El discurso que irritó al gobierno panameño

19/11/2009
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Intervención del Profesor Julio Yao Villalaz en el Centro Regional de la Universidad de Panamá en el Distrito de La Chorrera, con motivo de la Semana de la Administración Pública, el 17 de noviembre de 2009.
 
Pronuncié un discurso como Orador de Fondo, designado por el Consejo Municipal de Panamá, ante el Mausoleo de los Soldados de la Independencia, el lunes 2 de noviembre, Día de los Difuntos, para exaltar el significado de la fecha de la separación de Panamá de Colombia, hecho que ocurrió el 3 de noviembre de 1903. Como es de su conocimiento, quince (15) días después, el 18 de noviembre, Estados Unidos le impuso a Panamá un tratado nefasto que le cercenó la ansiada soberanía. 
 
Invitación del Consejo Municipal
 
Fui invitado por el Presidente del Consejo Municipal, Jair Martinez, en una carta del 26 de octubre que dice lo siguiente:
 
“Conocedor de su amor por este país y los méritos que lo caracterizan, los Concejales del Distrito de Panamá estamos interesados que para este año nos distinguiera siendo el Orador de Fondo ante el Mausoleo de los Soldados de la Independencia, ya que le corresponde año por año al Consejo Municipal de Panamá, designar a una destacada personalidad, que a través de su mensaje recuerde la fecha y la contribución de los soldados de la independencia en la construcción de una patria libre y soberana…
 
“Los Honorables Concejales estaremos sumamente complacidos de contar con su presencia el día 2 de noviembre, a las 7:00 de la mañana, donde partiremos en romería hacia el Cementerio Amador, junto con el equipo de gobierno del Excelentísimo Señor Ricardo Martinelli, Presidente de la República.”
 
Carta Abierta al Presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama
 
El viernes 30 de octubre, o sea, cuatro días después de la invitación y tres días antes del Día de los Difuntos, los miembros del  Servicio Paz y Justicia en Panamá habíamos entregado –al igual que lo hicieron los secretariados nacionales del Servicio Paz y Justicia de Mesoamérica y Colombia el mismo día y hora-- una, Carta Abierta al Presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama en la embajada de Washington en Panamá, acto que fue seguido de un piqueteo en dicha sede con una pancarta que leía: ¡Bases no en Panamá no en Latinoamérica! (Serpaj-Panamá). Este mismo día, 30 de octubre, se suscribía en Washington el tratado mediante el cual Colombia autorizaba el uso de siete bases militares a Estados Unidos.
 
De dicha carta, extraemos lo esencial:
 
“El Plan Colombia ha sido un fracaso rotundo en el esfuerzo militar de combatir las drogas, el tráfico ilícito de armas y el crimen organizado. El apoyo dado por su país a Colombia sólo ha servido para estimular la violación masiva de derechos humanos, a fortalecer la actitud represiva del Estado, el aparato armado y el paramilitarismo, sin contener el narcotráfico.
 
“Los acuerdos que sustentan una mayor presencia militar de Estados Unidos constituyen violación de la Constitución colombiana de 1991 y la garantía de justicia, porque la permanencia de tropas extranjeras debe establecerse por medio de un tratado internacional, que necesita la aprobación por ley del Congreso y el control de constitucionalidad por parte de la Corte, y no mediante actos unilaterales.
 
“El proyectado tratado entre Estados Unidos y Panamá, para el establecimiento en ese país de dos bases navales en Bahía de Piña y Punta Cocos, es incompatible con el Tratado de Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal, que prohíbe la presencia militar extranjera y las instalaciones militares extranjeras en territorio nacional, acuerdo que ha sido suscrito por unos 60 Estados alrededor del mundo, además de contrario a la Constitución Nacional panameña que prohíbe a este país contar con fuerzas militares.
 
“Nuestros pueblos solamente podrán lograr el desarrollo genuino con un clima de paz y estabilidad y, por lo tanto, le solicitamos respetuosamente que, haciendo honor al Nóbel de la Paz 2009, retire las fuerzas armadas de Estados Unidos de nuestros espacios y proponga avenidas de comprensión entre Estados Unidos y la región.”
 
El vicepresidente y canciller de la República, Juan Carlos Varela, pierde la compostura
 
Tres días después, al llegar al Consejo Municipal a las 6:30 a.m., lo primero que hice fue solicitar el protocolo de saludo a las personalidades que estarían presentes en el acto, indicándoseme que me  lo proporcionarían en el Mausoleo de los Soldados de la Independencia. Al iniciar el acto, me disponía a leerlo, pero el responsable del Protocolo, el Subsecretario del Consejo Municipal, Joaquín Vásquez, me rogó dejarlo a él dirigir el saludo para que yo ahorrara tiempo e iniciara directamente el discurso. 
 
Mientras daba lectura al discurso, se produjo un incidente lamentable:  el señor vicepresidente y  ministro de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Varela, quien estaba frente a mí y en primera línea junto al  excelentísimo  Presidente de la República, Ricardo Martinelli, y el señor Alcalde, Bosco Vallarino, empezó un murmullo con una persona que estaba a su izquierda, tratándose del Presidente del Concejo, Jair Martínez, del Partido Revolucionario Democrático. El vicepresidente y canciller le reclamaba a  Martínez el haberme designado Orador de Fondo. 
 
El canciller Varela le hacía gestos acusadores e increpaba al Presidente del Concejo en forma visible.    El murmullo fue creciendo y demostraba algún nivel de desagrado ante mis palabras.  Percibí inquietud entre el público presente y entonces, súbitamente, alguien entre la muchedumbre gritó, “¡Que hable el loco!” (“el loco”, le dicen cariñosamente al presidente Martinelli). 
El presidente, el vicepresidente y canciller, el ministro de Gobierno y Justicia y la ministra de Educación irrespetan y acusan al Orador de Fondo
Ante el hecho obvio de que podía perderse la solemnidad del acto y el comportamiento del público;  que podía echarse a perder todo y cundir el caos en un lugar y en un momento tan solemne,  y  al no ver la intención de  la persona asignada a mí como responsable de Protocolo de hacer un llamado al orden al vicepresidente de la república;  al percibir que éste me pudiera sabotear sin querer el acto,  consideré prudente   pedirle, susurrarle muy discreta y quedamente respeto al vicepresidente y canciller Varela, rogándole  “que me dejara, por favor, terminar de leer el discurso.” El vicepresidente y canciller reaccionó de inmediato y muy groseramente vociferó y me reclamó a gritos, señalándome con el dedo: “¡Es Ud. quien tiene que respetarme a mí y al Presidente Martinelli! ¡Ningún catedrático de la Universidad de Panamá nos puede faltar el respeto!” 
Terminé de leer el discurso omitiendo algunos párrafos. Bajé de la tarima, y el vicepresidente y canciller Varela me manifestó que yo estaba tergiversando la historia, y me quiso recordar: “Ud. bien sabe que hay un problema con China Popular y Taiwán”. Le contesté en baja voz: “Conozco muy bien el problema y por eso hablo de él”. La señora ministra de Educación, Lucinda Molinar,  se me acercó para decirme:   “Se puede disentir, pero no tergiversar la historia”, a lo cual respondí respetuosamente que me tendría que demostrar cuál era la tergiversación.  El Presidente Martinelli no participó en el incidente, y lo felicité ante la prensa, pero después me enteré que el mandatario declaró: “Ese señor sabe de historia lo que yo sé de astronáutica”. El presidente atribuyó el incidente a problemas de “grupos radicales y personas llenas de odio “que no quieren a su país.”
Los medios me preguntaron si estaba dispuesto a aclarar y discutir las acusaciones proferidas en mi contra, y respondí que sí, que estaría dispuesto a rebatirlas si fuera necesario en el paraninfo de la Universidad de Panamá, o en el Salón Bolívar de la Cancillería. 
El canciller Juan Carlos Varea,, afirmó ante los medios que mis comentarios, ”fueron una falta de respeto al lugar y el momento… el acto no era el momento para hacer críticas políticas ni señalamientos a la gestión de política exterior del gobierno nacional, y mucho menos para mentir respecto al propósito de las bases navales panameñas y tergiversar aspectos históricos.”
 
El vicepresidente Varela  declaró que yo ni siquiera había hecho el saludo a los altos funcionarios presentes para entrar directamente a leer un  discurso supuestamente ofensivo. Al parecer, el señor vicepresidente y canciller no estaba prestando atención cuando el responsable del Protocolo leía el saludo en mi representación. Además, el vicepresidente y canciller manifestó que yo había acusado al gobierno panameño como “terrorista”.
 
El Ministro de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino, entró al ruedo, calificándome como “izquierdista embozado y perdido, que actúa como si el muro de Berlín no se hubiese caído.”
 
Defensa del primer soldado de la independencia de América y de los Soldados de la Independencia de 1903
 
Sin embargo, la ocasión no podía ser la más apropiada para rendir homenaje a los Soldados de la Independencia y hablar de su compromiso, toda vez que, al día siguiente, 3 de noviembre, se cumplía otro aniversario de nuestra separación de Colombia. Por esa razón, me referí al primer soldado de la independencia de Panamá, el Rey Quibién, conocido como,  “El Señor de la Tierra”,  quien en 1502 derrotó e hizo huir a Cristóbal Colón, a su hermano e hijo, quemándoles el asentamiento de Belén, porque Colón había apresado a la familia del panameño originario para obligarlos a entregarle su oro, el mismo oro que está siendo saqueado hoy en Petaquilla a cambio de más espejitos.    Los parientes  del “Señor de la Tierra” que no fueron  masacrados, optaron por el suicidio liberador. 
 
Hice referencia a los Soldados de la Independencia, quienes estuvieron dispuestos a enfrentar a las fuerzas enviadas por Bogotá, y relaté cómo ellos fueron obligados a desintegrarse, a desmantelarse por órdenes del embajador de Estados Unidos, el 18 de noviembre de 1903, a un año del nefasto Tratado Hay-Bunau Varilla. Me pareció que así honraba a los Soldados de la Independencia, mencionando la ofensa que les infirió – sin derecho a apelación o resistencia  – el representante de las Fuerzas de Ocupación de Estados Unidos en el primer aniversario del Convenio del Canal, quienes tenían dispuestos a tres mil infantes de Marina en las faldas del Cerro Ancón para entrar en acción en caso de desobediencia, los cuales llegarían en veinte minutos trotando hasta las Bóvedas, donde se encontraba el escuálido y muy disminuido ejército nacional.
 
Los Soldados de la Independencia, quienes se habían  fogueado en la Guerra de los Mil Días, sufrieron  la humillación de entregar sus  armas sin oponer resistencia, sin librar batalla,  bajo la  amenaza de ser diezmados por las fuerzas superiores de los yanquis. El embajador exclamó que Panamá no necesitaba de ejército, pues “para eso está el ejército de Estados Unidos”, y los Soldados de la Independencia se retiraron llorosos, indignados, con rabia y sentimientos de impotencia. Por eso quise ofrendar mi homenaje a esos guerreros mancillados que quisieron darnos una patria libre y no despojos de un protectorado; por eso quise honrar la memoria de los chinos que construyeron el ferrocarril y de los chinos que murieron el 3 de noviembre de 1903.
 
Opinión del Dr. Juan Carlos Mas
 
Tal como lo expresó el Dr. Juan Carlos Mas, distinguido galeno, analista internacional y politólogo, autor de muchos libros y Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional para la Defensa de la Soberanía y la Paz (CONADESOPAZ)  en torno al momento y lugar del discurso del 2 de noviembre:
“Las gentes exclaman horrorizadas ¡No! ¡No debió decir eso! ¡Y menos en un cementerio, eso era inoportuno! Olvidan que  dos de las piezas oratorias más elogiadas de la historia fueron discursos políticos en un cementerio: Me refiero a la Oración Fúnebre de Pericles, en la cual exalta el sacrificio de los soldados atenienses caídos en defensa del concepto de  democracia; además y más reciente tenemos el Discurso de Gettysburg, en el cual Abraham Lincoln, ante los caídos de la Guerra Civil, declara que ellos cayeron por la democracia, la cual definió en el acto con su célebre frase de ‘gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.’
“¿Y qué mejor testimonio de respeto a los Soldados de la Independencia, que traicionaron  su voto original de lealtad al tricolor mirandino (Bandera de Colombia) para ponerse al servicio de la hipotética independencia y soberanía  de una república que estaba por verse? Ellos arriesgaban ser fusilados. ¿No era justo llevar con el viento unas palabras a sus espíritus, estuviesen donde estuviesen,  advirtiéndoles que la soberanía y la independencia están nuevamente en peligro? ¡Sería injusto engañar al recuerdo de esos soldados!”
Opinión de la poeta y escritora Moravia Ochoa
 
“El Dr. Julio Yao dio un discurso el cual leí vía Internet, digno, bien escrito, respetuoso, propio de una persona íntegra, un historiador comprometido con la verdad, con nuestra patria bolivariana; un internacionalista profundamente convencido del honor como principio fundamental en la vida de los pueblos y sus gobernantes. El discurso, a mi modo de ver, no fue contra nadie sino que es producto de los conocimientos de un historiador que honra a la patria pequeña, Panamá, y a la Patria Latinoamericana.”
 
Opinión del Dr. Alessandro Ganci Cerrud
“El derecho a disentir se entiende como aquél que ampara, bajo el espíritu de las leyes y del Estado de Derecho, la posibilidad de discrepar y de manifestar desacuerdo en el debate público que genera una sociedad democrática.
“Alfredo Keller, en la Conferencia Mundial , dictada con motivo de la Libertad de Prensa, organizada por la UNESCO en la ciudad de Guatemala, en mayo de 2004, ilustraba en breves palabras el significado de disentir:
‘Disiente quien opone razones a la ideología o a la praxis política dominante. Disiente quien en el ejercicio de su libertad, critica o discrepa, de la opinión de un tercero. Disiente quien opone su visión moral de lo que considera justo, a lo que estima injusto o a lo que valora como bueno, positivo y beneficioso en contra de lo que cree malo, negativo o perjudicial.’ (Keller)
“Se disiente entonces, porque el ser humano se caracteriza por su diversidad de opiniones. El disenso es pues, un derivado natural del derecho a la libre expresión del pensamiento, y cuando se puede expresar públicamente sin temor a represalias, hay democracia. El derecho a disentir es, por tanto, un valor sobresaliente enmarcado dentro.
“¿Cuál es la historia oficial? Sus ribetes interpretativos dependen del protagonismo de los que la interpretan. Españoles e indígenas, panameños y norteamericanos, izquierdas y derechas, jóvenes y mayores. Todos tienen su propia apreciación sobre los mismos hechos.
“¿Por qué Lucy Molinar valora el derecho a disentir, pero no a ‘cambiar la historia’? ¿Cuál historia? ¿Su historia o mejor dicho su interpretación de los hechos históricos, que no son potestad de nadie?
“¡Qué elegante hubiese sido, si nuestro canciller, ejerciendo su derecho a réplica, de una manera elegante y sin interrumpir a un maestro e invitado, emitiera un comunicado o tomara la palabra a posteriori!
“Todos, sin excepción, debemos aprender que la tolerancia es la base de una sociedad pacífica y, tal como dijo el pensador indígena Zemanauak Tlamachtiloya: “Si la historia siempre la escriben los vencedores, obligadamente será falsa.”
Opinión del licenciado Ebrahim Asvat
 
En  la columna Bitácora del Presidente, del 11 de noviembre del diario El Siglo, autoría del licenciado Ebrahim Asvat, presidente de los diarios El Siglo y La Estrella de Panamá, el exministro de Estado, ex director de la Policía Nacional, y ex miembro del Partido Demócrata Cristiano,  nos ofrece su opinión:
 
“Si el discurso pronunciado el 2 de Noviembre de 2009 en el Cementerio de Amador fuera pronunciado por Roberto Eisenmann o Carlos Bolívar Pedreschi, estoy seguro de que la reacción no hubiese sido tan ácida como la que produjo el canciller de la República.  Leí el discurso del profesor Julio Yao. Salvo sus referencias relacionadas con la invasión de 1989 y la suerte de las dictaduras de Torrijos y Noriega, personalmente no vi nada en especial que motivara una observación negativa…. Fueron las propias autoridades nacionales las que luego de una visita a los Estados Unidos anunciaron la instalación de bases aeronavales en distintos puntos del país. Es lógico que la suspicacia sobre los propósitos de esas instalaciones sea objeto de escrutinio por parte de la ciudadanía panameña.”
“El profesor Julio Yao podrá ser de izquierda y tendrá, como muchos otros, una apreciación distinta de la invasión de 1989 y las razones de la muerte de Torrijos o la condena del General Noriega en los Estados Unidos; pero nada de ello debe impedir que refleje su opinión personal. Todos tenemos derecho a una opinión o perspectiva de la realidad nacional y de los hechos políticos. Nada de eso constituye una falta de respeto al lugar y al momento. De ser así, es preferible que se solicite a bufones y cortesanos a que pronuncien discursos en actos públicos de relevancia. La tolerancia falló y se le faltó respeto al invitado.”
“El 2 de Noviembre en el Cementerio Amador, las autoridades nacionales insultaron a la intelectualidad panameña. Hicieron mofa de ella y además la plomearon de epítetos descalificadores… Que se diga que Panamá carece de una política exterior es un secreto a voces. Basta con ver la caterva de familiares y amigotes nombrados en los puestos diplomáticos para saber que en este tema lo que importa son los privilegios, las prebendas de los negocios marítimos y el pasaporte diplomático. Nada más. Que Tío Sam diga lo que quiere y así será.”
Opinión del profesor Samuel Prado
Una de las primeras expresiones de solidaridad las recibí el mismo 2 de noviembre del profesor Samuel Prado de la Universidad de Panamá, licenciado en Filosofía, Ética y Valores,  y estudiante de la Maestría de Ciencias Sociales de la Universidad de las Américas. He aquí sus palabras:
“Me siento indignado e irrespetado como ser humano y ciudadano. El irrespeto del canciller y las lamentables declaraciones del presidente de la república contra el profesor Julio Yao demuestran  la intolerancia, la incoherencia y la falta de principios y valores éticos, morales y ciudadanos de los máximos dirigentes de este gobierno. Las declaraciones del presidente al decir que sabe más historia que el profesor Yao demuestran la locura del señor Martinelli, quien es incapaz siquiera de leer un discurso de frases pre-fabricadas y que se tiene que aprender de memoria.
 
“El profesor Yao, quien tiene una extensa y meritoria hoja de vida al servicio de la academia, de la militancia popular y social y de la patria; quien ha escrito profundas décimas patrióticas y nacionalistas; quien ha escrito El Canal de Panamá, Calvario de Un Pueblo, obra de referencia obligada por su análisis, datos e información para la interpretación y conocimiento de la lucha por la soberanía e integridad territorial, son muestra de un ciudadano ejemplar, teórico y práctico, timbre de orgullo para nuestro país.
 
“ Si el Canciller y el Presidente son capaces en un día como hoy en que se honra a los Soldados y Mártires de la Patria y de la Independencia, de irrespetar y denigrar a un profesor catedrático distinguido como el Dr. Julio Yao, es prueba irrefutable de lo que pueden hacer con cualquiera de nosotros, como ya lo han hecho otros funcionarios como el caso del Director de la Policía Nacional y el Ministro de Gobierno y Justicia.
 
“Espero que las autoridades de las universidades, profesores, estudiantes, profesionales, trabajadores, campesinos, indígenas y los ciudadanos, nos pronunciemos contundentemente denunciando este ataque e irrespeto contra la persona del Profesor Yao y nos solidaricemos reenviando este discurso para ilustrar sobre los importantes temas y problemas tratados en el mismo. El señor Martinelli y el señor Varela deberían pedir disculpas públicas y privadas al profesor Yao por tan bochornoso acto de irrespeto. Son estos dos señores quienes deberían conocer y aprender aunque sea una pequeña parte de lo que sabe este preclaro e ilustre ciudadano y profesor como lo es Julio Yao, aparte de que ambos deberían aprender buenos modales por la investidura que tienen”.
 
Opinión del licenciado Fernando Manfredo, Jr.

Permítaseme ahora reproducir a continuación la opinión de otro ciudadano respetable, el licenciado Fernando Manfredo, Jr., quien fue ministro de Comercio e Industrias, asesor presidencial para los Tratados del Canal (1975-1977), magistrado del Tribunal Electoral, primer panameño encargado de administrar el Canal como Subadministrador de la Comisión del Canal (1979-1989) y como Encargado de la Administración del Canal (1989-1995), Presidente de la Comisión Organizadora del Congreso Universal del Canal de Panamá y candidato a la vicepresidencia de la república en 1994. El licenciado Manfredo explicó su opinión de la siguiente manera:

“Considero que el Canciller no supo, en ese momento, guardar la compostura que le impone su alto cargo.  Un discurso no tiene que ser un momento de remanso o placidez idílica, aunque se pronuncie en el Campo Santo.  Un discurso no tiene que ser un orden estático de resignada aceptación del pasado o del presente.  Yao se situó en el presente para recordarles a los asistentes su compromiso con el pasado.

“He leído dos veces el discurso de Julio Yao, quien utilizó su sagrado derecho de libertad  para poder informar sobre hechos que merecen explicación. No pude encontrar expresiones para humillar, para engañar; para envilecer, para herir, para confundir,  para descarriar; para desalentar, para destruir.”
 
Opinión del Dr. Leopoldo Santamaría
El 3 de noviembre, el Dr. Leopoldo Santamaría, médico y escritor,  nos hizo llegar su opinión:
 
“Distinguido, respetado  y muy estimado Profesor Yao: Acabo de leer su discurso de ayer 2 de noviembre. Simplemente extraordinario. El problema es que los lacayos por convicción jamás podrán tolerar una gota de verdad, mucho menos una cascada. Le reitero mi profundo respeto. De usted imposible esperar menos”.
 
Opinión de Miguel Monserrat, Presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
 
En representación de la 2ª. Conferencia Internacional por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, a celebrarse en Buenos Aires a fines de este mes, Miguel Monserrat, presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, me ha hecho llegar el siguiente mensaje:
 
“Queremos expresarle nuestra entusiasta felicitación por su valiente y documentada exposición ante altas autoridades gubernamentales de su país, referida a la más grave amenaza que sufren los pueblos de nuestro continente en su histórica lucha para hacer realidad su legítima aspiración de profundizar la democracia con justicia social y afianzar la soberanía nacional frente a toda injerencia de carácter colonialista e imperialista.”
 
Respuesta al licenciado Ebrahim Asvat
 
De mi respuesta al licenciado Asvat, del 12 de noviembre, publicada en La Estrella dePanamá el 14 de noviembre, reproduzco las siguientes líneas:
 
 “Quizás no sea tan extraño lo ocurrido en el Campo Santo cuando, si mi memoria no me traiciona, me parece recordar que un antepasado del vicepresidente y canciller, Juan Carlos Varel (su abuelo), fue uno de los firmantes de la Constitución de 1941, que declaraba como prohibido el ingreso de algunas ‘razas indeseables’.
“Por ser indeseables, a mis padres, a mis hermanos, a mi familia, algunos secuaces del presidente Arnulfo Arias, le robaron o expropiaron todos sus negocios y haberes en Pocrí de Aguadulce (1940-1941) dejándonos completamente a la intemperie a sus cinco hijos. Mi padre tuvo que esconderse en los montes como si fuera un delincuente, porque lo querían matar, y tenía que ingeniárselas para regresar furtivamente a casa de noche para ver cómo estábamos su esposa e hijos, para ver si habíamos comido o estábamos enfermos.

“Yo no cumplía dos años de edad y desde entonces —luego de escuchar de mis padres lo ocurrido— he vivido con esa herida en lo profundo de mi psique y me he opuesto a toda forma de racismo e injusticia social.
 “Algunas voces solidarias —muy respetables por cierto— nos han expresado la necesidad de un desagravio a mi persona. Les he respondido que es el gobierno quien debe explicarse ante nuestra sociedad por este desafuero y que es crucial que conteste sin ambages esta pregunta: ¿Por qué y con cuál fundamento jurídico, político o moral se pretende configurar a Panamá como trampolín para agredir a pueblos hermanos como lo son Colombia, Venezuela, Bolivia o Ecuador?”
Reacción lamentable del gobierno
Es lamentable que el presidente y el vicepresidente de la República, además del ministro de Gobierno y Justicia y la ministra de Educación, perdieran la compostura y dieran lugar a que se tejiesen las más absurdas teorías, una de las cuales atribuye mi discurso a un “complot” del Partido Revolucionario Democrático. Aclaro que no he sido ni soy miembro del PRD, partido al que he criticado en distintas coyunturas por su apoyo a posiciones contrarias al interés nacional, y que jamás me he prestado a manipulaciones.
Tenía la ilusión de que el actual gobierno respetara la libre expresión y, sobre todo, el derecho del Consejo Municipal de haberme invitado sin condiciones de ninguna naturaleza, a sabiendas de que yo hablaría únicamente de los hechos de la historia, algunos ocultos y desconocidos, que requieren ser expuestos a la luz para hacer posible la recuperación de la memoria histórica.
Omar Torrijos sabía escuchar; los “demócratas” no
Con motivo del infausto incidente, viene a mi memoria el sábado 17 de marzo de 1973, cuando me reuní en privado con el General Omar Torrijos Herrera, entre 6 a.m. y 7 a.m. en un gran salón en Isla Contadora con motivo de la sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en Panamá, que había iniciado el día anterior.   A la isla llegarían después los embajadores de todo el mundo, miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, presidentes, cancilleres, diplomáticos y juristas internacionales, para continuar las consultas pertinentes.
Fui uno de los primeros en llegar a Contadora. Omar Torrijos llegó en su helicóptero diez minutos más tarde. Me vio, me saludó y me preguntó: “Hola, Julio, ¿cómo te fue en Holanda?” “Me fue bien, como le habrá contado el licenciado Tack, pero necesitamos conversar en privado.” “Muy bien, vamos a encerrarnos en algún lugar”, y encontramos un salón enorme. 
Sin nadie por compañía,  nos sentamos frente a frente y durante 60 minutos me escuchó impasible, receptivo  y en silencio, sin parpadear y sin interrumpirme, todo lo que tenía que decirle sobre el fracaso que tendría Panamá en dicho cónclave si no se rectificaba el rumbo.  Aclarada la cuestión en una hora y hecha la advertencia, mis palabras finales a Torrijos fueron: “Respeto mucho al Canciller Juan Antonio Tack, pero Ud. está por encima de él, pero por encima de Ud. está la Patria, y a ella me debo”. Omar, sorprendido y abriendo desmesuradamente los ojos, echándose hacia atrás,  me preguntó: “¿Así es la cosa?” Le respondí, “Sí, así es la cosa. Y recuerde que yo soy de los que escriben la Historia.”  Me preguntó entonces:   “¿Y ya hablaste con Toni?, refiriéndose al cancillerTack, ministro de Relaciones Exteriores y Jefe del Equipo Negociador del nuevo Tratado (y no de “los tratados”) con Estados Unidos “,” le contesté. Y añadió: “Dile a Toni que ya hablaste conmigo y que tienes luz verde”.  Esta entrevista le dio un giro radical a la reunión del Consejo de Seguridad. ¡Cómo cambian los tiempos!
Agresión a mi familia
Al día siguiente del incidente, el 3 de noviembre, varios individuos forzaron tres puertas de hierro y entraron a nuestra residencia  en horas de la tarde, cuando nadie estaba, destruyendo dos de las puertas.   
Mi familia, que recién llegaba, los sorprendió dentro de la casa, sin salir del auto. Yo no estaba en la ciudad.    Los delincuentes, cerca de 30 años de edad ambos y vestidos de manera parecida con diablofuerte y sweaters oscuros, les pidieron hacer silencio, y uno de ellos forcejeó  con mi hijo menor, Yalú, a quien intentaron sacar del auto.   
Desesperado, Yalú tocó la bocina, e igual hizo su madre, que empezó a gritar para llamar la atención de los vecinos. Huyeron en un auto nuevo que los aguardaba. Los supuestos “ladrones” tenían nuestras dos computadoras portátiles (labtops), listas para llevárselas, pero no lo hicieron, si bien hurtaron cien dólares que estaban a la vista.  No registraron la casa; nada más se interesaron en las computadoras.
Un dictamen que requerí de los  cerrajeros determinó que fue un trabajo profesional y que en una sola puerta tuvieron que esforzarse simultáneamente tres personas. Todo lo demás estaba en orden, salvo el teléfono, que fue arrancado.   Se hicieron las denuncias del caso ante la Dirección de Investigación Judicial, hasta ahora sin resultado, pero no descartamos ninguna posibilidad sobre el origen de la agresión, ya  que habíamos protestado ante la embajada de Estados Unidos el 30 de octubre y pronunciado ante el gobierno el 2 de noviembre.
Lo curioso es que la casa ha estado durante muchos meses deshabitada, con las puertas abiertas, y nunca antes había sido intervenida por delincuentes.
Antecedentes de amenazas y hostigamiento
Eso sí, un par de años después de la invasión de Estados Unidos el 20 de diciembre de 1989, alguien se introdujo a nuestro apartamento de noche mientras dormíamos, encendió la luz del comedor y dejó mi cartera sobre la mesa, con las tarjetas y papeles al lado, puestos en orden. No se llevaron el dinero que contenía, ni se perdió cosa alguna.
Con posterioridad, cuando el país aún estaba ocupado por las fuerzas de Estados Unidos, hacia 1993, subíamos la escalera del apartamento cuando  sorprendimos a unos cinco sujetos que bajaban con prisa, mirando hacia la pared,  tres de los cuales eran rubios y estaban elegantemente vestidos, con saco oscuro y corbata, pero uno de ellos llevaba en mano una “pata de cabra”.  Al asomarme por una ventana junto a la escalera, los vimos huir a través de una apertura  que había en la malla de ciclón que separaba nuestro edificio del Colegio Fermín Naudeau en La Locería. Cuál no sería nuestra sorpresa al arribar al apartamento en el tercer piso, observamos cómo habían destrozado completamente el marco de la puerta, sin lograr abrirla.
En dos ocasiones, entre el 31 de diciembre de 1999 y 2002, las oficinas del Serpaj-Panamá fueron saqueadas por individuos que se introdujeron y robaron únicamente archivos, libros, expedientes, fotocopiadoras, documentos y testimonios de la invasión de 1989, así como relativos al programa sobre el Control de Armas que siempre ha sido parte de nuestra agenda.  Ningún ladrón roba libros, como lo demostró el saqueo del 20 de diciembre, y según los vecinos, quienes se introdujeron eran personas uniformadas de policía.
Pero las citadas agresiones, hostigamientos y amenazas son apenas  las más recientes.
En 1967,  dos personas vinculadas a la embajada de Estados Unidos me presionaron e interrogaron para que no escribiera contra los proyectos de Tratados Robles-Johnson, a lo cual me dediqué entre 1966 y 1968,  haciéndome sin éxito ofertas de becas y oportunidades en Estados Unidos, cosa que también intentó el Ministerio de Relaciones Exteriores con ofrecimientos de cargos diplomáticos.   Los proyectos de Tratados Robles-Johnson reemplazarían el Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 y fueron fruto del 9 de enero de 1964, pero eran contrarios a su espíritu liberador.
En mayo de 1970, estando en el exilio,  fui virtualmente secuestrado por agentes de la inteligencia en el Institute for Policy Studies (Instituto para Estudios de Políticas), un organismo independiente de Washington, durante una gira que el Instituto de Estudios Sociales de La Haya hizo al Departamento de Estado y a la Organización de Naciones Unidas. Querían “conversar” conmigo en un edificio de la agencia.  En esa ocasión me ofrecieron absolutamente de todo, o lo que se me ocurriera, igualmente sin éxito. Me escurrí y escapé.
De regreso a La Haya y en vista de que no había contestado a los de Washington sobre mis planes después de culminar estudios,  algunos sujetos conectados con la embajada de Estados Unidos en Holanda, entre septiembre y diciembre, me presionaron para que aceptara ofertas o hiciera las propuestas que quisiera y, al no tener éxito, intentaron eliminarme, lo que obviamente no ocurrió.
Con la ayuda de los administradores del Palacio de la Reina (Queen’s Palace), sede entonces del Instituto de Estudios Sociales, de algunos profesores y de los más altos funcionarios de justicia del gobierno holandés,  tuve que esconderme en un sitio incógnito del país para regresar después de meses y continuar estudios, oculto en un apartamento que la Reina Juliana de Holanda tenía en el Queen’s Palace.    El hostigamiento cesó con la intervención del Secretario de Justicia de ese país, que puso fin a esta amenaza, y los agentes fueron expulsados del país en diciembre.
Acusaciones falsas
Volviendo al incidente y como conclusión: Rechazo la acusación de que aproveché el Día de los Difuntos para hacer politiquería y faltarle el respeto a la fecha y al Mausoleo de los Soldados de la Independencia. Rechazo la acusación de que  he tergiversado la historia. Rechazo la acusación de que he llamado o señalado al gobierno como “terrorista”. Rechazo la acusación de que he irrespetado al presidente, al vicepresidente y a dos  ministros de Estado. Rechazo la acusación de pertenecer a “grupos radicales y personas que no quieren a su país”, hecha por el presidente de la República. Rechazo la acusación de que todo se trató de  un complot con el Partido Revolucionario Democrático. 
Cambio Democrático, las bases aeronavales y los FOL’s
El gobierno de Ricardo Martinelli ha declarado que no firmaron ni firmarán acuerdos con Estados Unidos para poner a su disposición las bases aeronavales. Sin embargo, el programa de gobierno de Martinelli para el período 2004/2009, contempla, entre otros objetivos para el país, el siguiente propósito dentro del penúltimo párrafo:
“Iniciaremos conversaciones para traer de vuelta a Panamá la presencia norteamericana a través del mecanismo FOL (‘Forward Operating Location’ - Locaciones para Operaciones de Avanzada ) para combatir el narcotráfico, la guerrilla y el terrorismo, entre otros.”
Desde aquella época, el actual presidente tenía ya la intención de colaborar con Estados Unidos contra la guerrilla y el terrorismo.  ¿Ha cambiado esto en 2009?
Las declaraciones que ha hecho hoy, 16 de noviembre,  la embajadora de Estados Unidos, Barbara Stephenson, en torno a las bases aeronavales, constituyen una intervención desembozada en los asuntos internos de Panamá, toda vez que el vicepresidente y canciller Juan Carlos Varela, así como el ministro de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino,  afirmaron que las bases son el fruto de un acuerdo interno interinstitucional, entre tres instituciones del Estado, suscrito el 30 de octubre, el mismo día que se firmló el tratado entre Colombia y Estados Unidos.   Si ello es así, ¿por qué se le permite a la embajadora de Estados Unidos inmiscuirse en un asunto exclusivo de Panamá?
¿Cuáles son los derechos de Estados Unidos en Panamá?
El gobierno de Estados Unidos debe responder a las siguientes preguntas:
(1) ¿Tienen Uds. y otros Estados  el derecho de ingresar al espacio terrestre, aéreo y     marítimo de Panamá, con o sin la autorización de nuestro país?
(2)                 ¿Tienen Uds. el derecho de perseguir, capturar y/o destruir naves o aeronaves dentro del territorio nacional, incluyendo el derecho de conducir a tripulantes detenidos directamente a territorio de Estados Unidos y el derecho a quedarse con la carga incautada, sin ingresarlos a territorio panameño ni  requerir autorización especial del gobierno panameño?
(3)                  ¿Tienen Uds. y otros Estados  el derecho de abordar naves de bandera panameña en alta mar sin requerir aprobación especial del gobierno panameño? 
(4)                 ¿Tienen Uds. derechos extraterritoriales e inmunidad frente a la jurisdicción nacional panameña? 
(5)                 ¿Tienen Uds. derechos, privilegios, prebendas, exoneraciones y otras potestades equivalentes o superiores a los  reconocidos a diplomáticos extranjeros en Panamá?
(6)                  ¿Tienen Uds. el derecho de exigir que Panamá no someta a sus tribunales, a tribunales de terceros Estados o al Tribunal Penal Internacional, a funcionarios de Estados Unidos, civiles y militares,  acusados de crímenes de guerra?
(7)                  ¿Tendrán Uds. el derecho de aplicar el Arreglo Complementario 2002, conocido como Tratado Salas-Becker, para obtener acceso a las bases aeronavales que se construirán en ambos océanos? 
(8)                 ¿Está Estados Unidos en capacidad legal de ingresar o mantener fuerzas armadas en Panamá de acuerdo al régimen de neutralidad pactado en el Tratado de Neutralidad?
(9)                 ¿Cuál acuerdo ampara las Maniobras Panamax que se llevan a cabo cada año?
Colombia y Panamá
El presidente Álvaro Uribe ha dicho que las bases militares de ese país, según acuerdo suscrito el 30 de octubre, serán usadas por Estados Unidos solamente dentro de territorio colombiano y no fuera de él, para combatir el narcotráfico y el terrorismo. Pero un documento de la Fuerza Aérea de Estados Unidos entregado al Senado de ese país dispone otra cosa, y lo citamos:
1.        Que la base militar de Palanquero “garantiza la oportunidad para conducir operaciones de espectro completo por toda América del Sur” (“espectro completo” significa todos los componentes de las fuerzas de tierra, mar y aire de Estados Unidos).
2.        Que las bases militares servirán para combatir “la amenaza constante… de los gobiernos antiestadounidenses” (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina).
3.        Que el acuerdo del 30 de octubre permite “el acceso y uso de las demás instalaciones y ubicaciones” por todo el territorio colombiano, sin restricciones, incluyendo el uso de aeropuertos comerciales.
4.        Que Estados Unidos invertirá unos 46 millones de dólares para acondicionar la pista aérea, las rampas y otras instalaciones para convertirla en una “Localidad de Cooperación en Seguridad (CSL)” de Estados Unidos, desde la cual atender las amenazas de gobiernos antiestadounidenses.
5.        Que “el acceso a Colombia profundizará la relación estratégica con los Estados Unidos. La fuerte relación de cooperación en seguridad también ofrece una oportunidad para conducir operaciones de espectro completo por toda Sudamérica… La base de Palanquero”ayuda con la misión de movilidad porque garantiza el acceso a todo el continente de Suramérica con la excepción del Cabo de Hornos.”
La clave del asunto
Culmino esta narración reiterando  las declaraciones de Alfredo Keller, citado por el Dr. Ganci: “Disiente quien opone razones a la ideología o a la praxis política dominante. Disiente quien, en el ejercicio de su libertad, critica o discrepa, de la opinión de un tercero. Disiente quien opone su visión moral de lo que considera justo, a lo que estima injusto o a lo que valora como bueno, positivo y beneficioso en contra de lo que cree malo, negativo o perjudicial.”
La libre expresión frente a los poderes e intereses creados constituye la verdadera prueba  de la democracia, y debe ser invocada y defendida  para rechazar a quienes nos la quieren robar.   En defensa de ella, cito la frase atribuída a François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire: 
“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defendería hasta la muerte  su derecho a decirlo.”
Espero que nuestra defensa de la democracia no sea vista de manera distinta a la que hizo Pericles con su “Oración Fúnebre”, en el siglo V a.c.,  ante los túmulos improvisados de los atenienses  que murieron por defenderla, ni diferente a la que hizo en 1863 el presidente Abraham Lincoln en su “Discurso de Gettysburg”, dedicado al Cementerio Nacional de los Soldados que cayeron durante la Guerra Civil norteamericana, y que dieron su vida para asegurar que la democracia, entendida como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” no perezca jamás sobre la faz de la Tierra.
Muchas gracias.
JulioYao, Profesor de Relaciones Internacionales. Presidente del Servicio Paz y Justicia en Panamá (Serpaj-Panamá).
 
DISCURSO DEL PROFESOR JULIO YAO, ORADOR DE FONDO, ANTE EL MAUSOLEO DE LOS SOLDADOS DE LA INDEPENDENCIA, EN EL CEMENTERIO AMADOR, EL 2 DE NOVIEMBRE DE 2009, DÍA DE LOS DIFUNTOS.

Excelentísimo Señor Ricardo Martinelli, Presidente de la República;

Su Excelencia Juan Carlos Varela, Vicepresidente de la República y Ministro de Relaciones Exteriores;

Sus Excelencias Ministros y Viceministros de Estado;

Honorable Señor Bosco Ricardo Vallarino, Alcalde del Distrito de Panamá;

Honorables Señores Directores de Entidades del Estado;

Honorable Concejal Jair Martínez, Presidente del Consejo Municipal de Panamá;

Honorables Concejales y Directores Municipales;

Medios de comunicación;

Público en general:

Un mes de diciembre de los años cincuenta, de montería en las selvas vírgenes que yacían entre San Miguel de Pacora y una posta de cazadores conocida como “Tres Brazos”, entonces inhabitada, me tocó caminar sin armas y sin conocer la ruta, pues no había camino, a partir de la medianoche hasta el día siguiente para llegar a Loma Bonita, donde tomaría el único transporte de regreso a Panamá. Entonces había en San Miguel tres ranchos, y este villorrio era la última señal de la civilización antes de adentrarnos en la espesura que se extendía hasta las cabeceras del Río Mamoní y las estribaciones de Kuna Yala.

"Colá" Castro, quien me dio albergue, me había prevenido esa medianoche de dos cosas, diciéndome: “Camina siempre a lo largo del río, porque cuando no lo escuches es que te perdiste. Si eso ocurre, regresa por donde viniste, buscando siempre el sonido del río. Y otra cosa, cuídate del gato”, como le llamaban los campesinos al tigre. En medio de la oscuridad me perdí varias veces, pero siempre el sonido del río, que tronaba entre rocas, me ayudaba a rectificar el rumbo.

Los caminos de la patria deben ser como los ríos: cuando ya no escuchamos su música y no sabemos a dónde nos llevan nuestros pasos, necesitamos regresar a nuestro lugar de partida, a nuestros orígenes, siguiendo las aguas cantarinas que nos reclaman.

Es por ello que hoy, dos de Noviembre, al conmemorar el Día de los Difuntos y abocarnos mañana a la fecha de nuestra separación de Colombia, es necesario reconocer que demasiados panameños ya no escuchamos el río de la patria; que demasiados panameños nos hemos perdido en la maraña y no tenemos ni la menor idea de a dónde llevan nuestros pasos; que demasiados panameños carecemos de memoria histórica y por eso navegamos a la deriva, arrastrados por ajenas circunstancias.

Ante el Mausoleo de los Soldados de la Independencia, regresar a nuestros orígenes para indagar cómo empezó nuestra lucha por la independencia, supone remontarnos al 6 de enero de 1502, cuando Cristóbal Colón, en su último viaje y acompañado de su hermano Bartolomé y su hijo Fernando, llegó - en pos de afamados yacimientos de oro -- a un río al que llamaron Belén. Allí los recibieron los panameños originalrios pero éstos fueron pronto engañados y sometidos para robarles su oro. El Rey Quibién o Quibián, “El Señor de la Tierra”, fue apresado y amarrado junto a su familia y sus seguidores. Pese a estar amarrado y herido en un brazo, Quibién logró escaparse lanzándose al río de noche para convocar a una alianza con otras tribus a fin de rechazar la invasión. Su familia, que iba a ser destinada a la Encomienda o llevada a España como esclavos, prefirió – al igual que los sitiados en Masada o las mujeres coreanas ante los invasores -- ahorcarse a bordo de las naves antes de entregarse, mientras que otros se arrojaron al mar.

El Rey Quibién prevaleció sobre Colón, hirió a Bartolomé y redujo a cenizas el poblado de Santa María la Antigua de Belén, el primero en todo el continente, constituyendo ésta la primera derrota que sufrieron los españoles, que salieron en estampida. Quibién fue el primer guerrero que venció y expulsó a los conquistadores, en esta primera victoria y este primer combate de los pueblos de Abya Yala en la lucha por la vida, los recursos naturales y el medio ambiente.

El oro afanosamente buscado por Colón es el mismo oro que se saquea a título gratuito hoy en Petaquilla, y por eso las tres comunidades indígenas de esa región han fundado la Asociación Rey Quibién en resistencia a los proyectos mineros. Las comunidades afectadas por la minería a cielo abierto, prohibida crecientemente a nivel mundial, rechazan que nuevos conquistadores se lleven el oro y otros metales y destruyan toda forma de vida a cambio de una mayor cantidad de espejitos y engañifas.

Sin embargo, la victoria del Quibién no aparece valorada correctamente en la historia. Existen dos monumentos, uno frente al otro, en la ciudad de Colón: el primero, dedicado al Almirante Cristóbal Colón y el segundo, a Quibién. Pero el monumento a Colón es al menos 30 veces más grande que el erigido al Quibién, y la placa explicativa del "Señor de la Tierra" dice que conmemora el “encuentro” entre ambos, y no los enfrentamientos entre el indígena y el invasor.

Volver a nuestros orígenes, es preguntar por qué nuestra moneda nacional se denomina Balboa, mientras que una centésima parte de ella está dedicada a Urracá, guerrero imbatible y pesadilla de los españoles durante nueve años; implica denunciar el hecho ofensivo, ignominioso y vergonzante de que el sitio donde fuera fusilado nuestro máximo héroe popular, el General Victoriano Lorenzo, víctima de los poderes e intereses foráneos en el Canal, sea tan solo un simple escalón de concreto en Las Bóvedas, que sirve de urinal para perros y para que los turistas puedan encaramarse para ver mejor el mar.

Volver sobre nuestras huellas es explorar por qué se ha dicho que en los actos separatistas de 1903 no hubo mártires. La historia oficial dice que murió un chino y un burro. Traté de averiguar, desde mi escuela primaria, por qué se le dio tanta importancia a un burro – ya que en todas las guerras mueren animales sin que a nadie eso le quite el sueño; de averiguar por qué era trascendente reportar la muerte de un equino al lado de un ser humano. Llegué a la conclusión de que todo fue una manipulación de los hechos para rebajar la personalidad del chino y de impedir que un asiático sin importancia – y no alguien de apellido rimbombante -- fuese declarado mártir de la independencia. ¿Cómo reconocer siquiera como mártir a alguien que no tenía nombre en español ni era católico? ¿Por qué iban a erigir un monumento a un chino que ni siquiera era tenido como ciudadano por las élites?

Pero nosotros descubrimos que en 1903 no murió uno: murieron dos chinos. Según el cónsul de Estados Unidos, pereció en Salsipuedes el ciudadano del Celeste Imperio, Wong Kong Yee, oriundo de Hocksan, en la provincia de Kwantung, China. Según The Star and Herald, murió un segundo ciudadano chino, de nombre desconocido, en la Playa de la Marina, colindante con la presidencia de la República, víctima de una granada. Y si algún animal murió no fue ningún burro sino un caballo peruano de paso que pertenecía a Enrique Linares y que pacía (me refiero al caballo) en un corral donde se instaló la panadería Barrio Caliente frente a La Aurora en Santa Ana. Aunque no murieron heroicamente, los dos chinos fueron mártires, porque fueron testigos -- mártir en griego significa “testigo” -- de la misma forma en que los Mártires de Enero incluyeron a víctimas no combatientes durante la agresión del ejército acantonado en la Zona del Canal.

Volver sobre nuestros pasos y escuchar el río de la patria es indagar si es cierto que los chinos que construyeron el ferrocarril se suicidaron. Miles de chinos llegaron a Panamá traídos por la empresa norteamericana del ferrocarril, que estaba atrasada según el contrato con Colombia, pues la deserción de trabajadores de otras nacionalidades ponía en peligro la obra. Los chinos, engañados y estafados, cayeron víctimas de la empresa que les negó mínimas condiciones de vida, y en esas condiciones de nula vida, los chinos cumplieron con la tarea pero también llevaron a cabo la primera rebelión laboral contra una empresa transnacional en Latinoamérica. Los que no cayeron víctimas de enfermedades y reptiles, fueron ultimados por alguaciles de la empresa o bien se suicidaron como acto de liberación personal y social. Pero allí está el ferrocarril, que nunca se hubiese construído sin el aporte y sacrificio de los chinos en aras de salvar el contrato entre la compañía y la Nueva Granada.

Nuestra visión deformante de la historia reproduce la ideología de los sectores hegemónicos no importa cuántas veces repitamos que la nación panameña es multirracial, no importa cuántas veces gritemos que en Panamá no hay discriminación, ya que es innegable – y damos constancia de ello -- que estamos en deuda con quienes contribuyeron con sus vidas a nuestra formación nacional.

Los Soldados de la Independencia, ante cuyo Mausoleo hoy nos convocamos, combatieron en la Guerra de los Mil Días y expusieron sus vidas ante el Batallón Tiradores que se aprestaba a aplastar el intento separatista. Al año siguiente, los liberales de entonces urdieron una conspiración para derrocar al presidente Manuel Amador Guerrero y recabaron el apoyo del General Esteban Huertas, brazo ejecutor del acto separatista, pero los liberales pidieron apoyo al primer golpe de Estado nada menos que al embajador de Estados Unidos.

Premunido del Artículo 136 de la Constitución de 1904, conocido como la Enmienda Platt panameña, y de las potestades intervencionistas que el Secretario de Estado John Hay había incorporado al Tratado Hay-Bunau Varilla, el gobierno de Estados Unidos consideró que Panamá no necesitaba de un ejército, pues para eso estaba el de Estados Unidos, y decidió ordenar su desmantelamiento, cosa que ocurrió en el primer aniversario del Tratado nefasto, el 18 de noviembre de 1904. Los Soldados de la Independencia fueron disueltos bajo amenaza de invasión, que llevarían a cabo varios miles de infantes de marina que aguardaban apostados en las faldas del Ancón para intervenir en caso de desobediencia al imperio. Así llegó a su fin el primer ejército nacional, cuyos integrantes se disolvieron con lágrimas de rabia e impotencia.

El problema colonial y la falta de democracia representativa fueron resueltos de manera significativa a partir del Tratado del Canal de 1977 y el traspaso de la vía interoceánica el 31 de diciembre de 1999. Pero el siglo XXI encuentra a Panamá atenazada por varios retos: el cambio climático, la desigualdad en la distribución de las riquezas, la corrupción, el crimen organizado, la violencia internacional y algunas ambigüedades del Tratado de Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal.

El cambio climático tiende a condicionar el desarrollo sostenible de Panamá de múltiples maneras porque produce transformaciones negativas en los ecosistemas, ancla y punto de partida de un desarrollo armonioso. El planeta se calienta; se secan los ríos y otras fuentes de agua; se agotan las reservas forestales; se esterilizan y envenenan las tierras, y éstas son menos aptas en cantidad y calidad para la agricultura; las tierras del patrimonio nacional son acaparadas por especuladores y terratenientes que se las roban y niegan a campesinos e indígenas; no se cuenta con una política energética adecuada a la crisis, mientras los polos se derriten y amenazan la demanda de tráfico por el Canal. Los medios de producción entran en crisis, y a todo este panorama se suma la carencia de un modelo de desarrollo adaptado en lo interno al colapso estructural de nuestro Istmo, que no soporta arbitrarios proyectos mineros e hidroeléctricas, y ajustado, en lo externo, al desplome mundial del sistema capitalista.

La desigualdad en la distribución de las riquezas produce la inseguridad ciudadana y crea las condiciones para el crimen organizado, en tanto que la educación del panameño es incapaz de producir ciudadanos y se dedica a fabricar las tuercas y tornillos de un sistema en bancarrota material y moral.

La corrupción devora un 30 por ciento del Producto Interno Bruto, pero hace metástasis en toda la población. Hace un par de años hice una pregunta a un grupo de estudiantes pregraduandos de la Universidad de Panamá: “¿Quiénes de Uds. robarán cuando sean altos funcionarios y manejen dineros del Estado?” Para mi sorpresa, dos tercios levantaron la mano. La mitad de los restantes dijeron que no, que no robarían, y la otra mitad dijo, “lo estamos pensando”.

Pero el mayor problema que confronta Panamá está directamente vinculado a su rol dentro de la comunidad internacional y al lugar que ocupa dentro del escenario geopolítico y estratégico de la región.

Durante la mayor parte del siglo XX, Panamá no ha tenido la capacidad para formular una política exterior independiente. Panamá es quizás el único país del mundo que nunca estableció relaciones diplomáticas ni con la Unión Soviética ni con la República Popular China. Luego del colapso de la primera, Panamá abrió relaciones con una Rusia debilitada que no podía ofrecer como antes un contrapeso a Estados Unidos. Panamá no ha establecido relaciones diplomáticas con la China Popular, en parte por la corrupción de quienes han dirigido la política exterior hasta el gobierno anterior y en parte porque China Popular ha sido víctima de la contención encubierta de Estados Unidos, que intenta impedir el surgimiento de otra superpotencia como antes lo hizo con Japón.

Cuando el General Omar Torrijos y el General Manuel A. Noriega emprendieron serias gestiones ante Japón para ampliar el Canal o construir uno nuevo al nivel del mar, entre 1977 y 1989, en claro reto al monopolio sobre la ruta interoceánica que ejercía Estados Unidos desde 1880 y 1903, ambos militares fueron eliminados raudamente. La invasión fue fruto de los acontecimientos incontrolados generados por una orden para desestabilizar a Panamá por esta aventura. Y a raíz de estas intervenciones, no se ha investigado la muerte de Torrijos, aunque ya John Perkins confesó que fue víctima del servicio de inteligencia de su país. Pero aún no se ha integrado una comisión que investigue los hechos de la invasión y sus consecuencias legales y económicas, en los veinte años de su aniversario, mientras que el ciudadano Noriega – que merece protección gubernamental conforme a la Constitución Nacional -- queda en un limbo jurídico entre el acatamiento de la Convención de Ginebra, que ordena su liberación inmediata y su retorno inmediato a Panamá, y el intercambio de intereses entre Francia y Estados Unidos, que juegan caprichosamente con leyes, extradiciones y conceptos en violación de los derechos ciudadanos del único prisionero de guerra de Estados Unidos.

Ante el Mausoleo de los Soldados de la Independencia, debemos recordar a los Mártires de Enero y a quienes combatieron la invasión del 20 de diciembre, entendiendo que soldados no son solamente los militares sino también quienes construyen la patria día tras día. Debemos recordar a quienes murieron inocentemente – que son la mayoría – en manos de los invasores, quienes en violación de leyes nacionales e internacionales, cometieron espantosos crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, crímenes contra el derecho internacional y contra la paz, con el único objetivo de restaurar el monopolio y la hegemonía de Estados Unidos sobre nuestro territorio y nuestra población.

El efecto combinado de la invasión y el Consenso de Washington ha sido el de eliminar la noción de que el Estado regula la economía; de que el país requiere de soberanía y de que el Canal debe ser protegido y defendido constitucionalmente por panameños. Por tal motivo, nacen por un lado las privatizaciones de proyectos estatales y recursos naturales y, por el otro, se produce la inserción jurídica y no exclusivamente material, de las fuerzas armadas de Estados Unidos en territorio nacional, que se plasman en acuerdos entre el Servicio de Guardacostas y el Servicio Marítimo Nacional en 1991; en acuerdos secretos entre la inteligencia militar de Estados Unidos y el gobierno nacional panameño, de 1999; acuerdos entre el Encargado de Negocios de Estados Unidos, Frederick Becker, y el ministro de Relaciones Exteriores, José Miguel Alemán Healy, en diciembre de 2001; entre Becker y el ministro de Gobierno y Justicia, Aníbal Salas, de 5 de febrero de 2002, llamado Tratado Salas-Becker; entre Becker y José Alemán Zubieta, de la Autoridad del Canal de Panamá; entre John Bolton, responsable de la seguridad y embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, y el ministro de Gobierno y Justicia, Arnulfo Escalona; entre la embajadora de Estados Unidos, Linda Watts, y Harmodio Arias, ministro de Relaciones Exteriores, en 2004, para exonerar de la justicia a criminales de guerra de la superpotencia.

De estos tratados internacionales, solamente el último fue enviado a la Asamblea Legislativa para cumplir con el requisito constitucional de su aprobación, razón por la cual denunciamos que dichos acuerdos no cumplen, ni por su modalidad formal ni por su contenido, con los requisitos de la Constitución Nacional y de la Convención de Viena sobre el Derecho de Tratados y, por lo tanto, están viciados de nulidad.

Conforme a los acuerdos, las fuerzas armadas, terrestres, aéreas o navales, de Estados Unidos, pueden surcar el territorio nacional sin mayores trámites o requisitos, motivo por el cual militares de alto rango de ese país han dicho que Panamá es la puerta de entrada al servicio o letrina que es Colombia. Conforme a esos acuerdos, todos los barcos de bandera panameña pueden ser interceptados en alta mar por naves de Estados Unidos y por las pertenecientes a decenas de países, sin permiso especial, bajo el programa de control de armas de destrucción masiva. Conforme a esos acuerdos, Estados Unidos puede invitar para que entren a nuestro territorio otros Estados con el propósito de que éstos cooperen con Panamá en la guerra contra el terrorismo, el narcotráfico y otros delitos internacionales. Conforme a esos acuerdos, Panamá se obliga a no ejercer jurisdicción sobre funcionarios civiles o militares de Estados Unidos, acusados de crímenes de guerra, ni de someterlos al Tribunal Penal Internacional.

Los citados arreglos intentan cubrir las Maniobras Panamax que desde 2003 llevan a cabo países latinoamericanos y miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Panamá y en la región con el pretendido propósito de atender la protección y defensa del Canal y de Panamá. Las Maniobras Panamax han sido siempre comandadas por un Almirante del Comando Sur, pero nuestra Constitución Nacional atribuye exclusivamente a panameños la defensa de su territorio y prohíbe a nuestros funcionarios civiles o militares recibir órdenes de militares extranjeros, en tanto que el Tratado de Neutralidad imposibilita la presencia militar extranjera en nuestro país.

El Artículo V del Tratado de Neutralidad dispone que, después del 31 de diciembre de 1999, sólo la República de Panamá mantendrá fuerzas e instalaciones militares y sitios de defensa dentro de su territorio nacional. Y como los defensores de la militarización argumentarán que la Reserva Nunn al Artículo V del Tratado de Neutralidad permite acordar dicha presencia militar, les advertimos que una cosa es lo que se pretendió con dicha Reserva y otra es lo que la misma dice.

Lo que dice la Reserva Nunn es que, no obstante el Artículo V, Panamá y Estados Unidos podrán acordar la presencia militar extranjera para garantizar el régimen neutral del Canal. Pero, ¿en qué consiste este régimen? La neutralidad de la vía acuática consiste en la libre navegación y la desmilitarización del Canal y sus anexidades, y mal puede la Reserva Nunn garantizarla si ella misma introduce condiciones que específicamente la niegan. La Convención de Viena es clara al estipular que pueden aceptarse enmiendas a los tratados siempre y cuando no contradigan sus propósitos fundamentales. Si esto último ocurre, las enmiendas dejan de tener validez jurídica, y ése es el caso de la Reserva Nunn.

Pero Panamá se inserta en un espacio geopolítico más amplio. Colombia publicará la próxima semana los acuerdos firmados con Estados Unidos para poner a su disposición siete de sus bases militares: en Malambo, en el Atlántico; en Palanquero, en el Magdalena Medio; en Apiay, en el Meta; bases navales en Cartagena, en Tolemaida, y en Larandia, en el Caquetá. Según lo dicho por el General Freddy Padilla de León, Ministro de Defensa encargado de Colombia: “Se trata de profundizar unas relaciones que han venido siendo exitosas con el acceso a bases militares colombianas. No son bases norteamericanas, son colombianas, pero brindamos la posibilidad de que accedan a nuestras instalaciones”.

El anuncio hecho ayer, 1 de noviembre, de que “la Policía Nacional, el Servicio Nacional de Frontera y el Servicio Nacional Aeronaval firmaron un acuerdo interinstitucional para el establecimiento de bases aeronavales y de policía panameñas en el litoral Pacífico y Atlántico del país”, que aclara declaraciones previas de que se firmarían acuerdos con Estados Unidos, no nos sorprenden porque serán bases aeronavales y de policía panameñas que podrán ponerse a disposición de Estados Unidos, por la sencilla razón de que el Tratado Salas-Becker de 2002 se adelantó y hace siete años dispuso que los puertos y aeropuertos de Panamá podrán ser usados generosamente por las fuerzas armadas de Estados Unidos.

Las bases aeronavales en Isla Chapera, en el Archipiélago de las Perlas, en Isla Coco, en Veraguas, en Bahía Piña, Darién, y en Rambala, en Bocas del Toro podrán ser utilizadas para múltiples objetivos. Pero quiero recordarles respetuosamente a los responsables de nuestra Política Exterior aquí presentes que, si bien las Naciones Unidas carecen de una definición sobre el terrorismo, motivo por el cual no existe un solo tratado que lo regule, sí tienen en cambio una definición de la soberanía nacional, que comprende la independencia política y la integridad territorial, y que la soberanía no puede ser invocada para albergar violaciones de sí misma, del mismo modo que la patria potestad no incluye la posibilidad del incesto ni la promiscuidad entre padres e hijos.

Es por ello que, a nuestro juicio, las bases puestas a la disposición de Estados Unidos profundizan la militarización de un amplio espacio territorial que separa a ese país de Sudamérica, mismo que constituye una plataforma desde la cual será posible lanzar operaciones sobre toda la región en franca conspiración contra la pacífica convivencia entre los pueblos y la solución pacífica de las conflictos.

Panamá es aún miembro del Movimiento de Países No Alineados, uno de cuyos objetivos es el rechazo a formar parte de las esferas de influencia de las grandes potencias. Nuestro gobierno no puede poner en peligro la neutralidad verdadera del Canal ni atraer sobre nuestra población los peligros que la guerra contra un terrorismo indefinido e inasible sin duda proyectará sobre nosotros y nuestros hijos. El deber de nuestro gobierno es mantener una posición ética, transparente y compatible con el servicio internacional que el Canal presta al mundo y no sumarse a cruzadas en nombre de supuestas libertades y cuestionadas democracias.

Las bases aeronavales pondrán a prueba el Protocolo de Adhesión al Tratado de Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal, al cual han adherido decenas de Estados, que tienen la facultad de pronunciarse en torno a si el uso de dichas bases por parte de Estados Unidos y otros países violan o no el régimen de neutralidad de la vía acuática al que se comprometieron respetar.

Con estas reflexiones culmino mi intervención, con la esperanza de que los tambores de guerra y las turbulencias inesperadas producidas por el cambio climático no obnubilen nuestra visión y nos hagan perder el rumbo, y que cuando ya no sepamos si vamos en la dirección correcta, escuchemos el gran río de la patria, la música de la patria, el gran río que nos hace sentir orgullosos de nuestro pasado y que sin duda nos llevará de las tinieblas a la oscuridad, y de la oscuridad a la luz.

Muchas gracias.

https://www.alainet.org/de/node/137837?language=es
America Latina en Movimiento - RSS abonnieren