Fugas y revoluciones
31/01/2011
- Opinión
Recordando lo que había dicho el ex presidente George W. Bush el 1 de diciembre del 2004 en Halifax, Canadá, de que “lograr la paz en la Tierra santa no es simplemente un asunto de presionar a una parte o la otra en la delimitación de la frontera o el sitio de un asentamiento”, que eso “ha sido intentado antes sin éxito”, escribíamos hace pocas semanas (Israel y Palestina: Obama adopta la política de George W. Bush) que al terminar la política de cambiar paz por territorios el presidente Barack Obama había adoptado la política de George W. Bush. Esto ha sido confirmado por las “minutas” de diplomáticos palestinos sobre las negociaciones con políticos y funcionarios israelíes y estadunidenses, los “palestinian Papers” en posesión de la cadena de televisión Al-Jazeera y el diario británico The Guardian.
Los documentos presentados hasta ahora por Al-Jazeera, como escribe Laura Flander en The Nation, cubren décadas de fallidas negociaciones de paz y muestran lo mucho que la Autoridad Palestina (AP) ha estado dispuesta a sacrificar, y cuanto más continuaba exigiendo el gobierno israelí. En efecto, en las minutas de algunas sesiones de negociaciones secretas, los negociadores palestinos ofrecieron la posibilidad de que Israel anexara a su territorio casi todos los asentamientos en el Este de Jerusalén, tierras que la ley internacional, recuerda Flander, reconoce como pertenecientes a Palestina. La contraparte israelí rechazó esa oferta diciendo que no iba “suficientemente lejos”. Otras minutas revelan la subordinación a Israel de la policía y las fuerzas de seguridad de la AP en el West Bank, la disposición de permitir que Israel se anexe definitivamente alrededor del 10 por ciento del territorio del West Bank –donde fueron construidos asentamientos de colonos israelíes-, discusiones sobre la necesidad de asesinar al dirigente palestino Hassan al-Madhoun, comandante de las Brigadas de Mártires al-Aqsa, y que dirigentes de la AP fueron advertidos en privado (en 2008) de que Israel lanzaría una guerra contra Hamas en Gaza, y las presiones de Estados Unidos (EE.UU.) sobre la AP para que Israel no fuese condenada en la ONU por crímenes de guerra y contra la humanidad durante sus operaciones en Gaza.
Laila El-Haddad (The View on the ground of the Palestinian Papers, The Guardian)- apunta que estos documentos confirman la intransigencia de Israel frente a las “mas comprometedoras posiciones” de la AP, y cita a Lina-al-Sharif del blog “360 Km2 of Chaos”, que se dijo irritada por el foco de los medios de prensa occidentales en la “desesperación e incompetencia” de la AP, en lugar de focalizar “la intransigencia israelí y estadunidense”. Y también la prensa occidental, dicen expertos y observadores en el Oriente Medio y en Gran Bretaña, no resaltó el papel de EE.UU. en torcerle el brazo a la AP para que hiciera más concesiones a Israel y se prosiguiera un “proceso de paz” que “ha sido un proceso sin nada de paz” y ha servido a Israel de cobertura para proseguir su infatigable agenda expansionista en el West Bank, como escribió Avi Shlaim (The Hill’s Congress Blog).
Laura Flanders se pregunta, como conclusión a su artículo, si cuando la inseguridad a la que aluden Israel y EE.UU. justifica todo, y las concesiones totales de la AP son rechazadas como inadecuadas, no es el momento de preguntarse si “la inseguridad ha devenido más valiosa que la paz. Y si ese es el caso, ¿cuál es el próximo paso para (los palestinos) de Gaza y del West Bank?
Despertar tunecino.
Poco antes de estas revelaciones de Al-Jazeera el pueblo tunecino, literalmente hablando, salió a las calles para rebelarse contra una dictadura represiva y corrupta de Zine el-Abidine Ben Ali y su esposa Leila Trabelsi que Francia, Estados Unidos y todas las potencias Occidentales definían como un “régimen árabe moderado y estable” que supuestamente actuaba como “barrera contra el fundamentalismo islámico”.
El despertar de las masas tunecinas, de los jóvenes de ambos sexo, de los obreros, empleados, campesinos y desocupados fue posible gracias a una gran y profunda determinación popular de tirar abajo esa dictadura mafiosa, como bien la definía uno de los cables de la Embajada de EE.UU. revelados por WikiLeaks, que permitió a la oligarquía de Bel Ali y del “clan de los Trabelsi” apropiarse de la totalidad o partes de las principales empresas y de las más preciadas tierras del país, y de robarle miles de millones de dólares al pueblo tunecino.
¡Que se vayan todos los dictadores!
Si Túnez era presentado por el FMI, la Unión Europea y EE.UU. como un caso “ejemplar” de la “exitosa adaptación a la globalización” porque esa economía fue convertida en una “plataforma de maquila” industrial y agroindustrial para empresas francesas y europeas, en la realidad el pueblo sufría un empobrecimiento acelerado por el desempleo y los bajos salarios.
No fue ésta una revolución tecnológica de las “redes sociales” (YouTube, Twitter y Facebook) como trata de hacer creer la prensa occidental, como bien dice Laila Lalami en The Nation, quien de paso recuerda que “la revolución tunecina ocurrió gracias a los hombres y mujeres que protestaron a pesar de la intimidación, la brutalidad, los gases lacrimógenos y las balas” de los aparatos represivos () En esta moderna revolución los manifestantes tenían acceso a herramientas de Internet que facilitaron la difusión de sus reclamos, pero en sí mismas esas herramientas no derrocaron la dictadura”.
Lalami enfatiza que la revolución tunecina no ha terminado, y que tal vez solo hemos visto el comienzo: “El pueblo tunecino espera justicia para quienes murieron (por la represión), y también elecciones libres y justas, y un nuevo orden político. Pero hay tres lecciones de este levantamiento popular que han sido enviadas a todo el mundo. A los dictadores árabes: Ustedes no son invencibles. A los países Occidentales: no los necesitamos. Y a los pueblos árabes: Ustedes no son impotentes.”
El derrocamiento de la dictadura de Ben Ali por una insurrección popular despertó similares aspiraciones en los pueblos de otros países árabes con “regímenes moderados y estables” aliados de EE.UU. y otros países occidentales.
En los últimos días se han visto en Egipto las mayores manifestaciones de las últimas décadas para pedir la salida del presidente Hosni Mubarak, y también se reportan movilizaciones y manifestaciones en Yemen, Argelia y Jordania.
¿Y los palestinos?
En un análisis titulado “The real Palestinian concession” la periodista Amira Hass, corresponsal del diario israelí Haaretz en los Territorios Ocupados, escribe que no se necesitan los documentos de Al-Jazeera para saber cuál es la “verdadera concesión” que el liderazgo palestino ha hecho a Israel: la de no haber utilizado a su “pueblo ocupado como una fuerza activa para la independencia”, y apunta que tanto la AP como Hamas –que se fijaron como principal objetivo mantener su “falso estatuto” de gobiernos- saben cómo utilizar la resistencia y la creatividad del pueblo palestino “frente a la diaria tortura que significa una dominación extranjera”, pero no contribuyen a traducir esa capacidad de resistencia personal y colectiva en una estrategia de lucha popular y general desarmada, que define como un “compromiso cotidiano, en primer y más importante lugar por quienes se presentan a sí mismos como líderes”.
Esta lucha popular general y sin armas, según Hass, es la única opción que queda a los palestinos después del desastre causado por décadas de amateurismo en las negociaciones con Israel y el uso de armas, sobre todo contra civiles, en la última década, y subraya que si Israel invierte tantos recursos y esfuerzos en la represión eso es porque sabe que la estrategia de lucha popular general es el principal peligro para continuar con la ocupación de los territorios palestinos..
Pronto escucharemos las voces de los palestinos en el West Bank, en Gaza y también de la diáspora Palestina que a partir de 1948 y luego en 1967 vive en campos de refugiados en varios países por la ocupación israelí.
- Alberto Rabilotta, La Vèrdiere, Francia
https://www.alainet.org/de/node/147171?language=es
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