La manera de enseñar del Padre Ignacio Ellacuría
08/11/2010
- Opinión
Fui alumno del padre Ellacuría en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, durante mis estudios de filosofía. Si no recuerdo mal habré cursado con él unas cuatro materias; de una de ellas ciertamente tengo especial recuerdo. Hoy quiero contar, brevemente, por qué revivo esa experiencia que marcó mi visión sobre nuestro rector mártir en lo que respecta a su modo de enseñar.
El 18 de agosto de 1982 – lo tengo registrado en mis viejos apuntes- iniciamos las clases de Metafísica de la Realidad IV. El catedrático era el padre Ellacuría y se presentó el primer día de clases sin el programa de la materia. No se trataba de un olvido o de una improvisación, sino de un reto: ponernos a producir. El padre nos dijo más o menos estas palabras: “ustedes y yo vamos a pensar y a producir sobre una realidad problemática, fundamental, actual, y que tiene graves consecuencias para la vida social y política: la ideología”. Luego, al mejor estilo socrático, formuló unas preguntas problematizadoras: ¿Qué tiene la inteligencia humana que permite la posibilidad de ideologías específicas? ¿Qué diferencias hay entre ideología, ideologización y desideologización? ¿Podrá darse en la realidad una ideología no ideologizada? También hizo algunas advertencias metodológicas: no partamos de respuestas planteadas en los manuales o en los catecismos ideológicos. Al contrario, ese tipo de respuestas son las que tenemos que poner en cuestión como punto de partida metodológico. Partamos, eso sí, conscientes de nuestra “ignorancia” respecto al tema y de nuestra necesidad de saber sobre él, por las consecuencias políticas, sociales, culturales, epistemológicas y éticas que supone.
El curso pretendía dos objetivos fundamentales: lograr un producto filosófico sobre el problema de la ideología y su vínculo con la inteligencia, e iniciarnos o avanzar en el proceso del filosofar personal. El padre Ellacuría dijo que si conseguían esos objetivos no sólo tendríamos un curso de mucho provecho para las personas que participábamos en él, sino que se habrá logrado también una cierta respuesta a un problema fundamental teórico-político que incide en las conductas sociales, tanto en los momentos de crisis como en los momentos de aparente estabilidad.
Cerró su primera clase de ese ciclo haciéndonos una sugerencia: hacer un diario en el que plasmáramos nuestras propias reflexiones en torno al tema de la ideología. Una especie de “diario filosófico”. Al final del curso deberíamos mostrar en un trabajo sistemático el conocimiento producido. Por su parte, él se comprometía a una tarea similar. Y, en efecto, hoy conocemos ese escrito: “Ideología e inteligencia”. Desde uno de los temas que sigue siendo espinoso (la ideología), el padre Ellacuría nos enseñó a los alumnos y alumnas de ese curso, a aprender a pensar y a aprender cómo saber. Dos aspectos que son condición de posibilidad para una inteligencia que pretende ser crítica, creativa y libremente parcial con la causa de los pobres. Y si alguno se pregunta cómo me fue en el trabajo que me tocó presentar, sólo diré que el padre me hizo observaciones interesantes que más tarde me llevaron a hacer mi tesis de pregrado sobre el tema: “Historización del concepto de democracia en los partidos políticos de El Salvador” (1985).
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