11 de noviembre: un día para recordar

11/11/2009
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Innsbruck, Austria.- El 11 de noviembre de 1918, Alemania y los aliados firmaron el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, al menos en el frente occidental. Los aliados, esto es, Reino Unido, Francia, Rusia y Estados Unidos –entre los principales-, representados por el general francés Ferdinand Foch, quien presidía el comando aliado, suscribieron, con el represente alemán, Mathhias Erzberger, el acuerdo correspondiente.
 
Ya desde finales de septiembre, el comando supremo alemán reportaba al káiser Guillermo II que la situación militar era insostenible y que se debía pedir a la triple entente –es decir, los aliados- un cese al fuego de manera inmediata. El Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, tenía una demanda particularmente importante: que el gobierno imperial de Alemania evolucionara hacia la democracia a fin de lograr condiciones favorables en el proceso de paz. El canciller germano en ese momento era Georg von Hertling, y fue reemplazado el 3 de octubre por el príncipe liberal Maximiliano de Baden en medio de una crisis social y política de gran envergadura en el país.
 
Así, se produjo el intercambio de telegramas entre los alemanes y los aliados a fin de discutir los términos del armisticio. El 5 de octubre, en un telegrama enviado a través de Suiza, el príncipe Baden pedía a Estados Unidos tomar los pasos necesarios para negociar la paz, haciendo del conocimiento de todos los aliados esta petición, e invitándolos a nombrar delegados para llevar a cabo las negociaciones correspondientes. El príncipe claramente pedía que, a fin de terminar con el derramamiento de sangre germana, cesaran de inmediato las hostilidades en tierra, mar y aire y se suscribiera el armisticio correspondiente. La respuesta de Wilson fue que sólo se llegaría a una negociación si previamente abdicaba el káiser alemán. El príncipe Baden insistió en otros dos telegramas, y obtuvo la misma respuesta. Después del tercer telegrama que respondieron los estadounidenses insistiendo en la renuncia del káiser, los germanos declararon que era inaceptable esa petición. Sin embargo. La debilidad de las tropas alemanas era evidente: muchos de los soldados se estaban preparando para volver a casa y las deserciones iban en aumento. Estados Unidos, al tanto de la situación, no cedió. Por si fuera poco, en Alemania era políticamente insostenible para las autoridades desafiar a los aliados en condiciones crecientemente desventajosas.
 
Un hecho que no se debe soslayar es que los europeos no estaban de acuerdo con los Catorce Puntos del Presidente Wilson, porque, como se recordará, cada punto fue pensado a partir del orden de posguerra que Estados Unidos deseaba establecer, haciendo aparecer a los europeos como demasiado débiles o incapaces de tomar decisiones. Para muchos, Estados Unidos trataba a todos los europeos como “menores de edad” y su orgullo nacional se sentía herido, lo que contribuyó a que las negociaciones para el armisticio demoraran aún más.
 
Dentro de Alemania, la situación empeoraba rápidamente. Existían fuertes tensiones sociales en todo el país y las autoridades, amparadas en una Constitución no democrática, no aceptaban la necesidad de reformarse. El comando supremo alemán tuvo la mala idea de intentar una última batalla naval contra la marina británica. Los marineros alemanes se revelaron en Kiel y Wilhemshaven negándose a combatir y su ejemplo fue seguido en todo el país en un hecho conocido como la revolución de noviembre o la revolución alemana. Este movimiento llevó a que se proclamara la república el 9 de noviembre de 1918 y a que el príncipe Baden le entregara el poder a Friedrich Ebert -un hecho curioso es que el Mauer o Muro de Berlín cayó también un 9 de noviembre, sólo que 71 años después (1989). Ebert recibió esta encomienda política no muy convencido del todo, porque él no quería que se disolviera la monarquía, a la que veía como un contrapeso natural ante la ola revolucionaria que azotaba al país. La Revolución Rusa de 1917 había influido en Alemania y figuras como Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht ganaban adeptos. Liebknecht, por cierto, había proclamado la República Libre Socialista de Alemania el mismo 9 de noviembre, por lo que el gobierno de Friedrich Ebert era su antagonista.
 
En estas condiciones, lo más importante para Alemania era restablecer el orden social internamente, por lo que Friedrich Ebert aceptó firmar el armisticio con los aliados el 11 de noviembre pese a que, como es sabido, las condiciones exigidas por ellos eran muy onerosas.
 
Así, el 11 de noviembre tiene distintos significados para los diferentes países que estuvieron involucrados en la primera guerra mundial. En Estados Unidos, se recuerda a los caídos en el conflicto. En la Gran Bretaña, desarrollan actos solemnes encabezados por la Reina: el pasado 8 de noviembre se llevaron a cabo tanto la misa como la ceremonia correspondiente. La Reina y todas las autoridades británicas depositan ofrendas con amapolas rojas en la tumba del soldado desconocido. La amapola roja es usada porque es una flor silvestre que crece en el norte de Francia y Flandes –hay un poema canadiense muy famoso In Flandes Fields que recuerda a los caídos canadienses, a las órdenes del Imperio Británico, en la contienda. En Somme, en el verano de 1916, donde participaron los británicos, quienes fueron masacrados por los alemanes, había amapolas rojas en el campo de batalla. En un solo día perecieron 60 mil ingleses –o súbditos del Imperio Británico, trátese de canadienses, australianos u otros. Para los alemanes, el 11 de noviembre tiene otra connotación: se aceptó el armisticio, luego el Tratado de Versalles, en extremo oneroso, y más tarde se gestarían las condiciones para la segunda guerra mundial.
 
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