País virtual, país real

15/06/2010
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Análisis. Segunda vuelta presidencial: Uribe consolida su régimen autoritario con Santos
 
Los resultados de la primera vuelta presidencial del 30 de mayo demostraron que, como lo dijimos en análisis anteriores de ¡PERIODISMO LIBRE!, el régimen político autoritario y plutocrático instaurado por Uribe sigue vivito y coleando.

Quienes pensaban, más con el deseo que con fundamento en la realidad, que el uribismo desaparecería al no poder ser reelegido el actual mandatario se equivocaron: Juan Manuel Santos no sólo recibió la “herencia” sino que será el continuador de las estrategias del dueño del Ubérrimo en la Casa de Nariño.

Lo anterior significaría, con la muy segura elección de Santos en la segunda vuelta presidencial del 20 de junio, otros cuatro años, o tal vez ocho, de más guerra y gobierno de los ricos; más corrupción desde el poder y asistencialismo para amarrar la base clientelar; más persecución a la oposición y violaciones de derechos humanos.

“Uribe ha incubado en casi ocho años de mandato un régimen autoritario que ha echado raíces más allá de la reelección. Aunque no podrá acceder más a la Presidencia, ello no significa que desaparezca el modelo de gobierno que inauguró”, dijimos en la edición No. 18 de ¡PERIODISMO LIBRE! [1]

Tal previsión no sólo quedó corroborada con los resultados de la primera vuelta presidencial, sino con los de marzo, cuando se realizaron las elecciones de senadores y representantes a la Cámara.

En aquella ocasión sostuvimos: “El 14 de marzo de 2010 el uribismo fue reelegido como la fuerza mayoritaria del Congreso con caras nuevas o viejas, con candidatos reconocidos o vergonzantes, con corrupción o aprovechando el atraso político imperante”. [2]
La propuesta de “unidad nacional” de Santos no es otra cosa que la reunión de los mismos partidos que han usufructuado las prebendas de los ocho años de Uribe en el gobierno (la U, el conservatismo, Cambio Radical y los grupos que ahora integran el PIN), más los congresistas liberales que dejaron tirada la oposición para correr al amparo del uribismo.
 
Se refuerza la hegemonía

Como decíamos también en la edición No. 19 de ¡PERIODISMO LIBRE!, “Lo que está claro es que si el elegido en mayo o junio es un presidente uribista, muy probablemente Juan Manuel Santos, él contará con una bancada proclive a los proyectos estratégicos de Uribe: la guerra indefinida y la expansión de las ganancias del gran empresariado oligopólico”. [3]

Eso es lo que ha quedado definido luego del 30 de mayo con los guarismos puestos por la conjunción de votos amarrados (Familias en Acción, Sena, Icbf, Familias Guardabosques), la corrupción derivada de la contratación pública, el poderoso clientelismo de la fronda burocrática y, sin duda, la abierta intervención de Uribe en favor de Santos.

Y con el reforzamiento de la bancada oficialista en las cámaras legislativas, pues a las 28 curules de la U, las 22 del conservatismo, las 9 del PIN y las 8 de Cambio Radical ahora podrá sumar buena parte de las 17 ganadas por el liberalismo el 14 de marzo en el Senado, para una mayoría aproximada del 80% en esta corporación.

Similar situación tendría el uribismo en la Cámara de Representantes, por lo que el grueso de la población se quedará esperando soluciones de fondo a sus problemas, pues aquellos que ayudó a elegir de manera acrítica debido a su alto grado de sumisión al discurso oficial imperante no están interesados en ellas.

Estamos en presencia de la consolidación de una hegemonía oligárquica, con una oposición resquebrajada por el oportunismo de gran parte del liberalismo y el colaboracionismo de algunos dirigentes sindicales que, como el presidente de la CGT, siguieron el camino de Angelino Garzón.

En suma, la propuesta de “unidad nacional” es una amalgama de la coalición que siempre apoyó a Uribe en sus dos cuatrienios más el liberalismo desgajado de la oposición, en lo que podríamos denominar el multipartidismo a las órdenes del poder.

Falta ver si Uribe y sus ideólogos se proponen convertir esa unión de fuerzas en una especie de PRI (el partido que durante 70 años gobernó de manera absoluta a México) o la volverán otro Frente Nacional, como el que instalaron las élites colombianas en 1958.
 
La postura de Mockus
 
Por su parte, Antanas Mockus se equivocó tanto en la forma como en el contenido de su campaña y no supo encauzar el gran caudal de seguidores que quiso ver en él una alternativa frente al continuismo: no se diferenció de Uribe y, por el contrario, pidió audiencia con el Presidente para indicarle que él también era capaz de empollar “los tres huevitos de su gallina”, como Santos.

Lo anterior significaba mostrarse como otro continuador de las tres estrategias del régimen: “seguridad democrática” (denominada por Mockus “legalidad democrática”), “confianza inversionista” (más privilegios para el gran empresariado) y “cohesión social” (más asistencialismo clientelar).

En realidad, la llamada legalidad democrática tan defendida por el candidato del Partido Verde tiene su fundamento ideológico en las teorías del neoinstitucionalismo, que se orientan a garantizar, con base en estructuras normativas, en ordenamientos jurídicos, las políticas del Estado neoliberal.

Lo anterior significa que la "legalidad democrática" va más allá de ser una respuesta al conflicto armado existente en el país, y se propone también como una fórmula de seguridad jurídica para los inversionistas, sobre todo para los extranjeros que tanto la reclaman, por ejemplo, para sus capitales golondrina.

Antes que sumar, Mockus alejó aliados que se consideraban próximos, como el Polo Democrático, pues privilegió posiciones neoliberales proestadounidenses y rechazó el aporte de la izquierda, que el 30 de mayo se situó como una de las fuerzas más importantes del país, a pesar de la persecución a la que fue sometida en el actual gobierno.

El candidato del Partido Verde se negó a firmar un acuerdo sobre asuntos fundamentales propuesto por el Polo, de manera especial uno orientado a propugnar porque la educación y la salud se conviertan en derechos fundamentales, lo que equivale a que el Estado los garantice de manera gratuita para la mayoría de la población pobre del país.

Y también desestimó un punto clave: el de la defensa de la soberanía nacional, valga decir, el rechazo a toda forma de injerencia extranjera, a propósito de la presencia permanente de tropas estadounidenses en siete bases militares colombianas.
 
País virtual, país real
 
Hasta la víspera de la primera vuelta asistimos a una especie de país virtual, no sólo por la preeminencia dada a la campaña a través de las redes sociales irrigadas por la Internet, sino por la profusa elaboración de encuestas y su masiva réplica en los medios de comunicación, que hacían vaticinar una competencia reñida por la Presidencia.

Finalmente, ese imaginario colectivo y mediático no se materializó y, por el contrario, salió a relucir el país real, el de todos los factores que sostienen al gobierno de Uribe y que le dieron el triunfo holgado a Santos.

Antes del 30 de mayo la percepción generalizada era la de un país que reaccionaba de una u otra forma contra la gran cantidad de hechos de corrupción y crímenes de lesa humanidad ocasionados desde el gobierno, pero en la misma noche de ese domingo el país fue otro y quedó al descubierto que una cosa es el imaginario de la virtualidad y otra el peso de la realidad.
Lo cierto es que la oposición supérstite, representada en el Polo Democrático Alternativo y en los liberales encabezados por Piedad Córdoba, que no salieron corriendo a cobijarse con el triunfo de Santos, tiene el enorme reto de hacer frente a la bancada gubernamental en el Congreso que se instala el 20 de julio.
Habría que esperar también la actitud que asuman los cinco senadores elegidos por el Partido Verde y los dos del movimiento Mira. Estos últimos se han mantenido al margen de cualquier candidatura en la actual campaña.

Pero más allá del ejercicio parlamentario, lo más importante para la izquierda es su liderazgo en los movimientos sociales, sindicales y ciudadanos orientados a contrarrestar la hegemonía del uribismo y a evitar que más fenómenos de corrupción, exclusión y violación de derechos humanos terminen de horadar el tejido de la nación.

Ahí radica el reto del Polo Democrático, que fue capaz, en un esfuerzo de recuperación al final de la campaña, de redefinir su camino para marcar diferencias frente a los candidatos del establecimiento y alcanzar unos resultados dignos en los comicios.

Dentro de sus tareas, además, debería figurar el acercamiento a los conglomerados que apoyaron a Mockus, en muchos de los cuales figuran sectores sociales que lo hicieron con un sincero sentido de rechazo a la corrupción y a la violencia.

Así, ni Santos, con su artificial discurso de la “unidad nacional” y de la prosperidad democrática, ni Mockus, con la prédica de la “legalidad democrática” y de los impuestos generalizados, representan una salida a la crisis del país.

Por lo anterior, la abstención en la segunda vuelta presidencial del 20 de junio tiene plena validez, como un grito de protesta y de dignidad, pues, con diferencia de matices, en lo fundamental Santos y Mockus confluyen en lo mismo: la defensa del statu quo.

A la sociedad colombiana le esperan cuatro años de más autoritarismo y exclusiones desde el poder. Y a la izquierda nacional, un largo camino de luchas sociales y políticas, y no sólo parlamentarias.

Notas
[1]
Ver Qué seguirá a la derrota del referendo. La prolongación del régimen uribista, en ¡PERIODISMO LIBRE No. 18, miércoles 10 de marzo de 2010.

[2] Ver El Gobierno busca sucesor en primera vuelta. Otro Congreso a los pies del uribismo, en ¡PERIODISMO LIBRE! No. 19, jueves 18 de marzo de 2010.

[3] Ibídem.
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Luis Alfonso Mena S.
Periodista y abogado colombiano, docente de la Universidad Santiago de Cali.
https://www.alainet.org/de/node/142169
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