A un cuarto de siglo de la caída del Muro de Berlín
Es harto selectiva la caída de los muros? (I)
13/11/2014
- Opinión
Ante el jolgorio berlinés que conmemora la entrada cultural del mundo en la globalización capitalista mediante la unión de las dos Alemanias. ¿Seguirá tan selectiva la caída de los muros?
En Cuba se le designa popularmente con el término “temba” a la persona que, por ejemplo, en madurez de guapura pretende celebrarse a si misma como si sus desgastes y machuques se hubiesen detenido en tiempo; disimulado en la apariencia llegar hasta la cyborización que altera lo fisiológico y lo fisonómico en favor de tal di-simulación.
La cultura del capitalismo aprovecha su ventaja “temba” que sin acumulación histórica (Cultura o secularidad civilizatoria), para deshistorizar cualquier proceso que implique al sistema burgués. De ahí que se manifieste en la reproducción (hoy mundializada) del fetichismo de los procesos sociales. Podría discernirse que la caída del Muro de Berlín, que dividía en dos a Alemania, como secuela de la bipolaridad que emergió a partir de 1945, tras la victoria de los aliados contra el eje fascista hitleriano durante la 2da. Guerra Mundial, fue un instrumento cultural que reajustó al mundo “temba” mediante la neoliberalización impuesta por el poder político del capitalismo. Es decir, fue un acelerador cultural decisivo para la pretendida homogenización política que persigue la hegemonía angloestadounidense. Atribuyéndose los derechos de autor del tiro de gracia que el sistema socialista soviético se dio a sí mismo, mientras implotaba el extinto campo socialista.
Al postmodernizar al sujeto histórico dentro de la vieja, pero aún muy activa pugna de fuerza entre clases sociales antagónicas; y a la propia pugna de marras, el 10 de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín, se daba paso a la banalización mundializada de los asuntos y problemas sociales con el pretendido final de la Guerra Fría. El mundo siempre “tiene” que girar alrededor y en función de los intereses del poder imperialista actual, a través de fetichizar los avatares de los centros del mundo occidental; e imponérselos como implicantes al resto del mundo.
El jolgorio entre alemanes –o entre los europeos-, es comprensible porque ningún país puede existir como nación y cultura, soberanas, divido a la fuerza. Lo realmente indiscernible es que las otras divisiones, el resto de los muros existentes hoy sean invisibles para quienes levantaron un día el de Berlín y lo derrumbaron aprovechando los graves desajustes de una de la polaridades que componía a esa bipolaridad que se mantuvo con evidentes fluctuaciones durante el corto siglo veinte. Al parecer el de Berlín era “el muro de todos los muros posibles”. Los demás son el resto de...
Como siempre ocurre el protagonismo se lo zampan determinadas “figuras” de la política en el contexto histórico específico de finales del siglo veinte. El muro fue levantando durante la pugna nuclear entre los antiguos aliados de esa segunda guerra mundial; y la llave para derrumbarlo la tenían ellos mismos. Ni siquiera el pueblo alemán.
Gorbachov paseó por los últimos veinticinco años al más agraciado de los estadistas de “tafetán” por el monopolio político-académico capitalista impartiendo conferencias acerca de la destreza intelectiva a desplegar con que desmerengarse uno mismo a favor ajeno mientras vapulea a la gente y al país propios y accede al maestrean de los media globalizados el primer VIP invitado al baile de celebración por la ciada del muro de Berlín y de la vergüenza ética y política en favor de la “americanización” del mundo. A Reagan se lo escribieron todo para que lo leyera; su discurso frente al ya derrumbado muro de marras, fue un portento de yanqui-elocuencia, muy apropiado para dar paso a la unipolaridad siempre pretendida; felicitaciones atrasadas para quien lo escribió, aun si como el aludido, merced a los efectos galopantes del Alzhaimer ya estuviese del otro lado de la luna. Nosotros aquí debajo tratando de reparar los julepes que ellos, tanto en el centro como en la llamada periferia del sistema capitalista, armaron, y arman todavía.
Las mayorías dominadas o contenidas a regañadientes en el centro(s) como en la periferia(s) viven mentalmente detenidas al pie de ese muro berlinés. Ni las Torres Gemelas del World Center (¿auto?) derrumbadas por la primera agresión terrorista del siglo XXI, han podido sacarlas totalmente de ese sopor políticamente culturalizado. El jolgorio del sábado (o domingo en Europa) celebrado a los pies de la Puerta de Brandemburgo, gracias a los media maestrean se disfrutó en casi todo el planeta. En La Habana, mientras disfrutaba de las imágenes vía TeleSur, una mujer técnico medio en asuntos de informática, eufórica manifestaba su mal discernimiento de los soldados angloestadounidenses en Liberia, a los que calificaba como abnegados médicos militares salvadores del mundo. Quien la oyese podría preguntarse ¿qué relación tiene la pachanga en Berlín con la idiotez que esa “temba” acababa de decir; obviando el trabajo abnegado de los médicos enfermeros y colaborantes cubanos de la salud desplegado en esa zona del África bajo la expansión del virus del ébola?
En la mezcolanza que gestan los fetichismos de la cultura del capitalismo, el pegamento de la banalización de los problemas más graves del mundo “unipolarizado”, introyecta un estado sumamente “agradable” de oligofrenia en los individuos. Incluso en contextos a contracorriente de la autoproducción burguesa. La interacción alienante entre el insuficiente grado de cultura política socialista y el despliegue desbocado del analfabetismo funcional que divorcia a los individuos de los asuntos y problemas sociales locales e internacionales, hacen que la memoria más tupida que una cañería en el corazón del Bronx o de una favela, se active ante alarmas que transmitan esos medias maestrean de la plutocracia global. La “gogulización” de las redes sociales a través de esos medias, priorizan los acontecimientos de los centros imperialistas, por sobre noticia alguna de cualquier otro lugar del planeta. La caída del muro de Berlín está ubicada como prioridad cultural (alarma) activada por los medias.
Realmente ¿qué se barrunta a tales efectos en la producción de pensamiento, sobre todo desde la diversidad de izquierdas? Los que ni nos comunicamos en alemán sino en quechua, aymara, árabe, mapuche, patuá y el “mal” castellano latinoamericano o caribeño; ni aspiramos, ni tenemos acceso a una tarjeta verde ni a un pasaporte Schenguen europeo; ni participamos en tanto países en las reuniones de los G-7, ni 20, ni 30, sino que estamos en el G-77 más China, si acaso. Y que además padecemos otros muros invisibilizados como el de la frontera entre los EEUU y México, entre Gaza e Israel impuesto por el sionismo, el muro monárquico de Melilla, el que derrumbó Viet Nam al costo de cientos de miles de asesinados por la agresión angloestadounidense y sus acólitos como Australia o el Reino Unido. El muro cincuentenario del criminal bloqueo yanqui contra Cuba. Y el de la insoportable polarización en el acopio del capital como relación de poder levantado por la plutocracia global.
Para vaticinar “¡ay de los muros aún vigentes!” apelaremos a la segunda parte de este artículo. Mientras, que continúe el jolgorio berlinés.
Desde La Habana revolucionaria, marxista, martiana y bolivariana.
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