscuyan en la interna para perjudicar a determinado precandidato votando al oponente. Una verdadera invasión promiscua y una razón más para que el FA cumpla finalmente con el programa y tome la iniciativa de reformar la constitución. En el caso argentino, no proviene de la constitución pero tiene carácter obligatorio. Como si fuera poco, estos dispositivos no introducen ninguna forma de compromiso o mandato en los candidatos refrendados, ni promueven procedimiento alguno de control de la gestión de los representantes por parte de los representados, para no hablar siquiera del instituto de revocación. En suma, no da un punto de sutura a la brecha entre dirigentes y dirigidos que el sistema representativo instaura, legaliza y glorifica. Las internas abiertas reproducen, en completa subordinación al esquema liberal, la reducción institucional de los procedimientos democráticos al mero acto de votar.
Aunque el triunfo arrasador del partido derechista argentino “PRO” es multicausal, no debe despreciarse el auxilio de este mecanismo a esta resultante. Liderado por el millonario heredero Mauricio Macri, sintoniza perfectamente en la frecuencia despolitizadora de la construcción de su imagen y propaganda, que es una verdadera trasformación del estilo circunspecto y disciplinante de la derecha histórica, aunque muchos de sus integrantes provengan de allí. Con un discurso que escabulle el conflicto y un perfil juvenil de buena onda e informalidad, produce un desplazamiento radical de los principales significantes de la política, adecuadamente guionado por consultoras de imagen y amplificado luego por los principales medios de comunicación. En un editorial del patricio diario argentino “La Nación” el sociólogo Eduardo Fidanza señalaba agudamente ayer que “adviene un nuevo diccionario a la esfera pública. La "historia" ha sido reemplazada por la "agenda", el "pueblo" por la "gente", la "liberación" por el "sueño", el "gobierno" por el "equipo", la "nación" por el "distrito", el "partido" por el "espacio", el "ciudadano" por el "vecino".” El secreto del éxito parece ser la elución del debate económico o social y hasta del balance de su propia gestión, que en la ciudad lleva 8 años con cuestionables resultados. Se apela entonces a generalidades, a golpes emotivos y a una vaga apuesta a la inclusión llamando a “todos” en actos teatrales debidamente ensayados. Hasta los exponentes de la derecha clásica, una vez insertos allí, se ven literalmente obligados –posiblemente a disgusto- a bailar la coreografía del coach. Afuera del bunker no hay masas festejantes: la calle está vacía. En la escena hay sólo bufones de un lado y televidentes del otro.
En Uruguay esta táctica fue utilizada copiando hasta el más mínimo detalle -incluyendo payasadas- por el candidato nacionalista Lacalle Pou, con buen rédito en su interna, aunque con suerte inversa en la verdadera elección presidencial, donde fue arrasado. Mientras en Argentina probablemente se dirima entre el posible drama de la alternativa más derechista dentro del kirchnerismo y la tragedia macrista, en Uruguay pervive cierta tonicidad política que sin embargo reclama cada vez más nutrientes. En lo que respecta al dispositivo electoral en las próximas elecciones, queda otra rémora de la negociación constitucional como es la pervivencia parcial de la ley de lemas, restringida ahora a un máximo de 3 candidatos a intendente por departamento. Aquello que el FA rechazó por principios, hoy reingresa en algunas circunscripciones, incluyendo la más importante (Montevideo) por la ventana del oportunismo triunfalista. La discusión táctica desplazó a la ética, poniendo al FA en la encrucijada inevitable de optar por ella o jugar en total desventaja respecto a la derecha. La mayoría de los encuestadores no ven riesgo alguno a perder los dos principales departamentos, Montevideo y Canelones, que concentran más de la mitad de la población del país y cuya importancia económica es proporcionalmente mayor aún, aunque es llamativa la paridad en el tercero: Maldonado. Sospecho que guarda alguna relación con las reglas institucionales sucintamente comentadas.
Las dos gestiones del FA en ese departamento no sólo tienen records históricos para exhibir en materia económica, social y cultural -que hasta produjo un explosión inmigratoria- sino que su intendente saliente y actual diputado, Oscar De los Santos, comparte tanto la extracción popular como el estilo personal austero proporcional a aquel por el que Mujica es tan reconocido nacional e internacionalmente, aunque en su caso eclipsado. He tratado de destacarlo en algún viejo texto. Tal vez el escaso reconocimiento se deba en parte a su encuadre en un sector más conservador y opuesto al del ex presidente como el liderado por Astori. Pero si en adelante ese departamento no lo encabezara un dirigente popular sino un empresario corrupto (y ex intendente ya probado) como Antía, estaríamos ante una tragedia proporcional a la argentina.
En otro orden, sospecho que el debilitamiento allí proviene de una iniciativa ajena a las exigencias legales que naturalizó el mito de participación ciudadana que intento criticar aquí. Su fracción, ingenuamente decidió convocar a la ciudadanía fernandina a una interna abierta, obviamente desvirtuada por toda clase de participantes ajenos al sector e inclusive al propio FA, obligando a la anulación y desatando una crisis. Pero ésta no puede velar la contundente diferencia entre la gestión derechista y la que la sucedió, aunque no sea el mismo candidato por el razonable impedimento a la triple reelección. Si en algo vale la pena destacar los estilos personales complementando la decisiva pertenencia partidaria y su apego al programa es precisamente la coherencia ética. Cuando Mujica (tanto como Evo en su momento) recomienda que al que le interesa la “guita” se excluya de la política, pretende dignificarla al tiempo que se diferencia de los caudillos conservadores.
Sin duda De los Santos es un ejemplo más de tantos frentistas que rechazan la gestión como beneficio personal y salen de ella como entraron. Por caso, Carlos Etcheverry, su ex secretario hoy candidato a alcalde, una vez que dejó el cargo pasó a trabajar en la construcción haciendo cabañas de madera, un pesado trabajo manual, según me comentó cuando lo crucé casualmente la última vez que estuve allí, en diciembre. Deberá construir muchas para llegar a ahorrar lo suficiente hasta que sus manos puedan hacer una propia en el terrenito que logró adquirir hace tiempo en las afueras de la ciudad, mientras vive en la casa de su madre recientemente fallecida a quién cuidó hasta sus últimos días. Entretanto hace campaña en bicicleta barrio por barrio y casa por casa. En reconocimiento a este estilo de hacer política deseo fervientemente su triunfo. Pero si no lo lograra, habrá ayudado a nutrir a la política con un insumo de creciente escasez.
La coherencia ética.
- Emilio Cafassi es profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.ar
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