La <I>guerra</I> de Correa contra los medios de comunicación
17/07/2011
- Opinión
“Nunca tantos han sido incomunicados por tan pocos”
Eduardo Galeano.
En el Ecuador se vive una intensa batalla entre el Presidente Rafael Correa y los medios de comunicación, incluso cada sábado en las intervenciones del presidente hay una sección especial contra lo que Correa ha denominado la “prensa corrupta”.
En realidad también los medios de comunicación sostienen un persistente y cotidiano ataque contra el gobierno tanto en radios, estaciones de televisión, prensa escrita e internet, este ataque contiene de todo: desde críticas que intentan ser serias hasta insultos, pasando por distorsiones, manipulación, desinformación, falta de profesionalismo y otras cosas.
El Presidente no está batallando contra ángeles, pero él tampoco es un querubín, lo que no significa de ningún modo que se trate de un enfrentamiento entre demonios, reducir esta “guerra” a demonios y ángeles o una batalla entre demonios sería simplificar demasiado las cosas.
En realidad se trata de una batalla entre dos poderes, el uno un poder fáctico real y el poder político e institucional del Estado, todo esto sirve de contexto a la discusión de la ley de comunicación que se encuentra entrampada en la Asamblea Nacional (poder legislativo).
Los medios radiales están haciendo una cadena mensual de cerca de 80 radiodifusoras que defienden la libertad de expresión, que para ellos no es sino libertad para los medios hegemónicos. Debemos, sin duda, luchar por la libertad de expresión, pero sobretodo de la expresión de los pobres, de los oprimidos, del ciudadano común, de los medios alternativos. Señalamos esto como una muestra de las múltiples formas en que se manifiesta esta confrontación.
En estas “guerras” siempre hay heridos, victorias y derrotas y el gobierno de la revolución ciudadana ha demostrado su poder acallando a tres periodistas opositores a través de presiones económicas al medio en que trabajaba Jorge Ortiz, de juicios legales a Emilio Palacio, y en el caso de Carlos Vera se ejercieron presiones a los directivos del canal donde laboraba para que lo sacaran. El periodista Ortiz era un paladín de la ultraderecha neoliberal, Carlos Vera fue ministro del neoliberal gobierno de Sixto Durán Ballén. Emilio Palacio un converso a la derecha después de un pasado como dirigente del morenista Movimiento Socialista de los Trabajadores. Además el Presidente está siguiendo un juicio a dos periodistas más, Juan Carlos Calderón y Christian Zurita por haber escrito un libro donde se habla de que el Presidente conocía de los contratos de su hermano con el Estado. Pero, en rigor, ninguna de estas cosas justifica las acciones autoritarias del gobierno, hoy son periodistas de derecha en otras ocasiones han sido los movimientos sociales, como sucedió con el intento de clausurar la radio comunitaria indígena Arutam.
Para comprender mejor esta situación es necesario señalar que ante la inexistencia de una oposición seria y más aún, ante la falta de organizaciones políticas, quizás lo único que podríamos reconocer como organizaciones partidarias en el Ecuador son el Movimiento Popular Democrático (MPD) y el Partido Socialista Frente Amplio ambas organizaciones de izquierda con una débil representación electoral. La derecha y la centro derecha, ni siquiera el conglomerado gobernante Alianza País son partidos políticos que representen programáticamente ideologías, proyectos coherentes que impulsen plataformas de gobierno, constituyéndose en verdaderos mediadores entre la sociedad civil y el Estado, en realidad son movimientos populistas o empresas electorales y clientelares que actúan en general bajo la óptica de intereses de corto alcance o siguiendo ciegamente a un líder y que están lejos de expresar intereses históricos de las clases en pugna.
Existe en esto una anomalía, ni la derecha, ni la centro derecha tienen una fuerte representación política, las clases dominantes tienen una aguda crisis de representación, voceros como Osvaldo Hurtado o Jaime Nebot están absolutamente desgastados y han sufrido derrota, tras derrota. Los nuevos proyectos de liderazgos de este sector, tipo Cesar Montúfar no alcanza ni la estatura, ni el peso político que le permita ser representativo.
Ante esta situación los medios, ahora ya sin pudor se han asumido como interlocutores políticos, esto viene ocurriendo desde hace por los menos dos décadas. Esta interlocución política se hace en representación de los grupos dominantes que representan la antigua hegemonía.
Ahora, el gobierno ha fortalecido considerablemente su aparato comunicativo con la apropiación de medios de televisión y prensa escrita incautado a los banqueros corruptos además ha creado o fortalecido medios digitales y radiales que están dando batallas en toda la línea.
El gobierno de la revolución ciudadana quiere sustituir la vieja hegemonía empresarial por una nueva y el campo mediático es un área de vital importancia para este objetivo, además que en este campo se ha identificado a los medios de comunicación como uno de sus enemigos principales, los otros son los movimientos sociales, especialmente el indígena.
Las principales víctimas de estas batallas mediáticas son la verdad, los ciudadanos comunes, los movimientos sociales porque se ven atrapados entre el fuego cruzado de dos lógicas funcionalistas y persuasoras, dos sectores dominantes que se enfrentan y no dan lugar a una reflexión crítica y verdaderamente independiente de los poderes.
Cuando Harold Lasswell planteó que los medios de difusión han aparecido como instrumentos indispensables para “la gestión gubernamental de las opiniones” indicaba claramente el carácter instrumental de esta y les suponía una omnipotencia como instrumentos de “circulación de los símbolos eficaces” basados en el esquema de estímulo y respuesta, la famosa “aguja hipodérmica”, este programa comunicacional que propone la vigilancia del entorno, la educación en la ideología y los valores dominantes, donde la información cumple la función de influir para producir una respuesta adecuada al sistema y con la función del entretenimiento que mientras más alienante resulte mejor, es el programa comunicacional con matices tanto del gobierno como de su oposición mediática, la comunicación para lograr efectos. Aquí no interesa la retroalimentación, el diálogo, la reflexión solo persuadir y convencer.
Un gobierno que se proclama revolucionario y, que sin embargo, aplica las mismas técnicas persuasivas que sus adversarios que representan al poder tradicional, no está contribuyendo a generar una conciencia crítica en los ciudadanos.
Los movimientos sociales, los de abajo, no deben dejarse atrapar en las lógicas de esa confrontación entre poderes y deben buscar desde paradigmas, modelos y concepciones alternativas y alterativas fortalecer medios y redes de comunicación independientes. Se trata de concebir a la comunicación como una relación, como diálogo, recuperando la concepción de Habermas de la teoría de la acción comunicativa, es decir entenderla como procesos de inter compresión y entendimiento entre sujetos que buscan participar en la formulación de los fines y no ser instrumentos en el cumplimiento de los fines de otros, los dominantes.
Leonardo Ogaz A. es docente universitario.
https://www.alainet.org/de/node/151249?language=es
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