La manipulación de Argentina

30/03/2015
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Foto: TELESUR image001
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A dos meses de la muerte de Nisman la investigación sobre su asesinato o suicidio se ha estancado. La fiscalía no corrobora hipótesis, no define imputados y no esclarece móviles. Las causas del fallecimiento siguen en la penumbra, nadie explica la desaparición de los custodios y crece el misterio por el desorden en la escena del crimen. Persisten, además, las discrepancias entre los peritos y todas las pruebas se esfumaron. Pero en este caos se han reflotado varios datos de la trama que rodea a los atentados de la embajada de Israel (1992) y la AMIA (1994).

 

Acusar a Irán

 

 Ya se sabe que Nisman era un corrupto. Malgastaba los fondos del estado en boliches y turismo, junto a una corte de cómplices que manejaba sus cuentas en el exterior.

 

Estas revelaciones tornan ridícula la imagen de héroe que forjaron sus allegados, para propiciar homenajes e identificaciones colectivas (“Todos somos Nisman”). Las filtraciones sobre el comportamiento del fiscal no invaden su intimidad. Contribuyen a explicar la conducta encubridora de un personaje muy vulnerable a las presiones de los servicios de inteligencia.

 

Nisman trabajaba para la CIA y el Mossad. Los cables de Wikileaks ilustran como la embajada norteamericana supervisaba y corregía sus informes con el auxilio de Stiuso. Violaba todas las normas de un funcionario público y en cualquier “país serio” habría sido encarcelado por traficar con los secretos del estado[1].

 

El fiscal bloqueó la investigación de los atentados y fabricó la culpabilidad de Irán. Propagaba el material fraguado por la CIA y difundió inverosímiles confesiones de desertores protegidos o suicidados por el Pentágono.

 

Esta campaña fue convalidada por Kirchner desde el armado inicial del tándem Stiuso-Nisman. Posteriormente Cristina colocó la denuncia contra Irán en la Asamblea General de las Naciones Unidas. En lugar de promover el esclarecimiento de la AMIA, el gobierno avaló durante mucho tiempo las acciones del fiscal. Sólo tomó distancia de estas maniobras hace dos años, a través de un Memorándum que intentó abrir negociaciones judiciales con Irán.

 

Cristina percibió las dramáticas consecuencias de seguir el juego de la CIA y el Mossad. Pidió que “no nos traigan conflictos de afuera” y optó por un curso de mayor autonomía diplomática. Trató de converger con las tratativas encaradas por Obama, para lograr un desmantelamiento acordado de las plantas nucleares de Teherán.

 

Nisman rechazó enfáticamente ese viraje. Siguiendo instrucciones de Israel y la oposición derechista, montó una absurda imputación de la Presidenta como cómplice del terrorismo iraní. Armó un mamarracho jurídico en base a supuestos dichos de segundas personas e intentó crear un escándalo en el Parlamento.

 

Todo indica que este operativo se desmoronó a último momento. Nisman fue abandonado y las escuchas prometidas para sostener su acusación nunca llegaron. Sus momentos finales retratan la angustia de un hombre traicionado.

 

Pero los objetivos anti-iraníes de su gestión sobrevivieron a su muerte. Quienes manejaron la vida del fiscal también aprovecharon su deceso para reactivar esa causa. Intentaron instalar la creencia de un asesinato por orden de Teherán. Con esa finalidad una jueza y varios periodistas mencionaron la presencia de un “sicario” persa.

 

Carrió fue más explícita. Afirmó que el gobierno ultimó a Nisman para sostener la alianza con los Ayatollah. Clarín apuntaló esa denuncia difundiendo conversaciones banales de D´Elia con algún intermediario iraní. Terragno fue más lejos y afirmó que Argentina preparaba un convenio de provisión de tecnología nuclear a través de Venezuela. No es muy difícil imaginar quién motorizó este operativo.

 

Apañar a Israel

 

En su reciente discurso en el Congreso estadounidense, Netanyahu volvió a culpar a Irán de los atentados de la AMIA y la embajada, sugiriendo la misma responsabilidad en la muerte Nisman. Esta acusación no es nueva, ni exclusiva de la derecha israelí. Hace veinte años el gobierno laborista de Rabin inició una sostenida presión para que Argentina denunciara a Irán. Diabolizar a Teherán ha sido una política de estado del sionismo, para reforzar el monopolio nuclear del principal ejército de Medio Oriente.

 

Israel cuenta con un arsenal de 80 bombas en el centro atómico de Dimona y reafirmó su primacía, bombardeando las plantas de procesamiento nuclear de Irak en 1981. El boicot económico y el asesinato de científicos han deteriorado la capacidad iraní para fabricar la bomba. Pero Israel intenta asegurar esa imposibilidad mediante un ataque aéreo, que Estados Unidos ha vetado en varias oportunidades[2].

 

 Este rechazo no cuestiona el sostén norteamericano a la hegemonía atómica sionista. La tolerancia nuclear hacia Irán, que el Pentágono propiciaba en la época del Shá para amenazar a la Unión Soviética y China, fue sucedida por el gran hostigamiento de las últimas décadas. Estados Unidos no se arriesga en Medio Oriente al juego de equilibrios atómicos, que consiente entre sus socios de Pakistán e India.

 

Pero el Departamento de Estado necesita conciliar la exclusividad nuclear de Israel, con el auxilio que ofrece Irán, para desactivar el polvorín creado por el Ejército Islámico en la zona. Sólo el régimen chiita exhibe capacidad para lidiar con los fundamentalistas sunitas. Los Ayatollah ya sostienen al colapsado estado de Irak y al asediado gobierno sirio.

 

 Obama busca una reconciliación con Irán para contener también la desintegración de países como Libia, que están desgarrados por disputas entre codiciosas milicias. Evitar un caos inmanejable en la principal región petrolera del planeta es una prioridad compartida por varios socios de Estados Unidos, como Turquía y Egipto. Pero la rehabilitación de Irán es resistida por Arabia Saudita y rechazada por Israel.

 

  Netanyahu teme la pérdida de privilegios sionistas en el ajedrez zonal. Cuenta con el apoyo de los republicanos y obtuvo un inusual espacio en el Congreso estadounidense para ningunear a Obama.

 

 En sus operaciones geopolíticas contra Irán, Israel ha utilizado reiteradamente a la Argentina. Logró este manejo mediante la enorme influencia que ejerció en los gobiernos radicales, menemistas y kirchneristas de las últimas décadas. Opera a través de una red de empresarios, formadores de opinión e intelectuales derechistas. Ese sector conduce las principales organizaciones de la colectividad judía e imita los métodos del lobby sionista de Estados Unidos. La misma simbiosis que ha establecido la AMIA y la DAIA con altos funcionarios del estado se extiende al Mossad con la SIDE.

 

 Este ascendiente ha permitido involucrar a la Argentina en el tablero de maniobras internacionales, que Israel consuma desde el atentado a la embajada de Buenos Aires. Los emisarios de Tel Aviv concertaron con el gobierno de Menen una campaña para culpabilizar a Hezbolah e Irán. Fraguaron un foso en la puerta del edificio para simular la existencia de un coche bomba. Protegieron, además, a la banda de policías comprometida con el crimen y enterraron todos los indicios de un estallido al interior del edificio.

 

Israel impidió la investigación dentro de la embajada, no aclaró la salida del jefe de la delegación 15 minutos antes de la explosión, ni desmintió la existencia de siete víctimas adicionales, que habrían sido trasladadas fuera del país. Por esa razón aún no se sabe si el total de muertos fue 22 o 29. Posteriormente la Corte sepultó el expediente durante años y el supremo Lorenzeti intentó convalidar ese entierro, declarando “cosa juzgada” a una investigación jamás realizada[3].  

 

 El mismo ocultamiento se repitió con la AMIA. Eliminaron los indicios, destruyeron las escuchas telefónicas, protegieron a los sospechosos y coimearon a los testigos para propagar acusaciones sin asidero. El único iraní detenido fue inmediatamente liberado en Europa por falta de pruebas y nunca se averiguó el conocimiento previo del atentado que habrían tenido los servicios israelíes.

 

Algunas hipótesis relacionan estos sucesos con el asesinato del premier Rabin por parte de un fascista israelí. Ese crimen contribuyó a frustrar las negociaciones de paz con Palestina e inauguró la preeminencia de la derecha en todos los gobiernos sionistas[4]

 

 Como estos antecedentes ilustran la reiterada manipulación israelí de Argentina, hay que tomar en cuenta las conjeturas que señalan una mano oculta del Mossad, en el fallecimiento de Nisman[5].

 

Esta muerte tuvo un gran impacto periodístico en plena campaña de Netanyahu. Coincidió con la convulsión creada por los asesinatos de Charlie Hebdo, en un clima de paranoia anti-islámica. El cadáver del fiscal fue presentado como otra prueba de la penetración terrorista de Irán en Sudamérica y de su asociación con los “gobiernos populistas” de la región. Algunos analistas estiman que los hombres de Stiuso repitieron el papel jugado por los uniformados de la conexión local en la AMIA y la embajada.

 

 Este crimen constituye el tercer episodio de una saga inconclusa. Netanyahu ya obtuvo su nuevo mandato y el lobby sionista promueve en Estados Unidos a un republicano (o a un halcón demócrata) para suceder a Obama. Sin un drástico cambio de rumbo, Argentina seguirá cumpliendo el lamentable papel de instrumento del sionismo.

 

El encubrimiento

 

La campaña de la derecha argentina con el estandarte Nisman afronta severos problemas. La figura del fiscal se desmorona con cada revelación de su pasado y dos instancias judiciales han desestimado -en términos muy severos- su acusación contra el gobierno.

 

El último fallo destaca que “no existen atisbos del supuesto delito” alegado por el prócer de la reacción. También afirma que emuló una “excursión de pesca”, en su búsqueda de pruebas inexistentes. Puesto que los firmantes de esa resolución han dado muestras de hostilidad hacia el kirchnerismo (declarando la inconstitucionalidad del acuerdo con Irán), nadie puede atribuirles subordinación a la Casa Rosada.

 

 El emblema Nisman se desmorona, además, por la sórdida batalla que libran sus familiares y protectores para embarrar la causa. Como toda la trayectoria del fiscal está salpicada de espías, cuentas secretas, contrataciones injustificables, automóviles prestados y alquileres impagables, crece la urgencia por archivar el expediente.

 

 El desinfle de Nisman también obedece al reducido eco social que suscitó su figura. La derecha se entusiasmó inicialmente con la concurrencia lograda en la marcha, que los fiscales organizaron para reclamar el cumplimiento de la justicia que ellos vulneran. Pero el número de manifestantes reunido fue inferior a los cacerolazos, las marchas Blumberg y los mítines del agro-negocio. Aglutinaron al mismo público de clase media alta y edad madura que participa en cualquier evento reaccionario.

 

 La desprestigiada causa de Nisman ya no erosiona al gobierno, ni precipita su final. Permite despotricar contra el anti-semitismo de Irán, pero no extender esa acusación contra una administración que exhibe un canciller y un ministro de economía de origen judío.

 

 La campaña por el mártir Nisman tampoco pudo instalar la presencia directa de Washington en el país, a través de alguna comisión de la OEA. La bandera del fiscal no basta para incentivar el golpe blando, que la derecha promueve con operaciones parlamentarias (Honduras, Paraguay) o policiales (Ecuador). Tampoco la irrupción callejera que los conservadores lograron en Brasil -para promover un escenario de impechment- se extiende a la Argentina. El país se encuentra más lejos aún de las guarimbas, los paramilitares y los sabotajes económicos que han imperado en Venezuela.

 

 La derecha mantendrá igualmente viva la llama de Nisman, para obstruir el próximo juicio a varios responsables del encubrimiento de la AMIA (Beraja, Palacios, Galeano). Con ese bloqueo buscarán perpetuar la impunidad en la próxima administración.

 

 La herencia de Nisman suscita mayor desconcierto en el gobierno. Cristina probó todos los caminos y no se decidió por ninguno. Primero afirmó que el fiscal se suicidó y luego que fue asesinado. Incentivó las indagaciones y ahora promueve el silencio. Acusó al super-espía Stiuso y al sospechoso Lagomarsino y posteriormente evitó comentarios.

 

Estas oscilaciones obedecen al carácter explosivo de un caso, que destapa las viejas relaciones de Kirchner con el fiscal y su padrino de la SIDE. Si la investigación avanza pueden circular muchos carpetazos con información incomoda para la familia presidencial. Las causas por enriquecimiento personal y la sociedad con lavadores de dinero (Báez) no son preocupaciones menores para CFK.

 

La conducta oficial frente al crimen de Nisman ha seguido el mismo patrón de vaivenes que la política exterior. El gobierno se alineó primero contra Irán, probó luego una conciliación y ahora ensaya una crítica hacia Israel. Cristina cuestionó recientemente las viejas contradicciones del ex embajador Avirán y aceptó la reapertura de los archivos.

 

Pero el gobierno teme las consecuencias de un entredicho con Israel. Un importante lobby sionista opera dentro del aparato comunicacional del kirchnerismo. Esta gravitación se verificó en la campaña contra Irán y en la negativa a condenar los crímenes de Gaza. El oficialismo siempre rechazó la ruptura de relaciones con Israel que concretó Venezuela, el retiro de embajadores que realizó Ecuador, la participación de Bolivia en el boicot al sionismo y el endurecimiento diplomático de Brasil.

 

La investigación

 

En los últimos meses se ha creado una coyuntura favorable a investigar lo ocurrido. Las mallas del encubrimiento han comenzado a quebrantarse en el desbande judicial en curso. Tanto los conflictos entre el gobierno y los magistrados, como los enfrentamientos entre bandas de espías, generan filtraciones de informaciones escondidas.

 

 La crisis política y el cambio de ciclo permiten conocer verdades que los dueños del poder habitualmente ocultan. Ya se observan erosiones en la red de complicidades que impidió conocer lo sucedido en la AMIA y la embajada. 

 

Hay que motorizar la investigación antes que el próximo gobierno de Scioli, Macri o Massa cierre la ventana abierta hacia el esclarecimiento. La irresolución de los crímenes de estado no es una fatalidad. Algunos oficialistas esgrimen este argumento para justificar la impunidad. Afirman que en ningún país del mundo el poder formal de los gobiernos alcanza para doblegar al poder real de los servicios. Pero olvidan que en los momentos de crisis esa fuerza se deteriora y crece la visibilidad del submundo mafioso.

 

En las condiciones políticas de Argentina el camino hacia la verdad transita por la conformación de una Comisión Investigadora Independiente, constituida por familiares y personalidades. A lo largo de 20 años todos los fiscales, jueces, camaristas y supremos han demostrado su aversión a cualquier averiguación de lo ocurrido. Lo mismo vale para el Parlamento, que designa comisiones con la misma facilidad que obstruye su funcionamiento y cajonea sus conclusiones.

 

 Ya existe una propuesta concreta de APEMIA (Agrupación por el esclarecimiento de la masacre impune de la AMIA) para formar la comisión investigadora. El antecedente de la CONADEP ilustra la factibilidad y conveniencia de esta iniciativa. El oficialismo y la oposición han bloqueado hasta ahora su concreción, pero ya se realizó una importante manifestación para impulsarla. Esta movilización se diferenció del 14 F de la derecha y el 1M del gobierno[6].

 

 La izquierda puede cumplir un papel clave en la consumación de este proyecto. Propaga acertadas denuncias y no se sumó a las marchas de los fiscales o el oficialismo. Pero no aporta el apoyo requerido para viabilizar la comisión y en algunos casos se opone a su materialización sin exponer argumentos consistentes.

 

 La batalla por investigar puede nutrirse de la enorme popularidad que rodea a todas las causas democráticas. Hay una gran demanda por alcanzar la verdad y la justicia que exigen las víctimas de la AMIA.

 

 La fervorosa manifestación de jóvenes y militantes durante el 24 de marzo confirma ese sustento y contrasta con el lúgubre espectáculo que ofreció la derecha el 14 de febrero. El esclarecimiento de los atentados permitirá restituir la soberanía y sustraer al país de las manipulaciones imperiales.

 

29-3-2014

 

Claudio Katz

Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz



[1] Julián Assange. Entrevista de Santiago O’Donnell, Página 12, 23-3-2015.

[2] Armanian, Nazanín. “Los nueve errores de Netanyahu”, 10-3-2015, blogs.publico.es

[3] Salinas, Juan José. “El Atentado”, 19-2-2015, pajarorojo.com.ar 

[4] Chedid, Saad, “Cristina KirchnerPalestina y los 29 muertos en la embajada israelí”, 27-3-2015, www.rebelion.org

[5] Frattini, Eric. “Reportaje”, Diario Perfil, 7-3 2015.

[6] “Basta de impunidad y encubrimientoComisión investigadora independiente”,11-2-2015, argentina.indymedia.org/news/ 

 

https://www.alainet.org/de/node/168566?language=en
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