Lucía Presidenta
29/11/2010
- Opinión
Tal vez Lucía no lucía como futura presidenta de un país mientras soportaba torturas físicas y espirituales, víctima del terrorismo de Estado durante la dictadura civil y militar uruguaya.
Sus agresores de la bota y el fusil, ni por acaso supusieron que con cada plantón o picanazo, esculpían un mito popular.
De ser así, cabe pensar que no lo hubieran hecho.
Como tantas y tantos, fue encarcelada y castigada arbitrariamente por sus ideas de libertad, igualdad y justicia para una población rehén del destino de explotación trazado por intereses de oligarcas locales y poderes imperialistas que aún hoy, casi cuatro décadas después, repelen la independencia económica, cultural e ideológica de Latinoamérica.
¿Y qué aspecto tiene -si debiera tener uno que creo que no- una presidenta de una nación?
¿Importa eso, o lo que siente, dice y hace? La responsabilidad política, el compromiso ciudadano y la coherencia ¿se tocan o se perciben?
La compañera Lucía Topolansky, la senadora más votada en las pasadas elecciones republicanas de carácter nacional, al asumir la Presidencia por casi dos días debido al régimen de suplencias, se convirtió en la primera mujer presidenta en la tierra de los pájaros pintados.
Justo ella que no gusta de “primeratos”.
Sin embargo, los equilibrios forman parte de la dialéctica de la existencia, como los terremotos obedecen a des balances geológicos subterráneos y a grandes energías buscando espacio.
Así emergen naturalmente las verdades postergadas.
También pienso en Lucía Presidenta mientras subo las escalinatas del Palacio Legislativo vestida de negro, acompañando a valientes mujeres que se atreven a denunciar maltratos y se comprometen con el NO a la violencia de género cotidianamente y además un día en especial.
Pesaban los brazos del tiempo que pasamos con los carteles en alto por la cantidad de señoras, jóvenes y niñas asesinadas que fueron recordadas una a una, nombre a nombre, dolor a dolor.
Digamos No al pegador y al tipo que con sus propias manos o empuñando un arma, asesina a su pareja, o a la que lo fue y no quiso serlo más.
Basta del uso indiscriminado de la prepotencia real o potencial sea intelectual, física o de armamentos para imponer voluntades. No a toda forma de abuso y autoritarismo doméstico o estatal. También a estereotipos originalmente agresivos; lindos contra feos, fuertes contra débiles, inteligentes contra torpes, ricos contra pobres, armados contra desarmados. Las personas no nos hacemos buenas o malas por el rol que nos toca desempeñar y tampoco practicamos la solidaridad o el egoísmo por definición.
Freno al uso de las diferencias jerarquizadas para doblegar, humillar, u obligar a obedecer. Detengamos la utilización de ventajas para intimidar, degradar o eliminar material o anímicamente.
También podemos decirle no a la mentira, a la indignidad y a la vergüenza de la impunidad de los criminales, a la desigualdad ante la ley y a todas las inequidades. Al miedo basta.
Estamos en los festejos de los treinta años del NO a la reforma constitucional a la medida de la dictadura, respuesta contundente a todo sistema de gobierno impuesto de hecho y jamás de derecho.
El NO gigante es a la dominación, supremacía, avasallamiento, despotismo, imposición, fanatismo, crimen, terror, terrorismo, de ninguna índole, ni individual, ni institucional, ni de los medios de comunicación, que demasiado utilizan su gran influencia para generar fobias masivas, libertinaje, desconfianzas, frustración y consumismo irracional a favor de las multinacionales para vender desde heladeras y distintas maneras de no pensar, hasta barrios privados.
Ya no más manipulación mediática del imaginario social.
Estos límites enunciados no son caprichosas negativas, son actitudes individuales de repercusión grupal, pues sustentan valores que no nos podemos permitir perder como sociedad integrada, respetuosa y plural si queremos continuar siéndolo. Tengamos eso presente mirando hacia el desarrollo comunitario.
Volviendo a Lucía pequeña mucha mujer; prueba viviente del no a nada que no sea con la gente, primera mandataria por unas horas, ejemplo de vida antes y ahora; las alhucemas que te rodean sean siempre florecidas perfumándote incansablemente y purificando tu alma en el guiar.
Y más que nada en el acompañar y dar participación que es tu fuerte.
Salve humildad única grandeza.
Claro que Lucía lucía Presidenta aunque nunca lo hubiese imaginado nadie.
No era necesario.
Susana Andrade – Atabaque 609 – FA
https://www.alainet.org/de/node/145838
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