La barra de APM en Sudáfrica 2010 (I)
Ya fue. Poesía y gambetas versus metrópolis
01/07/2010
- Opinión
Como cuando las guerras coloniales, los europeos tienen que reclutar fuera de sus fronteras. La narrativa metafísica de Maradona. No importa quién se quede con la Copa.
Maradona, poesía y rebeldía.
Qué difícil concentrarse para escribir esta nota! Brasil acaba de caer ante Holanda y quedamos boquiabiertos. Me apuro antes que comience Uruguay y España, un día antes de Argentina-Alemania y Paraguay-España. Vale decir que ni idea puedo tener acerca de quiénes jugarán la final, pero no importa; la historia que quiero escribir es irreversible.
En el universo de la globalización y desde el punto de vista futbolístico, porque en los negocios sucede lo contrario, los sudamericanos – cuatro de los ocho que al cierre de esta edición estaban disputando para pasar a la penúltima ronda son de por estas tierras- ya salieron ganando, y por partida doble.
Demostraron que son notablemente mejores que los prepotentes europeos en su conjunto (pese a la derrota de hoy los brasileños seguirán siendo superiores que los de los países petisos, así es el fútbol) y además los pusieron en evidencia: sólo pueden armar equipos nacionales apelando a su tradición colonialista, reciclada en estos tiempo como forma de acogida (y casi siempre de maltrato) a la olas de inmigrantes que llegan desde el mundo explotado por esos propios europeos, en sociedad y competencia obligada con los estadounidenses y, justo es decirlo, ahora también con el desembarco de los chinos.
Como decían la otra noche en un programa de la tele argentina, si a la final de Sudáfrica 2010 llegan dos escuadras sudacas, el Mundial corre peligro. En la UEFA están pensando en reemplazarlo por un campeonato global interclubes, así los europeos pueden contar con los latinoamericanos, africanos y asiáticos que militan en sus filas, y ya no depender de los hijos de extranjeros nacidos en territorios metropolitanos, ni de trámites de ciudadanía apresurados.
Parece ser que ese fue el mensaje larvado que el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, le envío al capo de la FIFA, don Blatter, tras la caída de los gallitos en la primera ronda. También parece ser que el ex crack Platini, devenido corbatudo dirigente, estaría dispuesto a jugar sus cartas a favor del presidente recientemente vapuleado en el G-20 por la jefa de Estado argentina, Cristina Fernández.
Ahora bien. “El fútbol resiste bien su conversión en mercancía. Su planetarización compulsiva no asfixia su enigmática sustancia lúdica. Los abusivos primeros planos de los rostros de los jugadores en las transmisiones desde Sudáfrica –de dolor, de exaltación, de bocas escupiendo– son menos dramáticos que el barroquismo de las buenas jugadas, aun si fueran tomadas en un plano general, aun si esos planos tomados desde helicópteros o cámaras aéreas recordasen…”.
Así escribió el pasado viernes en el diario Página 12, de Buenos Aires, el ensayista y actual director de la Biblioteca Nacional, de Argentina, Horacio González, quien desde su agudeza añadió: “como todo juego, el fútbol implica sustancia y accidente, una relación entre la fuerza que está mejor dotada y la manera en que el azar puede vulnerarla. Es el don, la gratuidad postrera del fútbol, aunque lo jueguen jugadores que son multimillonarios. Las burocracias, instituciones y financiamientos del fútbol no poseen ningún don (…). Maradona festeje tirándose con su traje reluciente en el pasto humedecido. Antípoda y complemento de esos jerarcas, Maradona es lo que las viejas antropologías amerindias denominaron un trickster, es decir, un mediador jocoso, simpáticamente burlador y tunante, entre las camadas tecnocráticas y las gentes golpeadas, entre los instrumentos del poder y su desarreglo jovial o licencioso. Esto es, entre la deseada redención popular y el pobre sentimentalismo que siempre es el primer umbral de búsqueda para las emociones más veraces”.
En otras palabras, más allá de la pasión futbolera, ese Maradona y millones de argentinos, incluso quienes lo critican, están expectantes de la gloria o la muerte que encierra la presencia del astro en el banco de sus dirigidos, porque se trata del narrador de una metafísica nacional. Como explicaba en tono de farsa un amigo: Maradona le lleva un gran ventaja al propio Jesucristo; nació como él, en un pesebre, y volvió de la muerte; pero tiene padre conocido, no pierde el tiempo en liturgias que contrastan con la razón.
La derrota de Brasil, debió ser suficiente lección, pero los amantes del fútbol somos incorregibles: no podemos esquivar la tentación de opinar y vaticinar sobre un drama o comedia que se juega a partir de la dialéctica de lo impensado. Es decir, somos suicidas intelectuales, sin temor el ridículo, una y otra vez.
En un artículo publicado en Il Giorno, de Italia, el 3 de enero de 1971 e incluido en Saggi sulla letteratura e sull’arte (Ensayos sobre la literatura y el arte;1999; Mondadori), el gran cineasta y poeta Pier Paolo Pasolini diferenció entre un fútbol “como lenguaje fundamentalmente prosístico” y “un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético”. El primero es el europeo y “el fútbol en poesía es el latinoamericano”, puntualizó el artista, quién después de una envidiable reflexión casi afirma que la poesía se impone a la prosa. Qué así sea.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
https://www.alainet.org/de/node/142571?language=es
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