La polémica renovación de la ONU
13/01/2010
- Opinión
No, no se trata de modificar las disposiciones de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). No se intenta ampliar el número de miembros del Consejo de Seguridad. Tampoco se está buscando hacer más eficientes los trabajos de la Asamblea General. Ni qué decir de la Secretaría General, cuyo titular sigue a cargo, pese a su cuestionable desempeño. No. La polémica en esta ocasión tiene que ver con la remodelación de las instalaciones de Naciones Unidas en Nueva York, iniciativa que fue aprobada en 2008 y que ha comenzado ya en un proceso que tomará cinco años a un costo de mil 900 millones de dólares (que es más o menos el presupuesto anual con el que opera la institución). Así, en 2013 se espera que el edificio de la Secretaría General y las instalaciones circundantes sean ambientalmente amigables y seguras –por ejemplo, en la actualidad, el edificio citado es muy vulnerable a incendios.
Como suele ocurrir cuando alguien remodela sus aposentos, es necesario evacuar el espacio que estará en “obra” y trasladarse a otro lugar. Las remodelaciones son polvosas, ruidosas e incómodas, como también lo es la mudanza a otra parte, pero no hay opción. En el caso del personal que labora en la sede de la ONU en Nueva York, se han estado mudando a instalaciones en la parte norte de las instalaciones actuales. Así, el día de ayer, el Secretario General de la institución, el surcoreano Ban Ki-moon, cortó el listón con unas tijerotas para inaugurar el edificio provisional de 140 millones de dólares que temporalmente albergará sus oficinas y las de una parte del staff de la institución. El resto del personal ha debido irse acomodando en otros edificios de Manhattan –se trata de unas siete mil personas.
La polémica que rodea a estos hechos es, primero, lo costoso de la remodelación. En segundo lugar, los trabajos de remodelación, en sí, ya comenzaron, pese a que el edificio de la Secretaría General no ha sido evacuado en su totalidad –de hecho, la evacuación concluirá hasta marzo- y ya hay albañiles y personal retirando asbestos del edificio, lo que supone un riesgo para la salud del staff de la ONU. De hecho, Ban Ki-moon ya cuenta con su oficina acondicionada en el nuevo edificio, mientras que en el viejo inmueble hay mucho de su personal en proceso de mudanza. Supuestamente el Secretario General tomó la decisión de hacer la mudanza parcial para “abaratar costos”, algo que resulta incomprensible a los ojos de los trabajadores al servicio de la ONU.
En el edificio nuevo hay cinco salas de conferencia de gran tamaño, otras cinco salas más pequeñas, cuatro salas de juntas y oficinas para 272 personas, incluyendo, por supuesto, a Ban Ki-moon, sus asesores y el Presidente de la Asamblea General. El Secretario General dice que el nuevo edificio que provisionalmente lo acoge ha sido acondicionado con austeridad y que los salones, por ejemplo, no están alfombrados, salvo uno, donde Ban Ki-moon estará recibiendo a diversos dignatarios que con frecuencia acuden a la ONU.
Las condiciones en que estará trabajando el personal de la Secretaría General en este nuevo espacio, también son motivo de controversia, dado que gran parte de ellas sólo cuentan con escritorios y sillas, pero no tienen ninguna privacidad –y es evidente que hay ciertos temas y situaciones que no se pueden ventilar en espacios “abiertos.”
Una de las dudas recurrentes es si se logrará concluir los trabajos de remodelación a tiempo y sobre todo en apego al presupuesto asignado. Si Ban Ki-moon se reelige en el cargo –ojalá no por favor-, entonces sería hasta el inicio de su segundo mandato que las obras estarían concluidas –él asumió la jefatura de la Secretaría General el 1° de enero de 2007. Este es un tema importante: si no se reelige, y esto se sabría hasta el próximo año, y los trabajos de remodelación están atrasados, no tendrá ningún interés en presionar para acelerarlos. Pero si se reelige, seguramente querrá re-estrenar sus nuevos aposentos lo más pronto posible. Y sobre el tema de los costos: lo más probable es que la pomposa suma de mil 900 millones de dólares no alcance, por factores como el precio de los materiales, de la mano de obra, y, por supuesto, la duración del proceso, el cual se puede prolongar por diversas razones.
Así, el personal de la Secretaría General estará operando en condiciones no muy óptimas al servicio de uno de los funcionarios más grises y mediocres de que se tenga memoria en la historia de la institución. Un deseo de año nuevo –difícil de cumplir ciertamente- sería que si se está remodelando a la institución, bien valdría la pena también una renovación de su Secretaría General, en particular, de quien la encabeza.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/de/node/138803?language=en
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