Espejismos, realidades y espantos del “capitalismo real”

08/02/2012
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La cúpula de la zona euro, y en particular la pareja franco-alemana titulada como “Merkozy”, sigue aferrada a la política deflacionista que significa aplicar, sin importar las consecuencias, políticas de austeridad en una situación de estancamiento o recesión económica debida al masivo desempleo y a la baja del poder adquisitivo de la población.

El tutelaje de la Troika - Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y el FMI - ha puesto a Grecia en la condición de una colonia, a la cual le exige más despidos de empleados públicos y mayores recortes en salarios y jubilaciones. Y mientras tanto, para no tener que pagar la factura de los problemas estructurales y políticos que caracterizan a la zona euro (ZE), o para avasallar aun más al pueblo griego, los “países fuertes” siguen haciendo lo posible para que Grecia se retire de la ZE: el vicepresidente de la CE, Neelie Kroes, declaró al diario holandés Volkskrant que “la salida de Grecia de la zona euro es manejable”, y que es “simplemente falso” que provocaría una fractura de la zona euro (ZE). Por su parte el primer ministro holandés, Mark Rutte, dijo que la ZE “puede vivir sin Grecia”, si este país no acepta el dictado de la Troika.

Con la arrogante actitud de los “países fuertes” de la ZE hacia lo que cada vez más frecuentemente se denomina la “periferia” – Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda y algunos países del Este europeo -, cómo no reflexionar sobre lo que el 30 de enero pasado escribía el estratega en inversiones Marshall Auerback (1) sobre el “anexionismo económico” (anschluss economics) que Alemania está logrando imponer a los países de la UE : Cuando están en juego los intereses nacionales, los alemanes están perfectamente preparados para deshacerse de la “buena personalidad europea” y jugar duro con los países de la UE, enfatiza Auerback.

¿Qué mejor definición del “anschluss”, la anexión de mercados, que la “alianza” al estilo de las creadas en las tristes épocas del colonialismo que pusieron en marcha una docena de grandes empresas alemanas para “ubicar yacimientos, evaluarlos y ofrecer a sus miembros una participación en la explotación, para asegurar un aprovisionamiento en tierras raras”? Como reporta Karl de Meyer, corresponsal del diario francés Les Echos en Berlín.

La Federación de Industriales Alemanes (BDI, en su sigla en alemán) anunció la creación de una especie de cartel bautizado « Alianza para el aseguramiento de las materias primas », Este cartel está formado por grandes empresas alemanas, entre las cuales figuran las gigantes de la química (BASF, Bayer, Wacker Chemie), del automóvil (BMW, Daimler), de la siderurgia y ramas conexas  (ThyssenKrupp, Stahl-holding-Saar, Bosch), aconsejadas por firmas de asuntos legales y comerciales (Boston Consulting Group, Egon Zehnder, Hogan Lovells y PricewaterhouseCoopers), y está “abierto a la finanza y otras industrias”.

Meyer señala que el objetivo de esta « alianza » es prospectar en todo el mundo, participar en los proyectos que ya están en marcha, y “eventualmente ofrecer a las empresas” una “participación en la explotación” de los yacimientos de tierras raras, que son indispensables en las industrias de alta tecnología. Esta iniciativa, agrega el corresponsal, se inscribe en el “plan de gobierno, que hizo del tema una de sus prioridades”.

Del otro lado del Atlántico

En Estados Unidos (EE.UU.) la situación de fondo es similar a la existente en la UE, aun cuando una mayor flexibilidad monetaria ha permitido evitar, por el momento, una recaída en recesión. Pero la mayoría Republicana en el Congreso de Washington se opone a medidas de estímulo para la creación de empleos aun cuando hay más de 16 millones de personas cesantes, con más de la mitad encontrándose ya en situación de desempleo crónico.

Los problemas coyunturales, y más importante aun, las rápidas y profundas transformaciones estructurales en el empleo y el desempleo en EE.UU. hacen que el “capitalismo real” no pueda volver a “sacar otro conejo” de su sombrero, como no hace mucho dijo el economista Nouriel Roubini, o que haya llegado a un escollo insalvable que él mismo creó, como revelan los datos estadísticos expuestos en un interesante artículo de Derek Thompson en la revista The Atlantic (2).

Lo que ha cambiado desde 1945 hasta la fecha, escribe Thompson, es la caída del empleo en el sector agrícola y en la manufactura. La industria manufacturera estadounidense perdió el 60 por ciento de su fuerza de trabajo, pero en el mismo período la producción de bienes industriales – que fue objeto de una revolución tecnológica sin precedentes - se multiplicó por seis. En el área de servicios, que reemplazó los empleos perdidos en las actividades de producción de bienes durante un momento, el “efecto de reemplazo” por la introducción de la automatización y por la deslocalización empieza a sentirse en algunas ramas, y en otras – como en las finanzas, bienes raíces y seguros que llegó a constituir una quinta parte del empleo total en 2009 – la crisis está reduciendo sensiblemente su talla.

Dicho en otras palabras y descontando la “deslocalización” de la producción en Asia, en los principales centros del capitalismo industrial se produce mucho más que antes, pero con mucho menos mano de obra local. Sin una masa creciente de trabajadores y empleados que con sus salarios garanticen una demanda creciente, el “capitalismo real” (y el “ascensor social” que constituía su principal atractivo) no puede funcionar.

En su columna-blog en el New York Times el economista y Nobel Paul Krugman escribía, el pasado 5 de febrero, que en un mundo mejor, específicamente en un mundo con una mejor elite política, un buen informe sobre el empleo –como el que anunció que en enero se crearon 243 mil empleos en EE.UU. -, habría sido causa de genuina celebración. Pero, en el mundo que actualmente habitamos cada rayito de luz viene acompañado con una nube. El reporte (del viernes 3 de febrero) fue, en efecto, mucho mejor que lo esperado, e hizo más optimista a mucha gente, incluyéndome a mi. Pero, agrega el Nóbel de economía, existe el peligro real de que éste será un optimismo contraproducente, porque alentará y dará mayor poder a quienes quieren imponer la austeridad.

Y añade que si el informe sobre el empleo “fue genuinamente bueno” comparado a lo que se convirtió en la norma, “nuestra economía sigue profundamente deprimida. Como apunta el Instituto de Política Económica (3), empezamos el 2012 con menos trabajadores empleados que en enero del 2001 – cero crecimiento desde hace 11 años, aun cuando la población, y en consecuencia el número de empleos que necesitamos, creció constantemente. Este Instituto estima que incluso con una creación de empleos al ritmo de enero, nos tomará hasta el 2019 para regresar al pleno empleo”.

Krugman, como muchos otros economistas que analizan la persistente crisis financiera y económica, apunta algo importante, el impacto a largo plazo del alto y persistente desempleo: Nunca debemos olvidar que la persistencia del alto desempleo inflinge enormes y continuos daños en nuestra economía y nuestra sociedad, incluso aun cuando la tasa de cesantía baja gradualmente. Hay que tomar en cuenta el hecho de que el desempleo a largo plazo - el porcentaje de trabajadores que han estado fuera del empleo por seis meses o más -, sigue estando en niveles no vistos desde la Gran Depresión. Y cada mes que esta situación continúa, subraya Krugman, más estadounidenses son permanentemente enajenados de la fuerza laboral, más familias agotan sus ahorros, y no menos importante, un mayo número de nuestros conciudadanos pierden la esperanza.

De nuevo en marcha la “válvula de seguridad” del capitalismo europeo

En un artículo titulado Irish Urge Children to Leave Amid Job Loses, publicado el 7 de febrero, el periodista Funbarr Flynn de la agencia Bloomberg escribe que en Irlanda los desocupados están urgiendo a sus hijos que emigren: “He visto buenos y malos tiempos, pero estos son los peores, dijo Anthony Roches, un trabajador independiente que solo logra trabajar uno o dos días a la semana. Y agregó que hay mucha gente que busca trabajo, pero no hay quienes los empleen. Por eso mismo la gente está de nuevo dejando esta tierra”. 

En Irlanda, según los datos de la Oficina Central de Estadísticas, en los últimos doce meses que terminaron en abril del 2011 se presenció el mayor aumento de la emigración desde el siglo 19, con 74 mil 400 personas abandonando el país en busca de un futuro mejor.

Baste recordar que en el 2011 el desempleo en Irlanda fue de 14.2 por ciento, o sea más de tres veces del nivel de cesantía del 2007, cuando implotó la burbuja de los préstamos hipotecarios sub-prime en EE.UU. y arrastró el sector de bienes raíces en Irlanda, provocando una contracción de alrededor del 15 por ciento en la economía irlandesa. Entre los jóvenes de menos de 24 años, que tienen excelentes niveles de educación, el desempleo se eleva al 30 por ciento, según Flynn.

El impacto social de la crisis en la ZE es también el tema de un artículo del asesor económico del Senado italiano Edoardo Campanella (The social consequences of the euro crisis, eurointelligence.com), quien alerta que la creciente marginalización de la juventud europea, por la falta de empleos, está creando las precondiciones para un terremoto social capaz de sacudir el Viejo Continente y perjudicar la supervivencia del euro. Hasta ahora, agrega, los programas de asistencia social (safety nets) y las ayudas intrafamiliares fueron los “canales” que han impedido que las protestas de los pacíficos “indignados” se conviertan en protestas violentas, como en algunos países árabes.

Y Campanella añade que la carencia de recursos por la nueva recesión, junto a las medidas de austeridad fiscal, bloquearán estos “canales” en momentos en que “seguirán creciendo la frustración y el resentimiento social” de la juventud. Y para respaldar su argumento el asesor económico del Senado italiano dice que los datos son realmente alarmantes: Según un informe dado a conocer recientemente por la CE, uno de cada cinco jóvenes corren el riesgo de caer en la pobreza o la exclusión social; sólo un tercio de la juventud tiene empleos; y uno de cada tres jóvenes han estado sin empleo por más de un año.

Este informe de la CE, que dicho sea de paso es el organismo que propugna por los planes de austeridad y forma parte de la Troika que vigila sean aplicados con rigor, también señala que el 40 por ciento de los desempleados en la UE tienen menos de 30 años.

La emigración “para buscar oportunidades fuera de Europa”, solución apoyada oficialmente por el gobierno portugués, y oficiosamente por otros gobiernos que también quieren “sacarse de encima” el problema del desempleo de los jóvenes, es un importante aspecto de esta crisis y de la exclusión de los jóvenes del mercado laboral. Campanella escribe que 120 mil jóvenes italianos emigraron en el 2011 y miles de jóvenes españoles están llegando “a las ex colonias en América del Sur” (la expresión o el menosprecio es del autor).

Libre comercio y migraciones masivas

Las estadísticas canadienses (4) sobre la inmigración de 1852 a 1966 son una excelente fuente para constatar que los flujos migratorios que llegaban a Canadá aumentaban en los períodos de crisis económicas en Europa.

Para citar un ejemplo, a partir de la crisis económica que comenzó en 1873 en Estados Unidos y Europa (la Larga Depresión), y que dura hasta entrada la década de 1890, se nota un aumento muy rápido en el número de inmigrantes que anualmente llegaban a Canadá: en 1883 Canadá recibió más de 133 mil inmigrantes, casi en su totalidad europeos, o sea casi cinco veces más que el número de inmigrantes recibidos en 1871.

Las estadísticas permiten ver los aumentos en la emigración europea durante las épocas de crisis del sistema de laissez-faire. Durante las dos décadas que duró la Larga Depresión, Canadá recibió alrededor de un millón 200 mil inmigrantes, una cifra que equivale a un tercio de la población total del país en 1871.

En 1892, al final de esa Larga Depresión, Canadá recibió 31 mil inmigrantes, una cantidad a tono con las cifras promedio que van de 1852 a 1871, y que marcará el promedio desde 1892 a 1900.

Pero a partir de 1903, por el reinicio de la rebatiña colonial y las guerras coloniales de las potencias imperialistas, por los conflictos comerciales, crisis bancarias, escasez alimentaria y el surgimiento de las luchas del movimiento obrero organizado en muchos países europeos, funciona nuevamente la válvula de escape y la inmigración retoma los niveles de la Larga Depresión, con 138 mil inmigrantes que ese año llegan a Canadá.

De ahí en adelante los niveles anuales de inmigración aumentan rápidamente (272 mil inmigrantes en 1907, 331 mil en 1911, 400 mil en 1913), hasta que el flujo migratorio desciende bruscamente en 1914 (151 mil inmigrantes) por el estallido de la primera Guerra Mundial.

Entre 1903 y 1914 Canadá recibe dos millones 751 mil inmigrantes, casi en su totalidad europeos, una cifra enorme para un país que en 1901 tenía poco más de cinco millones de habitantes, entre los nacidos en el país y los inmigrantes.

Esos flujos migratorios hacia los países de América, desde Canadá hasta Argentina, aumentaban en número, hasta llegar a englobar en determinados momentos a millones de personas anualmente, durante las grandes crisis financieras y económicas que estallaron desde mediados y hasta finales del siglo 19, y las crisis de la primera parte del siglo 20, que vale precisar fueron crisis del sistema de “libre comercio” o “laissez-faire” nacido en Europa y que siempre vinieron acompañadas – por ser las causas o los efectos de tales crisis - por guerras, aventuras colonialistas, revoluciones y contrarrevoluciones, y el totalitarismo fascista en los años 30.

La emigración masiva fue una válvula de seguridad para muchos países europeos en tiempos de graves crisis agrícolas, industriales y comerciales. Esa válvula funcionó muy bien cuando un fuerte crecimiento de la mano de obra era esencial para un capitalismo que se expandía, como en EE.UU. y en Canadá, junto a la expansión de las fronteras.

La válvula de seguridad de los países europeos empezó a funcionar nuevamente, pero la situación objetiva en los países que tradicionalmente han recibido esos migrantes no es la misma que durante las crisis del pasado. La tendencia de la economía estadounidense a eliminar empleos es bien real, como señalan Thompson, Krugman y el Economic Policy Institute. Lo mismo puede decirse de Canadá y Australia.

La emigración masiva como solución al problema del desempleo europeo, o sea para evitar el “terremoto social capaz de sacudir el Viejo Continente y perjudicar la supervivencia del euro” al que se refiere Campanella, funcionó en el pasado, pero ahora es un espejismo. Tal es la realidad del “capitalismo real” basado en imponer la austeridad para que se beneficien los rentistas financieros, que como lo comprueban en carne propia los griegos es el peor espanto imaginable.

1.- (Anschluss Economics – The Germans Launch a Blitzkrieg on the Greek Debt Negotiations)

http://www.nakedcapitalism.com/2012/01/marshall-auerback-anschluss-economics-the-germans-launch-a-blitzkrieg-on-the-greek-debt-negotiations.html

2.- Derek Thompson, The Atlantic.

http://www.theatlantic.com/business/archive/2012/01/where-did-all-the-workers-go-60-years-of-economic-change-in-1-graph/252018/

3.- Economic Policy Institute

http://www.epi.org/publication/labor-market-starts-2012-solid-positive/

4.- Ver la página 4 del informe sobre la inmigración en Canadá de 1966, que cita las cifras de la inmigración de 1852 a 1966

http://epe.lac-bac.gc.ca/100/202/301/immigration_statistics-ef/mp22-1_1966.pdf

- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.

https://www.alainet.org/de/node/155764?language=es
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