Xenofobia globalizada
29/06/2008
- Opinión
Desde Nápoles hasta Johannesburgo, desde Buenos Aires hasta Barcelona, los actos de xenofobia y racismo indican que nos encontramos ante un fenómeno global.
Definida por la Real Academia de la Lengua como el “odio, repugnancia y hostilidad a los extranjeros”, la xenofobia va de la mano con los flujos migratorios por razones económicas o ambientales y el desplazamiento forzado provocado por los conflictos armados internos y las guerras.
El otro, el que viste, habla y tiene otra cultura y una religión diferente es visto con sospecha, desconfianza y temor en los países del llamado primer mundo. Los políticos de derecha y los grandes medios “ensalzan lo propio y denigran lo ajeno” contribuyendo a crear un clima de miedo y odio hacia el extraño y desconocido.
Y mientras la crisis económica se agudiza y se hunde el “estado de bienestar” en Europa, los migrantes se convierten en el chivo expiatorio para todos los problemas. Si hay desempleo es por culpa de “los migrantes que vienen a robarnos los trabajos”; “si hay delincuencia es debido a los rumanos, los africanos o kosovares”; si hay inseguridad “es por causa de los gitanos o los solicitantes de refugio que son unos vagos”.
En base a un discurso anti-migrante y xenofóbico, han llegado al poder Nicolás Sarkozy en Francia, Silvio Berlusconi en Italia (reelecto), Christoph Blocher de la Unión Demócrata de Centro en Suiza, partido que en una de las campañas electorales promocionaba a sus candidatos con un afiche de Suiza donde tres ovejitas patean hacia afuera a una oveja negra.
“Los difíciles problemas de convivencia e integración que en París o en Madrid, en Berlín o en Ginebra parecen tener solución, en Italia no: los políticos no quieren solucionarlos, para mantener abierta una cuestión que por un lado crea consenso y por el otro lo destruye. Crea por derecha, destruye por izquierda. Los italianos, apabullados, aterrorizados, desinformados por el sistema mediático, fueron convencidos de que los inmigrantes son el problema, y la represión y expulsión masiva la respuesta más adecuada”, escribe Gennaro Carotenuto. (1)
Berlusconi, con varios procesos judiciales en contra, alcanzó el 47 de la votación para dirigir un segundo periodo de gobierno con un programa que tipificaba como un crimen el ingreso ilegal al país. Según una ley aprobada por el Parlamento e impulsada por el ministro del Interior Roberto Maroni, de la Liga del Norte, podrían ir hasta por cuatro años presos los 600 a 700 mil indocumentados que viven en Italia.
La directiva de la vergüenza
La Directiva de Retorno de los inmigrantes adoptada por el Parlamento Europeo el pasado 18 de junio indica que la xenofobia y el racismo se han institutucionalizado. La Directiva da un plazo de 7 a 30 días para que los inmigrantes “sin papeles” se vayan voluntariamente de la Unión Europea, si no lo hacen podrán ser detenidos hasta por un período de 6 meses en los Centros de Permanencia Temporal (CPT), plazo que puede ser extendido hasta 18 meses, y expulsados. Cabe indicar que en Europa, más de 125.000 personas se encuentran encarceladas en 126 CPT en condiciones de vida deplorables. La situación es más dramática en los casos de los ancianos, niños y mujeres embarazadas.
En caso de ser expulsados, los inmigrantes no podrán reingresar a Europa por un período de cinco años. Incluso, la Directiva prevé la repatriación de los menores no acompañados “siempre y cuando sus familias o un centro de acogida se ocupen de ellos a su llegada”.
La Directiva, que debe ser acogida y convertida en ley en dos años por los 27 países de la Unión Europea, ha sido rechazada por numerosos países del Sur, organismos de derechos humanos y organismos como la OEA y el MERCOSUR, pero Europa no parece inmutarse y no faltan criterios de sectores conservadores que señalan que son “simples declaraciones populistas”. Pero lo cierto es que esta Directiva, que afectará a 8 millones de "sin papeles", ha ensanchado aún más el foso que separa el Norte con el Sur.
En varios comunicados se le ha recordado a Europa que América Latina y otros continentes han abierto las puertas a los europeos que huían de la guerra, la persecución y el hambre, y que nadie les pidió papeles para quedarse y rehacer sus vidas. Es más, fueron bien acogidos y se les prestó toda clase de ayuda, nadie les estigmatizó ni encarceló ni amenazó con expulsarlos.
Se ha señalado también que el Viejo Continente desconoce el aporte de los inmigrantes para el despegue de su economía pues no solo hacen los trabajos duros que los europeos no quieren hacer sino que han aportado a financiar las pensiones de jubilares de una fuerza laboral envejecida, como es el caso de España.
Mientras Europa pide a América Latina garantías y libertad para que sus transnacionales extraigan las materas primas que requiere o desarrollen sus actividades en los campos de las telecomunicaciones, los bancos, etc., criminaliza a los migrantes estableciendo una artificiosa división entre “legales e ilegales”.
En el caso de los solicitantes de asilo y refugio, los países industrializados ponen toda clase de obstáculos para admitirlos, paradójicamente cuando el número de refugiados aumentó de 8.7 millones en 2005 a 9.9 millones en 2006, a causa de guerras como las de Irak y Afganistán auspiciadas por Estados Unidos, Inglaterra, Italia y Australia.
La "nueva amenaza"
La llamada inmigración ilegal ha sido colocada entre las amenazas para la seguridad de Estados Unidos y de Europa, especialmente luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York. Y contra estas amenazas se establecen políticas y se lanzan una serie de medidas tanto legales como policiales, militares y de otra índole para expulsarlos, mantenerlos lo más alejados posible e impedir que retornen. Durante el primer semestre de 2007, más de 200.000 inmigrantes fueron arrestados en la UE, de los cuales 90.000 fueron deportados.
Mientras los capitales y los capitalistas circulan libremente por el mundo se construyen murallas para impedir que los pobres ingresen al “club de la opulencia” y se endurecen las condiciones y la legislación migratoria.
La muralla que Estados Unidos ha levantado en la frontera con México es solo comparable con la que su aliado Israel construye para segregar y encerrar a los palestinos y con las vallas que ha construido España en las ciudades africanas de Ceuta y Melilla que están bajo su control.
En el intento de burlar el dispositivo de seguridad y de vigilancia implementado por la Patrulla estadounidense en la frontera mexicana, desde el 2001 hasta junio de 2008 han muerto 2 mil 956 personas por deshidratación, ahogamiento y accidentes vehiculares (La Jornada 06-07-2008).
Para mantener alejados a los “indeseables sudacas” Estados Unidos y Europa han establecido un corredor de terceros países que se han prestado para cumplir esta tarea a cambio de prebendas. En el primer caso, incluyen a México y a los países centroamericanos, y en el segundo a Marruecos, Libia, Argelia, entre otros.
México es uno de los países que mejor cumple la tarea asignada por los amos del Norte. Policías federales y municipales en los estados de Chiapas, Oaxaca y Veracruz dan un “trato bestial” a los “sin papeles” centroamericanos y sudamericanos que intentan atravesar territorio mexicano con rumbo a Estados Unidos. Se ha denunciado que los emigrantes son objeto de secuestros, robos, violaciones sexuales, amenazas, extorsiones y homicidios, en los que también intervienen miembros del cartel del Golfo y la Mara Salvatrucha (2).
Al igual que Estados Unidos, la Unión Europea proyecta crear un sistema de vigilancia electrónico que le permita recopilar las huellas dactilares y datos biométricos para controlar las entradas y salidas de 300 millones de viajeros que transitan anualmente por la “fortaleza europea”.
Aún más, Estados Unidos ha extendido el control de los flujos migratorios hacia los mares y océanos, para la cual utiliza sus bases militares y su Marina con el fin de detectar e interceptar embarcaciones que llevan a los migrantes y retornarlos a sus países de origen.
Días antes de la Conferencia contra el racismo, llevada a cabo en Durban (Sudáfrica) en septiembre de 2001, la Unión Europea manifestaba que el racismo y la xenofobia son incompatibles con sus principios de libertad, de democracia y respeto a los derechos humanos, y que sus miembros “están firmemente decididos a emprender todas las acciones necesarias sea cual sea el nivel al que se manifieste” (3). Ocho años después, se puede comprobar que solo eran palabras que se las llevó el viento.
Notas
1) Italia, el país del desamparo, Gennaro Carotenuto. http://alainet.org/active/24291&lang=es
(2) La brutal xenofobia mexicana, Teodoro Rentería Arróyave, 09-04-2008
(3) Comisión Europea, Acción de la Unión Europea de lucha contra el racismo, 2001, Bélgica.
Publicado en América Latina en Movimiento Nº 434 , junio de 2008.
https://www.alainet.org/de/node/141109
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