Seguratas de la alimentación

09/01/2012
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Tenemos un sistema imponente de ‘seguratas de la alimentación’: varias agencias internacionales, así como miles de funcionarios y técnicos trabajando para garantizar la salubridad alimentaria (o seguridad alimentaria). Es por su presencia y vigilancia las veinticuatro horas al día -incluido festivos- más el tremendo costo que todo ello supone, que cuando en Barcelona ingerimos un muslo de pollo criado, engordado, sacrificado, y despiezado en… Brasil, por poner un ejemplo, tal bocado no nos producirá [en ese momento] ningún grave malestar.
 
No deja de ser paradójico que algo tan natural y sano como es comer o alimentarse, que sólo debería ser fuente de salud, sea tratado a la defensiva y con desconfianza. La premisa pareciera que es: cualquier alimento es sospechoso de criminal hasta que no se demuestre lo contrario.
 
Problemas
 
En Europa observamos como la alimentación mayoritaria que llega a la ciudadanía ha sido producida bajo sistemas de agricultura y ganadería industrial o intensiva. Una forma de producir alimentos en serie, muy rápida y de baja calidad nutritiva que podemos afirmar ha acabado con millones de puestos de trabajo en el medio rural, en tareas agrícolas, de transformación o complementarias. Una agricultura que genera graves problemas.
 
• Hay muchas producciones excedentarias que los estómagos europeos ya no pueden consumir, y que son exportadas a terceros países, llegando a sus mercados a precios incluso inferiores al precio de coste (o de elaboración) que ese mismo producto tiene para el campesino o campesina local.
• El modelo intensivo europeo al estar especializado en algunos sectores no dispone de según qué alimentos. Pero estos llegan igualmente a nuestras despensas comprados baratos en países del Sur. Y la ganadería a la que Europa no renuncia, requiere alimentación (soja y maíz) que llega de Sudamérica. En ambos caso millones de hectáreas de países con hambre están dedicadas a alimentar países con tasas de sobrepeso y otros desequilibrios nutricionales más que alarmantes.
• Una agricultura hecha a base de petróleo, contra el reloj y con muchos inversionistas esperando tajada, se convierte en una actividad que tiene muy poco respeto en sus interacciones con la naturaleza.
 
Riesgos
 
Este modelo, lo hemos visto y lo veremos en próximas ocasiones, es un modelo ‘asustoso’. Las multiples y (cada vez más) frecuentes alarmas alimentarias tienen todo un efecto final muy patológico: taquicardia.
 
Miedo y corazones acelerados que en demasiadas ocasiones se convierte en muchas camas de hospitales ocupadas porque las vacas están locas, los cerdos resfriados o los piensos contaminados. Y en todas ellas con un patrón causal común: el interés económico de las corporaciones que controlan la cadena alimentaria las lleva, codiciosas, a trabajar al límite de lo legal, al límite del riesgo. Como si viviéramos en un parque de aventuras permanente parece que asumimos encantados esta alimentación del Dragon Kan. No hay vértigo.
 
Rechazo
 
Son bastantes los motivos para rechazar la agricultura industrial: injusticias sociales, elevados costes ecológicos, insuficiente calidad nutritiva, enfermedades crónicas derivadas de la mala alimentación y un susto detrás del otro.
 
Pero tenemos otro motivo mucho más importante y definitivo: existe una alternativa probadamente posible, capaz de alimentar a todo el planeta: la Soberanía Alimentaria.
 
Revista Agenda Viva. Diciembre 2011
 
Gustavo Duch Guillot es  autor de Lo que hay que tragar y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.
 
https://www.alainet.org/de/node/155120?language=es

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